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jueves, febrero 01, 2007

Opinión - Jorge Souza Jauffred

La Feria

Jornada Jalisco

México se quejó a través de cientos de miles de gargantas


La carestía afecta dolorosamente a 40 millones de pobres

Calderón recibe a Espino y jala la atención de los medios

Cientos de miles de personas se reunieron ayer en el Zócalo de la ciudad de México para exigir al gobierno poner freno a la carestía de los productos básicos. El clamor también se dejó sentir en Guadalajara, en donde en una manifestación de miles de personas exigieron al gobierno, desde la Plaza de Armas, que adopte medidas para evitar que se lucre con el hambre de los más pobres. Es inusitado que en Guadalajara una protesta reúna a tan crecido número de gente, pero lo cierto es que lo que está ocurriendo merece acciones como la de ayer y más.

No es para menos. La tortilla, el alimento básico de las grandes mayorías, se vende hasta diez pesos el kilo. Y en México hay por lo menos diez millones de personas que viven con diez pesos diarios (un dólar). Treinta millones más subsisten apenas con 20 pesos diarios y su régimen alimenticio se basa en ese producto derivado del maíz, herencia ancestral de quienes lo cultivaron y lo domesticaron en la costa del Pacífico mexicano hace unos diez mil años.

Así que para 40 millones de mexicanos el encarecimiento de la torilla es cuestión vital: de salud o enfermedad, de vida o muerte. El problema, por supuesto, no es sencillo. Distintos factores de diversa índole –algunos muy añejos– son los que inciden en el problema. Sin embargo, en la raíz inmediata de esta cuestión se encuentra el hecho de que la última cosecha de casi medio millón de toneladas fue comprada por los grandes consorcios, entre ellos MIMSA y Bimbo, a precios menores a los dos pesos por kilo y ese maíz se encuentra guardado en bodegas. Igualmente, la crisis es una consecuencia de 20 años de neoliberalismo, en los que el gobierno mexicano ha dejado al garete a los productores de maíz, quienes sin apoyos eficaces e inteligentes no pueden competir con el producto que se importa de Estados Unidos... unos seis millones de toneladas anuales,

La carestía se generaliza

Hace apenas dos días, en España –a donde también llegó el escándalo–, el secretario de Economía, Eduardo Sojo, acosado por la prensa, se comprometió a contener el alza de la tortilla. Pero su estrategia no ha funcionado; por el contrario, la embestida de precios alcanzó ya a muchos otros productos primarios. En todo el país, los consumidores compran ya al alza, no sólo la tortilla, sino muchos otros alimentos. La zanahoria, por ejemplo, cuesta el doble de lo que costaba hace un mes, la calabaza 60 por ciento más, el chayote 40 por ciento y el huevo casi 35 por ciento. La carestía, pues, se generaliza. Los expendedores explican que el alza de los precios no es culpa de ellos; se debe –dicen– “a las heladas” o a que “todo nos lo dan más caro”. Lo cierto es que la vida cuesta más pesos ahora que hace sesenta días, cuando Felipe Calderón asumió el poder. Y para 40 millones de mexicanos esto es muy grave.

Pero ¿qué podemos esperar después de 20 años de políticas neoliberales que han dejado a los pobres a merced de los intereses de las grandes empresas? No sólo en México, sino en muchos otros países latinoamericanos el neoliberalismo ha arrojado resultados criminales. Por ese motivo, en países como Argentina, Brasil, Venezuela, Bolivia, Uruguay y aún Chile han cambiado su rumbo político y económico.

En estas naciones los votantes imprimieron un giro radical al modelo del mercado libre y comenzaron a buscar soluciones alternativas después de observar muy de cerca el estrepitoso derrumbe de la economía argentina, cuyo modernizador, Carlos Menem, había entregado a las empresas privadas la energía, la electricidad, el gas y hasta el agua del país para que la comercializaran de acuerdo con la oferta y la demanda. La pretensión de Menem, de sostener el peso argentino a la par con el dólar hasta el último momento, nos permite entender hasta qué punto sentía este presidente que caminaba por el camino firme del neoliberalismo.

Lamentablemente, Menem había labrado la tumba del modelo en una Argentina explotada hasta la médula por grandes corporaciones que habían encarecido la luz, el agua, el gas, y que exigían pagos puntuales a una “deuda de desarrollo” que se convertía impagable. El catastrófico final y la moratoria obligada hundió al país en una situación ruinosa de la que apenas se levanta.

Un distractor envía al olvido las protestas

Así que ayer, mientras la marcha exigía control de precios y la conductora de televisión Verónica Velasco –oradora en el acto– leía la Declaración del Zócalo, pidiendo un pacto social incluyente, un nuevo distractor surgía para desviar la atención pública puesta en la protesta. Felipe Calderón recibía al líder panista Manuel Espino, quien hace unos días, ante al periódico La Razón, de España, criticó al mandatario de ese país. José Luis Rodríguez Zapatero por dialogar con la ETA. El distractor funcionó. Los medios dejaron a un lado la protesta y volvieron micrófonos y pantallas hacia el encuentro de un presidente vacuo y un líder de partido, peligroso y oscuro.

Afuera, en el Zócalo, miles esperaron a que Andrés Manuel López Obrador tomara la palabra, al concluir el acto, para pedir incremento salarial de emergencia, exigir un programa de apoyo a productores, un subsidio al precio de la tortilla y que no entre en vigor la cláusula del TLC que libera la importación del maíz y del frijol. En tanto, los medios ya habían dejado en segundo plano la cuestión alimentaria; la cortina de humo había caído mientras la gente regresaba a sus casas con la sensación de que algo está podrido en el país. Y eso es todo por ahora. Nos leemos mañana en este mismo espacio.

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