Por Osvaldo Bayer
Desde La Habana
Feria del Libro. La buena palabra, la generosa. Esta vez me tocó verla en La Habana. Nunca vi una cosa así. Miles y miles, la mitad niños. Niños y libros. Algo hay. Todos los niños con un libro o varios o muchos bajo el brazo. Increíble. Libros gratis o también en venta. Pero por monedas. Todas las aventuras del mundo. Los corsarios, los libertadores, los animales de la selva, los magos y las hadas.
Voy con una colega que ve a un niño de nueve años con un libro grande: Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet. Mi colega le pregunta al niño: “¿Así que te interesa Fidel?”. Y el niño, con toda seriedad, le responde: “No, a mí lo que me interesa es la política”, y se aleja con paso seguro.
Cuatro conferencias por hora, en diversas salas, todas con nombres de poetas y pensadores. En la sala Guillén se trata el tema “Rodolfo Walsh en Cuba”. Hablan Lilia Ferreyra, su compañera; Miguel Bonasso y Jorge Timossi. Me acuerdo de aquel 1960 cuando visité a Rodolfo en su departamento de La Habana y conversamos de todo, porque a él le interesaba saber de todo, hasta el descifrar claves. Y yo le llevé los telegramas del Ministerio del Interior de Yrigoyen, de 1921, en el que se dan instrucciones al gobernador de Santa Cruz durante las huelgas patagónicas. El descifró todo de corrido. Un experto, Rodolfo.
Salgo de la sala Guillén con la cabeza llena de figuras y recuerdos. Encuentro poetas y ensayistas de toda América latina. Algunos viejos como yo, y entonces hay largo para conversar. Mientras tanto vamos por los jardines, todo verde, como toda Cuba. Ya es mediodía y las familias con niños por todos lados se sientan en el verde y sacan los paquetes para comer al mediodía, como los picnics que se hacían en la Buenos Aires de los años ’30. Vengo de Alemania, donde no hay niños; y menos en Italia y en España. No hay más niños, señores y señoras. Vengo de Buenos Aires, donde los niños están ante pantallas con los ojos fijos. Aquí, en La Habana, corretean y juegan como cuando yo era chico. ¿Viven retrasados? A veces el retraso es más que beneficioso. Aquí está todo: Salgari, Dumas, Julio Verne. Hay chicos tirados en el pasto leyendo. Se han comprado toda la colección por dos pesos.
A la noche, en la plaza Antiimperialista está el rock revolucionario. Con argentinos: los Vitale, el Palo, Horacio Fontova, Lizarazu, Juan Carlos Baglietto, Daniel Lebon, Fandermole, Abonizio y podría seguir con esos nombres que dicen tanto a la juventud. Miles los aplauden, al aire libre, en la isla. Y bajo la lluvia. La alegría, los sonidos. La música.
Quiero recorrer el prado de la feria para poder recapacitar. Esa pequeña isla, desde hace 48 años. Con el monstruo del Norte que la acorrala y le cierra los caminos. ¿Cómo ha hecho para resistir? Algo hay adentro. Un pueblo del Caribe al que le gusta bailar y moverse, hace 48 años que resiste al máximo poder que tira bombas cuando algo no le gusta. Y están allí, surgidos de un grupo de muchachos barbudos que llegaron en una lancha para bajar luego de las sierras. Hay algo. Claro, fácil es criticar. Falta esto, aquello. Carencias, limitaciones. Pero aguantan. Sin el Ford Sierra ni el Peugeot langostino.
En ómnibus y camiones, todos apretujados. Del prostíbulo de América a esto: el país con la Feria del Libro más grande del mundo. Y con niños. Lo repito porque me subyugan los niños, y aquí hay más del color del bronce que blanquitos. Ojos grandes, piernas ligeras.
¿Cómo han hecho? Una isla sin industrias y sin riquezas naturales. La palmera y el laurel con sus infinitas ramas-raíces. ¿Cómo han hecho? Claro, es fácil criticar si queremos criticar. Pero, vuelvo a repetir, ¿se puede criticar a un pueblo que tiene a pocos kilómetros de sus costas al poder amenazante más grande de la Tierra, que trata de ahogarlo por todos los medios? Jamás he criticado a la Revolución Cubana y sólo iré a escribir la palabra Libertad con mayúscula a ese socialismo cuando los dueños del mundo comprendan que la única actitud que se debe tener con los pueblos es la paz, la comprensión de su diversidad y, cuando se es poderoso, ayudar, ayudar, y no atacar o limitar.
Pienso que si todos los pueblos del mundo hubieran ayudado a ese experimento cubano hoy tendríamos un ejemplo a seguir. Conseguir la paz, terminar con el poder, repartir para ver rostros con alegría y con ganas de la palabra solidaridad. Solidaridad por todo lo que el ser humano debe padecer cuando llega al mundo: enfermedades, la muerte en accidentes, la incomprensión dentro mismo de las relaciones familiares. Eso es lo que hay que estudiar, dedicarse a ello y no a la agresión por el poder sobre la tierra.
Vi otro ejemplo en Cuba: la medicina. Lo que se llama la prevención médica que se les dedica a los niños. Allí está la raíz de la salud para el futuro. El secreto del éxito de la medicina cubana es la prevención. No actuar recién ante la enfermedad, sino seguir al ser humano en plazos determinados para observarlo a través del tiempo. Principalmente al futuro, los niños. ¿Qué podemos criticar nosotros los argentinos de Cuba? Si hasta con nuestros hospitales se hacen negociados.
Y otra es la escuela. Cero de ignorancia. Comparado con las demás islas del Caribe y con los países de Sudamérica, Cuba da el ejemplo: todos saben leer y escribir. Y es un valor indiscutible para formar la personalidad. La ignorancia es el camino a la explotación del ser humano. También aquí los argentinos tendríamos que callarnos la boca ante este país. Después de que en Salta el gobernador Romero hizo correr a palazos, gomazos y balazos de goma a nuestros queridos docentes norteños.
Pero volvamos a la Feria del Libro de La Habana. Me gustó la forma en que mi país contribuyó al enriquecimiento del valor de esta feria. Fueron repartidas decenas de publicaciones con cuentos, poesías y ensayos de autores de mi país. Esa es la mejor manera de hacer conocer nuestra literatura y nuestra ensayística. Pero tal vez lo que más me agradó fue un catálogo realizado por la Secretaría de Cultura de Buenos Aires sobre las editoriales pequeñas argentinas. Interesante saber la obra de esas editoriales que inician a los escritores jóvenes o difíciles sin cobrarles la edición.
También se repartieron en La Habana, en edición de la Biblioteca Nacional argentina, cuadernos de antología de la narrativa, poesía, cuentos, poemas, y letras de canciones, tango, folklore y rock. Se daban gratuitamente a los visitantes cubanos. La mejor manera de conocernos mutuamente. O, por ejemplo, se repartió una hermosa tarjeta con el retrato de nuestro querido y genial Roberto Arlt y su biografía, también llevada a cabo por nuestra Biblioteca Nacional.
Cuba es una isla en todo. También en su crecimiento y en su búsqueda. Hay que ayudarla a que realice sus proyectos y sus sueños. Por lo menos, dejándola que los desarrolle. Hasta que logre sus fines de felicidad caribeña, con sus sones, sus movimientos, tal cual los describe su literatura o su poesía. Hoy, más que nunca, América latina tiene que volver a leer a José Martí, el demócrata por excelencia.
Cuba, un país con búsqueda, dejémosla y apoyémosla para que encuentre la paz eterna en ese verde eterno.
Desde La Habana
Feria del Libro. La buena palabra, la generosa. Esta vez me tocó verla en La Habana. Nunca vi una cosa así. Miles y miles, la mitad niños. Niños y libros. Algo hay. Todos los niños con un libro o varios o muchos bajo el brazo. Increíble. Libros gratis o también en venta. Pero por monedas. Todas las aventuras del mundo. Los corsarios, los libertadores, los animales de la selva, los magos y las hadas.
Voy con una colega que ve a un niño de nueve años con un libro grande: Cien horas con Fidel, de Ignacio Ramonet. Mi colega le pregunta al niño: “¿Así que te interesa Fidel?”. Y el niño, con toda seriedad, le responde: “No, a mí lo que me interesa es la política”, y se aleja con paso seguro.
Cuatro conferencias por hora, en diversas salas, todas con nombres de poetas y pensadores. En la sala Guillén se trata el tema “Rodolfo Walsh en Cuba”. Hablan Lilia Ferreyra, su compañera; Miguel Bonasso y Jorge Timossi. Me acuerdo de aquel 1960 cuando visité a Rodolfo en su departamento de La Habana y conversamos de todo, porque a él le interesaba saber de todo, hasta el descifrar claves. Y yo le llevé los telegramas del Ministerio del Interior de Yrigoyen, de 1921, en el que se dan instrucciones al gobernador de Santa Cruz durante las huelgas patagónicas. El descifró todo de corrido. Un experto, Rodolfo.
Salgo de la sala Guillén con la cabeza llena de figuras y recuerdos. Encuentro poetas y ensayistas de toda América latina. Algunos viejos como yo, y entonces hay largo para conversar. Mientras tanto vamos por los jardines, todo verde, como toda Cuba. Ya es mediodía y las familias con niños por todos lados se sientan en el verde y sacan los paquetes para comer al mediodía, como los picnics que se hacían en la Buenos Aires de los años ’30. Vengo de Alemania, donde no hay niños; y menos en Italia y en España. No hay más niños, señores y señoras. Vengo de Buenos Aires, donde los niños están ante pantallas con los ojos fijos. Aquí, en La Habana, corretean y juegan como cuando yo era chico. ¿Viven retrasados? A veces el retraso es más que beneficioso. Aquí está todo: Salgari, Dumas, Julio Verne. Hay chicos tirados en el pasto leyendo. Se han comprado toda la colección por dos pesos.
A la noche, en la plaza Antiimperialista está el rock revolucionario. Con argentinos: los Vitale, el Palo, Horacio Fontova, Lizarazu, Juan Carlos Baglietto, Daniel Lebon, Fandermole, Abonizio y podría seguir con esos nombres que dicen tanto a la juventud. Miles los aplauden, al aire libre, en la isla. Y bajo la lluvia. La alegría, los sonidos. La música.
Quiero recorrer el prado de la feria para poder recapacitar. Esa pequeña isla, desde hace 48 años. Con el monstruo del Norte que la acorrala y le cierra los caminos. ¿Cómo ha hecho para resistir? Algo hay adentro. Un pueblo del Caribe al que le gusta bailar y moverse, hace 48 años que resiste al máximo poder que tira bombas cuando algo no le gusta. Y están allí, surgidos de un grupo de muchachos barbudos que llegaron en una lancha para bajar luego de las sierras. Hay algo. Claro, fácil es criticar. Falta esto, aquello. Carencias, limitaciones. Pero aguantan. Sin el Ford Sierra ni el Peugeot langostino.
En ómnibus y camiones, todos apretujados. Del prostíbulo de América a esto: el país con la Feria del Libro más grande del mundo. Y con niños. Lo repito porque me subyugan los niños, y aquí hay más del color del bronce que blanquitos. Ojos grandes, piernas ligeras.
¿Cómo han hecho? Una isla sin industrias y sin riquezas naturales. La palmera y el laurel con sus infinitas ramas-raíces. ¿Cómo han hecho? Claro, es fácil criticar si queremos criticar. Pero, vuelvo a repetir, ¿se puede criticar a un pueblo que tiene a pocos kilómetros de sus costas al poder amenazante más grande de la Tierra, que trata de ahogarlo por todos los medios? Jamás he criticado a la Revolución Cubana y sólo iré a escribir la palabra Libertad con mayúscula a ese socialismo cuando los dueños del mundo comprendan que la única actitud que se debe tener con los pueblos es la paz, la comprensión de su diversidad y, cuando se es poderoso, ayudar, ayudar, y no atacar o limitar.
Pienso que si todos los pueblos del mundo hubieran ayudado a ese experimento cubano hoy tendríamos un ejemplo a seguir. Conseguir la paz, terminar con el poder, repartir para ver rostros con alegría y con ganas de la palabra solidaridad. Solidaridad por todo lo que el ser humano debe padecer cuando llega al mundo: enfermedades, la muerte en accidentes, la incomprensión dentro mismo de las relaciones familiares. Eso es lo que hay que estudiar, dedicarse a ello y no a la agresión por el poder sobre la tierra.
Vi otro ejemplo en Cuba: la medicina. Lo que se llama la prevención médica que se les dedica a los niños. Allí está la raíz de la salud para el futuro. El secreto del éxito de la medicina cubana es la prevención. No actuar recién ante la enfermedad, sino seguir al ser humano en plazos determinados para observarlo a través del tiempo. Principalmente al futuro, los niños. ¿Qué podemos criticar nosotros los argentinos de Cuba? Si hasta con nuestros hospitales se hacen negociados.
Y otra es la escuela. Cero de ignorancia. Comparado con las demás islas del Caribe y con los países de Sudamérica, Cuba da el ejemplo: todos saben leer y escribir. Y es un valor indiscutible para formar la personalidad. La ignorancia es el camino a la explotación del ser humano. También aquí los argentinos tendríamos que callarnos la boca ante este país. Después de que en Salta el gobernador Romero hizo correr a palazos, gomazos y balazos de goma a nuestros queridos docentes norteños.
Pero volvamos a la Feria del Libro de La Habana. Me gustó la forma en que mi país contribuyó al enriquecimiento del valor de esta feria. Fueron repartidas decenas de publicaciones con cuentos, poesías y ensayos de autores de mi país. Esa es la mejor manera de hacer conocer nuestra literatura y nuestra ensayística. Pero tal vez lo que más me agradó fue un catálogo realizado por la Secretaría de Cultura de Buenos Aires sobre las editoriales pequeñas argentinas. Interesante saber la obra de esas editoriales que inician a los escritores jóvenes o difíciles sin cobrarles la edición.
También se repartieron en La Habana, en edición de la Biblioteca Nacional argentina, cuadernos de antología de la narrativa, poesía, cuentos, poemas, y letras de canciones, tango, folklore y rock. Se daban gratuitamente a los visitantes cubanos. La mejor manera de conocernos mutuamente. O, por ejemplo, se repartió una hermosa tarjeta con el retrato de nuestro querido y genial Roberto Arlt y su biografía, también llevada a cabo por nuestra Biblioteca Nacional.
Cuba es una isla en todo. También en su crecimiento y en su búsqueda. Hay que ayudarla a que realice sus proyectos y sus sueños. Por lo menos, dejándola que los desarrolle. Hasta que logre sus fines de felicidad caribeña, con sus sones, sus movimientos, tal cual los describe su literatura o su poesía. Hoy, más que nunca, América latina tiene que volver a leer a José Martí, el demócrata por excelencia.
Cuba, un país con búsqueda, dejémosla y apoyémosla para que encuentre la paz eterna en ese verde eterno.
Enviado por
Revista Koeyú Latinoamericano
revista@koeyu. com
Página/12. Contratapa| Buenos Aires, Sábado, 17 de Febrero de 2007
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