Las mentiras del capitalismo
Jornada Jalisco
Hace unos días se presentó el magnate y segundo hombre más rico del mundo, Carlos Slim Helú, ante estudiantes del ITESO. Lo que dijo y como lo dijo resulta sorprendente.
Manifestó Slim Helú, según la crónica de Jorge Covarrubias aparecida en este diario el día 13 de junio del presente año, que “lo interesante de esta civilización es que en lugar de explotar al hombre y a la tierra, sobre todo al hombre, que lo esclavizaba, que lo limitaba y lo inmovilizaba socialmente. Tal como nacía era como moría; ahora esta sociedad sustenta su desarrollo en el bienestar de los demás, ya no es en el explotar a los demás, sino en el bienestar de los demás; quiere decir que lo que antes era un asunto de justicia social, ética, de moral, ahora es una necesidad económica”.
Evidentemente un hombre que ha llegado a convertirse en el segundo archimillonario de la Tierra en un país donde 80 por ciento de la población vive en estado de pobreza o de miseria, difícilmente podría decir que es un explotador consumado, pues la enorme riqueza de este personaje tiene su origen en la explotación del trabajo humano y, por supuesto, tanto su abrumadora riqueza como la pobreza de aquellos a los que explota es una cuestión de justicia, de ética y de moral.
Para que Slim haya amasado tantos capitales en sus manos y en las de su poderoso grupo corporativo, se ocupa que otros tantos miles y miles de seres humanos hayan acumulado pobreza y degradación.
Es absolutamente falso que la explotación del hombre por el hombre ya no exista y Slim lo sabe, pues hasta el día de hoy, según lo explicaron diversos economistas decimonónicos, la sociedad capitalista, igual que cualquier otro tipo de sociedad humana, genera su riqueza a través del trabajo de millones y millones de hombres y mujeres. Luego entonces, si el señor Slim ha logrado acumular tantas riquezas, resulta palmario que lo hizo apropiándose del producto generado por miles de trabajadores, es decir, lo hizo explotando a seres humanos de carne y hueso.
Para nuestro pueblo resulta claro que la explotación, el despojo y el crecimiento de la miseria no sólo siguen existiendo, sino que se han acrecentado en los últimos 25 años de agobiantes políticas neoliberales surgidas en Washington y aplicadas por los gobiernos latinoamericanos, incluido el de México; es el cuarto de siglo que Slim medró hasta escalar al segundo lugar en la lista de Forbes.
Las mentiras que pregona Slim pretenden tapar el sol con un dedo porque nadie puede dudar de la terrible condición de explotación en que se encuentran miles y miles de jornaleros mexicanos, tanto en su propio país como en Estados Unidos; tampoco nadie puede dudar de la violación masiva de derechos laborales que existe en México, o ¿quién se atrevería a dudar que el salario mínimo, la jornada de ocho horas, la seguridad en el trabajo y la protección de los niños trabajadores no son más que una vil patraña y que los perpetradores de dichas violaciones sistemáticas a la Constitución y a la ley son los patrones, los capitalistas como Slim?
Las mentiras que pregona Slim son producto de un enorme cinismo, pues ¿acaso alguien puede dudar de la explotación sexual que diariamente se consuma contra cientos y miles de personas, la mayor parte menores de edad? ¿Alguien se atreverá a negar que la mayor parte de los trabajadores mexicanos obtiene salarios de hambre mientras que millonarios como Slim acrecientan su riqueza de un modo sorprendente protegidos por gobiernos cómplices de sus intereses?
¿Acaso alguien podrá decir que este sistema no es injusto y que basa su existencia en la explotación del hombre por el hombre?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario