¿Quién ganó?, ¿quién perdió?, ¿quién quedó mejor posicionado para un futuro próximo?, ¿quién cavó su tumba en el panorama político? Estas preguntas se han realizado una y otra vez en la mayoría de los medios de comunicación. Algunos han dicho que el retorno del PRI es inevitable, que llega renovado, con bríos, conformado por gente joven que transformará el país. Otros, en cambio, arguyen que el PRI nunca se fue y que quien llega bajo sus siglas es el mismo PRI, pero vestido con rostros de mozalbetes copetudos. Están los que hablan del PAN y de su debacle, de la forma como perdió estrepitosamente. Unos más, los de siempre, dicen que López Obrador está loco, verdadera, completamente loco y que ahora sí, ya, hoy, su carrera ha concluido y su “capital político” se ha esfumado: eso, resaltan, en tan sólo tres años. Sí, unos, los de siempre, se desgañitan en contra del tabasqueño. Por último, están los que mencionan que los ciudadanos han dado una muestra de arrojo, de valentía, que han participado a través del voto nulo y de la abstención, que han diferenciado sus sufragios en distintos partidos y que cada día son, los ciudadanos, más críticos.
Algunas veces no entiendo este mundo: parecería que todo cambia con unas elecciones, que México completo se transforma. Y eso no es así. Por supuesto que hay mutaciones arriba, en la elite política: unos salen y otros entran, y los que entraron quizá salieron hace tres o seis años, y los que salieron hoy quizá regresen dentro de seis o nueve años. Habrá, en muchos ayuntamientos del país, variaciones en las personas que administrarán los dineros, que decidirán dónde se hace una calle, dónde se construye un puente, dónde se guarda silencio y dónde se grita, etcétera. Sí, hay cambios, transformaciones. Pero son mínimas.
La Cámara de Diputados mutará en su composición: el PRI ganó más curules, el PAN perdió muchas y el PRD dividió las suyas con el PT y Convergencia. Los demás partidos se reparten, más o menos igual que en la anterior Legislatura, las diputaciones (el PSD, un partido de derecha que se decía de izquierda, perdió su registro). Por supuesto que esto tendrá implicaciones. Es casi un hecho que los del PRI y los del PAN (que son una misma cosa pero diferente) propondrán medidas como gravar alimentos y medicinas, y continuarán llevando a este país a un despeñadero. Sí, pero eso ya lo habían estado haciendo en la anterior Legislatura. Entonces, ¿qué cambia con estas elecciones?
Es verdad, es cierto: el 5 de julio pasado, nomás cerradas las casillas en todo el país, inició la lucha por la Presidencia de la República. Felipe Calderón ahora será más gris de lo que ha sido. Y gobernará menos de lo que ha gobernado (si a eso que ha hecho se le puede llamar gobernar). Enrique Peña Nieto quiere la Presidencia, y será apoyado, aún más, por las televisoras, por Carlos Salinas de Gortari, por el PRI del estado de México y por los mismos empresarios que llevaron (fraudulentamente) al poder a Felipe Calderón. Estas elecciones, pues, fueron el inicio de la próxima campaña presidencial.
Quizá un hecho significativo en la pasada contienda electoral sea el caso Iztapalapa: se demostró, ahí, que ni Calderón ni la derecha vestida de izquierda (es decir, el PRD encabezado por Jesús Ortega), ni el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, ni las televisoras, pudieron vencer a un movimiento social que se ha organizado y ha resistido los embates mediáticos en contra de su líder. Sí, la victoria de Juanito, y a través de él de Clara Brugada, fue una enseñanza de que sí se puede, que no todo está perdido, y que el sistema electoral, a pesar de sus fallas, de su corrupción y de lo inequitativo que es, puede servir para cambiar este país. Se mostró que si la gente se organiza, conquista victorias.
¿Quién ganó?, ¿quién perdió?, ¿quién quedó mejor posicionado para un futuro próximo?, ¿quién cavó su tumba en el panorama político? Quizá esto no sea lo más sustancial. Lo que debe discutirse, lo que precisa hablarse y comunicarse es ¿cómo, desde abajo, se puede cambiar este país? Las elecciones sí, son importantes, pero no sirven de mucho cuando se trata de transformar profundamente las prácticas políticas y la insensibilidad de la elite política. Son tres años de aquí a las próximas elecciones y ojalá no todo se vuelva mutismo. Ojalá se multipliquen las movilizaciones sociales y siembren este país. Ojalá los silenciosos comiencen a escucharse. Ojalá los anulistas de arriba aporten algo a las luchas de los de abajo. Ojalá los pobres de esta nación (que son mayoría) se levanten y griten y enmudezcan a los poderosos. Ojalá rápido tengamos una izquierda confiable y que busque, por todos los medios posibles, la justicia y una mayor igualdad. Ojalá podamos cambiar el mundo. Ojalá nos quitemos el reloj electoral y nos pongamos un reloj social, donde lo importante no sea solamente lo que sucede arriba, sino lo que acontece abajo. Ojalá. Y ojalá sea pronto.
jorge_naredo@yahoo.com
::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::
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