Jorge Gómez Naredo
El sábado pasado, Jaime Avilés, uno de los mejores coronistas del país (Elena Poniatowska alguna vez dijo de él que era el “Kapuscinski mexicano”), mencionó en su columna Desfiladero de La Jornada: “Felipe Calderón llegará a España para postrarse ante el rey Juan Carlos, el exigentísimo José Luis Rodríguez Zapatero y los magnates de los grandes consorcios ibéricos que en 2006 le impusieron el grotesco disfraz de “presidente” a cambio de que les entregara una porción de Petróleos Mexicanos (Pemex)”. Y más pronto que tarde se está demostrando la veracidad de las palabras de Avilés. El corresponsal de La Jornada en Madrid, Armando Tejeda, informó que a raíz de la llegada de Calderón a la presidencia, “altos ejecutivos de Petróleos Mexicanos han intensificado sus contactos con empresas españolas relacionadas con los hidrocarburos. El objetivo de los viajes a España de estos representantes de la paraestatal es doble: por un lado, conocer de primera mano el proceso de privatización que se llevó a cabo en el sector a principios de la década de los 90, y el segundo explorar las vías de inversión que se podrían generar en caso de que saliera adelante la privatización de PEMEX”.
¿Qué más pruebas de la factura llamada “Petróleos Mexicanos” que Felipe Calderón debe a muchos inversionistas y trasnacionales? Es claro que los espots de televisión de PEMEX (esos que dicen: “PEMEX no se privatiza, se fortalece”) y toda la andanada mediática en contra de quienes osan estar en contra de la reforma energética enviada por Calderón a la Cámara de Senadores, son parte de esa factura, una factura que Calderón tiene que pagar, que debe pagar a sus amos, a quienes lo impusieron en la presidencia. ¡Vaya personaje de altura que dice ser presidente de México!
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