El hermano del ex presidente le arrebató un terreno de 500 hectáreas en Puerto Vallarta
El protegido político también intentó plagiarle una importante patente médica, informó
JORGE COVARRUBIAS - Jornada Jalisco
Como si se tratara de un thriller político, la vida de Edgar Arroyo y su familia dio un vuelco completo después de conocer a Juan Pablo Fox Quesada, hermano del ex presidente Vicente Fox. Así, Arroyo, empresario exitoso y químico de profesión, desarrolló un producto para sanar a su hijo de una enfermedad aparentemente incurable, cuando los pronósticos clínicos no le daban esperanza de llegar a los ocho años de edad.
La fórmula interesó al hermano del mandatario, quien se propuso crear una sociedad donde él sería el principal socio y comercializador del medicamento; sin embargo, su ambición llegó al extremo de intentar apoderarse de manera ilegal de la patente y la incipiente industria farmacéutica, cuyo valor se estima en más de 400 millones de dólares.
Sometido a presiones y extorsiones del hermano incómodo, Edgar Arroyo fue despojado de manera irregular de un terreno de 500 hectáreas que tenía en Puerto Vallarta, y posteriormente encarcelado y torturado por presunto fraude en un negocio que aún no comenzaba.
En su libro En el nombre de mi hijo, publicado por la editorial Grijalbo, el cual se presentó ayer en las instalaciones de la Cámara Nacional de Comercio (Canaco), el empresario denuncia la existencia de una red de complicidades que involucran no sólo al hermano del ex mandatario, sino también a abogados de Vicente Fox, notarios públicos de Jalisco, Monterrey y San Luis Potosí, así como a autoridades policiacas de Aguascalientes y Nuevo León.
“A mí me quitan mi libertad, me ponen en la cárcel, yo tengo cinco empresas, todas con área jurídica. Bueno, nomás para que te des una idea, me tuvo que defender un abogado de oficio ¿Por qué?, pues porque estaba incomunicado, no tenía forma de hacer nada, finalmente un juez por un supuesto daño de 10 millones de pesos, tengo que aportar una fianza de casi 40 millones de pesos, es un acto además de nuevo injusto, en cada una de las partes lo hacían de esa manera con intención de que yo firmara una cesión de derechos de este producto, más la planta, más registros, más patentes”, dijo.
Ataviado en un traje negro como si en él expresara el profundo agobio que le embarga, Edgar Arroyo relata que el despojo de su tierra se consumó en 2004, casi a mitad del sexenio del hoy secretario de Gobernación Francisco Ramírez Acuña, y un año antes de que se destapara la mafia de corrupción inmiscuida en el Registro Público de la Propiedad.
“Documentos, en un día inhábil que es domingo se hace un traslado de dominio, o sea, un registrador que abre los domingos, pues ¡caray! no sé en que país, pero estoy seguro que en México no son tan obligados a trabajar los domingos. No, no, tantas cosas que se te revolvería el estómago de ver lo que se hizo, muchas de esas cosas están documentadas en el libro”, refirió.
A Edgar Arroyo le cuesta trabajo pensar que Vicente Fox no estuviera enterado de los atropellos y ambiciones de su hermano, quien durante una entrevista que sostuvieron le sugirió firmar la cesión del derecho de patente para sacarlo de la trampa que ellos mismos le tendieron.
“Yo no sé, pero me cuesta mucho trabajo que no se haya enterado porque en alguna ocasión fue su notario personal, un señor que se llama Marcelo Gallerda, él se ostentó y de hecho está grabado, se ostentó como representante de Vicente Fox, inclusive habló en nombre de un asesor personal de Vicente Fox para pedir que se arreglaran las cosas, es decir, la cesión de derechos, entonces claro que estuvo enterado, me cuesta mucho trabajo no entenderlo, y si no , pues bueno debería enojarse con sus asesoras, porque ellos hicieron cosas muy indebidas cuando él estuvo en el poder. No creo que Vicente sea una mala persona, pero a mí me fue muy mal, ya no quiero decir más”.
Escrito con lágrimas y conferido como una carta póstuma a su familia (pues Edgar pensó que no sobreviviría al poder del Estado), el libro fue redactado durante su estancia en prisión, en un lapso de tres días y medio con “libretitas” que le pasaban envueltas en un “rollito”.
“Empecé a escribir, escribir, escribir, escribir a escondidas, porque no podía tener pluma, no podía tener rastrillo, no podía tener cepillo de dientes en ese lugar en donde me tenían, fueron tres días y medio, pon tú que hayan sido cuatro día y noche, y fue básicamente un escrito que no se confirió como un libro, se confirió como un escrito, como despedida para justamente, para mi hijo Diego, que tenía tres años y era básicamente porque cada equis momento que podían, iban me amenazaban con la intención de obligarme a firmar la cesión de derechos, como yo me oponía, pues obviamente me amenazaban de que me iban a matar, que me iban a mandar a un penal que se llama Topochico, con la intención de que allí les iba costar 350 pesos con cualquier reo”.
Su hijo al que los médicos no le daban esperanza de vida, cumplió hace ocho meses once años, pero no está aquí en el país que lo vio nacer, razones de seguridad motivaron a Edgar Arroyo a enviar a su primogénito a Francia.
“Mis hijos apostaron todo su patrimonio para un proyecto de un perfil muy social, y como regalo este país les dio lo que te acabo de comentar, tener que salir de México por seguridad”, concluyó.
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