SALVADOR PENICHE CAMPS*
La Jornada Jalisco
31 de mayo, 2008.
Tras décadas de desarrollo anárquico que han llevado a nuestra ciudad al caos que la caracteriza, se presenta una excelente oportunidad para iniciar su reconversión. Los Juegos Panamericanos pueden convertirse en ese pretexto. Las autoridades se enfrentan a una encrucijada: por un lado está el camino de siempre, el de los negocios de los compadres, y por el otro el de la ciudad del nuevo siglo. La clave consiste en posicionar al medio ambiente como columna vertebral de la lógica de desarrollo. ¿Se podrá convertir a la ZMG en un paraíso ambiental y establecer el negocio de la conservación y desarrollo de los ecosistemas como el más rentable de todos?
Esta ha sido la estrategia de algunas de las experiencias más aleccionadoras del mundo, de gobiernos municipales visionarios e inteligentes que se plantearon explotar un recurso cada vez más raro: el medio ambiente sano. Nos referimos, por ejemplo, a Pierre Bourque, ex presidente municipal de Montreal, quien adoptó como lema de campaña la recuperación ambiental de la ciudad y la reactivación del río San Lorenzo como el orgullo de la ciudad. Quien haya visitado Montreal habrá visto los resultados de esta joya del urbanismo contemporáneo.
En lugar del proyecto urbano elitista y marginal que nos plantean las homófobas autoridades, en lugar del turbio negocio de la Villa Panamericana, en lugar de la destrucción ambiental que causará la construcción de la presa de aguas negras de Arcediano, en lugar de la promoción de las maquiladoras como modelo de desarrollo, ¿qué tal convertir a Guadalajara como la zona más ambiental de México?, ¿qué tal promover con incentivos fiscales industrias ecológicas?, ¿qué tal un proyecto hidráulico basado en la nueva cultura del agua, de rescate de la barranca de Oblatos y preservación de los acuíferos?
El cambio debe ser radical hacia la economía de la restauración. El objetivo consiste en emprender la transición del modelo de desarrollo urbano basado en la explotación de nuevos recursos y territorios, hacia uno basado en la expansión de los recursos actuales y el mejoramiento de los activos existentes. Esta tendencia mundial, apropiada por líderes visionarios por todo el planeta, tiene su origen en el hecho de que el mundo está alcanzando sus límites de desarrollo expansivo. Por ello es prioritario re-desarrollar a los países, re-vitalizar las ciudades y re-habilitar nuestros ecosistemas. Si bien es indispensable apartarse del desarrollo extensivo, no es suficiente con darle mantenimiento a lo existente: Tenemos que restaurarlo, lo cual significa añadir valor a los activos (construidos o naturales), sin detrimento a sus otros valores existentes y sin afectar el valor de otros activos.
Storm Cunningham, presidente del Instituto de la Restauración de Washington, afirma que la industria de la restauración tiene un capital anual de un billón de dólares a lo largo del planeta (un millón de millones). El negocio consiste en impulsar la industria de la restauración del medio ambiente (ecosistemas, cuencas, la pesca y la economía campesina) y la industria de la restauración de los activos materiales (infraestructura, patrimonio cultural, zonas urbanas abandonadas y arrasadas por los desastres naturales y sociales). Se trata, en resumen, de una visión moderna, de negocios pero ambientalmente amigable y en armonía con las prioridades de la sociedad.
¿Por qué nuestras autoridades no ven el potencial en este tipo de propuestas de alto potencial económico y de negocios?, ¿por qué prefieren seguir con el mismo modelo urbano depredador, desordenado y corrupto? Tendremos que seguir viviendo con estas incógnitas porque al preguntar corremos el riesgo de que el gobernador nos mande a importunar a la autora de nuestros días.
*Investigador del CUCEA, UdeG
speniche@cucea.udg.mxA propósito de los recientes conflictos alrededor de la construcción de la Villa Panamericana
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