Memorias extraditables
Publico
Como el disfraz verde de Mambrú no funcionó, ni las ciudades sitiadas han rendido los frutos visibles que se esperaban en la lucha contra el narcotráfico, nuestros ilustres guerreros decidieron enseñarle los dientes a los jefes de la mafia.
En un acto de valentía patriótica, optaron por tomar las cosas en serio y le hablaron a su hermano mayor para entregarle en forma de ofrenda, quizá un tanto influenciados por el éxito de Apocalypto, algunas cabezas de narcotraficantes presos en las cárceles mexicanas.
En estos casos la soberanía no existe. A esa palabra muy de moda en el siglo XIX tan solo hay que oponerle la palabra globalización para que, por arte de magia, se convierta en un referente antiguo sin ningún significado real para los nuevos tiempos que vivimos.
La soberanía nacional está al servicio de las necesidades de seguridad nacional de nuestros vecinos y el concepto de ampliación de fronteras que desde hace años practica Estados Unidos no se refiere exclusivamente al aspecto económico, sino que toca básicamente todas aquellas actividades que, a juicio de ellos mismos, puedan poner en riesgo el control político de la región y la ya mencionada seguridad nacional.
La entrega de narcotraficantes al gobierno de Estados Unidos evidencia la incapacidad del Estado mexicano para mantener el control geopolítico que se requiere y garantizar la tranquilidad de nuestros vecinos del Norte. En otras palabras, el Estado mexicano cada vez le resulta menos confiable a los norteamericanos para cuidar su patio trasero.
Sería muy raro encontrar algún país del mundo que luche en contra del narcotráfico. Lo que la mayoría de los estados hacen es controlar a las organizaciones, los territorios, la producción, las cuotas, el consumo y los flujos financieros del narcotráfico. Cuando el Estado pierde este control, también pierde soberanía, siempre en beneficio de un jugador más fuerte.
Incapaz de reformar al sistema judicial, policial y carcelario, es decir, incapaz de reformarse a sí mismo, el Estado mexicano opta por entregarle al jugador más fuerte algunas piezas que pueden ser claves para mantener el control del tráfico de drogas en México.
Los capos extraditados se llevan con ellos información importante sobre sus principales socios en el gobierno. Como todo buen mafioso tienen su memoria llena de nombres de los políticos, jueces, policías, sacerdotes y hombres de negocios con quienes mantienen floreciente el gran negocio del narcotráfico. Información valiosa que en su momento podrá ser canjeada con quien sepa usarla para su beneficio.
La extradición fue un acto de valentía.
rcastela@cencar.udg.mx
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