La novela policíaca llamada Jalisco
Jorge Gómez Naredo
El domingo pasado, la rayuela de La Jornada Jalisco decía lo siguiente: “Elija el lector: Vizcarra se va de vacaciones por: a) no tiene nada que hacer, b) es cínico a más no poder, c) prepara su huida”. Un día después se adujo en el mismo espacio: “De las tres opciones que planteábamos ayer, parece que se imponen las tres: Vizcarra no tiene nada que hacer, es un cínico y prepara su huida”. Los hechos fueron confirmando lo que las citadas rayuelas atinadamente anunciaban.
Jorge Vizcarra, a un año de asumir la presidencia de Tonalá, logró una verdadera hazaña, algo que parecía imposible: superar a las administraciones priístas en corrupción e ineficacia. El tricolor, ante los yerros de su contrincante, ha buscado capitalizar el descontento y con eso limpiar sus grandes impericias y sus altos niveles de venalidad. Por supuesto que nadie le cree.
Jorge Vizcarra quizá aparezca, quizá no, quizá regrese, sea encarcelado y después absuelto, quizá ya nunca se sepa de él. Pero los escándalos en los cuales está involucrado a un año de haber iniciado su administración en Tonalá vienen a confirmar que el PAN ya no es ese organismo político “diáfano” y “apegado a derecho” que sus miembros pregonan, sino que se ha convertido en una casa de colocación para que individuos sin principios ni ética se beneficien de los puestos de gobierno y no hagan nada por el mejoramiento de la situación social, económica y cultural de los ciudadanos.
Pero el caso de Jorge Vizcarra no solamente significa un caso más de corrupción y decadencia del panismo, también muestra cómo la clase política estatal busca lavarse las manos sacrificando a un solo individuo para aparecer ante los electores como un grupo impoluto y que imparten justicia, a pesar de ser el acusado uno de ellos. La inmolación se consumado.
Resulta también irónico que quien fue uno de los promotores más encarnizados del desafuero de Jorge Vizcarra sea nada más ni nada menos que el Procurador de Jalisco, Tomás Coronado Olmos, sobre quien pesan sospechas de estar involucrado en una red de corrupción de menores. Hace dos días el escolta del ex sub procurador Víctor Landeros Arvizu (quien denunció a Coronado Olmos) fue balaceado, ¿casualidad?, ¿aviso?, ¿amenaza? Todos estos datos nos indican que no solamente en Tonalá hay podredumbre. La clase política jalisciense se ha adentrado en una trama digna de una novela policíaca.
Cuando el gobernador de Jalisco, Emilio González Márquez (actualmente de vacaciones en Roma, adonde fue a entregar un nacimiento de más dos millones de pesos –que pagó la ciudadanía católica y no católica–), decidió mantener en su cargo a Coronado Olmos, se granjeó un problema bastante intrincado: si el procurador es, posiblemente, un delincuente, un pederasta, ¿qué calidad ética tiene para procurar justicia a los ciudadanos? Es ahí donde radica el verdadero conflicto, porque, ¿acaso en Jalisco los delincuentes juzgan a los delincuentes? Hasta ahora no se han hecho investigaciones imparciales y objetivas de las acusaciones en contra de Coronado Olmos: las sospechas crecen con agresiones como la sufrida por el ex escolta del ex sub procurador. ¿Y si es culpable Coronado Olmos de corrupción de menores?, ¿la procuración de justicia en Jalisco está manejada por un delincuente? ¡Qué enredo, de verdad, qué enredo!
El viernes pasado, para completar el cuadro de asesinatos, atentados, política y delincuencia, el hijo de Fernando Garza, ex alcalde de Guadalajara, fue baleado cuando viajaba en una camioneta de reciente modelo. ¿Qué pasa dentro de la clase política en la entidad?, ¿acaso los problemas políticos se solucionan con fusiles y no con palabras? Quizá este atentado fue un error, una equivocación, un asunto personal, circunstancial, pero no cabe duda que dejará sospechas: en Acción Nacional algo marcha mal, algo huele a podrido.
Lo que sucede en Jalisco debería conducir a un desprestigio del PAN no solamente a nivel local sino también en el ámbito nacional. Hay casos verdaderamente alarmantes: el presidente de un municipio de la Zona Metropolitana de Guadalajara está implicado en corrupción y acusado de homicidio; por su parte, el procurador de la entidad, es sospechoso de pertenecer (no se ha investigado el caso debido a la tenaz protección de González Márquez) a una red de pederastia y de proteger a sus allegados (¿cuál es el paradero del otro involucrado en corrupción de menores, el ex funcionario municipal de Guadalajara, Martín Aguirre Aguirre?).
Preocupa la situación actual de Jalisco. Parecería que una buena parte de la clase política estatal es protagonista de una novela policíaca digna de las plumas de Dashiell Hammett o de Raymond Chandler. Entre tanto, el gobernador del Estado disfruta de un viaje al Viejo Continente y aprovecha para rezar y reafirmar su fe católica en Roma: ¡vaya manera de gobernar!
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