Fox con la cara al viento
Publico
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En casi cualquier país es normal que el jefe del Gobierno participe activamente en la competencia electoral. En México es ilegítimo e ilegal. Lo que dijo Vicente Fox en Washington suena diferente allá que acá.
Sin embargo, Fox dice desde allá lo que todos sabemos acá, a pesar de que Calderón lo ha negado y el propio Fox lo había ocultado: sin la ayuda del entonces presidente y de otros poderosos, Calderón no hubiera llegado a Los Pinos.
Así, Vicente Fox llegó al poder violando la ley con los amigos de sí mismo y terminó su mandato de la misma forma. Mas, en medio, también violó la ley, según él nos lo relató desde Washington: militó a favor del desafuero de López Obrador. Como se sabe, el Presidente de la República no puede dar órdenes al Ministerio Público para que éste ejerza acción penal o deje de hacerlo. Sin embargo, hoy nos cuenta Fox que esa pelea la perdió, lo que indica sin duda que primero la dio, logró el desafuero y, después, tuvo que dar órdenes, también ilegales, para que la PGR detuviera el procedimiento.
El relato de Fox en Washington es cínico por la vía necesaria de la confesión sin rubor alguno: el ex presidente se siente orgulloso de haber usado de manera ilegal el cargo que tuvo. El abuso de poder, la usurpación de funciones, el uso indebido de recursos públicos y la colusión de funcionarios son confesados con la tranquilidad de quien expone sus fechorías sin asomo de la más elemental ética.
Calderón ha recibido ataques de muchas procedencias, pero el más certero ha estado a cargo de su mayor apoyatura, tanto porque es irrebatible como porque es lógico. El complot del que habló Andrés Manuel, tan ridiculizado en tantos medios y por tantos comentaristas, está ahora en labios del principal conspirador: Vicente Fox, quien hizo todo, como Presidente de la República, para evitar que el perredista le relevara en el cargo. Hoy, Fox se refiere a aquello con orgullo, levanta la cara al viento y proclama su triunfo. Sí, pues, triunfó Vicente Fox y le hizo un gran daño a la incipiente pero ya muy mancillada democracia mexicana.
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