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A las diez de la mañana de ayer, en Acapulco, un grupo armado asaltaba a sangre y fuego dos comandancias de la Policía Investigadora Ministerial, dejando por lo menos siete policías muertos y un número indeterminado de heridos. A la misma hora, el presidente Felipe Calderón inauguraba en Tlaquepaque el programa Escuela Segura, con el que se pretende coordinar esfuerzos de autoridades, maestros, padres e hijos para que impulsen la creación de “un entorno seguro que comience en la escuela y termine en la comunidad”.
El programa comenzó en Tlaquepaque porque, según dijo Calderón, es el municipio con mayor índice delictivo en el país. La afirmación , que puede ser cierta, sorprende porque la villa alfarera no ha sido centro de las operaciones escandalosas de los narcotraficantes, como ocurre en algunas localidades del estado de Guerrero (como Acapulco), o de Sinaloa, (como Culiacán) en donde ayer ultimaron con más de cien balas a un comandante policiaco.
Ante los jaliscienses, Calderón dijo que “no basta con atrapar a los delincuentes”, sino que además, “defenderemos la escuela”. Lo aseguró como si su gobierno estuviera atrapando a los jefes de la delincuencia; como si los vistosos operativos que ha organizado con la participación de miles de elementos militares hubieran rendido frutos; vamos, como si la estructura de la delincuencia organizada se hubiera deteriorado como consecuencia de las acciones de su gobierno. Lo dijo, en fin, como si tuviera en sus manos a los capos del narcotráfico o, por lo menos, conociera ya los elementos que conducirán a su detención. Lamentablemente, los ajusticiamientos cotidianos, las venganzas, las muertes violentas nos demuestran que su estrategia hasta el momento sólo ha servido para mostrar una coreografía adecuada a la televisión, la radio y los medios impresos.
En cuanto a defender la escuela, tengo mis dudas. Aún están presentes en la memoria los recortes multimillonarios que aplicó, en el Presupuesto 2007, a los programas de educación pública y de cultura; si su intención de defender la escuela es proporcional al dinero que quitó al rubro de la educación, entonces estamos hablando de un “interés” muy relativo.
El Programa Escuela Segura, es cierto, no costará caro. Por el contrario, se trata de un esfuerzo de coordinación trazado desde el gobierno, pero realizado con la participación de los ciudadanos. Se crearán, según se dijo ayer, una especie de “consejos escolares” en los que participen autoridades, padres, maestros y alumnos para organizar e impartir talleres, conferencias, cursos y otros elementos que se consideren convenientes para prevenir a los muchachos contra las drogas, el delito y la violencia.
Se trata de un programa muy similar al que el ex gobernador de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña, instituyó en la entidad, en defensa de la estructura familiar. En aquel programa, las dependencias oficiales designaban conferencistas que se reunieran con directivos escolares, maestros y padres de familia para prevenirlos contra los flagelos sociales más comunes.
Se ha creado, pues, un programa de mucho contacto con la gente, de mucha cercanía ciudadana (lo que reditúa beneficios políticos) y –lo mejor para el gobierno– de bajo costo. Los resultados dependerán de la forma en la que los integrantes de una comunidad escolar se coordinen, se entusiasmen y lleven a cabo sus trabajos. En estos momentos en los que el gobierno busca abrir mayores canales para legitimarse, la realización del PES encaja entre las actividades oficiales como pieza de rompecabezas. Deja de manifiesto el supuesto interés del gobierno por el sector educativo y presenta a un Calderón interesado en la seguridad de los escolares. Nada más conveniente en este momento.
Visto desde otro ángulo, la visita de Calderón movilizó a la clase política local. Decenas de funcionarios, legisladores, alcaldes y un amplio séquito de servidores públicos buscaron, aunque sea, estrechar la mano del presidente de México. Jalisco, parecían recordarle estos políticos, es el estado que le apoyó con mayor vigor y mayor fuerza.
Sin embargo, la fiesta no fue completa. Un joven de 23 años llamado Omar Nava no pudo contener su frustración y su molestia. Cuando vio pasar a Calderón en su camioneta, al concluir el acto oficial, le gritó: “¡espurio, presidente espurio!”. Inmediatamente fue detenido por elementos del Estado Mayor Presidencial, que recientemente se han caracterizado por su intolerancia y su exceso de dureza (el lunes 5, apenas, detuvieron con lujo de violencia a un diputado perredista que intentó acercarse al acto cívico que presidía Calderón).
La gente que se encontraba en los alrededores de la escuela visitada ayer por Calderón vio la detención del muchacho y criticó a los guardias presidenciales, pero las críticas de nada sirvieron. De cualquier forma, el joven fue retenido y entregado, una hora después, a la policía de Tlaquepaque, sin que se supiera más tarde qué ocurrió con él.
Por la noche, Calderón se reunió en Los Pinos con su principal operadora “escolar”, la maestra Elba Esther Gordillo, así como los principales líderes magisteriales del SNTE que trabajan bajo su batuta. Total, ayer Calderón dedicó el día a lo que él entiende por educación. Sólo falta que destine los recursos federales significativos para impulsarla y mejorarla. Y eso es todo por hoy, nos leemos mañana en este espacio.
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