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miércoles, abril 11, 2007

El costo de la sumisión

Jorge Durand

En este mundo globalizado, mientras unas puertas se abren otras se cierran. En nuestro caso, México está cerrando las puertas y nuestros vecinos del Sur las están abriendo. En América Central se estableció el programa CA4, que permite el libre tránsito entre Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Honduras. En América del Sur se acaba de lograr, con éxito, la libre circulación entre todos los países sureños. Ni siquiera se requiere pasaporte, se puede transitar libremente con un documento nacional de identidad (DNI).

El cambio se ha venido dando poco a poco. Hace un par de años la Cancillería mexicana confirmó que llegaban 90 mil brasileños al año y que sólo regresaban 20 mil. Obviamente utilizaban a México como vía de entrada para Estados Unidos. Llegaban a Cancún y de ahí saltaban al DF y Hermosillo, donde los esperaba una buena red de contactos y coyotes.

Brasil es un país que tiene muy poca emigración a Estados Unidos, pero las cifras han ido en aumento en los últimos años, lo que desató la alarma. Las notas diplomáticas mexicanas iban a Brasil y obviamente no se respondían. ¿Qué podía hacer el gobierno de Brasil con sus connacionales que decían que iban de vacaciones a México? Nada, obviamente. Del mismo modo que México no hace nada con los que se van de vacaciones a Disneyland o a Europa y luego no regresan.

Pero el asunto empezó a preocuparles a nuestros vecinos del Norte. La demanda no se hizo esperar. Había que exigirles visa a los brasileños. Dicho y hecho. Ahora son muchos menos los brasileños que llegan a México. No sólo futuros inmigrantes, también turistas, profesionales, comerciantes, académicos, empresarios, estudiantes. Por añadidura, los mexicanos no podemos ir a Brasil como íbamos antes. Ahora requerimos de una visa que cuesta tiempo, dinero y molestias.

No sólo eso. Los mexicanos requerimos de visa para ir a Perú y Ecuador. Dos pequeños países que por decenios habían aceptado una relación asimétrica con México, que exigía visa, pero nos otorgaban graciosamente el libre tránsito. Pero esto se acabó, al parecer se hartaron de las colas, malos tratos, requisitos y mil formalidades que se requieren para entrar a México. Ahora nos están pagando con la misma moneda.

Ya no se sabe si México está lejos o cerca de los beneficios de la globalización. Lo que sí se sabe es que México es vecino, que no cercano, de Estados Unidos y que la política migratoria mexicana, con respecto a América Latina, al parecer, la dictan los intereses del imperio.

No hay una solución fácil. México ha sido, es y será un país de tránsito hacia Estados Unidos. Desde fines del siglo XIX han existido coyotes, sean mexicanos o de otros países. Los archivos de lo que fue el servicio de inmigración (INS) están llenos de documentos sobre coyotes chinos y japoneses que operaban en Ciudad Juárez. Ahora, hay coyotes brasileños, centroamericanos, sudamericanos, africanos y asiáticos.

Recientemente estuvieron en México representantes del Home Land Security, para llegar a acuerdos sobre el manejo de la frontera Sur. Acuerdos secretos, que son secretos a voces. México tendrá que seguir haciendo el trabajo sucio y deteniendo el flujo de centro y sudamericanos que quieren cruzar el país para llegar a lavar platos en Estados Unidos. En el año 2006, se deportaron a 187 mil personas. El costo monetario no es nada comparable con el costo en vidas y violaciones a los derechos humanos.

México era un país admirado y querido en toda América Latina. La gente era fanática de su historia, canciones, películas y del Chavo del Ocho. Todos los profesionales han tenido entre sus manos, alguna vez, un libro del Fondo de Cultura Económica. Pero, poco a poco los cientos de miles que atraviesan por México van dando cuenta de otra realidad

México no sólo está haciendo el trabajo sucio, lo está haciendo mal. No está preparado, no tiene recursos, no hay infraestructura adecuada, no hay personal capacitado. Una posible solución podría ser la de abrir el juego, mostrar las cartas y que el Congreso discuta y sancione públicamente las medidas que se deban tomar. Así lo hacen nuestros vecinos del Norte, es el Congreso el que fija la política migratoria.

jdurand@megared.net.mx

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