La derecha, fuera de este tiempo
La Jornada
Hubo una serie de hechos que se iniciaron con un debate que se dio en el contexto de la reunión anual de Davos. Participaron Lula, presidente de Brasil; el inquilino de Los Pinos; Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), con sede en Washington, y el principal directivo de una enorme empresa estadunidense, ALCOA, de apellido Belda. El debate fue coordinado por una periodista de la oficina en Londres de una cadena internacional de televisión.
Se trataba del desarrollo y perspectivas de América Latina. Hubo dos afirmaciones de Calderón que dieron al debate un carácter polémico. Por un lado, habló de dictaduras personales, sin decir nombres. Es claro que no se refería al gobernador de Oaxaca que, si bien es cierto que se ha sostenido en el poder mediante asesinatos, torturas, encarcelamientos, etcétera, también lo es que lo hizo con el apoyo del gobierno federal mexicano. Es más, hay cosas que un gobernador no puede hacer, como la deportación de presos políticos a lugares muy alejados, dentro del país, al estilo de Porfirio Díaz. Entonces, en Latinoamérica, no quedaba duda de que se refería a los presidentes de Bolivia y, sobre todo, Venezuela, aunque no quisiera decirlo francamente.
La coordinadora sí mencionó el nombre prohibido para Calderón, y preguntó a Lula su opinión sobre si Chávez podía ser considerado como factor de intranquilidad en América Latina. Lula no sólo dijo que eso no era cierto, que Chávez había sido elegido tres veces con todas las reglas de la democracia, con observadores internacionales, y que había que considerar los problemas de cada país antes de emitir discursos al respecto.
Tal vez el otro punto polémico fue más a fondo, y seguro que despertó más polémica, ahora entre los cuatro participantes en el debate. Calderón habló en favor del libre mercado y en contra de las nacionalizaciones. Lula, en la misma intervención en que tocó el punto anterior, dijo que no había que asustarse con las nacionalizaciones. Que Venezuela y Bolivia tenían en sus recursos naturales su única riqueza. Que cada país es diferente y que había que comprender incluso que el gobierno de Bolivia quisiera mejores precios por el gas natural que vende a su país, Brasil. Y también dijo, en otra intervención, que se consideró que el mercado iba a resolver los problemas, lo cual no fue cierto.
Lo que dijo sobre esto Insulza, de la OEA, tuvo menos repercusión pero en mi opinión fue muy importante. Dijo que en los años 80, cuando se inició el periodo que nosotros podríamos llamar "de los tecnócratas", se consideró que el Estado era parte del problema, pero no parte de la solución. Y que eso ha cambiado. El papel del Estado está nuevamente en acción. Y hay que hacer algo frente a los problemas. Bolivia no sólo es el país más pobre, sino tiene la peor distribución de la riqueza. Si, en un extremo, en Uruguay el 20 por ciento más pobre de la población recibe 9 por ciento del ingreso nacional, en Bolivia ese 20 por ciento recibe 2.2 por ciento del ingreso nacional. En evidente alusión a México, sin mencionarlo, dijo que si se ganaba una elección por un margen muy estrecho, se iban a tener más problemas.
Por si fuera poco, el empresario Belda también reivindicó el papel del Estado. Indicó que ahora que esto se recuperaba, había que recuperar, también, los 20 años en los que países como China y Corea del Sur sí estuvieron creciendo. Calderón ya no sabía por dónde salirse.
En México, días después, se concentran las manifestaciones de descontento que había habido por el aumento de los precios del maíz, de la leche Liconsa y de otros productos, varios de ellos de la canasta básica. Se conjugan en marchas y en mítines en el Zócalo, en un número de descontentos que no se había dado después del primero de diciembre en que Calderón inició su mandato. Su rollo de defensa del supuesto mercado libre cae ante la realidad de monopolios en México, apoyados y hasta subsidiados por el gobierno. Y los precios aumentados no fueron de mercado, porque, como se ha mostrado, una y otra vez, son más altos que, por ejemplo, en Estados Unidos. Fueron precios de monopolio.
Hay varios indicios de que las marchas y mítines que tuvimos son sólo el principio de una nueva etapa de lucha. No sólo porque lo dijeron los que encabezaron las marchas y los mítines. Por un lado, el primero de enero de 2008 faltan menos de 11 meses, conforme al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), quedan abiertas las importaciones de maíz y frijol, que forman la combinación más nutritiva para quienes no tienen dinero para alimentos más caros. Desde la campaña, López Obrador señaló reiteradamente que esto no debía entrar en vigor, por sus efectos catastróficos para millones de campesinos. La derecha, claro, o se quedó callada o dijo que se debía respetar tal cual el TLCAN.
Por otro lado, Calderón, en una reunión con legisladores de su partido, plantea que deben lograrse reformas para posibilitar la inversión privada en Pemex y en la Comisión Federal de Electricidad. Aunque no les quiera decir a las cosas por su nombre, está planteando pasos privatizadores, desnacionalizadores, prohibidos por la Constitución.
Calderón, cada vez más aislado en Latinoamérica y en el mundo, aferrado a un periodo histórico que nuestra región y el mundo cada vez han dejado más rebasado, se ve también enfrentado a sectores crecientes de la población mexicana. Por eso detesta la derecha mexicana el creciente viraje a la izquierda en cada vez más países de América Latina. Porque lo sucedido con la derecha de esos países le muestra la imagen de su propio futuro.
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