Oposición domesticada
Publico
La alianza entre el grupo de los yunques en el poder estatal con los dirigentes reales del grupo de la Universidad de Guadalajara (UdeG), podría resultar extraña por las ideologías distintas de los personajes. Pero este entendimiento, sintetizado en los medios como la apasionada luna de miel entre Emilio González Márquez y Carlos Briseño Torres, ha tenido como consecuencia la domesticación de la oposición en Jalisco.
Gracias al acuerdo tejido entre Herbert Taylor Arthur y Briseño, ratificado posteriormente entre Emilio y Raúl Padilla López en aquella larga charla en Casa Jalisco el lunes 5 de marzo, la Administración estatal ha gozado de un largo periodo de tregua o en algunos casos, la abierta complicidad de los partidos opositores al partido gobernante. El pacto de Casa Jalisco ha sido tan eficaz que ahora el PRD es tan fiero como Piolín en su jaula, mientras que los dirigentes y legisladores del PRI han negociado la renuncia a la crítica a cambio de beneficios personales.
De modo que el empleo para familiares del gobernador y de altos funcionarios estatales, las controvertidas obras en Casa Jalisco, el impúdico reparto de dinero a los empresarios (700 millones de pesos a los de Puerto Vallarta, 50 millones a Expo, otra cantidad para el Guggenheim), o la sospechosa renegociación de la deuda del gobierno estatal no reciben mayor crítica por parte del PRI o del PRD, ya no se diga de la chiquillada, que son meras comparsas de los tres partidos más grandes.
Esto en el gobierno del estado, porque la domesticación también ocurre en los gobiernos municipales. En Zapopan, el regidor del PRD, Manuel Villagómez Villaseñor, quien se destacó por su papel crítico como diputado en la anterior Legislatura, ahora apenas ha expresado un ligero comentario al desvergonzado intento de aumento salarial en el ayuntamiento y ante el costoso despido de funcionarios de la anterior Administración para contratar a la gente del actual grupo gobernante. La razón de este silencio del regidor del PRD? Lo que ocurre es que no puede poner en riesgo los 50 millones de pesos que el Ayuntamiento de Zapopan tiene comprometidos como apoyo para el Centro Cultural Universitario de la UdeG.
En la práctica los diputados y regidores de oposición, que según su discurso representan a una franja del electorado que votó contra el partido gobernante, encarnan intereses de grupos políticos (los del PRD claramente al grupo de UdeG) o intereses particulares.
Por la vía de estos acuerdos entre los grupos políticos se aniquilan componentes claves de una auténtica democracia: la representación popular y el equilibrio y fiscalización entre poderes.
Al actuar conforme a sus propios pactos, al domesticarse como oposición, los diputados y regidores están mercantilizando el voto del pueblo y están eliminando de facto las posibilidades de contrapesos en las instituciones políticas existentes.
Quienes votaron por el PRI o por el PRD, en muchos casos como una muestra abierta de rechazo al PAN, ahora resulta que sus representantes van en contra de esta intención política y complacientemente se pliegan al partido en el poder. O le dan una tregua de cien días, como dijo el presidente del PRD, Gabino Berumen Cervantes.
Pero no hay qué rasgarse las vestiduras. La domesticación de la oposición no es la primera vez que ocurre. Por el contrario, podemos decir que el papel que está siguiendo en este momento la oposición es la norma de lo que ha ocurrido en la historia política de Jalisco.
En la época dorada del autoritarismo priista, los regidores y diputados del PAN jugaban el papel de una oposición cómoda al partido en el poder, a cambio de recibir algunas prestaciones que todavía están en boga: viajes al extranjero, algunas compensaciones, bonos o sobresueldos.
Los dirigentes de los partidos recibían dinero directo del gobernador o incluso pagaban la renta de las oficinas partidistas o de plano les daban dinero para comprar una finca. A cambio la oposición hacía como que se oponía y terminaba legitimando al gobierno en turno.
De modo que la domesticación de la oposición es un componente normal en el funcionamiento de las instituciones políticas liberales, no una aberración. Por supuesto que la gente y los votantes se dan cuenta de estas complicidades y que los tres partidos distintos son en realidad sola clase política verdadera. Esta mascarada de juego político, de la que cada vez más gente se da cuenta, es un componente más de la erosión de las instituciones y actores políticos y de la crisis de legitimidad que vive el orden político liberal.
rmartin@publico.com.mx, rmartin@milenio.com
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