La sociedad del espectáculo y el ridículo de los políticos
Jornada Jalisco
El agotamiento del sistema político autoritario es evidente, no lo ven quienes piensan solamente en función de su interés individual económico e ignoran la necesidad social, lo colectivo. Ese agotamiento también se puede observar en los espacios encargados de reproducir las relaciones sociales autoritarias, de tal manera que el conservadurismo y la barbarie están personificadas por quienes ocupan dichos espacios.
Así lo demuestran el que el gobernador de Jalisco, los directores de los medios de comunicación masivos, los secretarios de Educación y Cultura, el rector de la Universidad de Guadalajara, los presidentes de los partidos políticos y los coordinadores de los poderes Legislativo y Judicial del estado, sean ejemplares de la barbarie política y el conservadurismo vulgar, por más que algunos periodistas y académicos se esfuercen por destacar sus dotes, que sólo confirma el lugar desde dónde piensan éstos la realidad.
Pero no se hagan ilusiones quienes están suponiendo que me refiero a los actuales funcionarios y políticos profesionales que ocupan los encargos de la Sociedad del Poder, en descargo de los anteriores, pues la temporalidad en esto no se mide con el tiempo del reloj, ni tampoco especulo en relación con otros que pudieron haber sido los escogidos, porque a final de cuentas hubieran aplicado las mismas políticas, aunque con algunas variables.
Tampoco se trata de que la personalidad autoritaria sólo corresponde al dictador y no a quienes nos subordinamos a él, pues con ello reproducimos la relación social dominante. Es decir, igual se cumple la función de reproducir las relaciones jerárquicas.
Por supuesto que no se puede generalizar, ya que la gente común está en permanente resistencia a dicha dominación, y la disputa por el poder y el dinero cada vez más representa una curiosidad digna de compasión, ya que exige, en las condiciones que impone la sociedad del espectáculo y de consumo, un tipo de pobreza intelectual y emocional que no puede arraigarse en la mayoría de las personas, porque no están en condiciones de promover tal afrenta a su personalidad, aunque se empeñen.
En este sentido es por demás entretenerse en renegar respecto de quiénes ocupan los espacios del poder y el control de las instituciones del Estado (que si Ana Rosa Payán para gobernadora de Yucatán o no, que si Carlos Briceño para rector de la UdeG o no, que si Enrique Ibarra Pedroza o Emilio González Márquez, que si el PAN o el PRD), de lo que se trata, si lo que se quiere es pensar en otro sistema de relaciones sociales, es de dejar de hacer las existentes, y ello conlleva estar al margen de los espacios que impone el sistema político. Ya nos viéramos haciendo el ridículo exigiendo que se quiten a unos para ponerse otros en el mismo lugar que representa el poder y la dominación.
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