La Jornada Jalisco
Escucho en varias radiodifusoras locales que Guadalajara es navideña, que ninguna ciudad de toda la República mexicana la iguala en este rubro. Suelo ser incrédulo y me digo: “no, me mienten: eso que dicen no es cierto”. Pero me queda la duda: y si sí, si en realidad mis cotidianos paseos por el centro de la ciudad me mienten, si no veo lo que nos dice la radio, lo que nos inoculan los anuncios de las autoridades locales; por eso decido asistir, en calidad de turista, al centro de la ciudad y constatar si son ciertas esas palabras repetidas hasta el hartazgo: “Guadalajara, ciudad navideña de México por excelencia”.
Monto mi bicicleta y salgo de mi casa. Me dirijo al centro, quiero ver con mis propios ojos esa tan mentada ciudad navideña. Llego al cruce de avenida 16 de Septiembre y Juárez, y sí, hay un Nacimiento colgado en las confluencias de esas calles, un Nacimiento de focos verdes, rojos, blancos... No me maravillo. En realidad ese adorno se coloca en la ciudad todos los años y no tiene nada de espectacular. Los grandes ornamentos navideños ubicados en el centro de Guadalajara tienen siempre publicidad de alguna empresa. Por ejemplo, a un costado de la Plaza Fundadores hay un árbol navideño y dicho árbol luce pletórico de corcholatas que anuncian un refresco de cola.
Los efectos de la publicidad han hecho mella en mí. Pienso que en la plaza Liberación o en la plaza de Armas habrá muchas actividades: quizá algunos juegos para que los niños se diviertan. No sé, espero algo, algo que me sorprenda. Pero al llegar a dichas plazas mi desilusión es mucha. No hay nada. Absolutamente nada. Ni vendedores ambulantes ni juegos para niños ni grandes adornos. Nada. Prosigo mi recorrido. Arribo al Ayuntamiento de Guadalajara, me apeo de mi bicicleta y la estaciono. Y de repente, me encuentro con la gran atracción de la ciudad navideña de México por excelencia: en la plaza Guadalajara hay un Nacimiento. Son figuras a escala humana, están los Reyes Magos, la Virgen, San José y el Niño Dios, además de dos vacas (o toros, pues lo tosco de las figuras impide un reconocimiento certero) y tres o cuatro efigies más. La calidad artística del Nacimiento deja mucho que desear: son figuras feas. Pero no importa, por fin he encontrado la gran atracción de esta ciudad decembrina. Mi rostro absorto dura cinco segundos. Después de dicha catarsis, no hay nada más. La metrópoli navideña de México por excelencia termina ahí.
Hace algunos días me trasladé a la ciudad de México. Y como todas las veces que voy, asistí al Zócalo. Había una pista de hielo (una de las más grandes del mundo), donde cualquier persona (sin importar condición social alguna) puede entrar y patinar. Para los niños hay una montaña de hielo donde se pueden resbalar y varias mesas donde hacen muñecos de nieve. La gente asiste al Zócalo y se divierte. Y se divierte rodeado de muchos adornos navideños. No hay una fijación por una Navidad católica: los Nacimientos no son comunes. Cuando veía cómo se caían varias personas intentando patinar en la pista de hielo y cómo se divertían, cómo sonreían, me dije, ¿por qué en Guadalajara no hay diversiones así?
Las autoridades tapatías están ahora entretenidas ideando la manera más eficaz de limpiar la ciudad: limpiarla de franeleros, niños de la calle, pedigüeños y demás “lastres” que afean la urbe, una urbe que pronto recibirá los Juegos Panamericanos. Quizá por eso no pusieron tanta atención en hacer “navideña” a la ciudad y sólo les quedó contratar una costosa campaña publicitaria que miente y harta.
Uno no puede hacer otra cosa que preguntarse: ¿por qué tanto gasto en eventos elitistas como los Premios MTV, un torneo de golf y funciones no gratuitas de lucha libre en el centro de la ciudad (se pagaban hasta 750 pesos por ingresar)?, ¿por qué no con dicho dinero se montaron eventos para los tapatíos de a pie?, ¿cuáles son los parámetros para gastar e invertir en eventos culturales en el Ayuntamiento de Guadalajara y en el gobierno del estado?
Muchas preguntas se pueden hacer. Y la mayoría quedará sin responder. Pero algo está claro: Guadalajara no es la ciudad navideña de México por excelencia. Parece ser que para quienes gobiernan esta urbe, la Navidad es poner dos adornos, contratar una costosa campaña publicitaria y decir que Guadalajara va, que Guadalajara maravillosa, que Guadalajara lo mejor, mientras la policía reprime a los “lastres”, a quienes tienen el atrevimiento de trabajar dignamente en la calle para obtener unos pesos y pasar la Navidad: para tratar de paliar los estragos de las constantes crisis económicas.
Me monto nuevamente en mi bicicleta y me dirijo a tomar un café, y nada de lo que observo a mi alrededor me indica que Guadalajara sea la ciudad navideña de México por excelencia. Y a quienes veo y pregunto, tampoco piensan eso. Así que solamente ahí, en el Ayuntamiento y en Palacio de Gobierno, lo creen. O quizá ni ellos, pero vale más promocionarse que dar un poco de solaz y diversión a los gobernados. Al fin y al cabo lo importante es ganar elecciones: y el pueblo; ah, el pueblo que se joda, que se chingue.
jorge_naredo@yahoo.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2008::
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