Desfiladero
Los diputados impedirán la venta de Pemex
López Obrador defenderá la economía popular
Silencio ante el paro nacional del 2 de mayo
En el imaginario colectivo de la izquierda empiezan a brillar ideas que podrían abrir camino hacia un futuro distinto a mediano plazo: el plebiscito revocatorio de mandato (como lo expuso Gilberto López y Rivas), el programa del Diálogo Nacional (como lo resumió Guillermo Almeyra) o la reforma constitucional que saque a la televisión de los procesos electorales, entre otras.
La mexicana es una sociedad humillada y ofendida por quienes se robaron la Presidencia de la República simplemente para medrar, porque no tienen proyecto ni programa, ni oficio ni vocación. El que dijo que sería el "presidente del empleo" ahora levanta la ceja izquierda con gesto que delata su creciente molestia ante la vida ("por ahora van más o menos 75 (días de gobierno) pero ya han sido como siete años", dijo), y decepcionado de su nueva chamba sale con que la creación de empleos no le corresponde al gobierno sino al mercado. ¿Mañana dirá que es el presidente del mercado?
Quien repitió ensordecedoramente que el proyecto de Andrés Manuel López Obrador era irresponsable porque abultaría la deuda externa "como en los años 70", ahora no sabe cómo explicar por qué en menos de cien días al frente de la administración pública ya elevó la deuda externa en ocho por ciento, aparte de aumentar los precios de todo lo que se come y de todo lo que se quema: tabaco, gasolina y gas.
Ante la charlatanería inverecunda de los usurpadores del "gobierno" y la catástrofe que están incubando vertiginosamente, la izquierda que sí tiene un proyecto alternativo para hacer de México un país solidario con los viejos y con los desamparados, un país de universidades, hospitales y empleos, un país de hombres y mujeres libres que puedan volver a viajar en tren por toda la República, está obligada a dar una respuesta de largo aliento a partir de ya. Sin embargo, López Obrador parece empeñado en seguir haciendo rounds de sombra, como en espera de algo que ojalá no sean las elecciones de 2012, porque eso y nada es ya lo mismo en un sistema político donde las instituciones electorales fueron destruidas el 2 de julio de 2006.
En abril de 2005, tras la victoria contra el desafuero, López Obrador desmovilizó a la inmensa fuerza social que lo apoyaba, por temor quizá a que ésta se desgastara antes de los comicios de 2006, pero no volvió a convocarla a la lucha, no con el mismo vigor, sino hasta que el fraude electoral estaba ya consumado. Ahora, todo indica que en espera nadie sabe de qué, ha optado otra vez por una conducción de rienda corta para que el movimiento avance al pasito, ni siquiera al trote y mucho menos al galope, con la finalidad de evitar que se desboquen los caballos.
En el discurso que pronunció el miércoles ante un auditorio tenso, lleno de furia combativa y entregado por completo a él, López Obrador propuso dos temas como ejes de la convención nacional democrática (CND) del 21 al 24 de marzo: la privatización de Pemex y la defensa de la economía popular. De la primera tarea, afirmó, se encargarán los diputados del Frente Amplio Progresista. Y la segunda -eso no lo dijo, pero se infiere- correrá por cuenta de él mismo, con denuncias en los periódicos. ¿Dónde queda la gente en este esquema? ¿Cuáles serán las actividades de los ciudadanos? ¿Por qué eludir el reclamo social que exige un plan de acciones concretas contra los golpistas?
La CND no podrá ignorar, durante sus debates, el llamado del Diálogo Nacional al paro cívico del 2 de mayo, en el que se pretende que todas las fuerzas opositoras realicen un primer ejercicio de protesta, masivo y simultáneo, que marque el inicio de una nueva etapa de movilizaciones, de base cada vez más amplia, en la que intervengan los maestros y los pueblos indios de Oaxaca, las comunidades rebeldes de Chiapas (que necesitan volver a vincularse con la agenda política del país), las iniciativas ciudadanas que responden a numerosas agresiones locales en todo el territorio nacional (como las alianzas de políticos y religiosos con pederastas, los feminicidios, las devastaciones ecológicas, los derechos laborales clausurados, y muchas más) y que incorpore, por supuesto, al movimiento de López Obrador.
Una secuencia de paros escalonados y progresivos podría colocar en el centro de la política nacional demandas como aumento salarial de emergencia, subsidio al maíz y la tortilla, control de precios a los servicios que brinda el Estado y, sobre todo, la suprema exigencia de establecer en la Constitución la figura del plebiscito revocatorio de mandato. Por medio de ésta los ciudadanos podrían decidir si Felipe Calderón permanece o abandona su cargo, si refrenda, o más bien dicho adquiere por primera vez, el mandato popular que no obtuvo en las urnas. Sería como reditar la consigna del "voto por voto, casilla por casilla", que los golpistas rechazaron por obvias razones.
Un programa de acción con objetivos visibles y concretos, un método de trabajo unitario que se proponga eslabonar una cadena de paros y un debate creativo, intenso y multidisciplinario en las bases que imagine el nuevo rostro del país, son conceptos que no se contraponen para nada con la lucha civil y pacífica de López Obrador, cuyo movimiento tiene el orgullo de no haber roto una sola ventana, lo que ratifica su profunda autoridad moral.
La verdad sea dicha
Ser incómodo es el deber más importante de un intelectual, recordaba el escritor siciliano Leonardo Sciacia. Pero ser incómodo ante el movimiento de López Obrador es cada día más difícil. Cuando Desfiladero recomendó que el programa La verdad sea dicha dejara de ser transmitido por Tv Azteca, la Secretaría de Gobernación dijo lo mismo pero con apetito de censura. Y el resultado es que la emisión no sólo se volvió inatacable por parte de este crítico sino que duplicó su auditorio al pasar, según mediciones del IBOPE, de 200 mil a 400 mil hogares que lo sintonizan, lo que le da un auditorio probable de 2 millones de personas a razón de cinco televidentes en promedio debajo de cada techo.
Luego, cuando esta columna llamó a revisar los errores de la campaña electoral de López Obrador, la corriente más corrupta y derechizada del PRD, la Nueva Izquierda de Jesús Ortega, realizó un congreso interno en el que no sólo criticó a López Obrador sino que invitó a sus huestes a desconocerlo para quedar en condiciones de reconocer a Calderón. En el fondo, fue un síntoma de exasperación, porque la postura del tabasqueño, que echó por tierra la alianza electoral del PRD con la fascista yucateca Ana Rosa Payán, les impidió a los Chuchos ganar carretadas de dinero. Y ahora éstos están que trinan porque para las elecciones de Baja California quieren como candidato al mafioso Jorge Hank Rhon, y la gente de López Obrador dentro del Comité Ejecutivo Nacional también les frustró ese inmoral negocio. ¿De qué van a vivir?, se preguntan. ¿De sus dietas parlamentarias de cien mil pesos mensuales más vales de gasolina y alimentos en restaurantes de lujo? Pobrecitos.
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