Con el cinismo del deber cumplido, golpes, toma de tribuna, dos recesos, dos sesiones, manifestaciones de encubiertos, inconformidades sindicales, presiones para aprobar de última hora dictámenes de Ley y una despedida sin mariachi, concluyó la LVII Legislatura.
Los ánimos subieron de tono, cuando un grupo de exbraceros intentó tomar la tribuna, provocando la intervención de los cuerpos de seguridad. En ese ambiente el presidente de la mesa directiva del Congreso, Enrique García aceptó los errores emitidos en tres años y dio el cerrojazo a los trabajos de 40 diputados que se distinguieron por los abusos y dispendio a las finazas públicas.
Ayer, cerca de las dos de la tarde, al iniciar la primera de las dos sesiones programadas se citó a los escasos 31 diputados que deambulaban por los pasillos para que ocuparan su curul y aprobaran sin escollos la licencia por tiempo indefinido del diputado Alfredo Argüelles Basave, quien minutos después de recibir 28 votos a favor y dos en contra, rindió protesta como secretario general del Congreso por unas horas, con la intención de amarrar con la siguiente legislatura y ser el escudero que evitará las auditorias a los salientes.
De nada valieron las denuncias penales en contra del diputado por solicitar 10 millones de pesos para garantizar el incremento en la tarifa del transporte, ni los juicios políticos que tenía en su contra.
Al mismo tiempo y en paquete, aprobaron el presupuesto de egresos 2007 por 460 millones de pesos y se autorizó el cambio de firmas para los siguientes legisladores, todo en menos de 15 minutos. Después en un largo y angustiante receso donde continuaron los estira y afloja en la Junta de Coordinación Política un tema dominó: la aprobación de las reformas a la Ley Contra la Delincuencia Organizada.
El consenso al interior de la bancada de los blanquiazules nunca se logró. El diputado presidente de la comisión de cultura, Gabriel Guerra Bejar, amenazó inclusive, con abandonar el pleno y no votar las reformas que lo harían cómplice en una reforma que carece de respaldo social. Otra de las diputadas panistas inconformes ante la indefinición y la falta de información sobre los cambios de última hora realizados en el decreto de ley aprobado en comisiones el pasado 17 de enero, fue Cielo López Díaz Barriga, quién mostró dudas al desconocer el texto que se aprobaría o rechazaría.
Los legisladores de todas las fracciones votaron en blanco la primera lectura del decreto de ley porque no recibieron el documento durante la pasada sesión del miércoles 24, aceptaron desconocer el documento tal como se aprobó y entre los coordinadores se negociaron cambios para la segunda lectura, modificaciones que al reanudarse la sesión eran clasificadas como reservadas.
En los pasillos y en una incisiva forma de externar su repudio al regreso del servicio secreto, un grupo de simpatizantes de redes ciudadanas con indumentaria de agentes secretos se infiltraron entre la gente que esperaba el inicio de la última sesión ordinaria, con letreros que signaban, “soy un diputado infiltrado”.
“No es posible que exista la obediencia de vida en la que bajo las directrices de obediencia de los jefes, puedes matar, desaparecer o golpear bajo la premisa de que están persiguiendo un delincuente y eso bajo ninguna circunstancia o régimen de derecho debe existir. No porque exista un servicio secreto en Estados Unidos tenemos que traer una calca en la peor expresión y con facultades discrecionales y de manera absurda. Son copias burdas, siniestras, nefastas,que quieren hacer bajo el supuesto amparo de la ley”, dijeron tajantes los inconformes.
La cereza del pastel en el cierre de la legislatura la colocó el que fuera diputado suplente de Joaquín Domínguez, Catarino Olea Velásquez, que exigió a través de un oficio a la Secretaría General y con fecha de enero del 2007, una computadora laptop, “toda vez que tengo derecho a ella, de conformidad al acuerdo de la Comisión de Administración del mes de febrero del 2004, durante el tiempo que fui diputado de esta Legislatura”.
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