Inseguridad insostenible, estrategia equivocada
Jornada Jalisco
El presidente Calderón aprovechó su participación en la 31 Reunión Ordinaria de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) para llamar a cerrar filas en torno al tema de la inseguridad en el país, porque, en sus propias palabras: “o restablecemos el orden y las condiciones mínimas de seguridad o México no saldrá adelante”. Estoy seguro de que todos coincidimos en que la seguridad es una condición básica para impulsar el desarrollo, pero ojalá que el presidente Calderón no siga pensando que la inseguridad se combate a través de impresionantes operativos que son anunciados antes de realizarse o vistiéndose de soldadito, porque este tipo de medidas y su amplia difusión mediática, más que proyectar la seguridad que usted pretende, envían un mensaje contrario al mundo y a la sociedad mexicana.
Imagínese usted lo que piensan quienes pretenden hacer negocios o viajar a nuestro país cuando al sintonizar nuestros medios para documentarse, encuentran que las noticias dominantes son acerca de cuántos ejecutados y secuestros se registraron en la jornada. Luego, al enviar a comerciales, aparecen los repetidos anuncios que citan datos sobre los alentadores “resultados” de los distintos operativos conjuntos. ¿No es irónico? Se afirma que una mentira que se repite mil veces se convierte en verdad, pero ¿esa verdad decretada a base de repeticiones en los comerciales es capaz de brindarnos la realidad que necesitamos para vivir con mayor seguridad? ¿La estrategia es el combate al crimen o a las percepciones? Ahora imagínese usted lo que piensan los familiares y las víctimas de la inseguridad, que día con día se multiplican al ver promocionados en televisión los resultados de operativos que no pudieron evitar su tragedia.
Si se trata de combatir al crimen, creo que para cualquiera de las percepciones que acabamos de tratar de imaginar, los resultados no son tan alentadores como nos han querido convencer, pues las entidades en las que se han llevado a cabo los grandes operativos mantienen altos índices de violencia luego de las amplias movilizaciones y además, se argumenta en otras entidades que el efecto cucaracha ha ido incrementando la violencia en otras regiones en las que la inseguridad no representaba un problema acentuado. Por ejemplo, estados como Aguascalientes, que tradicionalmente son conocidos por no presentar problemas de violencia e inseguridad, se suman también a las estadísticas rojas, a pesar de los esfuerzos por declarar actos registrados de violencia creciente como “hechos aislados”. Mientras que tan sólo en cuatro entidades (en las que por cierto ha habido operativos conjuntos), se han registrado 128 ejecuciones en lo que va del año, es decir, en menos de 50 días. Las entidades citadas son: Guerrero, con 35 ejecutados; Michoacán, con 32; Sinaloa, con 32 y Baja California Norte, con 29.
En un país en el que la corrupción y la impunidad siguen siendo las notas dominantes, los operativos espectaculares no gozan de la simpatía de toda la población, pues es difícil cambiar las percepciones que se mantienen sobre autoridades que al realizar revisiones en busca de armas y drogas, pueden “sembrar” pruebas para realizar consignaciones. La otra estrategia del Presidente para mejorar la seguridad, la de reunirse con las Fuerzas Armadas y vestirse de soldadito, es como tratar de espantar con el petate del muerto, pero además, ligarlo con el combate al crimen organizado podría resultar un arma de doble filo. Y es que siendo el Ejército una de las instituciones más respetadas del país, cuando se le ha involucrado en el combate al narcotráfico no ha salido bien librada del todo, pues ¿a quién se le olvida que cuando México quiso homologar la figura del zar antidrogas, que coordina los esfuerzos relativos al combate al narcotráfico y la cooperación antidrogas en EstadosUnidos, se nombró a un militar que resultó estar ligado al narcotráfico? Por otro lado, la violencia más escarnecida del crimen organizado es la proveniente de grupos que han incorporado a ex militares en su seno, como es el caso de Los Zetas.
El éxito en el combate a la inseguridad requiere de estrategias menos mediáticas, menos policiales y más sociales. Quien se presentara en campaña como el “presidente del empleo”, intenta convertirse ahora en el presidente de la seguridad… Y es cierto que ambos están ligados, pero la prioridad de la relación entre ellos está mal establecida. Calderón plantea una relacióncondicional del desarrollo social y económico con respecto a la seguridad, cuando es evidente que la precaria situación del empleo y el desarrollo socioeconómico, así como la polarización del país son algunos de los motivos que fomentan el actual clima de inseguridad y violencia. Sin embargo, para Calderón presentar la primera relación es lo más cómodo porque le permite curarse en salud ya que le da el pretexto ideal para justificar un mal desempeño económico.
Ahora, es claro que junto con el magro desarrollo social, el otro factor a combatir en serio debería ser el de la corrupción y la impunidad, porque sin confianza en las autoridades es difícil que la gente denuncie actividades ilícitas de las que tiene conocimiento. Así que los operativos anticorrupción y pro desarrollo económico deberían ser los próximos en lanzarse con bombo y platillo en la lucha contra la inseguridad, pues lo demás seguirá siendo espectáculo y contradicción para las percepciones, pero no solución a la inseguridad pública.
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