Arriba se habla y se habla. Todos los días nos dicen que vivimos en un país ejemplar, con autoridades intachables e instituciones (¡sacrosantas instituciones!) eficaces. Felipe Calderón, según la propaganda oficial, es un hombre de bien, preocupado por todos los ciudadanos. El, al mal tiempo le pone buena cara. Y trata de transmitir a todos los mexicanos esa fe inquebrantable en la nación. Es un personaje optimista, que actúa en el momento indicado con las soluciones precisas. Su equipo de trabajo es inteligentísimo. Cada secretario hace lo posible y lo imposible en cada una de sus áreas. Sí, desde arriba se nos indica que vivimos en el paraíso. O si no en el paraíso, en algo parecido.
Arriba se habla y se habla. Todos los días nos dicen que vencimos al virus de la influenza H1N1 y estamos por derrotar a la crisis económica que nos vino de afuera (aquí, adentro, nadie puede ser culpado por la devaluación del peso, por las pérdidas de miles de empleos, por el cierre de empresas y por el incremento de la pobreza). El gobierno de México defendió al mundo entero de la catástrofe, del apocalipsis. Gracias a las medidas tomadas por Felipe Calderón, hoy, millones de seres humanos en el orbe pueden dormir tranquilos. Los gobiernos de todos los países prenden veladoras a Calderón: sin él, el mundo sería un caos. Un caos fatal, letal. Sí, desde arriba nos señalan que residimos en el paraíso. O si no en el paraíso, en algo parecido.
Arriba se habla y se habla. Todos los días nos dicen que la guerra contra el narcotráfico se va ganando. Hay muerte y sangre, y disparos en las calles y miedo. Y también hay organizaciones criminales que dominan amplios territorios donde imponen su ley, una ley muy alejada de la que se estudia y discute en las aulas de las facultades de derecho. Pero esas son pequeñeces. Nimiedades. Antes no se hacía nada, ahora se hace todo. Desde que Felipe Calderón llegó a la Presidencia de la República (gracias a un fraude electoral), las cosas han cambiado para bien: los mexicanos se pueden sentir seguros. Su gobierno ha comenzado a actuar. Y va a ganar esta guerra: va a derrotar a los malos, a los mafiosos, a los malhechores. Sí, desde arriba nos muestran que habitamos en el paraíso. O si no en el paraíso, en algo parecido.
Arriba se habla y se habla. Todos los días nos dicen que la democracia ha llegado para quedarse. Hay elecciones y las elecciones son la base de todo país democrático. Si después de elegir a los “representantes populares”, éstos no representen a los electores sino a selectos grupos de poder, no importa. La democracia se da y punto. Todo el país debería estar orgullo de su sistema: partidos políticos que son financiados por el Estado (es decir, por los contribuyentes), candidatos que son elegidos por quienes regentean a esos partidos, elecciones costosas y una sociedad feliz, orgullosa, alegre, afortunada, que confía en su democracia. Y tan confía que lo demuestra absteniéndose (en más del 50%) de votar. Sí, desde arriba se nos revela que moramos en el paraíso. O si no en el paraíso, en algo parecido.
Arriba se habla y se habla. Todos los días nos dicen que los programas del gobierno oficiales son excelsos. Que con ellos se erradica la pobreza y se asegura un futuro prominente para los marginados de este país (que son la mayoría). Borbotones de dinero al campo, a las empresas, a los sin trabajo y sin techo. Se hace alabanza de las grandes reformas que se han aprobado, de los acuerdos y los pactos. Felipe Calderón se enorgullece de sus logros. Los cuales son mucho. Cada día que pasa hay multitud de ellos. Son incontables. Satisfacen a todos: a los patrones que no pagan impuestos, a las clases medias que sostienen el costoso aparato burocrático del país, a los pobres, que no se les escucha ni se les ve, a los científicos, a la comunidad cultural, a todos. Sí, este gobierno, nos repiten desde arriba, ha sido el mejor. Por eso se nos insta a protegerlo, a defenderlo, a dar la vida por él. Sí, desde arriba se nos expone que poblamos el paraíso. O si no el paraíso, algo parecido.
Arriba se habla y se habla. Todos los días nos repiten las bondades de tener un gobierno como el de Felipe Calderón. El único inconveniente es que abajo, esos logros, esa guerra ganada, esa economía sólida y esa democracia fortalecida, simple y llanamente no existen: son discursos gastados. Y es que las palabras de Calderón y lo mensajes oficiales son falacias, falacias que desesperan. Abajo la gente sufre, el desempleo avanza y la pobreza se vuelve insoportable. Desde arriba se nos describe el paraíso, o algo parecido. Pero en el pueblo ese paraíso no se experimenta: ni se divisa.
jorge_naredo@yahoo.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::
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