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martes, abril 03, 2007

EN EL TONO DEL TONA

En el tono del Tona The Tiger Lillies en México
El insulto como una de las bellas artes

El miércoles 28 de marzo se presentó en el Teatro de la Ciudad el decadente trío británico The Tiger Lillies, dentro del XXIII Festival de México en el Centro Histórico, lo cual resulta realmente histórico, pues pensando que la agrupación es francamente insolente y hace gala de una critica mordaz hacia la hipócrita sociedad “políticamente correcta”, es muy sospechosista que se presenten en un rancho bananero, atrasado y mojigato como es La Neo-Nueva España del Virrey Torquemada Calderón y Santo Oficio que lo acompaña (seguro que cuando Ramírez Acuña supo que se presentaría un trío, de inmediato pensó en Los Panchos y Los Tres Ases y se dijo: “Vaya, hasta que vamos a oír música bonita y no ese techno infernal”).

Como sea, The Tiger Lillies burlaron las antenitas de vinil del Chapulín Blanqui-azulado y nos alegraron con su show punk cabaretero, a cargo de sus geniales integrantes: Martyn Jaques (acordeón, piano y voz), líder del grupo, especie de “Capulina” poseído por el espíritu de Gene Simmons (el “Murciélago” de lengua de vaca del grupo Kiss), quien me cayó rete-bien desde que lo vi, pues camina rengueando y haciendo caras de tener un espantoso dolor de tripas, recordándome a mí mismo por las mañanas, después de absorber brebajes dañinos (Martyn Jaques, aparte, vivió su juventud sobre un burdel en el Soho, Londres, de ahí su admiración hacia los adictos, las putas y los criminales); Adrian Huge (batería y juguetes), especie de Ringo Starr Gamboín, gran gordo de anteojos pequeños, dominando su batería de pequeños platillos y pollos de plástico colgando, pantagruélico Ser que lo mismo golpea sus tambores con “chipotes chillones” que con bebés de plástico, y Adrian Stout (contrabajo y serrucho), un bajista casi normal: serio y con ritmo, salvo que toca el serrucho (¿?).

Las canciones de estos músicos disfrazados de gángsters baratos, sacados de un cómic del Spirit, tienen jocosas letras que exaltan la blasfemia, el asesinato y toda forma de desviación sexual (es particularmente deliciosa aquella tonada que dice “me encanta tener un hamster en mi cola, me encanta sentirlo en mi trasero porque siempre me hace reír”).

The Tiger Lillies
han sido elogiados por Terry Gilliam, miembro de Monthy Python (el afamado colectivo cómico británico especializado en el nonsense), cuya especialidad era el insulto (uno memorable es: “¿qué tienen contra los cuchillos que decapitan turistas, ranas plañideras?”).

A mí también me agrada la mala vibra de The Tiger Lillies porque yo mismo soy un entusiasta practicante del insulto (sobre todo cuando estoy ebrio, ¡hic!), aunque aclaro que yo vengo del Estado de Veracruz, región donde todos nos mentamos la madre (inclusive entre madres, padres e hijos); de hecho, allá tenemos un refrán que dice: “A mentadas hasta sacarnos sangre, pero nada de meter las manos”.

Claro que hay que saber distinguir entre el insulto para hacer reír y el insulto para ofender, aunque éste último es tan subjetivo e indefinido que uno nunca sabe realmente cuando es llegador (una amiga me confesó: “Yo siempre me siento ofendida, estando sobria, borracha, dormida o despierta, cuando una dependienta más joven o de mi edad, me dice: ‘Es tanto, señora”).

Volviendo a la sospechosita presentación del candente trío que suelta sapos y tepocatas de sus gargantas en un lindo festival dentro de una militarizada dictadura ultra-clasista, cabría preguntarse: ¿Será que The Tiger Lillies no escandalizan en un país donde los chupacabras andan sueltos y aquellos hombres poderosos acusados de pederastia se mueren de la risa mientras beben sus martinis y los peloncitos y chaparritos de lentes llegan a Oaxaca diciendo burlonamente “es hora de cerrar las heridas”? Sabe.

Lo cierto es que un partido de estado de derecha, que se persigna porque el Peje le dijo chachalaca a la chachalaca, que expulsó del país a actrices porno invitadas a ferias eróticas y que aplaude las marchas contra el aborto, le abra las puertas a The Tiger Lillies, demuestra que a la mejor no son tan puritanos y siempre sí hay un lobito escondido bajo la sotana de piel de oveja (¿incluso socio del narco y sucio cómplice de los asesinatos de Ciudad Juárez? Sabe).

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