Les envio una entrevista muy interesante a Chantal Mouffe
PLURALISMO AGONISTICO
Chantal Mouffe
La profesora belga Chantal Mouffe es investigadora del Centro para el Estudio de la Democracia, de la Universidad de Westminster (Inglaterra). Su trabajo actual versa sobre la naturaleza de lo político, el destino de la soberanía, el liberalismo político y la crítica al racionalismo, temas que en días pasados fueron abordados en una serie de conferencias en Bogotá. Su reflexión sobre el papel de los partidos políticos y el supuesto fin de los antagonismos, en esta edición de UN Periódico.
* Zoraida Rueda
** Luisa Ortiz Pérez
UN Periódico: ¿Cuál es su crítica a la modernidad?
Chantal Mouffe: La modernidad hizo bien rompiendo con el mundo teocrático, pero produjo un ejercicio de reocupación que ubica al hombre y su razón de nuevo en el centro. Para que este proyecto se complete debe llegar el momento en que se reconozca que no hay centro, que la razón humana no se puede autolegitimar. Cuando se pone en cuestión el racionalismo, el esencialismo, la idea de centro, y se reconoce la contingencia, la modernidad llega a su desarrollo completo. Como consecuencia, es únicamente con la posmodernidad que la modernidad se realiza, porque logra liberarse de las preocupaciones premodernas.
UNP: Antagonismo es una de las categorías de Marx que usted recupera y problematiza. ¿Qué giro le da usted a esa teoría?
Ch.M.: La importancia del marxismo respecto del liberalismo es el reconocimiento del antagonismo. El problema es que Marx lo limitó al antagonismo de clase, no reconoce el pluralismo y se imagina que puede existir una sociedad en la cual el antagonismo ha desaparecido, que sería el fin de la política. Por eso el marxismo tiene una gran dificultad para entender las luchas de los movimientos sociales (nuevos o más antiguos), como las de las mujeres. Nosotros insistimos en que hay una multiplicidad de antagonismos que se dan en muchas relaciones sociales, por lo que la dimensión de lo político es inerradicable de la sociedad.
UNP: Su libro El retorno de lo político pone de manifiesto la ilusión de algunos segmentos de la sociedad de que los antagonismos han desaparecido. ¿Es que alguna vez desapareció lo político?
Ch.M.: Este es un título metafórico que surge de la necesidad de volver a poner la cuestión de lo político en el centro de la problemática, frente a su supuesta eliminación después del triunfalismo liberal, al finalizar la Unión Soviética. Un año después de la caída del muro de Berlín comenzó a manifestarse una cantidad de antagonismos, de luchas que los liberales pensaban desaparecidas, y no fue así, estaban ahí, bien presentes. El retorno de lo político es el retorno de su visibilidad, a través de los antagonismos expresados por los movimientos sociales.
UNP: En el pasado la institución que expresaba los antagonismos eran los partidos políticos. ¿Podrían los movimientos sociales reemplazarlos?
Ch.M.: No creo. Y además no sería algo positivo, porque hay una multiplicidad de luchas y de demandas que tienen sus formas específicas de expresión. Algunas son los movimientos sociales, pero hay una serie de asuntos políticos más generales que tienen que ver más con la ciudadanía misma, y eso se expresa mejor a través de los partidos. El problema es que los partidos no organizan sus demandas en función del bien común.
UNP: ¿Pueden los movimientos sociales responder a los problemas generales?
Ch.M.: En ciertos grupos hay un problema serio, un rechazo total de la política de los partidos; tampoco quieren tener nada que ver con los sindicatos, y esto me parece muy peligroso, porque uno nunca va a transformar nada importante si no es a través de una articulación de esos movimientos con otras instituciones. Se requiere crear una sinergia, aunque es peligroso, claro, porque los partidos siempre tratan de cooptar, pero se pueden establecer relaciones de fuerza que no permitan esta absorción.
UNP: ¿Cuál es entonces el papel de las instituciones?
Ch.M.: Yo estoy en contra de la idealización de la sociedad civil. En ocasiones se piensa que todo lo que viene de esta es bueno y que lo del Estado es malo. Eso puede ser muy peligroso, porque en la sociedad civil se da también una serie de relaciones de dominación, y el Estado en muchos casos puede ser una fuerza para controlas.
También estoy en contra de la idealización de las ONG, pues no siempre son progresistas, ni todo lo que es antiestatal es necesariamente bueno. El Estado es muy complejo, no hay que verlo como el enemigo, hay que tratar de transformar las relaciones de poder. Lo que está en juego es la relación con las instituciones. La lucha hegemónica implica tratar de meterse con las instituciones, tratar de transformarlas, hacer alianzas.
UNP: Usted plantea un pluralismo agonístico, ¿en qué consiste?
Ch.M.: El pluralismo agonístico implica un papel importante para los partidos políticos, que en vez de limitarse a representar intereses, tendrían que proponer proyectos alternativos de sociedad. Yo insisto en que los partidos deben asumir la distinción entre derecha e izquierda. Es muy importante que estas dos tendencias tengan proyectos bien diferenciados, que ofrezcan alternativas distintas. Hoy en día ha habido un desdibujamiento entre izquierda y derecha y no hay posibilidad de escogencia para los ciudadanos. La apatía en Europa respecto de las elecciones se debe a que las personas piensan que de todas maneras, gane quien gane, no hace ninguna diferencia. Es importante que los partidos tengan una identidad bien definida para que haya una real lucha agonística, un debate sobre la manera como se quiere organizar la sociedad para movilizarla alrededor de proyectos distintos. Esto no se puede hacer sino a través de los partidos.
UNP: ¿Hay posibilidad de convalidar los derechos humanos como principios universales?
Ch.M.: La idea de derechos humanos es muy importante para una sociedad justa. Pero soy crítica de cierto tipo de utilización de los derechos humanos, cuando se considera que hay una exclusiva interpretación de ellos en Occidente, en últimas, gringa; cuando se convierten en el único asunto para organizar la política. Pero el otro elemento importante en la democracia es la soberanía popular. Hoy en día se tiende a considerar que un país democrático es aquel donde hay Estado de Derecho y donde se implementan los derechos del hombre, aun si no hay realmente participación popular. Uno puede tener un país así y sin participación; puede hacerse esto de manera muy elitista.
Prefiero no definir los derechos humanos como universales, sino como transculturales. Y eso significa que van a tener traducciones culturales y se van a inscribir en distintos campos, mediante elementos equivalentes funcionales de la idea de derechos humanos en diferentes culturas.
UNP: En este contexto transcultural, ¿cómo lee la formulación de la nueva constitución iraquí?
Ch.M.: Lo que quieren hacer los Estados Unidos es imponer la democracia liberal, pero entendida a su manera -ni siquiera tienen en cuenta la europea-, y eso puede ser semillero para todo tipo de antagonismos. La democracia liberal es algo muy específico de una cierta cultura. La constitución iraquí, más que su propia traducción cultural, repite el modelo occidental gringo. Me opongo a todos aquellos que quieren hacer creer que los que no son como ellos están en una etapa previa del desarrollo de la humanidad.
* Jefe de la Oficina de Prensa de la Universidad Nacional.
** Ph.D. en Ideología y Análisis del Discurso, docente de la Universidad del Rosario.
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