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miércoles, abril 11, 2007

Opinión - Ricardo Monreal

Aborto y política

Milenio

En cuestión de días, el aborto ha dejado de ser un asunto de salud pública y un tema de conciencia para devenir un osado juego de vencidas entre derecha e izquierda, entre poderes legislativos formales y poderes fácticos, entre el gobierno local del DF y el gobierno federal, con la ausencia notable de los actores sociales que deberían estar dirigiendo esta polémica: los científicos y los médicos, los juristas y los académicos, las mujeres y los jóvenes; en suma, la sociedad civil.

El presidente de facto Felipe Calderón convoca a las iglesias de jure a la residencia laica de Los Pinos y anuncian una cruzada contra la despenalización del aborto. Después viene el desembarco mediático, con promociónales de Chespirito al frente. La solicitud de un referéndum. La activación de la Unión de Padres de Familia y otras organizaciones no gubernamentales, aunque sí paraestatales. El anuncio de movilizaciones católicas en las calles, preludio de un “México Unido Contra el Aborto, AC”.

De forma y de fondo, se busca reeditar la polarización de la campaña presidencial de hace menos de un año y delimitar desde ahora las líneas de combate ideológico sobre las que correrán las próximas elecciones locales y la propia elección federal de 2009.
Y es que después del aborto vendrá la discusión de la eutanasia o “testamento de vida”, la pena de muerte y la cadena perpetua, la legalización de las drogas, y todos los demás temas de conciencia que dividen a la sociedad casi por mitades, con un tercio menor haciendo el papel de débil y frágil bisagra, tal como quedó el país aquella tarde del 2 de julio de 2006.

Ni hablar. Y es que tan importantes como las llamadas “reformas estructurales” que pretenden liberalizar la economía son las “reformas de conciencia” que buscan liberalizar la moral pública, es decir, hacer de la libertad de conciencia individual un bien a tutelar de manera expresa por el derecho público o la polis.

Sólo que los promotores de unas y otras vienen de bandos opuestos y ello produce un debate con tonos de estridencia traumática, cercanos a la sordera. En efecto, mientras que las reformas económicas son promovidas por la derecha, las reformas de conciencia son impulsadas por la izquierda, y la confrontación entre ambas impide que unas y otras avancen de manera homogénea.

Mueve a risa la existencia de una derecha que pretende liberalizar la economía, mientras intenta apuntalar una moral pública conservadora en los temas de conciencia que la globalización misma ha secularizado, como el aborto, la eutanasia y los matrimonios entre el mismo sexo.

Por supuesto, la misma observación se puede hacer desde la barrera contraria: a muchos moverá a risa la existencia de una izquierda que busca liberalizar la moral pública, mientras pretende conservar intactos los fundamentos de una economía nacional, autosuficiente y autárquica.

Y entre las risas de la derecha y las carcajadas de la izquierda, como telón de fondo se levanta no una comedia, sino el drama de un país profundamente desigual que no pierde la oportunidad de dividirse, polarizarse, fragmentarse, crujir en dos partes iguales, a la menor elección o al menor debate público.

¿Tú qué eres? ¿Pro-vida o pro-elección? Desde allí nace la incomprensión. Como si la esencia de la vida humana no fuera precisamente tener capacidad para elegir, es decir, tener conciencia. Como si la esencia de la moral pública en una sociedad laica y plural no fuera precisamente reconocer y respetar la libertad de decisión de los individuos, es decir, la llamada “libertad de los modernos”, que empieza por aceptar la soberanía del individuo para regir el destino sobre su persona y sus bienes. Ni Dios ni el Estado, ni la Iglesia ni el gobierno, sino el individuo en pleno uso de su facultad de libre elección.

Los “pro-vida” dicen defender la vida, la moral y la religión, como si los “pro-elección” profesaran la religión de la “santa muerte”. Sin embargo, la realidad mata al dogma. La irreductibilidad de los “pro-vida” es el mejor aliado que ha encontrado la muerte de al menos mil mujeres al año por abortos clandestinos (la mayoría, jóvenes pobres y mujeres indígenas), de la cifra negra que asciende a cuatro abortos clandestinos por uno reconocido, de que 88% de las mujeres mexicanas que interrumpen el embarazo sean católicas y de una industria médica ilegal de mil 100 millones de pesos al año, tal como lo ha reportado puntualmente MILENIO.

Que sea la sociedad civil, no la sociedad senil que todo lo polariza y divide, la que dirija el debate sobre el aborto y todos los demás temas de conciencia de una sociedad laica y plural.

ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx

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