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martes, mayo 27, 2008

Con la privatización nos convertiríamos en colonia extranjera, advierte AMLO

* El pueblo de Jalisco es mucho para tan poco gobernador, dijo en Guadalajara y Ciudad Guzmán

La Jornada Jalisco

Jorge Gómez Naredo

La gente llega, llega y llega. No se cansa de llegar. Se queda, espera y grita; observa, escucha y canta. “¿Un mitin en domingo?”, pregunta una señora que cruza la Plaza Universidad, antiguamente conocida como de las Sombrillas. “Sí, señora, un mitin. Y es de López Obrador”, le responde un joven con una camisa blanca que lleva pegada una calcomanía en la cual se lee, con letras rojas y verdes: “¿Vender Pemex?: ¡Nunca!” A las diez de la mañana, en el templete, alguien habla y anuncia que pronto, que rápido, que en un ratito llegará el “presidente legítimo” de México. La gente, ah, la gente, se queda, espera y grita; observa, escucha y canta.

En avenida Juárez los ciclistas pasan y pasan. Voltean y voltean. Unos meten freno, se detienen, preguntan: “¿Qué hay?”, “¿quién estará?”, “¿un grupo de rock?” La respuesta está en el cruce de avenida 16 de septiembre y la calle Pedro Moreno: de una camioneta gris clara se apea Andrés Manuel López Obrador, el ex jefe de gobierno del DF, el ex candidato a la presidencia de la República, el “presidente legítimo” de México. Las cámaras fotográficas hacen clic, clic, clic. La gente se acerca, lo saluda, lo abraza, y alguien dice: “hay que salirnos del PRD: ¡lo están traicionando!”. Él camina y sonríe, saluda y sigue sonriendo.

Arriba y abajo

Arriba del templete, políticos, líderes sociales y coordinadores de brigadas: ahí están el único diputado federal por Jalisco, dos legisladores locales y una regidora tapatía. Pero los perredistas son los menos en el templete: quienes rodean a López Obrador son jefes de brigadas y de organizaciones sociales. Eso arriba. Abajo, al pie del templete, gritando y gritando: más de dos mil personas. En primera fila, las adelitas, vestidas de blanco y la mayoría con sombrero o paliacate. Ellas saludan y mandan besos a López Obrador; toman fotos, alzan los brazos, empuñan las manos. Y todos abajo gritan al ver llegar a quien esperaban: “Es un honor / estar con Obrador” y “este es el pueblo, de López Obrador / ¿cuál es el tuyo, espurio Calderón?”

Antes de la alocución de López Obrador, Humberto Ortiz, del Movimiento en Defensa del Petróleo, da los nombres de las diversas brigadas que, casa por casa, informan sobre el intento del gobierno federal para privatizar Pemex, para saquear al país. Unas señoras, sentadas en una banca, comentan: “Ya hay muchas brigadas, ¿por qué a mi barrio no han ido?”

Todos a escuchar

López Obrador se acerca al micrófono y la gente, ah, la gente, grita fuerte el ya conocido coro “presidente / presidente / presidente”. La Plaza Universidad está casi llena. Ciclistas que pasean por la Vía Recreactiva se detienen y montados en sus bicicletas escuchan el discurso: “Si se privatiza el petróleo, si se entrega el petróleo a los extranjeros, perderíamos nuestra soberanía, dejaríamos de ser un país libre, independiente y soberano […] Si se vuelven a abrir las puertas a las compañías extrajeras va a ser muy difícil sacarlas […] Nos convertiríamos en una colonia extranjera”.

La gente escucha y escucha detenidamente. Todo es atención. El sol arriba cala, duele, hace sudar. Pero nadie se mueve, nadie deja de escuchar. Cuando López Obrador arenga y dice: “No queremos la privatización del petróleo. La disyuntiva es colonia o país. Y nosotros queremos seguir siendo un país libre, independiente y soberano”, cientos de gargantas estallan: “Es un honor estar con Obrador / es un honor estar con Obrador”.

Atrás de templete hay tres personas en sillas de ruedas. Todos vienen a escuchar al ex candidato presidencial, a decirle, como lo menciona la señora María Ángela Castillo: “No voy a dejar a López Obrador hasta que él diga que ya ganamos”. El niño Iván Alejandro Huerta, que padece distrofia muscular, sostiene desde su silla de ruedas un cartel donde se lee: “Señor Presidente López Obrador, quiero saludarlo”. Y al final, cuando ya ha acabado el mitin, cuando la gente grita y grita “Pemex no se vende, Pemex se defiende”, el “presiente legítimo” baja del templete y el deseo de Iván Alejandro se cumple: López Obrador lo saluda y lo abraza.

A más de 100 kilómetros de Guadalajara

Ciudad Guzmán es la cuna del primer gobernador panista de Jalisco, Alberto Cárdenas Jiménez; y también, López Obrador, ahí, en la plaza central, a lado de una escultura que representa al pintor José Clemente Orozco (del que dijo era el que más le gustaba de los muralistas mexicanos), dirige un discurso a los guzmanenses. El eje de sus palabras es la defensa de Pemex, la defensa de la soberanía nacional, de un país con esperanza y con libertad: independiente. Pero para tenerlo, dice el ex jefe de gobierno del DF, hay que luchar contra un enemigo que se ha aliado al gobierno en turno, al gobierno de la derecha: la televisión. “Tenemos muy presente que con la televisión se manipula, con la televisión se distorsiona la realidad; con la televisión se imponen presidentes”. Y cientos de personas, que no llenan la plaza pero que tampoco son pocas, inician musicalmente el coro “culeros, culeros, culeros”. Las cámaras de TV Azteca y de Televisa, que no se encuentran presentes, desgraciadamente no pueden registrar el hecho.

Quienes escuchan en Ciudad Guzmán a López Obrador, la mayoría, según José Zamarripa, coordinador del Movimiento en Defensa del Petróleo en Jalisco, son brigadistas, ciudadanos que casa por casa informan a la población de la importancia de estar al tanto de lo que sucede en el país, de la importancia de defender el petróleo, de la importancia de impedir que la derecha (la del PAN y la del PRI) aprueben la reforma energética que envió Felipe Calderón a la Cámara de Senadores.

El ex candidato presidencial da consejos, palabras de apoyo, esperanza: “Tenemos que actuar así, utilizar este gran recurso que tenemos, que es este movimiento, para llevar a cabo la transformación que necesita nuestro país. Y hacer nuestro trabajo sin enojarnos. Nosotros no tenemos que estar enojados. Mucho menos vamos a estarnos peleando. Nosotros tenemos que andar contentos. Estar felices porque realmente es un honor, es un timbre de orgullo, estar luchando por una causa justa, estar luchando por los demás”.

El gobernador de Jalisco: ¡presente!

Andrés Manuel López Obrador en Ciudad Guzmán repite lo que en la capital el estado dijo de Emilio González Márquez: “Lo acabo de decir ahora [en Guadalajara] y lo voy a repetir: es mucho pueblo el de Jalisco para tan poco gobernador”. La gente, ah, la gente, grita, grita y grita, descarga su ira ante la donación de más de 90 millones de pesos del erario público a la Arquidiócesis de Guadalajara, ante la mentada de madre gubernamental, ante el “me vale madre lo que piensen”. Sí, hay enojo, hay encono.

El ex candidato presidencial aduce claramente lo que piensa del actual mandatario estatal: “No se puede el gobierno convertir en el promotor de una iglesia: eso no le conviene ni a la iglesia católica. No es un mensaje de tolerancia ni mucho menos de rectitud ni de justicia”.

Al finalizar el mitin en Ciudad Guzmán, López Obrador abraza, López Obrador saluda, López Obrador besa; y también responde ante las imputaciones de quienes lo acusan de intervenir en el proceso interno del PRD: “La defensa del petróleo está por encima de cualquier interés personal o de cualquier interés de grupo o de partido: la patria es primero. Y es muy delicado lo que quieren hacer: entregar la soberanía nacional, convertirnos en una colonia”.

El objetivo principal del Movimiento en defensa del petróleo es la no privatización y el saneamiento de Pemex. Y López Obrador apuesta a la consulta pública, a que la gente, el pueblo, el verdadero dueño de las riquezas de este país, decida. Y para eso hay dos posibilidades: convencer a los legisladores del PAN y del PRI de hacer un referéndum, de pedir la opinión de pueblo y, si ésta opción no funciona, “vamos nosotros a convocar para que los ciudadanos participen y ya veremos cómo se organiza”.

La gente quiere saludar a López Obrador, quiere tomarse una foto con él, quiere tocarlo, quiere verlo de cerca. Y por eso el trayecto del ex jefe de gobierno del DF del templete al vehículo que lo llevará a Colima tarda más de veinte minutos. La gente no deja de gritar: “Es un honor estar con Obrador”. Ni tampoco se olvida de lo principal, de lo importante en estos momentos: “Pemex no se vende / Pemex se defiende”

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