Plaza Liberación
Oaxaca a un año de la represión
Ulises, el segundo de Calderón
Jornada Jalisco
El próximo jueves se cumplirá un año del desalojo violento al plantón magisterial que, bajo la orden del gobernador de Oaxaca, Ulises Ruiz Ortiz, y por recomendación de su ex secretario de Gobierno, Jorge Franco Vargas, ejecutó la policía del estado.
Fue ése el arranque de un movimiento que tomó forma para exigir, mediante la constitución –en los días posteriores– de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO), la renuncia inmediata del gobernador, demanda que aún persiste pero que costó la vida a una veintena de personas vinculadas a la resistencia popular, decenas de detenidos por delitos inverosímiles como el de sedición, así como un número indeterminado de perseguidos políticos.
En los próximos días comenzará a circular el libro Oaxaca sitiada, la primera rebelión del siglo XXI, del reportero regiomontano Diego Enrique Osorno, quien fue uno de los enviados a cubrir el conflicto desde los primeros días de junio de 2006, y uno de los principales puntos de la edición se refiere a la forma en que Ulises Ruiz se ancló como gobernador, en una forma similar a la que lo hizo su mentor Roberto Madrazo Pintado en 1994, cuando Ernesto Zedillo quiso removerlo de la gubernatura de Tabasco.
La impericia e incapacidad del entonces titular de Gobernación, Esteban Moctezuma Barragán, impidieron, a su vez, la caída de Madrazo, que se atrincheró. El avión en el que el enviado presidencial viajaba hacia Villahermosa ni siquiera pudo aterrizar. Camiones de la siempre fiel Confederación de Trabajadores de México se atravesaron en la pista.
Osorno revela cómo el ex secretario de Gobernación, Carlos Abascal Carranza, por instrucciones del ex presidente Vicente Fox, buscó negociar la renuncia de Ruiz Ortiz, al enviar primero a los gobernadores de Nuevo León y del estado de México, Natividad González Parás y Enrique Peña Nieto, respectivamente, a convencer al oaxaqueño de dimitir.
Pero Ulises Ruiz los paró en seco, según el reportero a quien el vocero del gobernador, Héctor Pablo Ramírez, le confirmó la siguiente escena:
En una camioneta rumbo a Bucareli, Ulises Ruiz frenó a González Parás: “mire, gobernador, yo puedo resolver esto en 15 minutos. ¿Cómo? Imagine que le hablo a Andrés Manuel (López Obrador) y le digo: “lo reconozco como presidente legítimo de México”, que le hicieron fraude porque vaya si yo sé de elecciones y que quizá Madrazo también tiene dudas sobre la elección. ¿Sabe usted en cuánto tiempo me desocupa la APPO el Zócalo?”.
Así que cuando llegaron a la oficina de Abascal ya no había punto de negociación. Esa fue la ruta, denunciada desde octubre y noviembre del año pasado, que le impidió al gobierno de Vicente Fox y al equipo de transición de Calderón lograr la deposición del gobernador de Oaxaca, a pesar de que un grupo de elite de la Policía Federal Preventiva (PFP) documentó, por encargo de Ardelio Vargas Fosado, que algunos de los asesinatos cometidos contra activistas de la APPO habían sido ejecutados por grupos ligados al PRI y al gobernador.
El ex comandante policiaco, inclusive, recomendó a la PGR iniciar una serie de aprehensiones contra líderes priístas vinculados a Ruiz Ortiz, pero la administración foxista estaba atada al relevo presidencial y al reconocimiento del PRI hacia Felipe Calderón.
Ya se sabe que los grupos parlamentarios priístas hicieron el quórum para la ceremonia de toma de posesión, a cambio de que Ulises Ruiz se mantuviera en el cargo, a pesar de que se documentó la violación a los derechos humanos de los plantonistas.
Para Calderón, el oaxaqueño fue su seguro para asumir un gobierno que no ganó en las urnas. Y si Zedillo, en 1994, debió asegurar en un discurso que él y Madrazo gobernarían juntos hasta 2000, Calderón lo hará con el discípulo madracista al menos hasta 2011, cuando termine su periodo constitucional.
Del archivero
De la mano del caballero de la Orden de Malta y comendador de la Orden Pontificia de San Gregorio Magno, Roberto O’Farrill Corona, la Arquidiócesis de Guadalajara cuestionó este domingo –a propósito de la visita de Felipe Calderón a Benedicto XVI– la falsa religiosidad de Vicente Fox y, de paso, a reprobar su matrimonio, el 2 de julio de 2001, con Marta Sahagún, cuando la Iglesia nunca aprobó la anulación de sus respectivos enlaces previos. En su edición de ayer, el Semanario publicó el artículo El pulso del Papa –ya distribuido por la Conferencia del Episcopado a media semana–, en el cual asegura que la administración foxista buscó aprovecharse de la relación con los pastores de la Iglesia para, “en un pobre trueque”, obtener reconocimiento del pueblo católico mexicano.
Denuncia que Fox buscó hacerse de la benevolencia del clero pero, al mismo tiempo, “asistía a misa de la mano de su mujer (que era una mujer casada, como lo era él mismo, pues antes de llegar a Los Pinos así lo había dado a entender agregando que nunca jamás se casaría), y prometía a los obispos cumplir con las demandas que le presentaban aunque nunca las cumplió”.
El caballero de la orden papal recuerda que el fallecido “Juan Pablo II rechazó el encuentro personal con ‘la señora Marta’, y entonces la pareja intentó arrancarle una especie de aprobación en público, pero el Papa nunca la recibió para evitar el utilitarismo de su encorvada figura. Defendió la fe del pueblo de México, porque al Presidente nunca le importó ni la fe de los mexicanos ni la de su mujer, ni la suya propia”. Cuánta falta hizo una evaluación de ese corte cuando Fox aún era Presidente.
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