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miércoles, abril 11, 2007

Opinión - MANUEL GARCIA URRUTIA

El Plan Puebla-Panamá, otro engendro neoliberal

Jornada Jalisco

El día de ayer y hoy, 9 y 10 de abril, se celebra en Campeche la Cumbre México, Colombia y Centroamérica a fin de relanzar el llamado Plan Puebla-Panamá. Se supone que el propósito oficial de la reunión es revisar y depurar los mecanismos establecidos para su operación aunque en realidad se trata de complementar sus intenciones integracionistas en la lógica de la estrategia de seguridad –en materia de terrorismo, narcotráfico y migración controlada– definida por el gobierno de Estados Unidos, que aunque no esté presente, oficialmente, su sombra gravitará en sus conclusiones.

En el año 2000, poco antes de tomar posesión, en gira por Centroamérica Vicente Fox propuso la creación de un plan de integración regional que incluyera a los nueve estados sureños del país y las siete naciones que conforman el área centroamericana. El target eran casi 70 millones de “habitantes que integran Mesoamérica –30 del sur-sureste de México y 40 de Centroamérica– y los 46 que conforman Colombia, que constituyen un vínculo común en historia, cultura, tradiciones y valores, que habitan un mismo espacio geográfico y poseen aspiraciones e intereses comunes”, buscando elevarles la “calidad de vida”.

Ya en 2001, Fox, como uno de los grandes ejes de su gobierno y en el ánimo de congraciarse con su amigo George W. Bush, presentó las grandes líneas estratégicas del plan que tendían a favorecer acuerdos regionales, principalmente en una zona pobre y conflictiva, en dirección a la concreción, para mediados de la década, del Acuerdo de Libre Comercio para América (ALCA), además financiado con recursos y dineros públicos de la región –o de inversión extranjera–. O sea, un verdadero negocio para Estados Unidos porque así se evitaba desplegar esfuerzos de solidaridad similares a los que, por ejemplo, los países desarrollados de Europa tuvieron que realizar para impulsar el desarrollo en naciones pobres a fin de homologar las condiciones de vida regional como requisito para avanzar en la integración de su comunidad.

Entre las buenas intenciones del Plan Puebla-Panamá se plantearon, derivado de un diagnóstico de la zona, ocho objetivos básicos: “desarrollo humano y social; participación de la sociedad civil; cambio estructural en la dinámica económica; aprovechamiento de vocaciones y ventajas comparativas de la región; manejo sustentable de los recursos naturales; concertación de planes y estrategias conjuntas con Centroamérica; modernización y fortalecimiento de las instituciones en la región”.

Todavía, como complemento, en una declaración conjunta, derivada de una cumbre realizada en San Salvador (junio de 2001), los jefes de Gobierno se comprometieron a impulsar un paquete de ocho “Iniciativas Mesoamericanas”: desarrollo sustentable, desarrollo humano, prevención y mitigación de desastres, promoción del turismo, facilitación del intercambio comercial, integración vial, interconexión energética e integración de los servicios de telecomunicaciones. Obviamente el petróleo lo ponía México y la red de comunicación lo capitalizaba Telmex y los dos monopolios televisivos mexicanos (Televisa y TV Azteca).

Lo que, en síntesis, quería decir: libre comercio, generación de infraestructura para facilitarlo, privatizaciones, participación del capital trasnacional –eso significa “participación ciudadana”–, aliento a la maquila como alternativa “de modernización industrial”, despojo de tierras comunales, afectación del medio ambiente y entrega del campo y recursos estratégicos a particulares para ganar en inversiones que aprovecharan las “ventajas comparativas” regionales. Esos son los ejes estratégicos que en el marco de la globalización neoliberal han acentuado la desigualdad y generado más pobreza; sin embargo, en el discurso oficial se presentan como la fórmula para abatir esos flagelos –la desigualdad y la pobreza–, provocar crecimiento económico y competitividad, así como consolidar los régimenes democráticos.

Afortunadamente las intenciones del plan no caminaron en el sentido planeado no sólo por los “mecanismos” complicados y burocráticos creados para hacerlo operar –que se supone, el ajustarlos, será el motivo de la reunión– sino, al menos, por tres factores más: la falta de convencimiento de algunos mandatarios, el 11 de septiembre de 2011, que cambió prioridades en el continente y, principalmente, la falta de presupuesto –los países como México y Colombia tendrían que suplir el papel de Estados Unidos en el desarrollo regional por ser las economías más fuertes–, más un fenómeno del que se habla mucho, pero no se le atiende con el sentido y la importancia que tiene y que, además, no se ha detenido: la migración, hoy vista como un peligro a la seguridad nacional de nuestro vecino del norte.

Una de sus primeras iniciativas fue el corredor transístmico Oaxaca-Veracruz que fue una verdadera muestra de sus intenciones: la entrega al capital trasnacional de la región, desastre ecológico y cero participación social en su planeación y ejecución. Obviamente esa iniciativa provocó diversas protestas sociales y rechazo generalizado, principalmente de comunidades y pueblos indígenas involucrados. Hoy, el Plan Puebla-Panamá es otro frente de batalla de los llamados altermundistas o globalifóbicos.

Ahora, quierase que no, la agenda de la seguridad –la que le interesa al gobierno de W. Bush– dominará el ánimo de la cumbre. La migración vista a la luz de la seguridad más que del bienestar –hay que controlarla desde los países de origen; por ello, se hablará de empleos a manera de promesa–, pero también, a cambio de espejitos –de promesas de inversión–, las naciones centroamericanas deberán coadyuvar con México para regular el flujo migratorio –aquí, en su paso por nuestro país es donde los migrantes centroamericanos viven uno de sus peores calvarios, para usar términos a tono con la época– y, adicionalmente, deberán de colaborar con México y Colombia para combatir el “terrorismo” –que consigan armas y apoyos– y la red del narcotráfico que hoy azota las calles de nuestras ciudades por el “dominio” del mercado. El Plan Puebla-Panamá se pondrá, de esta manera, al día, es decir, sólo se actualizará con más de lo mismo.

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