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martes, junio 05, 2007

Opinión - Julio Hernandez

Astillero

La derecha "buena"


  • Sobredimensionar batallas
  • Espino, pieza sacrificable
  • Latidos bajo sospecha
La Jornada

A falta de mejores victorias, los calderonistas tratan de convencer a los mexicanos de que los escarceos íntimos de León, el pasado fin de semana, constituyen una histórica victoria de las más avanzadas causas nacionales sobre los malvados representantes de la derecha extrema, reaccionaria y clerical (el yunquismo, pues). El quinazo largamente prometido habría quedado en un Espinazo del Diablo y, al final de esa película sobredimensionada, L@s Niñ @s de L@s Pin@s habrían salvado al país del verdadero peligro para México que representaban el cándido Espino y su yunquismo desalmado. La nación habría cambiado a partir de ese virtual grito de dolores panista dado en Shoes City, la capital de los choclos metidos y por meter y las botas por botar, a grado tal (epopeya felipense equivalente a la Independencia, la Reforma y la Revolución juntas) que los principales personajes de esa telenovela apresurada y fugaz se permitieron el lujo de "empinar la botella" (así lo reportó un enviado a cubrir el consejo nacional panista) hasta altas horas de la madrugada leonesa en las afueras de hoteles y discotecas (antros, según la terminología adecuada), donde los eufóricos yuppies calderonistas festejaron lo que consideran una magna derrota infligida al adversario Manolito y el inicio de una saga política y electoral que según eso mantendrá a las falanges calderónicas en el poder por algunos sexenios más.

Pero no ha sucedido nada distinto a un pleito escandaloso más en la hipócrita historia de un matrimonio de conveniencia. La de León es una vulgar maniobra de revancha desde el poder contra un adversario interno malora, pero no una victoria política o ideológica del calderonismo ni un acto supremo contra los intereses y posturas de una corriente de ultraderecha que puede sacrificar a su rupestre operador Espino pero que de ninguna manera está perdiendo posiciones ni terreno ganado. Por el contrario, la debilidad de Calderón y su micro equipo ha quedado más evidenciada a partir de la recurrencia cavernícola a mecanismos del priísmo más tradicional para "controlar" una asamblea blanquiazul, abuchear "espontáneamente" al personaje predestinado a la guillotina desde las habitaciones reales, tomar control presidencialista de un partido presuntamente "libre" y festejar ese supuesto triunfo como si un equipo mexicano de futbol de tercer nivel (es decir, la mayoría de la primera división profesional) le hubiera ganado por goleada al Real Madrid. Un contendiente puede ser medido por la talla de su adversario. Y Felipe y su corte juvenil apenas pudieron ganarle personalmente a Espino, pero no a Martita y Chente ni sus negocios personales, conyugales y familiares hasta ahora impunes ni a los funcionarios del foxismo (Abascal, Salazar Sáenz y Derbez, por ejemplo) que sin castigo por sus crímenes institucionales siguen "haciendo política" como si nada. Los problemas de México se mantienen en el mismo nivel de gravedad, pero la divinidad Mounacal (tres personas distintas y un solo poder bonsai verdadero: Mouriño Juan Camilo, Nava César y Calderón Felipe) sueña con cambios desmesurados a partir de la paliza pandillera a Espino. Moraleja: dejad que los niños (de Los Pinos) se acerquen al (estilo del) PRI.

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