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domingo, abril 08, 2007

Opinión - Adrian Acosta

Moteles

Publico

La vida de las ciudades mexicanas sería imposible sin la presencia bienhechora de los moteles de paso. Espacios dominados por la vida privada y secreta de los ciudadanos, estos establecimientos poseen un aire seductor y misterioso, son invitaciones públicas para el goce privado, lugares que juegan un discreto pero extraordinario papel en la estructuración de la vida afectiva, sexual, íntima de los ciudadanos. No conozco algún estudio serio sobre estos lugares, pero sospecho que alguien debería enfocarse al examen del tema para conocer más sobre su historia, su expansión y su importancia en la vida urbana. A pesar de las moralinas y sermones a que nos tienen acostumbrado curas y monjas de la localidad (con o sin hábitos y sotanas), y de las dificultades urbanas y ambientales asociadas a la instalación de estos negocios, su proliferación refleja de alguna manera la expansión de la esfera privada, la afirmación de prácticas que marcan el ejercicio de libertades irrenunciables, y el derecho a la privacidad de los ciudadanos.


El asunto viene a cuento por el hecho de que los moteles, como los tianguis, las gasolineras y las cantinas, son motivo frecuente de disputas entre ciudadanos y autoridades, como lo hemos visto últimamente en Guadalajara. Como efectos cotidianos de la falta de planeación del territorio y de políticas de desarrollo urbano de largo plazo, es inevitable que los intereses comerciales choquen con los intereses privados, y que estos terminen provocando manifestaciones públicas del malestar, demandas que se dirimen frecuentemente en tribunales, presiones a alcaldes y regidores, empujones y gritos callejeros. La instalación de nuevos moteles en particular, va acompañada invariablemente de conflictos comunitarios y vecinales, pues a nadie le gusta que se instalen esos sitios en lugares que jamás fueron pensados para ello.

Pero existe una dimensión áspera de estas redes de moteles. Son negocios autorizados por los municipios, y hay una presión constante para que los ayuntamientos aprueben solicitudes de nuevas construcciones. Hay considerables intereses comerciales y de negocios en juego, lo que significa un incentivo para que los empresarios del ramo incrementen sus gestiones para la apertura de nuevos moteles en la ciudad. Hay entonces dos lógicas fatalmente encontradas: la comercial y la política, una atendiendo al derecho de establecer un negocio y la otra atendiendo las demandas de los ciudadanos.

Esta tensión no se resuelve fácilmente. Pero sería lamentable dar rienda suelta a los afanes prohibicionistas de muchos gobiernos locales. Después de todo, establecimientos como el Primavera, El Palacio de los Césares, el Venus, el Oasis (los nombres revelan el tamaño de las alucinaciones tapatías), son sitios legendarios, verdaderas leyendas urbanas se han tejido en sus alcobas y habitaciones. Lugares de pasiones sin límite y ansiedades corrosivas, de hazañas y fracasos amorosos, pero también espacios donde los amantes afirman o rompen compromisos, se derraman lágrimas o celebran los afectos. Nadie tiene derecho a impedir su existencia. Bien vistos, los moteles, como las cantinas, son espacios donde se construyen partes delicadas de la cohesión y la confianza de los ciudadanos, donde se reproducen la soledad y privacidad que requiere toda sociedad democrática.

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Un poco fuera del contexto del blog, pero como señala el autor, es parte de la realidad social. Aunque las autoridades y ciudadanas 'conservadoras' se nieguen a reconocerlo. Sobre todo en una ciudad como Guadalajara donde la doble moral abunda... Ahh!! Olvidaba... ¿Saben en que se parece un gato a un motel?

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