MANÚ DORNBIERER
Los tartufos
Hipócrita y santurrón” es la descripción enciclopédica de tartufo, término que proviene de un personaje creado por el genio satírico de Molière. En muchos casos habría que agregar adjetivos como impostor y canalla. Busque, lector, la obra en librería Gandhi y sorpréndase de su semejanza con el perfil de cualquier panista del México actual. Jesusa o Germán Dehesa deberían dedicarle una puesta en escena a la modernísima trágicomedia Le Tartuffe, cuyas dos primeras versiones, de 1664 y 1667, se prohibieron, hasta que se presentó en 1669 en la corte de Luis XIV en Versalles. Obviamente, no existía la separación de Estado e Iglesia.
Es increíble que en 2007 el personaje siga vigente en el México laico y muchos se sigan dejando engañar por un clero más reaccionario que nunca, franquista-fundamentalista y tartufos yunquistas como éstos, que me consta: el senador panista manda a abortar a su esposa, pero públicamente ataca la despenalización del aborto. Una señora bien envía a su niñito rubio de seis o siete años con cuaderno y pluma a pedir firmas en un parque para el referéndum contra lo que sucede en el Distrito Federal, e inocentemente envenenado el niño recita: “para que no sigan matando a niños como yo”. Cual María que utiliza a su hijito para pedir limosna, la ñora espera en una banca cercana las indulgencias que su hijo le obtendrá. “Dile a tu mamá que no te envíe a decir mentiras”, contesta la persona abordada.
Aquí hay que aclarar: No todos los que profesan el catolicismo (u otra religión) son tartufos. Hay personas sinceras e inteligentes que creen lo que creen y no se dejan manipular. El grupo Católicas por el Derecho a Decidir es un ejemplo. Ellas no cayeron en las burdas y malignas redes que tendió en estas semanas a la ciudad de México el cardenal Norberto Rivera Carrera, acusado él mismo en Los Angeles de solapar a curas pedófilos. La Secretaría de Gobernación tuvo que llamarle la atención ante una denuncia del partido Alternativa, por la amenazante campaña medieval que armó contra la despenalización del aborto en colaboración con gentuza como Limón Provida de la Tanga, aquel que con Fox nos robó 30 millones de pesos del erario.
Lo que hicieron los panyunques, curas o legos, fue un verdadero atentado contra la dignidad y la vida de miles de mujeres pobres, hasta ahora obligadas al aborto clandestino y peligroso cuando lo deciden, porque ellas saben su situación y ellas son dueñas de su cuerpo. Todo esto no se puede cambiar por decreto gubernamental panista ni por chantaje seudorreligioso de curas dizque célibes y castos y pobres, cada vez más desacreditados. Los de moda son los pederastas, pero los hay que aunque desprecian a las mujeres las usan como sirvientas y esclavas sexuales. Es el caso de congregaciones enteras de monjas. En 1995. fue acusado de esto el nuncio Prigione, muy amigo de los priístas y de los hermanos Arellano Félix. Lea esta información:
“El Centro de Investigaciones del ICM logró documentar otro caso que, a mediados de los 90, sólo se ventiló en los altos círculos eclesiásticos: los abusos sexuales que Jerónimo Prigione, entonces nuncio apostólico en México, cometía con la hermana Alma Zamora, de la congregación Hijas de la Pureza de la Virgen María, con sede en la ciudad de Aguascalientes. El investigador Jorge Erdely, autor del libro Pastores que abusan y director académico del ICM, relata que monjas de esa congregación se encargaban del quehacer doméstico de la nunciatura –labores de limpieza y cocina, cuidar las mascotas de Prigione–, y entre ellas se encontraba Alma Zamora, a la que Prigione escogió como concubina. Prosigue Erdely: “En 1994, la congregación efectuó una dinámica grupal a la que llamó ‘ejercicios de discernimiento’, que dirigió el entonces seminarista jesuita Juan Ricardo Herrera Valenciano. Ahí se analizaron los conflictos de conciencia provocados por el concubinato de Prigione y Alma Zamora; las religiosas decidieron retirarse del servicio personal del nuncio. Y se lo hicieron saber. Pero Prigione, aferrado, no las quiso dejar ir y las amenazó con disolver la congregación, que entonces contaba con 300 religiosas y tenía presencia sobre todo en el norte del país”. Prigione logró incluso que se les hiciera una visita apostólica, dirigida por el obispo Emilio Berlié Belaunzarán, para inspeccionar si la espiritualidad y ortodoxia de las monjas se apegaba a los lineamientos vaticanos. Las monjas fueron “interrogadas inquisitorialmente”, algunas sufrieron crisis nerviosas. y fueron hospitalizadas.
El Vaticano, por medio de la Congregación para Institutos Religiosos y de Vida Consagrada, también intervino y, en 1995, dio un fallo fulminante: mientras Prigione estuviera en funciones en México, las Hijas de la Pureza de la Virgen María deberían servirle sin chistar. “De este modo, las monjas tuvieron que acatar las órdenes del Vaticano y seguir sometidas a los caprichos del nuncio”, comenta Erdely, doctor en filosofía y teología por la Universidad de Oxford. –¿Y qué pasó con la hermana Alma Zamora? –¡Qué iba a pasar! Contra su voluntad, siguió siendo la concubina de Prigione hasta que dejó de ser nuncio. El Vaticano, prácticamente, le había concedido derecho de pernada. Este caso ejemplifica a la perfección lo que es el abuso de poder.
En 1995 era papa Juan Pablo II, y el cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, era el gran inquisidor, el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antes llamada Santo Oficio, vulgo la Inquisición, puesto que hoy ocupa el cardenal William Levada, de San Francisco. Historias como la relatada recuerdan la horrible visión de fetos encontrados en los muros de viejos conventos. ¿Abortados o nacidos y sacrificados?, ¿asesinados antes de ser tapiados? Esas vidas no las defendió el Vaticano. Ratzinger intervino abiertamente contra la ley de despenalización del aborto en las primeras 12 semanas en el Distrito Federal, intentando frenar el progreso legislativo de México desde las alturas de su infalibilidad y en su calidad de jefe del Estado Vaticano. Por lo visto, no le interesan –como no le interesaron las monjas del serrallo del nuncio Prigione– la dignidad humana y la vida misma de las mujeres mexicanas. Los lectores de la historia vaticana no podemos menos que indignarnos con el actual coqueto y elegante soberano del catolicismo, adornado con bordadísimas estolas, fistol de rubí u otras piedras preciosas, tiaras deslumbrantes, ¿creaciones de Hugo Boss, el diseñador de los uniformes de los oficiales nazis? Y hablando del Estado Vaticano, Adriana Siqueiros, incansable promotora de su padre, estuvo recientemente en el Vaticano en busca de El Cristo Judío que el muralista regaló al museo. Adriana no lo encontró, pero en cambio le enseñaron en las bodegas varios cuadros de grandes pintores mexicanos: Diego, Orozco y uno del mismo Siqueiros que desconocía y que había sido donado, decía la ficha, por la hija del recién desaparecido inventor del desarrollo estabilizador, Ortiz Mena. Los grandes pintores y pensadores comunistas mexicanos están en la bodegas vaticana. A ver si los tartufos mexicanos dejan de enajenar nuestro patrimonio cultural.
En cuanto a la participación de Felipe Calderón en el mega show contra la despenalización del aborto, en el papel de juez, dada su espuria presidencia, no se vale. No es un ciudadano cualquiera con derecho a emitir libremente una opinión en detrimento de las mujeres de México. Y cuando dice “yo estoy en defensa de la vida, tengo un pleno respeto por la dignidad y la vida humana”, ¿acaso se acuerda de Ernestina Ascención, la indígena que ejerció la vida durante 73 años hasta que se la arrebató la criminal violación masiva de sus soldados? ¿Con qué derecho se apresuró a exonerarlos para lavarle la cara a su gran apoyo, el Ejército? Su esposa, Margarita Zavala, hermana del hacker Hildebrando, al que le volvieron a regalar la Internet federal, tampoco debió hablar irresponsablemente de “los niños y niñas de 12 semanas” como si fuesen muñequitos de la rosca de Reyes.
En fin, las mujeres ricas siempre estuvieron protegidas por un aborto bien hecho. Ya era hora de que llegara a todas las demás la protección de su propia vida, que no le interesa al clero ni a sus esquilmados borregos, envidiosos de las tortugas en proceso de extinción porque los ecologistas cuidan sus huevos. Extraña tesis de Carlos Castillo Peraza, el ideólogo panista, al que sus compañeros del colegio Cristóbal Colón apodaban La Pajarita y del que fue alumno y protegido el propio Calderón, quien vivió con él seis años en Campeche, elaborando ambos al servicio del PRI para dañar al cacique local apodado El Negro Sansores, el muy desaparecido Diario de Campeche. Pagaban el entonces gobernador Echeverría Castelot y el presidente López Portillo.
Los tartufos se dicen fervorosos salvadores de la vida aún inexistente, pero no de la existente. Les preocupa, como dijo Larios, jocoso jefe de los diputados panistas, la posible mujer que se pierda por la expulsión de un óvulo fecundado, pero no les interesa la vida de la dueña del óvulo. En el Distrito Federal la izquierda hará efectivo el artículo 4 constitucional: “El varón y la mujer son iguales ante la ley. Esta protegerá la organización y el desarrollo de la familia. Toda persona tiene derecho a decidir de manera libre, responsable e informada sobre el número y espaciamiento de sus hijos. Es deber de los padres preservar el derecho de los menores a la satisfacción de sus necesidades y a la salud física y mental. La ley determinará los apoyos a la protección de los menores a cargo de las instituciones públicas”.
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