La Jornada Jalisco, 29 de abril de 2007
Decadencia de un partido en el gobierno
Jorge Gómez Naredo
Hace más de doce años muchos jaliscienses observaban al PRI (único partido que los había gobernado desde la institucionalización de la Revolución Mexicana) como un organismo político corrupto que no podía ni debía continuar en el poder. La incapacidad de la última administración tricolor para afrontar de una manera inteligente y humana las explosiones del 22 de abril de 1992 en el sector reforma, además de la inefable indiferencia de Cosío Vidaurri hacia los ciudadanos, hicieron que muchos se decantaran por Alberto Cárdenas Jiménez, de apariencia bonachona. Este último fue el primer gobernador salido de las filas panistas: se había vencido al partido antaño invencible.
Cuando por primera vez el PAN ganó la elección estatal, las expectativas fueron muchas. Era un partido conservador, católico (en una entidad con raigambre cristera) y se autollamaba “honrado”. Conforme fueron pasando los meses de euforia por el triunfo, se perdió paulatinamente el encanto. Al principio las autoridades blanquiazules justificaron sus yerros por la “inexperiencia”; después adujeron que el partido saliente había dejado un desbarajuste y que llevaría tiempo ver los “logros”, arreglar lo que durante tantos años se había hecho mal. El tiempo pasó y la gestión de Alberto Cárdenas se caracterizó por ineficaz, inexperta y por no erradicar los males que, el mismo PAN, había recriminado al PRI.
Vino entonces una elección competida que ganó Francisco Ramírez Acuña, el segundo mandatario panista en la entidad. El sexenio del hoy secretario de gobernación fue caótico. Se gastó dinero en infinidad de viajes al extranjero que no tuvieron éxito y que solamente consolidaron el turismo político. Ramírez Acuña se caracterizó por su “mano dura”, es decir, por violentar los derechos humanos de todo aquel que no pensara ni actuara como él quería. En mayo de 2004 reprimió salvajemente a cientos de jóvenes cuyo único delito fue protestar y alzar la voz. Un día después “destapó” a Felipe Calderón como candidato presidencial en el Rancho Las Palmas, del empresario lechero (dueño de Lechera Guadalajara –Sello Rojo–) y hoy subsecretario de gobernación, Abraham González Uyeda. La contienda de 2006, llena de intrigas y de golpes bajos entre panistas y prístas, la ganó Emilio González Márquez, tercer gobernador salido de las filas panistas. Ahora bien, ¿qué ha representado el PAN en Jalisco?
No cabe duda que en la entidad, la derecha, representada por el PAN, se ha acostumbrado al poder, a los altos salarios y, especialmente, a las posiciones políticas que permiten jugosos negocios para un enriquecimiento individual, familiar o grupal. Son muchos los escándalos de corrupción. La lejanía que guardan los gobiernos panistas de la sociedad y los estratos más marginados es mucha y resulta preocupante. Se han mostrado intolerantes, represores, facciosos y llenos de un cinismo muchas veces impensable. Además, la supuesta vestidura de “honradez” ha sido simple y llanamente un discurso hueco e hipócrita.
El PAN en Jalisco ha sufrido una descomposición aguda y sus gobiernos, muchas veces, están marcados por la ineptitud y la corrupción. Tonalá es un buen ejemplo. El alcalde blanquiazul, Jorge Vizcarra, contrató a Carlos Romo Guízar como Director de Mejoramiento Urbano, a sabiendas de sus antecedentes penales. No se hizo nada por investigar la trayectoria de este personaje que, el martes pasado, fue ejecutado al salir de su domicilio. ¿Dónde quedó la honorabilidad de los panistas y su compromiso con la honradez y la ley? Simple discurso.
Los altos sueldos (Emilio González Márquez, por ejemplo, gana 170,000 pesos al mes en una entidad en la cual el salario mínimo es menor a los 50 pesos al día: 1,500 al mes) son indignantes y, lo peor, las mejorías no se observan por ningún lado. No cabe duda que el PAN, en estos momentos, es un partido que no representa los intereses de la mayoría de los jaliscienses. Sin embargo, tienen una ventaja: todavía mantienen esa imagen de partido de oposición, enconado con el viejo régimen, con el PRI, con lo corrupto. Lástima que los ciudadanos no se han dado cuenta (no han querido comprender), que el PAN ha resultado tan rapaz como su antecesor. Pero no hay muchas opciones: la izquierda electoral en Jalisco es casi inexistente y está ligada a intereses que poco tienen que ver con el mejoramiento de los más pobres, con la igualdad y la dignidad.
El PAN se ha ido corrompiendo, ha degenerado. No es un proceso estatal solamente, también se da a nivel nacional. Un partido que recriminó los fraudes electorales, los golpes bajos y la empecinada obsesión por el poder, ha repetido uno por uno los vicios que criticaba en el pasado. Cárdenas Jiménez, Ramírez Acuña y hoy González Márquez, con matices y diferencias, representan a la derecha y, de ella, nada bueno se puede esperar. Pero para los jaliscienses todo va bien si juegan las Chivas o el Altas: ¡qué triste!
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