Don Norberto y el Diablo
Publico
En la polémica desatada sobre el aborto o, mejor dicho, la interrupción voluntaria del embarazo, el arzobispo de México, don Norberto, ha dicho que quienes quieren modificar al respecto la ley penal obedecen a “poderes del infierno”.
El arzobispo puede atacar a los partidarios de la interrupción voluntaria del embarazo; manifestarse en la vía pública, hablar y decir lo que quiera, incluso desde el púlpito, lo cual le está prohibido por la Constitución pero se lo permite él mismo con la tolerancia de muchos mexicanos, yo mismo incluido. También es del todo entendible que el clero católico no esté de acuerdo con una ley que permita a las mujeres tomar decisiones libremente, pues al fin y al cabo la Iglesia católica es una de las corporaciones monárquicas que más segrega a las mujeres en su propio seno y ha mantenido el monopolio masculino del sacerdocio.
Lo que no es aceptable es que don Norberto nos venga ahora con eso de “poderes del infierno”. Esa manera de tratar los asuntos públicos fue propia de la Inquisición, de la persecución de supuestos o reales herejes, personas como Giordano Bruno, quien fue quemado en la hoguera en el Campo De’ Fiori (1600) frente a una multitud que no podía comprender el motivo de ese brutal asesinato.
Invocar los “poderes del infierno” son palabras mayores para un obispo de la Iglesia católica y de cualquier otra Iglesia; es llevar el asunto de la interrupción voluntaria del embarazo a bajuras inalcanzables, pues tal postura busca presentar al Estado como un instrumento del Diablo, con quien no existe punto de diálogo.
Con los demonios no se debe hablar y mucho menos llegar a acuerdos, por lo cual la invocación de Satanás, hecha por el arzobispo de México, podría representar una ruptura de la Iglesia católica con el Estado nacional mexicano con motivo de la posible aprobación de una reforma de ley, la cual, por lo demás, permitiría, pero no promovería, el aborto dentro de las primeras doce semanas de la gestación. Hoy, en México, la interrupción voluntaria del embarazo está permitida en cualquier momento, pero en secreto y mediante paga, lo que satisface por entero al clero.
Cuarenta y nueve países, donde vive 41 por ciento de la población mundial, permiten el aborto voluntario sin restricciones. Seis países, donde vive 20 por ciento, lo admite por razones socioeconómicas, mientras que 52 países —México incluido— lo aceptan para salvar la vida de la mujer embarazada, lo cual se puede decir para cualquier caso, y cuando hay una violación sexual. Sólo dos países lo prohíben totalmente. Ninguno lo considera un asesinato, con desprecio por la palabra de Pío IX (Apostolica Sedis, 1869). Esto querría decir —según don Norberto— que el demonio tiene el poder en el mundo entero, lo cual no puede ser sostenido por el clero católico, a menos de que todos los sacerdotes hayan perdido la razón.
pgomez@milenio.com
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