Jorge Gómez Naredo
Alzas por aquí y alzas por allá: en los impuestos, en los alimentos y en las mercancías. Inflación que sube. Un año, el 2010, que se mira difícil, muy complicado. Y para terminar de minar la economía de gran parte de los jaliscienses: alza en el precio del transporte público. Se cierra la pinza. Se asesta un duro golpe. Ya pronto habrá anuncios oficiales y se dirá que los insumos son muy caros, que el diesel es impagable, que no hay ganancias y que casi se trabaja con pérdidas; pero que si se da el incremento, pronto habrá mejoras, y las unidades más limpias y bonitas transitarán, y los choferes más educados y bien portados saludarán a los pasajeros. Y todos felices. Eso se dirá en los anuncios oficiales del alza en el pasaje.
El transporte público en Jalisco (y en especial en la Zona Metropolitana de Guadalajara) es un verdadero problema. El servicio que se brinda a la comunidad es pésimo. Y también caro. A diario decenas de camiones se ven involucrados en numerosos de accidentes: en lo que va del año ha causado 34 muertes. No solamente son las unidades que circulan desvencijadas ni el trato ruin que los choferes le dan a los usuarios (un trato ruin que los mismos choferes reciben de sus patrones), sino es la forma de manejar, las pocas señales de vialidad que se respetan, y los malos tratos que a diario, miles de jaliscienses, experimentan por el transporte público. Ahora se quiere alzar el costo del pasaje. De 5 pesos a 7, pugnan los transportistas. Lo más seguro es que se quede en 6 pesos.
Siempre, al firmarse un acuerdo de alza en el precio del transporte público, las empresas encargadas de brindarlo se comprometen a mejorar el servicio. Pero nada pasa. Continúa siendo una odisea viajar en transporte público. Y un peligro. El llamado pulpo camionero (es decir, un grupo de empresas y pequeños empresarios que brindan el servicio de transporte público) parece ser que no puede ser tocado por el Estado. No ayuda al mejoramiento del servicio ni ofrece condiciones dignas de trabajo a los choferes, y tampoco busca erradicar, de una buena vez, las decenas de muertes a causa del transporte público. Y es que, como esas muertes suelen ser de personas “no importantes”, tampoco les pone mucha atención. El pulpo camionero parece ser el que manda. Y el gobierno, el que obedece.
Ahora bien, el problema del transporte público está inserto en uno mayor que es el de la movilidad urbana. La Zona Metropolitana de Guadalajara es un caos en este aspecto. Cientos de accidentes al día suceden en la ciudad por imprudencias, falta de señalizaciones, exceso de velocidad y un largo etcétera. La Secretaría de Vialidad y Transporte es incapaz de poner orden en la urbe. A diario se cometen miles de violaciones a las leyes viales y no se levantan infracciones. Una parte de la sociedad, además, pone al automóvil como símbolo de prestigio, y entre más y mejores autos se tengan, más prestigio se obtendrá: ésa es la lógica. Ello ha contribuido a que las avenidas estén llenas de coches y sean comunes los atascos. Además, el pésimo servicio de transporte público no incita a la población que posee un auto a dejarlo y trasladarse en servicio público. Seguramente, si hubiera un transporte público digno y eficaz, muchos abandonarían sus coches y se moverían en servicio colectivo. Pero esto no sucede.
La forma en el alza del precio del transporte público también es cínica: cuatro días antes de Navidad (cuando la ciudad está en descanso y medio vacía) se reunirán autoridades, “técnicos” y transportistas (los usuarios y la sociedad civil en general son ignorados) para anunciar que, a partir del próximo año, subirse a un camión de cualquier ruta costará más. La intención es provocar el menor rechazo social.
El 2010 se mira complicado. Un año de alzas en la mayoría de los productos y de los impuestos. La sobrevivencia económica será más difícil. Subir el precio en el pasaje del transporte público conllevará mayor pobreza, más sufrimientos y menos dinero para la gente que va a pie. El golpe es a los humildes. Así de fácil. Y claro, no se solucionará el problema del transporte público: los camiones seguirán desvencijados, los choferes explotados y continuarán las muertes y los heridos por percances viales donde estén involucradas unidades del transporte público. Al gobernador, Emilio González Márquez, y a los miembros de la administración pública que él encabeza no les quitará el sueño esto. Ellos nunca pisan un transporte público: eso es para el pueblo.
jorge_naredo@yahoo.com
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