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domingo, abril 22, 2007

Calidad de Vida

ALICIA YOLANDA REYES

El tema del aborto sigue vigente. La Iglesia, la prensa conservadora, los funcionarios, los partidos y hasta Chespirito han dado su opinión, pero a las mujeres se les ha tomado poco en cuenta, como si no fuera su cuerpo, ni su vida la que estuviera en juego.

Hace unos días, conversando con un personaje de un medio de comunicación de reconocido prestigio me decía que todo el mundo debería dejar de discutir sobre algo que sólo atañe a las mujeres. Algo con lo que estoy totalmente de acuerdo.

Finalmente, somo las mujeres las que cargamos de por vida con el fruto de este tipo de decisiones, y no los varones, ellos generalmente quedan fuera de este tipo de determinaciones, como si ellos no fueran responsables de tal evento.

En estos momentos me encuentro en La Habana, en un curso de periodismo de género en el Instituto de Periodismo José Martí, al cual asisten una veintena de comunicadoras de Centro América y el Caribe, profesionales todas ellas de la comunicación, y con una formación en cuestiones de género.

Desde que llegamos, las dos periodistas que venimos de México fuimos asediadas por las asistentes para saber sobre el tan debatido tema del aborto.

No podían entender cómo era posible que algún cardenal hubiera dicho que quienes abortaran o ayudaran a hacerlo serían excomulgados.

Menos aún que existieran amenazas contra grupos organizados como Católicas por el Derecho a Decidir, por estar apoyando esta iniciativa.

Más de alguna dio su testimonio directo de por qué en algún momento de su vida había decidido interrumpir un embarazo.

Se dice que en México está penado el aborto, por lo pronto, si alguna de nosotras da un testimonio se pone en riesgo de ir a parar a la cárcel.

Yo creo que eso no es tan real. Hace algunos años el doctor Morán, que ahora está en transplantes, pero que estuvo en algún momento de su carrera dentro de la Secretaría de Salud en la Dirección de Salud Reproductiva, me comentó que si cada médico que recibe a una mujer con un aborto incomplento acudiera a denunciar no les quedaría tiempo para ejercer su profesión, porque los juzgados no se darían abasto para atender estos casos.

Todo lo anterior sin contar las denuncias que en teoría habría contra los médicos que interumpieran embarazos.

La verdad es que todas en algún momento de nuestro vida hemos estado cerca, o hemos sido sujetas de un aborto.

La mayoría de las interrupciones del embarazo están relacionadas con problemas económicos y necesidad de seguir trabajando o estudiando, que con chavas que tuvieron relaciones sexuales de manera indiscriminada y no se protegieron.

El tener un hijo o hija con algún problema físico, o mental, tener muchos hijos, estar sin trabajo, enfrentar un proceso de separación de pareja, pasar por una crisis económica, entre otras, son las principales razones por las que una mujer decide en un momento de su vida no seguir adelante con ese embarazo.

El otro día el sexólogo Juan Carlos Hernández, a quien tuve el gusto de tener como invitado en mi programa de radio Cuerpo a Cuerpo, que se trasmite los lunes, de 7 a 8 de la noche por Radio Vital, comentaba que se dice que se está matando a un ser vivo. Y células vivas lo son las uñas, el cabello y demás, y, sin embargo, las cortamos de manera constante y nadie se asusta, señalaba.

Juan Carlos, quien estuvo estudiando en el Vaticano y es un gran investigador de la religión católica nos mostró como la Iglesia no vio mal el aborto por siglos, y era considerado como algo permitido antes de las 12 semanas, y castigada con una pequeña multa a quien interrumpía un embarazo después de las 12 semanas.

El explica que todo este lío de considerar el aborto como pecado o crimen tiene que ver más con un control del cuerpo de las mujeres, de una subordinación a los varones y una velada intención de mantener a las mujeres en su casas, cuidando niños, atendiendo maridos y olvidándose de que son seres humanos pensantes y con derechos, como los varones.

La mujer en esta época es vista más como una productora de seres humanos que como alguien con derechos propios.

La atención médica está dirigida en ese sentido. Hace unos meses en una clínica del IMSS una mjer entró con la jefa de consulta para señalarle que no le habían dado los resultados de unos análisis de ella y de uno de sus hijos. La profesional de la salud mandó buscar los del niño; ella le insistía que quería saber cuáles eran los resultados de los de ella. La médico le dijo que no tenía por qué preocuparse, que lo más importante era que su hijo estaba bien, y que ya habría tiempo de buscar los de ella, que regresara en una semana.

Es decir, la mujer es vista como productora y cuidadora de los otros, no como un ente con necesidades propias, y lo más grave es que es en ocasiones las propias mujeres son las que refrendan estos mitos.

Finalmente, con amenazas o sin ellas las mujeres seguiremos interrumpiendo embarazos cuando sea necesario, de eso nos hablan los cerca de un millón de abortos que hay cada año en nuestro pais.

El legalizar la interrupción del embarazo sólo ayudaría a evitar la morbimortalidad, que en términos económicos y sociales es una carga muy alta para los sistemas sanitarios. O usted ¿cómo la ve?

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