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miércoles, enero 13, 2010

La nueva estrategia golpista de los EEUU en América Latina


Los Marines yanquis, símbolo de los proceso de intervención gringa en América Latina, son parte de las nuevas maniobras que el Imperio encara en el continente.
escrito por Miguel Urbano Rodrigues

(Resumen Latinoamericano) -El desenlace del golpe en Honduras llamo la atención para la nueva estrategia golpista de los EEUU en América Latina.

Es evidente que Washington, recurriendo a procesos diferentes de los tradicionales, consiguió lo que pretendía: derrocar a un presidente progresista democráticamente electo y sustituirlo por gente de su entera confianza.

Esa victoria del imperialismo no debe de ser subestimada porque se integra en una estrategia ambiciosa, que intenta neutralizar, sin prisas, el movimiento de contestación de los pueblos de América Latina a la dominación de los EEUU.

El sistema de poder imperial identifica como “amenaza” a los gobiernos de Venezuela bolivariana y de Bolivia, que condenan al capitalismo, proponiendo como alternativa el socialismo. La Casa Blanca teme que Ecuador siga el mismo rumbo y no esconde su inquietud por la elección en Uruguay, en Nicaragua, y en El Salvador y Paraguay de presidentes con programas anti-neoliberales (aunque no los apliquen).

Empantanados en guerras perdidas en Irak y en Afganistán, alarmados con el caos paquistaní e incapaces, hasta ahora, de imponer su voluntad a Irán –el único gran país musulmán de Asia que desenvuelve una política independiente- el sistema de poder en los EEUU siente el peligro de la “avanzada revolucionaria” de los pueblos de América latina. El precedente de Cuba asusta.

En ese contexto, el golpe atípico en Honduras fue el prologo de una estratégia cuyo objetivo es el restablecimiento del viejo orden imperial en una Región que durante más de un siglo era presentada como “el patio trasero”.

¿Porque atípico?

En la apariencia fue un cuartelazo a la moda antigua. El comandante del ejército (un general formado en la Escuela de las Américas, con antecedentes por haber jefaturado una banda de ladrones de automóviles) mandó aprehender al presidente. De madrugada, la tropa invadió el palacio y Manuel Zelaya, aún en pijama, fue metido en un avión y expulsado para Costa Rica. Simultáneamente un político de extrema derecha, se proclamó presidente de la República.

Pero todo fue minuciosamente preparado. El primitivismo y la brutalidad del golpe suscitaron una repulsa universal. La casa Blanca se apresuró a condenar el gorilazo y a pedir el restablecimiento de la normalidad constitucional. Todo fue montado para colocar a Obama fuera de sospecha. Pero en cuanto los países de la Unión Europea retiraron sus embajadores de Tegucigalpa, los EEUU mantuvieron el suyo en la capital hondureña y no suspendieron la ayuda económica y militar al gobierno fantoche de Micheletti.

Con el correr de los días la complicidad de los EEUU se hizo evidente. El embajador Hugo Llorens es un cubano de Miami naturalizado norteamericano. Fue en la propia embajada que Micheletti y los generales gorilas montaron el golpe. El comando de la fuerza aérea hondureña está además instalado en la base militar estadounidense de Palmerola.

Se siguió el libreto de la condenación formal del golpe por la OEA y la mediación del costarricense Oscar Arias, un incondicional de Washington. Era preciso ganar tiempo. El regreso sensacional de Manuel Zelaya y su instalación en la Embajada de Brasil creó una situación no prevista. Pero Hillary Clinton maniobró a manera de impedir que el presidente legítimo reasumiese el cargo. Además rechazó siempre definir como “golpe” el cuartelazo que derribó a Zelaya.

La preparación de la farsa electoral de Noviembre fue montada de acuerdo con el subsecretario de Estado de los EEUU, Thomas Shanon. Enviado por Obama, ese miembro del gobierno garantizó al entonces candidato a la Presidencia, el millonário Porfirio Lobo, su ex colega en la Universidad de Yale, que Washington reconocería las elecciones como legitimas.

En las semanas siguientes, marcadas por la intensa represión, ocurrieron algunos episodios de farsa que no alteraron el desenlace. La abstención real en la elección fraudulenta, elogiada como democrática en los EEUU, habrá sido superior al 60%.

En los proximos dias, Porfirio Lobo tomará posesión y la administración Obama reconocerá como legitimo a su gobierno. Todo indica que los gobiernos de la Unión Europea, con pocas excepciones, también restablecerán gradualmente relaciones diplomáticas con Honduras.

La Casa Blanca no esconde su satisfacción. Considera resuelta la crisis hondureña. Al final, los EEUU idearon y patrocinaron un golpe militar, simularon condenar el derrumbamiento del presidente constitucional, y, a través de una farsa electoral, colocaron en Tegucigalpa a un hombre de su confianza. El gobierno de Lobo será una dictadura de fachada institucional.

El caso hondureño reforzó en Washington la autoridad de los defensores de la nueva estratégia impulsada para América Latina.

Otra vertiente de esta es la ampliación de la presencia militar directa de los EEUU en la Región. El regreso de la IV Flota a las aguas sudamericanas anticipo una decisión que configura una amenaza ostensiva a los países que intentan seguir una política soberana: la instalación en Colombia de 7 bases militares norteamericanas.

La iniciativa suscitó una ola de protestas de dimensión continental. La divulgación del texto en ingles del acuerdo firmado con el gobierno de Bogotá confirmó que las Fuerzas Armadas de los EEUU instaladas en territorio colombiano no solamente pueden, de ahora en adelante, participar del combate a las guerrillas de las FARC y del ELN sino intervenir sin limitaciones donde quiera que Washington considere eso necesário.

La indignación de los pueblos latinoamericanos se hizo patente en la Conferencia de UNASUR, realizada en Bariloche, en la Argentina. Más nada salió de ese encuentro donde el presidente Lula, conciliador con Uribe, dedico más tiempo a criticar a Chávez, Evo Morales y Rafael Correa que ha denunciar la amenaza para América Latina de las nuevas bases militares estadounidenses.

Washington, además del apoyo incondicional del gobierno neofascista de Álvaro Uribe, tiene un aliado firme en el gobierno del peruano Alan Garcia y confía que en Chile el candidato de extrema derecha, el multimillonário Sebastián Pinera, sea electo presidente el 17 de Enero en la segunda vuelta.

El apoyo de esa troika y las excelentes relaciones mantenidas con Brasil, la Argentina y el Uruguay permitieron a Obama, en el ámbito de la nueva estrategia, endurecer su posición frente a los gobiernos de Chávez, Evo y Correa.

La ratificación por el Congreso de Brasil de la adhesión de Venezuela al Mercosur fue, en tanto, un rudo golpe para los EEUU. Washington no esconde su apoyo a la política y financiera del gobierno de Lula, de corte neoliberal, que en lo fundamental, como buen administrador del capitalismo, favorece al gran capital y a la agro-industria y no afecta los intereses de las trasnacionales. Pero Obama no esconde sus aprehensiones relativas a algunas iniciativas tomadas por Brasilia en el campo de la política exterior. El proyecto de crear el Sucre como moneda que sustituiría al dólar en las transacciones comerciales entre los miembros del ALBA es visto por los banqueros de Wall Street como un desafío intolerable. La profundización de las relaciones del Mercosur con la Unión Europea es otro motivo de preocupación para la administración de Obama.

La nueva estrategia golpista para el Hemisferio fue concebida precisamente para dar una respuesta global al avance de las fuerzas progresistas en el Sur del Continente. El Departamento de Estado y el Pentágono llegaron a la conclusión de que era urgente detener ese avance.

En Washington se excluye por ahora la intervención militar directa en países que no se someten. La repercusión internacional de una iniciativa de ese género sería desastrosa para la imagen de los EEUU, tan desgastada por sus guerras asiáticas.

Pero sería una ingenuidad creer que las bases norteamericanas en Colombia no serán utilizadas para una escalada de provocaciones contra Venezuela y otros países de la Región. Independientemente del refuerzo de la intervención contra las FARC, la heroica guerrilla-partido calumniada por el imperialismo.

El Departamento de Estado –donde Hillary Clinton desenvuelve una actividad tan negativa como Condoleeza Rice en la presidencia de Bush- confía sobretodo en el efecto de su política en los países cuyos gobiernos define como “enemigos”.

Espera, gracias a una nueva estrategia, tener éxito en aquello que en medio siglo de guerra no declarada los EEUU no consiguieron en Cuba.

El golpe hondureño no se puede obviamente repetir en cualquiera de los países sudamericanos que defienden una alternativa al capitalismo.

Más Washington supo extraer lecciones importantes del acontecimiento.

Destruir por dentro el régimen venezolano seria, en la opinión de los asesores de Obama, el objetivo principal. Hillary viene además multiplicando los ataques al gobierno de Caracas, consciente de que Venezuela bolivariana es hoy –como afirma el economista francés Remy Herrera “uno de los frentes anti-imperialistas más dinámicos del mundo”.

Pero la Revolución bolivariana atraviesa una fase difícil. La caída del precio del petróleo privó al gobierno de recursos financieros que fueron fundamentales en la batalla contra el analfabetismo, en el abastecimiento de alimentos subsidiados a las capas más pobres de la población y para el éxito de las misiones que hicieron posible, con la cooperación solidaria de más de 20 000 médicos cubanos, prestar asistencia médica a millones de venezolanos que a ella no tenían acceso.

La enorme popularidad del presidente junto a las masas y la adhesión de estas a la condena del capitalismo y al proyecto de transición para el socialismo como alternativa a la hegemonía del imperialismo resultó sobre todo de la humanización de las condiciones de vida de la gran mayoría de la población, sumida en la miseria.

Los efectos de la crisis mundial del capitalismo, al manifestarse en Venezuela –destacadamente a través de las cotizaciones del petróleo y de una inflación acelerada- afectaron, como era inevitable toda la estratégia del desarrollo.

El Partido socialista Unido de Venezuela –PSUV- no alcanzó su objetivo. Su fundación respondió a una necesidad histórica. Pero el PSUV fue creado a prisa, por decisión del Presidente, y estructurado de arriba para abajo, con intervención mínima de las masas populares. Resultado: nació infestado de oportunistas. Es significativo que el Partido Comunista de Venezuela y Patria para Todos, dos organizaciones revolucionarias que siempre apoyaron (y apoyan) a Chávez, no se hayan disuelto e integrado al PSUV.

El llamado Socialismo del Siglo XXI pretende ser la ideología que encaminará a la Revolución bolivariana a un socialismo original. Pero aquellos que identifican en él un “modelo” para América Latina han contribuido sobre todo a sembrar la confusión ideológica. Algunos dirigentes y cuadros del PSUV se muestran más preocupados en criticar el marxismo que en colaborar con el Presidente en el desmontaje de los engranajes del Estado venezolano que permanecen bajo el control de la burguesía.

Contrariamente a lo que muchos europeos creen, Venezuela continua siendo un país capitalista en el cual las antiguas elites conservan un gran poder económico que les garantiza la propiedad de los medios de producción (tierras, industrias, comercio, etc.), el control parcial de la actividad bancaria y financiera, y de los medios de comunicación social.

Y es en ese contexto que una oposición poderosa y cada vez más arrogante desafía a Hugo Chávez, consciente de que la supervivencia de la revolución bolivariana está indisolublemente ligada a la persona del Presidente.

Las esperanzas de los EEUU residen por eso mismo en un agravamiento de la situación económica del país que altere la correlación de fuerzas existente.

Encuestas recientes revelan que la popularidad de Chávez viene disminuyendo.

No pudiendo intervenir militarmente, Washington apoya en los bastidores todas las iniciativas de oposición que puedan desestabilizar al país, dividir al chavismo, sembrar dudas en las Fuerzas Armadas y debilitar el poder del Presidente.

No se debe –repito- subestimar el peligro representado por la paciente estrategia golpista de la Administración norteamericana en lo tocante a Venezuela. Washington trata de favorecer al máximo, y estimular a través de provocaciones externas, el trabajo interno de sabotaje de la Revolución bolivariana.

Bolivia y Ecuador

Bolivia es otro objetivo de la nueva estratégia golpista estadounidense.

Tal como en Venezuela, el éxito del proceso revolucionario en curso es inseparable de la acción y el prestigio de su líder. Evo Morales cuenta con el apoyo abrumador de las masas aymaras y quechuas, que constituyen la mayoría de la población. Evo es el primer indígena que llega a la Presidencia en América del Sur.

No solamente honró los compromisos asumidos con su pueblo sino que fue más lejos en una radicalización progresiva de posiciones, que lo llevó a tomar medidas revolucionarias generadas de confrontación con el imperialismo norteamericano y con las trasnacionales brasileñas y españolas. En tanto, el MAS, que cuenta ahora con más de dos tercios del Congreso, continua siendo más un movimiento que propiamente un partido. El “socialismo comunitario”, la opción boliviana que llevaría al país al socialismo, refleja las contradicciones del MAS y la influencia de una exacerbación del indigenismo.

En el gobierno actúan fuerzas que se esfuerzan por impedir la aplicación de transformaciones revolucionarias. El propio vice-presidente de la República, Garcia Linera, es un intelectual cuya tesis sobre la necesidad de un “capitalismo andino-amazónico” deja evidenciar su confusión ideológica, expresada además en la defensa que hace de las ideas de Toni Negri.

Washington acompaña con atención las fragilidades del proceso boliviano. La embajada norteamericana se viene involucrando en conspiraciones contra Evo Morales y agentes de los servicios de inteligencia, de la CIA y de la DEA, mantienen relaciones estrechas con los dirigentes de la oligarquía de Santa Cruz, núcleo del movimiento separatista.

Siendo Bolivia por la fuerza de la oposición el país más vulnerable de la troika progresista sudamericana, los EEUU no pierden la esperanza de crear en el país una situación de caos, propicia para abrir la puerta al restablecimiento del viejo orden.

Correa en la lista negra de Washington

Rafael Correa es un reformador anti-neoliberal, más no se propone dirigir a Ecuador al socialismo. Pasó ,sin embargo, a ser también considerado por el Pentágono como “enemigo de los EEUU” a partir del día en que declaró que cerraría la Base Militar de Manta cuando expirase el Acuerdo que había permitido su instalación.

La manera como defendió la soberanía de su país en situaciones de conflicto con las trasnacionales petroleras y bananeras que no la respetaban y las excelentes relaciones que desenvuelve con Venezuela, Bolivia y Cuba contribuyeron para empeorar las relaciones de Washington con el joven presidente de Ecuador. Y la tensión aumentó cuando el gobierno de Quito presentó pruebas de que la base de Manta había colaborado activamente con la fuerza aérea colombiana en la preparación del bombardeo en territorio del Ecuador del campamento del Comandante Raúl Reyes, de las FARC, agresión pirata que provocó entonces el rompimiento de relaciones con el gobierno de Uribe.

La dignidad y la firmeza de Rafael Correa en la defensa de la independencia nacional conquistaron el respeto de su pueblo, pero la agresividad de la derecha oligárquica, apoyada por los EEUU, aconseja mucha prudencia en las previsiones sobre el futuro próximo. En la práctica es muy reducido el poder real de un presidente patriota y progresista en un país que en el final del siglo XX fue forzado por los EEUU a adoptar el dólar como moneda nacional.

XXX

El discurso humanista de Barack Obama no emociona más a la mayoría de aquellos que creyeron en sus promesas de campaña. Los actos del presidente de los EEUU le desmienten las palabras. El ciudadano distinguido con el Premio Nobel de la Paz aprueba e incentiva una política que promueve el terrorismo, estimula el militarismo y que ha contribuido para la intensificación y esparcimiento de guerras desencadenadas por su país en Medio Oriente y en Asia Central

El actual presupuesto de defensa de los EEUU, de 700 000 millones de dólares es superior a todos los demás presupuestos militares del mundo sumados.

Relativo a la América Latina, el compromiso de una nueva política es negado por la realidad. La nueva estrategia intervencionista de la Casa Blanca para el Sur del Hemisferio es más intervencionista y peligrosa de lo que fue la de George Bush.

Del Rio Grande a la Patagonia los pueblos comienzan a tomar conciencia de esa amenaza. Los objetivos prioritarios son Venezuela bolivariana y Bolivia. Grandes luchas contra el imperialismo estadounidense se esbozan en el horizonte.

Traducción: Pável Blanco Cabrera

FUENTE

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2010::

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