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viernes, febrero 23, 2007

Opinión - Jorge Souza Jauffred

La Feria

Jornada Jalisco

La acumulación de capital en unas cuantas manos, tal cual ocurre en el sistema regido por el modelo de mercado, es un fenómeno complejo. Los conductos que permiten acumular la riqueza son muy diversos, pero muchos de ellos siguen un mismo esquema, un mismo patrón que consiste (dicho sea en unas cuantas palabras) en que alguien cobra una cuota a millones de personas por brindarles un servicio que es indispensable, necesario o deseable.

En México, el priísmo último (De la Madrid, Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo) entregó bienes de la nación a cambio de un plato de lentejas, para que los explotaran y se enriquecieran con ellos manos privadas, es decir, para que algunos ciudadanos se enriquecieran cobrando por lo que es necesario para todos. Tal fue el caso de la venta de Telmex a Carlos Slim. Menos notorio, pero igual de grave, fue el permiso otorgado a los ejidatarios para que vendieran sus tierras ejidales, lo que ha provocado el surgimiento de nuevos terratenientes y el regreso a la explotación descarada del campesino por grandes consorcios productivos (Sabritas, por ejemplo).

Y qué decir de la entrega de los bancos a empresarios privados, o de las tierras de playa en centros turísticos a consorcios hoteleros, luego de arrebatarlas a sus legítimos moradores. Y qué podemos decir de la entrega vergonzosa de los Ferrocarriles Nacionales a una empresa extranjera que, a fin de cuentas, le dio chamba al presidente que se la vendió, Ernesto Zedillo.

Cuando Vicente Fox (el del gobierno del cambio) llegó a la Presidencia, ya casi todo estaba repartido. Pero, como la creatividad y la voracidad de los grupos empresariales no tiene límites, se buscaron nuevos canales, nuevas formas de hacer llegar el dinero público (la riqueza que a todos corresponde) a las manos de algunos grupos de poder, muy fuertes y sólidos. Televisa, por ejemplo.

Se buscó abrir la puerta de Pemex a las empresas privadas. Si bien es cierto que desde que fue presidente Carlos Salinas de Gortari se crearon mecanismos para que el capital extranjero invirtiera veladamente en la petrolera mexicana, y con Zedillo se constituyeron los Pidiregas para que tuvieran mayor participación, con Fox se llegó al extremo de utilizar esta estructura para construir las abras que requería Pemex para su futura operación, mediante un endeudamiento que exige ya el pago de 30 mil millones de dólares sólo por concepto de pago de intereses en los próximos tres años.

Más aún, Fox entregó a manos privadas bienes de la nación que ni siquiera el PRI, en sus momentos más corruptos, se atrevió a tocar. Gracias a esa disposición del el componente masculino de la ex pareja presidencial, Televisa, Televisión Azteca y otros poderosos grupos mediáticos son ahora propietarios del espacio mediático que utilizan; un espacio que en casi todos los países del mundo pertenece a la nación.

Finalmente, para beneficiar a otros grupos, Fox utilizó un conducto muy delicado y peligroso. Creó un nuevo reglamento de la Ley Federal de Juegos y Sorteos, echando abajo el que rigió al país desde 1947 para que empresarios privados participen en la industria del entretenimiento mediante las apuestas y la instalación de casas de juego.

Si bien el reglamento fue impugnado por la Cámara de Diputados y la Suprema Corte no ha decidido aún al respecto, los permisos otorgados ya han puesto en marcha una dinámica de crecimiento en el campo del juego y las apuestas, que llegará a diez mil millones de dólares en los próximos años y permitirá a sus inversores obtener ocho veces más de su inversión en la próxima década.

El espíritu de las leyes anteriores señalaba que las utilidades del juego se destinaran a la asistencia pública; pero ahora, a través de las numerosas casas de juego que Vicente Fox, a través de Santiago Creel, autorizó, el dinero en juego saldrá de la bolsa de los jugadores para ir a parar a la de los magnates propietarios de las casas de juego.

Por cierto, los 198 permisos que otorgó el gobierno de Fox superan en número a todos los otorgados por el PRI en los últimos 30 años. Es decir, Vicente no se midió y otorgó concesiones que fueron a parar a manos de Televisa y otros empresarios de los medios electrónicos, de los espectáculos así como a gente ligada con grupos políticos.

Ahora resulta que es legal y legítimo explotar esta clase de “negocios”. Negocios que, en realidad, son unas fauces enormes dispuestas a tragarse el dinero de la gente. El gobierno es, en este caso, un cómplice de estos malhechores.

En este contexto, la fiebre del juego ha llegado a Guadalajara. En plazas comerciales como el Centro Magno y Plaza Arboledas, entre otras, hay casas de juego que constituyen negocios boyantes. Una especie de resumidero que jala en su remolino el dinero de miles de incautos que acuden cada día con la esperanza dar un golpe afortunado, sin recordar la conocida máxima de “la casa nunca pierde”.

En el Centro Magno, en especial, el Yak se ha salido de su local y ha adquirido nuevos espacios para colocar “maquinitas” o distintas clases de juego. Desde la mañana, cientos de personas, la mayoría de ellas mujeres de mediana edad, llenan esos espacios. La soledad de la vida cotidiana se aplaca un poco colocando en el filo del azar la posibilidad del enriquecimiento explosivo e inesperado.

El juego, pues, está aquí y no fue, como se planteó durante por lo menos veinte años, un atractivo turístico o una distracción para visitantes; no, llegó como una forma más de quitar a la gente su dinero para trasladarlo a manos de los poderosos, todo ello con la complicidad de nuestro gobierno que ha permitido mecanismos para esquilmarnos legalmente. Y eso es todo por ahora, nos leemos el lunes en esta misma Feria

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