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martes, diciembre 01, 2009

De pocos principios

Foto: César Huerta/Extensión Medios


Jorge Gómez Naredo

El Occidental

Uno se pone como raro cuando mira lo que sucede alrededor. Todo se desconecta en lo obvio y se conecta en lo absurdo. Lo que parecería lógico, no lo es; y lo irracional, resulta ser lo constante. Vivimos en un mundo extraño, difícil de comprender, un mundo que sorprende y no deja de sorprender.

Hasta hace poco tiempo los que se decían de izquierda eran de izquierda, y los que se decían de derecha, actuaban como de derecha. Los primeros buscaban la igualdad y la justicia, el castigo a los poderosos y la liberación de los humildes, del pueblo. Los segundos, en cambio, deseaban el crecimiento de sus fortunas, o de las fortunas de sus parientes, o las de sus amigos, daba igual, lo importante era hacerlo rápido y a costa del sufrimiento de miles de trabajadores. Cada uno actuaba siguiendo, de cierta manera, esos pasos, pasos ideológicos, pasos filosóficos, pasos de principios. Las cosas eran fáciles, hasta cierto punto, de comprender: estaban los que querían joder al pueblo (que eran los de derecha) y los que querían liberarlo -de esos mismos de derecha- (que eran los de izquierda). La lucha entre ambas posturas era encarnizada. Y había, claro está, matices: los de extrema derecha; los de derecha a secas; los de en medio, que eran de derecha, pero que ellos se ufanaban de estar en el centro; los de izquierda moderada, que eran más de centro que de izquierda; los de izquierda un poquitín más radical; y los de extrema izquierda. Uno podía identificar a cada uno de estos grupos, aunque fueran comunistas, socialistas, etcétera.

Ahora las cosas han cambiado. Quizá fue por la caída del Muro de Berlín, que hizo que la izquierda entrara en una crisis. O quizá fue que la gente principalmente de izquierda se cansó de los principios y de los ideales, de los discursos reivindicando al pueblo y de las utopías deseadas. Los de derecha, por su parte, supieron que no era tan necesario evidenciar su dominio, y fue así que cambiaron sus discursos. Incluso reivindicaron al pueblo y el mejoramiento material de las clases trabajadores. Ahora dicen, "hay que dar empleo", "hay que mejorar las condiciones de las mayorías", "hay que hacer un país triunfador". Eso, claro está, en los discursos: sus discursos. En lo demás, siguen igual: les encanta joder al pueblo.

Hoy vivimos épocas de principios que se cambian en cada esquina. No es que antes no haya sido así, pero hoy, quizá, es más evidente, y por supuesto, menos penado. Es así que nos encontramos casos como los de Demetrio Sodi, que del PRI pasó al PRD y de éste, al PAN. El cambio de partido no es lo peor: lo que alarma es el cambio de principios, el cambio de pensar, la transformación visceral que se da. Casos hay muchos. Y es que ahora lo que interesa no es cambiar el mundo, sino obtener un puesto donde se puedan hacer negocios (corrupción, claro está) y, claro, recibir un buen sueldo.

Este mundo nos sorprende. Y la política mexicana más. Ruth Zavaleta Salgado, quien fuera militante del PRD, jefa de la delegación Venustiano Carranza, asambleísta en el Distrito Federal y diputada federal, renunció al PRD, un partido de "izquierda", y es casi un hecho que se afile al PAN (un partido de derecha) y sea candidata a la gubernatura de Guerrero (su estado natal) por ese organismo político. ¿Qué mueve a Ruth Zavaleta?, ¿el interés de servir a la gente?, ¿de hacer más justas las cosas en México? Seguramente no. Lo que interesa ahora, en casos como el de Ruth Zavaleta, no son ni los principios ideológicos ni los ideales ni las utopías: es simple y llanamente la posibilidad de conquistar puestos públicos donde se pueden hacer negocios al amparo del poder. Un caso, éste un poco más caricaturesco, es el de Rafael Acosta, Juanito, que ya renunció al PT y que, posiblemente, en un futuro, se afile al PAN. Él ha construido una verdadera telenovela de sus aspiraciones, donde lo que le importa es el dinero, y claro, el poder ¿qué pasa?, ¿acaso en México no podemos tener representantes populares que respeten los principios ideológicos, que se respeten ellos mismos? Parece que no.

Uno se pone como raro cuando, alrededor, parece que todo está mal, que no hay esperanzas, que las traición es lo de siempre y el sinsabor lo constante. Sí, uno se pone raro. Pero hay hombres que respetan sus ideales y gente que lucha por un mundo mejor, que batalla para que el jodido viva con dignidad. Y por ellos, los humildes y los que luchan por ellos, vale la pena tener esperanzas. Y pensar que este mundo, hoy, todavía, se puede cambiar.

jgnaredo@hotmail.com

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::

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