Se pelean, se agreden y se amenazan. No esconden su ira, su coraje y sus envidias, sus prejuicios y sus rencores. Son panistas, panistas de Jalisco. Hasta hace unos meses se asumían “civilizados” y presumían sus grandes arreglos: siempre a través del diálogo, de la sonrisa, del apretón de manos y del abrazo infaltable (e hipócrita). Ahora toman calles, hacen mítines y plantones. Todo lo que criticaron hace unas semanas, lo llevan a cabo, lo realizan.
En Jalisco ha habido tres gobernadores emanados de Acción Nacional: Alberto Cárdenas Jiménez, Francisco Ramírez Acuña y Emilio González Márquez. El primero fue inexperto e insensible. El segundo represor y megalómano. Y el tercero es un caos. Entre ellos hay animadversión, en especial entre Ramírez Acuña y González Márquez (Cárdenas se mira alejado, pues sus piensos y su cacumen están invertidos en desarreglar el campo mexicano como secretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación). La explosión del conflicto se dio ahora, en un momento coyuntural, cuando el PAN, después de 15 años, perdió el municipio de Guadalajara. Sí, se pelean, se agreden y se amenazan.
¿Se acordarán los panistas cuando criticaron el megaplantón que cientos de miles de personas realizaron en la ciudad de México, en las calles Reforma, Juárez y Madero, buscando que se recontaran todos los votos emitidos el 2 de julio de 2006?, ¿recordarán que se escandalizaban de lo que sucedía en la (para los panistas jaliscienses) ingobernable capital de la República? Pero hay diferencias de ese plantón y del plantón que un grupo de panistas sostiene en la sede del blanquiazul estatal. ¡Muchas diferencias! Allá, en México, se buscaba el “voto por voto”, pues se quería limpiar la elección, se pretendía que, quien llegara a la presidencia, lo hiciera con legitimidad. Y había cientos de personas. Miles. Iban por convicción propia: nadie les pagaba. Acá, en Guadalajara, las circunstancias son distintas: de lo que se trata es de un problema interno en un partido político, de una lucha de poder entre los cabecillas. Los acarreos son muchos y la convicción de los que están ahí, en el plantón, dudosa.
En el PAN riñen, de la misma manera que han reñido en el PRI y en el PRD. Sin embargo, en los medios de comunicación (en especial las televisoras), siempre hay un tratamiento distinto. Arguyen que los panistas obstruyen nada más una calle, que es un problema interno y que no afecta a la ciudadanía. Todo por salvaguardar al panismo. ¿Qué sucedería si el plantón lo hubieran hecho miembros del PRD afuera de las instalaciones en Jalisco de dicho organismo político? Pronto se hubiera hablado de los “incivilizados”, de los que “no se ponen de acuerdo”, de los que “no deben gobernar” porque son anárquicos, de los “locos” y “desquiciados”.
¿Se quedará Eduardo Rosales como presidente del PAN Jalisco y, con esa decisión, ganará el grupo de Francisco Ramírez Acuña?, ¿o se irá y los seguidores de Emilio González Márquez lograrán su cometido e impondrán a un presidente del PAN Jalisco que obedezca los designios del gobernador?, quién triunfará, ¿la derecha tradicional o la extrema derecha?, ¿los que reprimen o los que les dicen a los jaliscienses: “¡chinguen a su madre!”? Gane quien gane, pues, vencerá la derecha. Porque el PAN, simple y llanamente, es un partido de derechas: y eso nadie lo puede cambiar.
Pero hay algo que impresiona, que es notorio: ¿y las bases?, ¿dónde están los panistas de a pie?, ¿dónde el voto duro blanquiazul? La lucha es entre los de arriba, entre González Márquez y Ramírez Acuña, entre Herbert Taylor y Eduardo Rosales, entre Fernando Guzmán y Jorge Salinas. Sí, arriba se pelean. Y queda nítidamente demostrado que el PAN se aleja cada vez más de sus propias bases, de sus principios y de las “buenas intenciones” (que muchos piensan algún día tuvo).
¿Quién o qué pondrá “en paz” a los panistas de Jalisco?, ¿César Nava, el posible próximo presidente del PAN Nacional (que será seguramente impuesto por Felipe Calderón)?, ¿o remediará el conflicto blanquiazul en Jalisco el mismísimo Calderón?, ¿quién? ¿O quizá pronto se solucionarán las pugnas y se repartirán los puestos ganados en las pasadas elecciones, y claro: habrá sonrisas, apretones de manos y abrazos infaltables (e hipócritas)?, ¿qué sucederá en esta tele-partido-novela?, ¿quién ganará? Lo único seguro es que no triunfarán los jaliscienses. Ni los panistas de a pie: que aunque pocos, sí los hay.
jorge_naredo@yahoo.com
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