Artículo publicado el 24 de diciembre de 2007, en El Occidental.
Hacia la privatización de PEMEX
Jorge Gómez Naredo
Varios grupos empresariales nacionales y extranjeros tienen, desde hace ya mucho tiempo, la enfermiza intención de privatizar PEMEX. Los políticos neoliberales (llegado al poder en México con Miguel de la Madrid) han buscado vender, por todos los medios posibles, la empresa paraestatal encargada de extraer el petróleo. No han podido, pues siempre hay la posibilidad de un verdadero estallido social generalizado, de muchas voces alzadas en contra. Y no es para menos.
El PAN y un amplio sector del PRI están haciendo todo lo posible para abrir las puertas a la “inversión privada” y “salvar” (según ellos) a PEMEX. Felipe Calderón, que llegó a la presidencia gracias al apoyo económico de quienes ahora le piden realice las “reformas estructurales” (entre ellas la energética), está en el poder para abrir PEMEX a los capitalistas nacionales y/o extranjeros.
Los recursos obtenidos por el Estado mexicano con el petróleo son muchos. En realidad son parte de los pilares que sostienen la débil economía mexicana: sin ellos el país entraría en una verdadera crisis. La ineficacia del gobierno para obtener mayores ingresos a través de la recaudación de impuestos ha mantenido a la industria petrolera mexicana como una de las bases de la economía nacional. Los grandes consorcios privados y monopólicos (como CEMEX, TELMEX, BIMBO y muchos más) no pagan lo que deberían pagar, ya sea porque contratan a un ejército de contadores para encontrar en la legislación huecos que les beneficien o porque tienen acuerdos con las autoridades para simple y llanamente evadir las contribuciones que establece la ley.
El 18 de marzo de 1938 Lázaro Cárdenas (el único presidente mexicano verdaderamente cercano al pueblo) decretó la expropiación de la industria petrolera. Este hecho fue en demasía benéfico para la economía mexicana y demostró, con el tiempo, la amplia visión del general michoacano. En el decreto se indicó: “Se declaran expropiados por causa de utilidad pública y a favor de la Nación, la maquinaria, tanques de almacenamiento, vías de comunicación, carros-tanque, estaciones de distribución, embarcaciones y todos los demás bienes muebles e inmuebles” de todas las compañías extranjeras petroleras que operan en México.
¿Por qué ahora se quiere retroceder?, ¿acaso no entienden las autoridades panistas y priístas que sin PEMEX el Estado perderá una de las empresas más rentables del mundo?, ¿por qué no utilizar y aprovechar los grandes excedentes petroleros que hoy hay para que funjan como motor de desarrollo del país?, ¿por qué en lugar de explotar a PEMEX a través del alto cobro de impuestos, no se decide, de una vez por todos, a cobrar a los grandes empresarios los impuestos que han evadido durante muchos años?
Felipe Calderón llegó a la presidencia de México amarrado, maniatado. Ha pagado, en poco tiempo, muchas facturas, una de ellas Aeroméxico, que se vendió en un precio irrisorio al ex presidente del Consejo Coordinador Empresarial, José Luis Barraza, por el gran favor que le hicieron éste y sus allegados al financiar la guerra sucia electoral en contra de Andrés Manuel López Obrador. La reforma energética (es decir, la privatización de PEMEX) es la asignatura pendiente de quien hoy “gobierna” desde Los Pinos.
Pero no será fácil. Nada de eso. Hay muchos sectores sociales (la amplia mayoría de los mexicanos) que no quieren que sus riquezas energéticas sean explotadas por extranjeros. La lucha en contra de la privatización de la paraestatal apenas comienza. Las estrategias del gobierno federal son tratar de inocular en la población la falacia de que PEMEX es una empresa inviable, que ya nada da, que el petróleo pronto se terminará y que la única salvación son los capitales privados. Pero el pueblo no se dejará, los mexicanos no quieren que PEMEX sea de manos privadas: saben, o quizá no lo saben, pero lo perciben, que sin la industria petrolea, México estaría al borde del suicidio. Así de simple.
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