La Feria
Jornada Jalisco
La flaqueza de la memoria y la manipulación de los contenidos colectivos, claves para el gobierno calderonista
Hace unos días ví de nuevo la película Dark City (1998, Alex Proyas), una cinta de ciencia ficción en la que un grupo de “ocultos” manipula cada noche a las personas para cambiarles los recuerdos y hacerlas vivir, cada día, un papel distinto sustentado en una nueva memoria de sí mismas. Así, un hombre determinado puede ser hoy, por ejemplo, un agente de policía y mañana un vendedor de periódicos, sin tener consciencia de ello, porque cada día tendrá solamente los recuerdos correspondientes a su papel.
La referencia (sólo una referencia) tiene qué ver con dos puntos importantes. El primero, es la debilidad comprobable de nuestra memoria. Los recuerdos almacenados en ella poco a poco se vuelven borrosos, incompletos e inexactos; como los detalles de un paisaje que se va sumergiendo en la niebla. Experimentos realizados por lingüistas y neurólogos han dejado en claro que, al traer al presente algún recuerdo, éste es transformado, reconstruido, y configurado en una forma distinta a la original.
El segundo punto evocado por el filme se refiere a la manipulación que se hace de las personas, sin que ellas se percaten. Basta con que se controlen los contenidos de su memoria, de su imaginación, para que su nueva identidad se convierta en la verdadera conductora de sus actos. Considerado en su dimensión colectiva, diríamos que los imaginarios de una sociedad son factores importantes en la realización de sus actos.
El discurso del poder, instrumento de control
Flaqueza de la memoria y posibilidad de manipular los imaginarios constituyen la clave que explica por qué, si la mayoría de los mexicanos vive en condiciones tan difíciles y tan limitadas, no exige al gobierno la generación de horizontes más equitativos y propicios para su desarrollo y el de sus hijos. En cuanto a la debilidad mnémica, no nos acordamos de puntos clave de la historia reciente del país; se ha vuelto borrosa la entrega de bienes nacionales (entre ellos Telmex) a manos privadas, que realizó Carlos Salinas; el “error de diciembre” de Ernesto Zedillo, que hizo posible el saqueo del Fobaproa; la contratación de Pidiregas, por parte de Fox.
Pero no basta el olvido. Al poder (por lo menos a este poder) le resulta importante controlar los contenidos del imaginario colectivo. Tenemos un ejemplo muy reciente. El presidente Felipe Calderón pidió a los senadores de su partido, el PAN, que se avance en las reformas a la ley, para permitir la inversión privada en los sectores de la electricidad y el petróleo. La Jornada sacó a la luz esta intención de fraguar un nuevo saqueo de la riqueza del país; pero, apenas la difundió, el mandatario se enfrascó en una polémica absurda con el presidente venezolano Hugo Chávez. La discusión sobre energía y petróleo cedió su sitio a frases vulgares (al estilo Fox) que ocuparon los espacios mediáticos, las horas picos de los noticieros de la televisión y distrajeron a la imaginación colectiva. Así, las reformas a la Constitución propuestas por Calderón a sus senadores pasaron a un segundo y oscuro plano, precisamente al sitio en el que el gobierno quiere mantenerlas.
Los ingresos de la gente, el caso más drástico
¿Cómo es que la gente soporta vivir con tantas dificultades económicas? En Jalisco, por ejemplo, trabajan unos dos millones 333 mil personas. De ellas, casi 500 mil en –cifras redondas– perciben menos de la miseria de mil 500 pesos al mes; y otras 500 mil ganan entre mil 500 y 3 mil al mes. Otro millón percibe entre 3 mil y 7 mil 500 pesos al mes, y sólo 321 mil trabajadores (ni siquiera 2 de cada 10) obtienen más de 7 mil 500 al mes. La cifra se reduce dramáticamente al llegar a los salarios de más de diez mil pesos mensuales.
¿Por qué estas personas, siendo mayoría, no exigen al gobierno que construya un horizonte más justo y equitativo, en el que se ofrezcan mayores posibilidades al desarrollo humano y económico de ellas mismas y sus hijos? En parte, porque se consideran responsables (¿culpables?) de su propia situación. La coartada de la democracia y de la libertad les han hecho creer que son los únicos responsables de su miseria. Es ahí, en donde la manipulación (¿construcción deliberada?) de los imaginarios colectivos ofrece al gobierno una ganancia enorme. Su discurso, amplificado hasta la saciedad por los medios, se filtra en todos los estratos sociales convenciendo a la gente de su libertad y las “oportunidades” que tienen de mejorar. Como si este sistema neoliberal no llevara implícita la miseria de los muchos para el beneficio de los pocos.
A pesar de las dificultades de solventar un gasto familiar con dos, tres o cuatro mil pesos mensuales, los trabajadores de Jalisco siguen adelante. La necesidad los obliga a reducir sus gastos al mínimo para seguir viviendo, mientras los amos de los imaginarios les construyen un “país” en el que son importantes (hay que oír los espots sobre este tema), un “país” al que hay que amar porque todo lo merece, un “país” que une a sus ciudadanos. Una entelequia, en fin, cuya creación obedece a la necesidad del gobierno (débil y corrupto) de controlar los sentimientos de la gente, en su beneficio. Una entelequia que permite a los poderosos aprovechar la riqueza nacional, los recursos y la mano de obra en su provecho... algo así como lo que hacen los manipuladores de la memoria que aparecen en la película Dark City. Y eso es todo por ahora; nos leemos mañana en esta página.
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