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miércoles, febrero 14, 2007

Opinión - Jenaro Villamil

Foxcinismo

jenaro villamil - proceso

México, D.F., 13 de febrero (apro).- A menos de tres meses de que Vicente Fox concluyera su mandato, vuelve a demostrarse que el verdadero peligro para Felipe Calderón es la incontinencia verbal del ranchero devenido en speaker de conferencias con escasa asistencia.

El expresidente Vicente Fox no sólo adjudica unilateralmente premios Nobel de Literatura –como lo hizo con Mario Vargas Llosa, el “escritor colombiano”-- sino se dedica en una intervención sí y en otra también a recordarle a Calderón que la Presidencia se la debe a él y que no se ruboriza en afirmar que utilizó todos los recursos del Estado para derrotar a López Obrador.

Acompañado por la inefable Marta Sahagún, Fox narró durante su presentación en el Centro Kennedy para las Artes en Washington, el pasado lunes 12 de febrero:

“Dieciocho meses antes de la elección, él (López Obrador) rompió la ley. Decidió construir un camino en propiedad privada, tenía un dilema de, por un lado, cumplir la ley y respetar la orden del juez o por el otro lado, el reclamo de López Obrador de que su candidatura a la Presidencia se respetara. Fue una decisión difícil. Y perdí.

“Entonces, me retiré. Pagué el costo político, pero 18 meses más tarde yo tuve la victoria. El día de la elección, el candidato de mi partido ganó la elección”, celebró Fox.

Frotándose las manos frente a su audiencia reflexionó:

“Entonces a veces se toman decisiones políticas difíciles, se debe de pagar un precio para buscar la mejor solución”.

De acuerdo con Fox el desafuero no se trató de un asunto de “respeto al Estado de derecho” –como no se cansó en repetirlo el gobierno federal mediante spots, comunicados, conferencias de prensa, entrevistas, etcétera--, sino, efectivamente, de un pretexto judicial con carácter de persecución política contra uno de sus adversarios.

No será raro que un personaje político como Fox, quien ha dado muestras reiteradas de su falta de palabra y de la ausencia de razonamiento lógico en sus bravatas, trate de corregir su provocación con la frase del sexenio: “me citaron fuera de contexto”.

Sin embargo, tampoco se puede olvidar que ésta es la segunda vez que Fox presume su acción facciosa durante los comicios. Tres semanas después de dejar el poder, durante una entrevista con el Grupo Imagen, propiedad de su amigo Olegario Vázquez Raña, Fox se volvió a sincerar.

--¿A usted le gusta Felipe Calderón como su sucesor? –le preguntó la reportera Yuriria Sierra en aquella ocasión.

--Pa’ que te digo que no, si sí (risas). Pa’ que te digo que realmente me tocó ganar dos veces: me tocó ganar el 2 de julio del año 2000 y me tocó ganar el 2 de julio del año 2006, y a los mexicanos nos toca ganar nuestro futuro, nos toca construir nuestro futuro y lo vamos a hacer y lo vamos a hacer bien.

Sorprendentemente, la misma entrevistadora nunca la preguntó por qué se atribuyó la victoria de Calderón. Tampoco pidió que le aclarara cómo hizo posible esta “segunda victoria”. Mucho menos recordó que durante la campaña electoral, Fox destinó 1,743 millones de pesos del erario –no de su dinero ni el de sus amigos-- para promoverse a sí mismo y conjurar contra cualquier posible cambio de gobierno.

Para el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ésta fue la irregularidad más grave durante las elecciones más crispadas de la historia reciente. Sin embargo, salomónicamente los magistrados decidieron que la ilegalidad de Fox no fue “determinante” en el resultado electoral ni consideraron la posibilidad de sancionarlo.

Ahora, ese cinismo encubierto durante seis años de torpeza, de analfabetismo moral y político, de estrategia mercadológica para ganar puntos en las encuestas realizadas por encargo, se transforma en la confirmación de lo que siempre se supo y se criticó de Fox: su condición de traidor a la democracia que él dijo abanderar cuando logró derrotar al PRI el 2 de julio del 2000.

Sin embargo, las peores consecuencias ya no son para el país ni para sus adversarios. Cada vez que Fox vuelva a presumir su superioridad como juez y parte, su compulsión por recordar la eficacia de su cinismo lo único que hará es confirmar el adjetivo de “pelele” que tanto le disgusta a Felipe Calderón.

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