Relaciones sindicales en la nueva cultura laboral
Jornada Jalisco
Una nota publicada en La Jornada Jalisco (31-01-2007), a principios de la semana pasada, ha provocado la siguiente reflexión. La noticia trataba de cómo la Mercedes Benz, en colusión con un sindicato fantasma –organización que brinda protección a los patrones sin que ni siquiera los trabajadores, que se supone están afiliados a la misma, están enterados de su existencia-, trataba de evadir sus obligaciones fiscales y laborales mediante un fingido emplazamiento de huelga que, como se sabe, suspende la posibilidad de cualquier embargo de su patrimonio, en la lógica de que primero deben preservarse los intereses de los trabajadores, que, a fin de cuentas, también son birlados por la maniobra entre el sindicato venal y la empresa.
Normalmente este tipo de organizaciones fantasma son cobijados por líderes, y ahora despachos de abogados patronales, corruptos que cuentan con registros sindicales que los ponen al servicio de las empresas para evitar que los trabajadores puedan organizarse de manera libre o intente otro sindicato buscar la titularidad de un Contrato Colectivo de Trabajo.
Para los empresarios este sistema es muy cómodo y cierto porque piensan que se evitan conflictos laborales pagando una módica cantidad al dirigente del gremio o al “asesor” legal –ya saben que con esa cotización, que se pacta periódicamente, están protegidos sus intereses-, e incluso, para que los trabajadores ni siquiera se enteren de que existe tal sindicato, ya sea como equivalente de esa cotización o adicionalmente, “subsidian” la cuota sindical que debiera paga cada trabajador para el sostenimiento de la organización. De hecho, este hábito, que desgraciadamente es mayoritario en el medio laboral, es solapado por la autoridad como parte implícita de la llamada “nueva cultura laboral” –que prefiere y alienta el sindicalismo dócil-, facilitando que sean los patrones y no los trabajadores, los que elijan el sindicato que quieren para su empresa. Esta práctica –de proteger los intereses de los empresarios en materia sindical- es usada también como “estímulo” a la inversión, es decir, como parte del paquete que el gobierno –en cualquiera de sus niveles- utiliza para tratar de “vender” estabilidad a fin de atraer capitales.
¿Cómo opera la maniobra intentada por la Mercedes Benz? Cuando una empresa que optó por un sindicato fantasma o, incluso, por un sindicato a modo, que también se les conoce coloquialmente como charros –el mote se debe a un dirigente ferrocarrilero de fines de los cuarenta que gustaba de vestir como charro y lo apodaban así, pero además servía de manera descarada y corrupta a los intereses del patrón y del gobierno-, independientemente de usarlo para evitar que se organicen por iniciativa propia sus trabajadores y detectar de inmediato a “los revoltosos”, cuando lo intenten, y liberarse de ellos, también sirve para protegerse contra las amenazas que se derivan del atraso o incumplimiento de sus obligaciones legales, en especial las de carácter fiscal o laboral, mediante la simulación de un emplazamiento de huelga.
Este artificio puede servir, ya sea como medida temporal, en tanto, puede recuperarse la empresa y cumplir sus responsabilidades o, en su defecto, para preparar su cierre y evitar no sólo el pago de obligaciones fiscales sino también las indemnizaciones a sus trabajadores.
Pongo otro ejemplo real, sin que necesariamente sea el caso exacto de la Mercedes Benz. Una vez un dueño de una mediana empresa industrial, que escogió un sindicato charro como titular de su Contrato Colectivo de Trabajo, acudió a su líder para pedirle que lo emplazara a huelga porque el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) amenazaba con embargar sus bienes y la única manera de evadirlo era a través de esa argucia legal, en virtud de que los emplazamientos suspenden cualquier procedimiento de incautación, en la idea de cuidar, primero, en caso de bancarrota, los derechos de los trabajadores. Una empresa en esas condiciones, puede sufrir, en complicidad con el líder sindical, un amago legal de huelga, a la que se le establece fecha de estallamiento, pero luego se le prorroga periódicamente y así puede pasarse un buen tiempo, en tanto se corrige la situación financiera de la empresa o se decide cerrarla definitivamente.
En el caso que relato, el dueño de la empresa, después de varias prorrogas del emplazamiento y ya sin la colusión de las autoridades laborales –que estaban cansadas de la maniobra a pesar de la iguala que también se llevaban-, decidió hacer una acción audaz y bien planeada con el apoyo del líder. Aprovechando la buena fe de los obreros, que conocían de las dificultades económicas de la empresa y pensaban que el dirigente sindical la había emplazado a huelga para defender sus intereses, una noche, cuando no había trabajadores laborando, apareció por las instalaciones con un transporte y sacó la maquinaria más costosa y moderna de la misma para llevársela a otro lugar y abrir una nueva fábrica, con otra razón social y un nuevo Contrato Colectivo de Trabajo pero ¡con el mismo sindicato; con el mismo líder!
Al día siguiente que se presentaron los trabajadores a laborar se dieron cuenta del saqueo y avisaron al dirigente sindical que se apersonó en la fábrica e indignado amenazó con demandar penalmente al dueño, ordenó vigilar el inmueble y decidió ya no prorrogar sino estallar la huelga. Los trabajadores hicieron guardias noche y día para que ya no se llevaran más maquinaria y luego durante la huelga que duró tres años, hasta que se resolviera el juicio laboral y la autoridad les asignaran los bienes que quedaban en la fábrica y con los cuales se iban a pagar sus indemnizaciones, sus liquidaciones por los años trabajados –que no eran pocos-, porque el dueño ya jamás volvió a aparecer.
Una vez que remataron los bienes la utilidad que obtuvieron no cubrió ni el 30% de las indemnizaciones que les correspondía por ley y todavía, para colmo, tuvieron que darle al líder sindical una parte de las mismas ¡por haberlos defendido! Más tarde algunos trabajadores se enteraron de la maniobra entre el líder sindical y el dueño de la empresa y que jamás procedió la demanda penal y que, además, parte de los bienes que habían rematado los había adquirido, a precios risibles, su anterior patrón. Así opera el bajo mundo sindical que han solapado nuestras autoridades en el ánimo de “cuidar” a los inversionistas.
Decía un obrero que una fuente de trabajo que no fuera capaz de cumplir con sus mínimas obligaciones legales ni con sus trabajadores para que pueda prestarse un trabajo en condiciones dignas de salario y ambiente laboral, no merecía existir ni llamarse empresa ni su dueño empresario, sino bucanero del siglo XXI; explotador, aprovechado. No sólo tenía razón sino que la propia Organización Internacional del Trabajo ha establecido principios que debieran respetarse en toda relación laboral para evitar volver a tratos de semiesclavitud y sobajamiento.
Hoy, el prestigio de la Mercedes Benz no puede prestarse a este tipo de relaciones e intentar evadir responsabilidades con el país y sus trabajadores. Asimismo, mal haría la autoridad en permitirlo, pero en estos tiempos donde las ideas conservadoras se imponen de manera cínica ya nada puede extrañar.
Jornada Jalisco
Una nota publicada en La Jornada Jalisco (31-01-2007), a principios de la semana pasada, ha provocado la siguiente reflexión. La noticia trataba de cómo la Mercedes Benz, en colusión con un sindicato fantasma –organización que brinda protección a los patrones sin que ni siquiera los trabajadores, que se supone están afiliados a la misma, están enterados de su existencia-, trataba de evadir sus obligaciones fiscales y laborales mediante un fingido emplazamiento de huelga que, como se sabe, suspende la posibilidad de cualquier embargo de su patrimonio, en la lógica de que primero deben preservarse los intereses de los trabajadores, que, a fin de cuentas, también son birlados por la maniobra entre el sindicato venal y la empresa.
Normalmente este tipo de organizaciones fantasma son cobijados por líderes, y ahora despachos de abogados patronales, corruptos que cuentan con registros sindicales que los ponen al servicio de las empresas para evitar que los trabajadores puedan organizarse de manera libre o intente otro sindicato buscar la titularidad de un Contrato Colectivo de Trabajo.
Para los empresarios este sistema es muy cómodo y cierto porque piensan que se evitan conflictos laborales pagando una módica cantidad al dirigente del gremio o al “asesor” legal –ya saben que con esa cotización, que se pacta periódicamente, están protegidos sus intereses-, e incluso, para que los trabajadores ni siquiera se enteren de que existe tal sindicato, ya sea como equivalente de esa cotización o adicionalmente, “subsidian” la cuota sindical que debiera paga cada trabajador para el sostenimiento de la organización. De hecho, este hábito, que desgraciadamente es mayoritario en el medio laboral, es solapado por la autoridad como parte implícita de la llamada “nueva cultura laboral” –que prefiere y alienta el sindicalismo dócil-, facilitando que sean los patrones y no los trabajadores, los que elijan el sindicato que quieren para su empresa. Esta práctica –de proteger los intereses de los empresarios en materia sindical- es usada también como “estímulo” a la inversión, es decir, como parte del paquete que el gobierno –en cualquiera de sus niveles- utiliza para tratar de “vender” estabilidad a fin de atraer capitales.
¿Cómo opera la maniobra intentada por la Mercedes Benz? Cuando una empresa que optó por un sindicato fantasma o, incluso, por un sindicato a modo, que también se les conoce coloquialmente como charros –el mote se debe a un dirigente ferrocarrilero de fines de los cuarenta que gustaba de vestir como charro y lo apodaban así, pero además servía de manera descarada y corrupta a los intereses del patrón y del gobierno-, independientemente de usarlo para evitar que se organicen por iniciativa propia sus trabajadores y detectar de inmediato a “los revoltosos”, cuando lo intenten, y liberarse de ellos, también sirve para protegerse contra las amenazas que se derivan del atraso o incumplimiento de sus obligaciones legales, en especial las de carácter fiscal o laboral, mediante la simulación de un emplazamiento de huelga.
Este artificio puede servir, ya sea como medida temporal, en tanto, puede recuperarse la empresa y cumplir sus responsabilidades o, en su defecto, para preparar su cierre y evitar no sólo el pago de obligaciones fiscales sino también las indemnizaciones a sus trabajadores.
Pongo otro ejemplo real, sin que necesariamente sea el caso exacto de la Mercedes Benz. Una vez un dueño de una mediana empresa industrial, que escogió un sindicato charro como titular de su Contrato Colectivo de Trabajo, acudió a su líder para pedirle que lo emplazara a huelga porque el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) amenazaba con embargar sus bienes y la única manera de evadirlo era a través de esa argucia legal, en virtud de que los emplazamientos suspenden cualquier procedimiento de incautación, en la idea de cuidar, primero, en caso de bancarrota, los derechos de los trabajadores. Una empresa en esas condiciones, puede sufrir, en complicidad con el líder sindical, un amago legal de huelga, a la que se le establece fecha de estallamiento, pero luego se le prorroga periódicamente y así puede pasarse un buen tiempo, en tanto se corrige la situación financiera de la empresa o se decide cerrarla definitivamente.
En el caso que relato, el dueño de la empresa, después de varias prorrogas del emplazamiento y ya sin la colusión de las autoridades laborales –que estaban cansadas de la maniobra a pesar de la iguala que también se llevaban-, decidió hacer una acción audaz y bien planeada con el apoyo del líder. Aprovechando la buena fe de los obreros, que conocían de las dificultades económicas de la empresa y pensaban que el dirigente sindical la había emplazado a huelga para defender sus intereses, una noche, cuando no había trabajadores laborando, apareció por las instalaciones con un transporte y sacó la maquinaria más costosa y moderna de la misma para llevársela a otro lugar y abrir una nueva fábrica, con otra razón social y un nuevo Contrato Colectivo de Trabajo pero ¡con el mismo sindicato; con el mismo líder!
Al día siguiente que se presentaron los trabajadores a laborar se dieron cuenta del saqueo y avisaron al dirigente sindical que se apersonó en la fábrica e indignado amenazó con demandar penalmente al dueño, ordenó vigilar el inmueble y decidió ya no prorrogar sino estallar la huelga. Los trabajadores hicieron guardias noche y día para que ya no se llevaran más maquinaria y luego durante la huelga que duró tres años, hasta que se resolviera el juicio laboral y la autoridad les asignaran los bienes que quedaban en la fábrica y con los cuales se iban a pagar sus indemnizaciones, sus liquidaciones por los años trabajados –que no eran pocos-, porque el dueño ya jamás volvió a aparecer.
Una vez que remataron los bienes la utilidad que obtuvieron no cubrió ni el 30% de las indemnizaciones que les correspondía por ley y todavía, para colmo, tuvieron que darle al líder sindical una parte de las mismas ¡por haberlos defendido! Más tarde algunos trabajadores se enteraron de la maniobra entre el líder sindical y el dueño de la empresa y que jamás procedió la demanda penal y que, además, parte de los bienes que habían rematado los había adquirido, a precios risibles, su anterior patrón. Así opera el bajo mundo sindical que han solapado nuestras autoridades en el ánimo de “cuidar” a los inversionistas.
Decía un obrero que una fuente de trabajo que no fuera capaz de cumplir con sus mínimas obligaciones legales ni con sus trabajadores para que pueda prestarse un trabajo en condiciones dignas de salario y ambiente laboral, no merecía existir ni llamarse empresa ni su dueño empresario, sino bucanero del siglo XXI; explotador, aprovechado. No sólo tenía razón sino que la propia Organización Internacional del Trabajo ha establecido principios que debieran respetarse en toda relación laboral para evitar volver a tratos de semiesclavitud y sobajamiento.
Hoy, el prestigio de la Mercedes Benz no puede prestarse a este tipo de relaciones e intentar evadir responsabilidades con el país y sus trabajadores. Asimismo, mal haría la autoridad en permitirlo, pero en estos tiempos donde las ideas conservadoras se imponen de manera cínica ya nada puede extrañar.
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