1.- La balada del masturbador solitario.
Al final del asunto siempre es la muerte.
Ella es mi taller. Ojo resbaladizo,
fuera de la tribu de mí misma mi aliento te echa en falta.
Espanto a los
que están presentes. Estoy saciada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Dedo a dedo, ahora es mía.
No está tan lejos. Es mi encuentro.
La taño como a una campana.
Me detengo en la glorieta donde solías montarla.
Me hiciste tuya sobre el edredón floreado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Toma, por ejemplo, esta noche, amor mío,
en la que cada pareja mezcla
con un revolcón conjunto, debajo, arriba,
el abundante par en espuma y pluma,
hincándose y empujando, cabeza contra cabeza.
De noche, sola, me caso con la cama.
De esta forma escapo de mi cuerpo,
un milagro molesto, ¿Podría poner
en exhibición el mercado de los sueños?
Me despliego. Crucifico.
Mi pequeña ciruela, la llamabas.
De noche, sola, me caso con la cama.
Entonces llegó mi rival de ojos oscuros.
La dama acuática, irguiéndose en la playa,
un piano en la yema de los dedos, vergüenza
en los labios y una voz de flauta.
Entretanto, yo pasé a ser la escoba usada.
De noche, sola, me caso con la cama.
Ella te agarró como una mujer agarra
un vestido de saldo de un estante
y yo me rompí como se rompe una piedra.
Te devuelvo tus libros y tu caña de pescar.
El periódico de hoy dice que se han casado.
De noche, sola, me caso con la cama.
Muchachos y muchachas son uno esta noche.
Se desabotonan blusas. Se bajan cremalleras.
Se quitan zapatos. Apagan la luz.
Las brillantes criaturas están llenas de mentiras.
Se comen mutuamente. Están más que
saciadas.
De noche, sola, me caso con la cama.
2.- El asesino.
La muerte correcta está escrita.
Colmaré la necesidad.
Mi arco está tenso.
Mi arco está listo.
Soy la bala y el garfio.
Estoy amartillada y dispuesta.
En mi estatura lo tallo
como un escultor. Moldeo
su última mirada hacia todos.
Cambio sus ojos y su cráneo
constantemente de posición.
Conozco su sexo de macho
y lo recorro con mi dedo índice.
Su boca y su ano son uno.
Estoy en el centro de la emoción.
Un tren subterráneo
viaja a través de mi ballesta.
Tengo un cerrojo de sangre
y lo he hecho mío.
Con este hombre tengo en mis manos
su destino y con este revólver
tengo en mis manos el periódico y
con mi ardor tomaré posesión de él.
Se inclinará ante mí
y sus venas saldrán en desorden
igual que niños... Dame
su bandera y sus ojos.
Dame su duro caparazón y su labio.
Él es mi maldad y mi manzana y
lo veré de nuevo en casa.
3.- Deseando morir
Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días
no consigo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.
Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.
Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber qué
herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.
En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo,
he aceptado su destreza, su magia.
De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.
No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Ni siquiera estaban la córnea y la orina
sobrante.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.
Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan
dulce
que incluso los niños mirarían con una sonrisa.
¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en una pasión.
Es la muerte un hueso triste, lleno de golpes, se diría,
y a pesar de todo ella me espera, año tras año.
para reparar delicadamente una vieja herida,
para liberar mi aliento de su prisión dañina.
Balanceándose, así se encuentran a veces los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
abandonando el pan que confundieron con un beso,
dejando la página del libro abierta
al azar,
algo sin decir, el teléfono descolgado
y el amor, lo que quiera que haya sido, una infección.
3 de Febrero de 1964.
ANNE SEXTON.
Anne Sexton (1928-1974) Anne Gray Harvey nació en Massachusetts en 1928. Se casó con Alfred Muller Sexton a los 19 años. Un año después de nacida su primera hija le diagnosticaron depresión post-parto, sufriendo su primer crisis mental e ingresando a un hospital neuropsiquiátrico. Regresaría allí varias veces, sobre todo luego de sus intentos de suicidio, que se agudizaron luego del nacimiento de sus segunda hija. Fue su médico quien la apoyó para que desarrollara el interés en la poesía que había mostrado en la escuela secundaria. En el otoño de 1957 se inscribió en un taller de poesía en donde conocería a Sylvia Plath. Unidas en una relación con matices que lindaban entre la identificación mutua y la rivalidad poética, fueron influencias la una para la otra, llegando a competir en las clases por quien escribía el mejor poema.
En 1974, a pesar de su éxito como escritora -había ganado el Premio Pulitzer de poesía por su libro Live or Die- perdió su batalla contra la enfermedad mental. Luego de almorzar con su mejor amiga, Sexton fue hasta el garage, encendió el motor de su auto y se suicidó con el monóxido de carbono. Como Robert Lowell, Sylvia Plath, W. D. Snodgrass y otros llamados "poetas confesionales", Sexton ofrece al lector una mirada íntima de la angustia emocional que caracterizó su vida. Hizo de la experiencia de ser mujer un tópico central en su poesía y a pesar de soportar críticas por hablar de temas como la menstruación, el aborto y la adicción a las drogas, es evidente que su talento como poeta trascendió cualquier controversia.
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