Yo no lo sé de cierto, pero me parece que se está volviendo loco: ya no mira lo que tiene enfrente, mira solamente lo que quiere mirar, lo que su imaginación le pone en sus ojos. Cuando observa el color negro, él ve blanco: puro blanco. Y es que Felipe Calderón se aleja de la realidad día a día, minuto a minuto. Pierde piso: vive en una burbuja donde todo es bonanza, donde él ha hecho la proeza y todos los habitantes del mundo entero le deberíamos estar agradecidos. Una burbuja fuera de la realidad, alejada de lo que pasa, muy distante de las verdaderas vivencias de los mexicanos.
En un viaje por Alemania, Felipe Calderón arguyó que su gobierno había sorteado no cuatro sino cinco jinetes del Apocalipsis. Dijo en el país europeo: “Yo puedo decirles, amigos, que el año pasado no sólo enfrentamos una crisis en materia de salud, y la superamos, sino enfrentamos no cuatro, sino cinco jinetes del Apocalipsis el mismo año”. Y describió los males apocalípticos: el virus de la influenza, el cual, mencionó, “lo superamos”; una crisis económica de dimensiones catastróficas, a la que, arguyó, “hoy [la] estamos superando”; los matones del narcotráfico, a quienes, espetó, “los hemos enfrentado también con determinación”; una sequía asesina; y, por último, “la mayor caída en la producción de petróleo en México en toda la historia”. Calderón afirmó que todos estos males, él y su gobierno, los han enfrentado con aplomo y coraje, los han vencido: “en fin, amigas y amigos, estamos superando las crisis”.
¿Es acaso que el gobierno calderonista ha derrotado todos estos males? Por supuesto que no. Las crisis están ahí, afectando a la población mexicana. Basta echar un vistazo en los periódicos, cualquiera que sea éste, o voltear a nuestro alrededor, para encontrarnos los fracasos: crimen organizado que mata y mata, junto con un ejército que no respeta los derechos humanos y que agrava aún más la situación de inseguridad de todos los mexicanos. Y una crisis económica que empobrece día con día a la población: falta de empleo, míseros sueldos, empresas que cierran, negocios que no funcionan, hambre y desazón. Pero para Calderón, todo va bien.
En Alemania, el panista mencionó: “Estamos trabajando fuerte para mejorar la infraestructura, la educación, la competitividad, la salud, y desde luego con un compromiso muy firme con el estado de derecho, porque queremos hacer de México un país seguro, no sólo para las familias mexicanas, sino también para quienes nos distinguen con su visita o con su inversión”. ¿Es estado de derecho que varias indígenas sean encarceladas, de manera absurda, por supuestamente secuestrar a varios policías armados con rifles asesinos?, ¿es estado de derecho que el ejército asesine a niños y estudiantes?, ¿es estado de derecho que una caravana que busca la paz sea tiroteada por un grupo paramilitar? ¿Es estado de derecho un país donde la justicia no se aplica, o más bien, donde solamente hay justicia para quien la puede pagar? ¿Son avances que instituciones públicas de salud no tengan los medicamentos necesarios para curar a la población mexicana? ¿Es acaso un logro que cientos de miles de mexicanos se queden sin educación básica por falta de recursos? Calderón, cada vez más, se aleja de la realidad que vive este país. Él solamente ve bonanzas, mira el color blanco donde solamente hay negro: puro negro.
El viernes pasado, en una gira por Chiapas, Calderón, vestido con indumentaria indígena de la región, dijo que ojalá el “Dios que cuida y protege a San Juan Chamula, pueda iluminarnos a los gobernantes para gobernar y trabajar siempre, especialmente, en favor de los más pobres”. ¿Qué quiso decir Calderón?, ¿busca acaso la iluminación del Espíritu Santo para gobernar?, ¿todo queda en manos de Dios? Días antes, el Secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, como clarividente reputado con una bola de cristal que muestra el futuro, argumentó que “creemos que vamos a ver una disminución de las cifras [por hechos violentos del crimen organizado] tal vez a fines de este año y luego será una curva sostenida por un proceso institucional que hará de esto una cifra estable”. Ante declaraciones como éstas, donde sin base científica, política, policial o jurídica, se establece que habrá una “caída” en los índices de criminalidad y se pide además un ayuda divina para auxiliar y/o guiar a los gobernantes, uno no sabe si reír, llorar o hacer un coraje. De verdad, uno no sabe.
Mientras todo, abajo, se mira gris, se mira negro, Felipe Calderón observa un país color de rosa: lleno de futuro boyante, pletórico de oportunidades, con un gobierno que salvó al mundo de una epidemia mortal, que ha conseguido sortear crisis económicas, ecológicas y petroleras, que casi erradicar la violencia del narcotráfico y además que es guiado por Dios. La realidad, la terca realidad, demuestra lo contrario y exhibe a Felipe Calderón como un personaje lejano de lo que realmente aqueja a sus supuestos gobernados, encerrado en su burbuja, esa burbuja donde todo, absolutamente todo, es bonanza. Burbuja que, por cierto, la amplia mayoría de los mexicanos ni siquiera sabe de su existencia.
jorge_naredo@yahoo.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2010::
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