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jueves, diciembre 04, 2008

Guadalajara.

Guadalajara
Por: Daniel Neufeld
(Inspirado en el poema Long Beach de Elliot Fried)
Al más puro estilo beat

Guadalajara he vivido treintaicinco años contigo veo tu deterioro irreversible y creo que de esta ya no nos levantamos. He vagado por tus calles y avenidas, desde los 16, caminando, en auto, en camión, conociéndote, desde los suburbios y las colonias hasta el centro, los tugurios de la Calzada, las fábricas abandonadas de R. Michel, en donde nos gustaba meternos a tomar, a rayar en las paredes, a hacer fotografía, también a las casas destruidas del centro, las cuales he visto caerse a pedazos con los años y terminar siendo demolidas para hacer estacionamientos.

He trabajado de repartidor, de cobrador, de mensajero, recorriendo toda la Zona Industrial, de El Salto a Tesistán, de Tlaquepaque a la Base Área, he vivido en tus fábricas desde niño, desde que mi padre me llevaba a su trabajo, conocí la siderúrgica, el corredor industrial de El Salto, recuerdo con precisión el sonido que hacen las torres con cables de alta tensión, los olores de las fábricas, el olor a fierro quemado, mi espacio de juego eran esas partes llenas de tiliches abandonados, pedazos de fierros que yo buscaba darles forma, muebles de oficina destartalados, archiveros llenos de papeles polvorientos… sigo en contacto con todo eso, me sigue o nunca lo he dejado.He buscado diversión en tus zonas comerciales, primero en Plaza del Sol y luego aventurándome en más lejanos recorridos, conociendo rutas de camión, que me llevaran a Plaza México, a Plaza Universidad, a Plaza Patria, lo cual ya era bastante lejos; mi zona de diversión adolescente tenía como eje la López Mateos, desde Las Fuentes hasta la Minerva, ahí fueron mis primeras vueltas en el auto prestado, recuerdo lo mucho que me gustaba esa avenida, era fácil de entender, amplia y arbolada, ahora la evito, hicieron de ella un túnel de cemento sin árboles que sólo sirve para que la gente de Santa Anita llegue a Providencia y viceversa, antes conectaba a las colonias y ahora que es viaducto las aisla.

Te he visto crecer desesperadamente, devorando bosques, campos de cultivo, parques, lotes baldíos… hacia todos lados, hacia la Primavera, mutilando cada vez más Los Colomos, hacia Santa Anita, en donde sólo había sembradíos de maíz, hacia Tesistán, hacia la Base Aérea, detrás del Iteso hacia Santa María Tequepexpan, subirte al Cerro del Cuatro, rodear el Cerro de la Reina en Tonalá, y no se diga hacia el Bosque del Centinela, el Salto, Matatlán, San Isidro, Tlajomulco, etc… Todo con el mismo patrón: cotos, viviendas de interés social, miniciudades amuralladas, en donde lo primero que se hace es meter los bulldozers para arrasar con todo lo que ahí había de natural, tumbar árboles, tapar cauces de ríos y arroyos, dejar todo plano y encementado, como un estacionamiento perfecto, luego hacer estas casitas igualitas y ponerles su cochera y un pastito, anunciarlas y venderlas como “calidad de vida”.

He visto crecer piso a piso tus torres en Puerta de Hierro como un monumento a la insensatez. He visto a tus pobres ricos, que se fueron a vivir a zonas exclusivas, atrapados en sus autos último modelo, pitando desesperados en el tráfico de avenida Patria y en el de López Mateos, del cual no se salvan ni en sus 4x4.He visto a tu industria y a los mega centros comerciales hacer lo mismo: Wal Mart es un estacionamiento, Plaza Galerías es un estacionamiento, La Gran Plaza es un estacionamiento, Flextronics es un estacionamiento, IBM es un estacionamiento, etc… Una ciudad llena de estacionamientos generará muchos empleos.He trabajado en tu industria electrónica, todos con nuestras batitas blancas, haciendo celulares, impresoras, computadoras, autopartes, videoconsolas… He durado en esos empleos hasta que se dan los recortes de personal y nos despiden por cientos, y de ahí a otra industria electrónica, hasta que ya las recorriste todas. También estuve empleado en una universidad, en una tienda de discos, en una pastelería, en un centro de copiado, en una imprenta… y ninguno de mis empleos me ha traído permanencia ni mucho menos fortuna.

He sido testigo de la emigración de todos mis amigos, quienes cansados de no encontrar oportunidades han tenido que irse a San Francisco, Londres, Barcelona, DF, Tijuana, Los Mochis, e incluso Puerto Vallarta, y no es que no te quieran Guadalajara, de hecho te extrañan, pero contigo no funcionó nada, y yo sigo aquí de necio. Tus calles y avenidas nunca sirven ¿hay alguna que se salve? Además de estar como chicharrón el pavimento, lleno de baches, siempre están haciendo alguna obra que clausura el tráfico, sea de alcantarillado, sea una ampliación, reparación, bacheo, poniendo o quitando topes… hay avenidas que desde que les metieron mano nunca las han dejado en paz, como López Mateos, Periférico, ahora La Calzada, próximamente Patria, uno va de un embotellamiento a otro, hacen túneles que te ahorran tiempo sólo para que llegues más rápido al siguiente embotellamiento, Colón y Periférico es un desastre, López Mateos y Periférico es un desastre, Acueducto y Periférico hasta Patria es un desastre, y nombrando cruceros conflictivos me podría seguir pero lo que está de fondo es que nunca se ha planeado nada ¿Realmente tienes urbanistas?

Guadalajara te he visto sucumbir como a una puta ante los intereses más mezquinos y vulgares, he visto tus fincas históricas demolidas para poner en su lugar edificios con la estética de una caja de cartón, he visto tus casas coloniales convertidas en estacionamientos, en video-bares, en pizzerías, he visto tus mejores árboles talados para poner anuncios espectaculares, tus hectáreas de maizales convertidas en fábricas de computadoras, en cotos residenciales, he visto tu centro caerse entre el olor a orines, las banquetas despedazadas y las alcantarillas y ventanales antiguos retacados de basura, he visto tus parques, que alguna vez fueron inaugurados con árboles y juegos infantiles, borrarse bajo una costra de firmas de aerosol, bolsas de basura, y envases de plástico, he visto tus fuentes secas y abandonadas, tus monumentos mutilados, he visto tu infraestructura despedazada por la falta de mantenimiento, y por culpa de tus miles de ciudadanos que no te cuidan, que te tienen coraje, que te quieren destruir, porque a muchos ojos no vales nada, y eso lo puedo entender, yo mismo te he perdido el respeto, te mueves sólo por los intereses de tus políticos, de tus empresarios, te mueves sólo por dinero, he visto tus calles y avenidas hacerse pedazos a unos meses de haberse inaugurado, porque la ambición de políticos y constructores prefiere el dinero rápido a dejarte obra de calidad, prefieren generar más empleo con reparaciones y nuevas construcciones que darte mantenimiento, tienen el firme objetivo de dejarte sin campo, sin árboles y sin áreas verdes y obligar a la gente a vivir en ciudades amuralladas accesibles sólo para el automóvil, y veo Guadalajara que este es el tiempo en que lo están logrando, que ese secreto deseo que todos tenemos de destruirte por fin lo estamos logrando.

Te he visto sometida por tus políticos ¿algún día te liberarás de ellos? O dejarás que sigan derrochando el dinero público en las cosas más inverosímiles.He visto negocios millonarios ponerse y quitarse de un día para otro, antros, bares, restaurantes, centros comerciales…

He visto tus cruceros llenarse de limpiavidrios, tus calles llenas de botes de los apartalugares o “vienevienes”, tus banquetas con restos de vidrios de los cristalazos, tus banquetas llenas siempre de basura, tu periférico con las manchas de vísceras que dejan los perros atropellados.

He visto a tu gente cada vez más vacía, más alterada, más superficial, más estúpida. He visto a tus masas de gente perdidas en las calles entre el smog y el ruido de los camiones. He visto las cifras de víctimas del transporte público, he visto los accidentes.

Guadalajara me has mostrado hasta dónde puede llegar la incapacidad de los servidores públicos, la indiferencia de los ciudadanos, la hueva y el valemadrismo en todos sus niveles. He visto la prepotencia e impunidad de tus autoridades, que ya sin ningún descaro nos pueden decir que lo que pensamos los ciudadanos les vale madre, que ellos van a seguir disponiendo de ti y tus recursos a su antojo. Guadalajara, en tiempo de lluvias, cuando las corrientes se llevan toda la basura a tapar las alcantarillas, y los automovilistas quedan atrapados en tus inundaciones, y los baldíos comienzan a reverdecer y crece la hierba entre la basura y las llantas tiradas, y las calles se vuelven a llenar de baches (los mismos que tapan con asfalto año con año), puedo sentir por un momento que resurge tu naturaleza, y que te quieres librar de nosotros, cuando huele otra vez a tierra mojada siento una esperanza muy al fondo, y me imagino el día de tu resurrección, cuando tus árboles crezcan libres y rompan banquetas y cables, y el cauce de tus ríos vuelvan e inunden todo, y estallen tus vísceras y nos manifiestes que nunca te supimos cuidar, que te utilizamos sin pensar nunca en tu futuro.

Guadalajara se vienen grandes proyectos para ti, verás en qué poco tiempo acabaremos contigo. Guadalajara he visto tu mancha gris exhausta desde el Cerro del Cuatro y he visto el cauce de tu sangre tóxica corriendo por el Río Santiago dejando a su paso una nata de espuma y bolsas de plástico.

Daniel Neufeld,
Diciembre 2008 .



::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2008::

jueves, noviembre 06, 2008

Días de Combate




1. Días de Combate

Días de Combate, está conscientemente construida como la primera parte de una saga. Los personajes centrales son presentados, se ahonda como nunca más en los orígenes de Héctor Belascoarán Shayne (padre vasco y madre irlandesa), además de otra serie de aclaraciones que sitúan a Belascoarán en su ambiente, como el por qué de su decisión de volverse detective y su vida anterior como ingeniero.

Esta es también la novela menos politizada de la serie. Pareciera que Taibo II planeaba concentrar todo el tema político en Carlos, hermano de Héctor, pero al convertirse con el paso de las novelas en un personaje de pocas apariciones, la carga tuvo que recaer en el protagonista.

Días de Combate narra la búsqueda que hace Belascoarán de un estrangulador de mujeres (un tema más regular en el género policiaco, que los de las novelas posteriores) que actúa bajo el seudónimo de Cerevro. Su hermano, en el tono que mantiene durante ésta, la primera parte, le recomienda a Héctor:


Cuídate del comandante de la judicial, que en sus horas libres, las horas que le sobran de golpear estudiantes o torturar campesinos, no se dedique a estrangular mujeres. Cuídate del presidente de la república (…) No lo entregues a la policía, que ellos están en otro juego.(43)



Cuando se cuestiona sobre los conflictos internacionales actuales, acaso influido por su hermano, el detective resume sus posiciones así:

en el conflicto entre Honduras y el Salvador: neutral. En la guerra del Medio Oriente: con los palestinos. En la bronca entre los negros y la policía de Nueva York: con los negros.(25)



Esta influencia aparece constantemente en la novela. Tras discutir con él el caso del estrangulador Cerevro, piensa que “todo podría ser político. ¿Y por qué no? Ésta era una de las muchas ideas residuales que había dejado la conversación con Carlos. Político. Un problema político.”(45) Aún así, desde esta novela Belascoarán tiene una pésima impresión de los priístas y los caracteriza como escoria capaz de todo. Del estrangulador, antes de saber nada, especula que podría ser alguien del aparato del estado, aunque podría ser cualquiera “le parecía más consecuente pensar en el político priísta.”(34)

Ese integrarse o desmarcarse ideológico no es exclusivamente político. Cuando Héctor lee el diario que le envía el estrangulador, desconoce las citas de Nietzsche, que es citado frecuentemente. “Tiene una extraña cultura. ¿De quién serán las citas?”(177), se pregunta Héctor. Parece que Taibo II quiere decirnos que un detective tan mexicano, lector de novelas policiacas y amante de la trova latinoamericana, tiene una sensibilidad irreconciliable con la del filósofo alemán.

Como en las siguientes novelas, Belascoarán piensa en lo mexicano con cierto margen de dualidad. Primero no duda de calificar de mexicana alegría, la brutalidad de la policía, pero en otra ocasión, ante la generalidad con la que uno de sus compañeros de despacho habla de los mexicanos, ahonda más:


Eran “esos mexicanos”, gente que se hacinaba en familia dentro de un cuarto de seis por tres, que veía pacientemente a su padre cohabitar con su madre y que terminaba tirándose a su hermana por proximidad de cama, que estudiaba primaria y no la terminaba por lograr pescar chamba de mecánico que justificaba cierta libertad, un lugar en la familia, el derecho a embutirse seis cervezas las mañanas de los sábados, a pensar en casarse para repetir el ciclo. ¿Eran esos mexicanos calientes de los que hablaba su vecino el plomero? (29)



También se encuentra aquí una idea a la que recurrirá en Muertos Incómodos. Viendo la ciudad desde una azotea, piensa que “La selva de antenas de televisión bombardeaba ondas, mensajes, comerciales.”(25) En el segundo capítulo de Muertos Incómodos (primero que escribe Taibo II), Belascoarán reflexiona de nuevo sobre la ciudad, en concordancia a su visión de la ciudad en la primera entrega:


Había más antenas o había menos? Había muchas más, se dijo. Muchas más antenas de televisión. (…) Pero, la verdad, lo de las antenas, lo tenía bastante claro. Había muchas más que antes, y no hay duda que formaban la cúpula de una selva. La selva de las antenas de televisión del DF.(23)

Víctor Pablo Santana Peraza
Universidad Autónoma de Madrid

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2008::

martes, septiembre 04, 2007

Teoría literaria.



Literatura : Revolución del Lenguaje.
Por: Javier Mendoza A.

Dentro de las actividades simbólicas del ser humano, el lenguaje se instala en un lugar privilegiado en el cual convergen sus principales contradicciones. Es ¨ ... el punto donde se articulan el consciente y el inconsciente, donde se articulan el principio del placer y el principio de la realidad, el deseo primario y el yo racional, la opresión social externa y la represión individual interna.¨(1)

Por medio de una dinámica de juegos de sentido que da creación al ¨símbolo¨ sujeto de una hermenéutica y una exegética, el artista intenta hablar de lo que se encuentra reprimido en el presente. Esto es posible debido a que el lenguaje nunca conlleva sólo una función denotativa-designativa, sino que se instala en el campo pleno de la connotación. Así, tiene una función tanto ocultadora como reveladora : siempre dice otra cosa además de lo que dice.

Y esto tanto en el plano individual, donde la expresión artística está ¨jaloneada¨ por las motivaciones y deseos privados del artista, como en el plano social, donde se cristalizan las fantasías colectivas, los mitos, las utopías y la visión del mundo del grupo social concreto que hizo posible el surgimiento del artista.

La Literatura es revolución en un doble sentido, o mejor dicho, a dos niveles. Es revolución del lenguaje en tanto que es subversión del orden lingüístico institucional del cual surge para, en la obra literaria, revitalizarlo, reordenarlo, renovarlo con nuevas ¨formas de producción¨ del sentido, con nuevas estructuras profundas de significación de factura individual, las cuales lentamente son absorbidas por el Sistema Lingüístico y Estilístico hasta institucionalizar esas nuevas estructuras de significación.

Y también es revolución porque ¨... si el objeto del arte es suprimir todas las represiones, y si la civilización es esencialmente represora, el arte es, en este sentido, subversivo de la civilización¨.(2)

Veamos el primer plano de la condición revolucionaria de la literatura -en tanto creación de nuevas estructuras profundas de significación- tratando de encontrar lo específicamente literario en los hechos de escritura.

Producción y Consumo de Significaciones.
Eliseo Verón (3) retoma las nociones de Noam Chomsky y su Gramática Generativa Transformacional y va más allá en el concepto de ¨Generar¨ del lenguaje, no ya solo como una explicitación desde el punto de vista lógico-formal, sino como una producción real de significados.

Esto quiere decir que el carácter generativo de una Gramática no solo es una capacidad productiva de un hablante-oyente ideal (competencia chomskiana) para producir-interpretar un numero indefinido de frases, sino que es, fundamentalmente, una capacidad real de producción de significados comunicativos.

Chomsky, en este sentido, se limita a una lingüística que tiene un objeto puramente teórico y esto le impide pasar del modelo ideal a un proceso empírico e histórico del uso humano del lenguaje. Sin embargo, la aportación de Chomsky es innegable al introducir un modelo dinámico y generativo (productivo) del lenguaje, en una ciencia donde antes de él se contaba únicamente con modelos taxonómicos y estáticos. Así, es necesario hacer la rectificación de referir esa productividad a un proceso real de producción y consumo de significaciones, para poder articularlo en una actuación empírica de los usuarios del sistema lingüístico.

Entendidos de esta forma, los procesos lingüísticos necesariamente condicionan la capacidad del usuario para producir e interpretar un numero indefinido (infinito) de proposiciones lingüísticas, pues el propio sistema lingüístico está determinado histórica y socialmente.

Este condicionamiento cultural no se realiza únicamente en dicha capacidad lingüística, sino también en el modo de percibir y articular el mundo. Esto es : pensamos como hablamos y hablamos como pensamos... ¨El lenguaje, producto social de una realidad dada, influye sobre el modo de pensamiento de los hombres en la medida en que influye sobre su percepción y su articulación del mundo y, por consiguiente, sobre su interpretación mental¨.(4)

Ahora bien, dentro de esta perspectiva de lingüística generativa ¿cómo se realiza esta producción de significados, esta producción de estructuras profundas de significación? Se realiza a partir de las decisiones selectivas y combinatorias movilizadas para construir un discurso, seleccionadas de entre el total de opciones de utilización de ejes semánticos de base, operaciones semánticas y formas semánticas actanciales, entre otros.

Ejes semánticos de base.
Recordemos que los ejes semánticos de base definen las oposiciones binarias que entran en juego en el proceso de semantización, constituyendo el ¨Mapa Organizativo¨ de dichas series de oposiciones.
Para ilustrar este punto, copiaré la presentación gráfica de un conjunto de ejes semánticos expuestos por Gilberto Giménez (5) en su análisis del documento del Episcopado Chileno ¨Fe Cristiana y Actuación Política¨, trabajo realizado a raíz del golpe chileno de Augusto Pinochet al gobierno de la Unidad Popular, y los intentos de la Iglesia por legitimar este golpe de estado en una proclama pública los días posteriores al Putsch.

Operaciones semánticas.
Las operaciones semánticas establecen asociaciones permitidas, asociaciones no permitidas y disociaciones, por medio de operaciones lógico-semánticas dentro de conjuntos de paradigmas, y pueden ser de tres tipos :
1.- De contrariedad
2.- De contradicción
3.- De implicación

Relaciones de contrariedad.
Este tipo de relaciones funda la antonimia u oposición de sentidos. Es una de las operaciones semánticas más importantes para la determinación del sentido estructural del texto. El lingüista Lyons distingue tres tipos de antonimia :

- La antonimia de complementariedad, en la cual la negación de un término implica la afirmación del otro, y viceversa.
Vgr.: Soltero - Casado
Macho - Hembra


- La antonimia propiamente dicha, que se realiza entre términos que implican algún género de gradación, basada en una operación explícita o implícita de comparación, o bien entre términos cuyo conjunto abarca más de dos elementos.
Vgr 1. Grande - Pequeño
Alto - Bajo
Vgr 2. La película es buena implica La película no es mala pero La Película no es mala no implica La película es buena por la existencia de más términos del conjunto : La película es regular, La película es intrascendente, etc.

- La antonimia de reciprocidad, que funda la relación de sentido que se da entre términos que implican una acción de reciprocidad.
Vgr. Comprar – Vender

Relaciones de Contradicción.
Funda lo que se llama incompatibilidad de sentidos en donde un sentido niega explícitamente o implícitamente a otro :
Vgr.: Materia vs Espíritu
Vivo vs Muerto

Relaciones de Implicación.
Establecen la pertenencia unívoca de dos sentidos. Existen dos tipos de implicaciones : recíproca y unilateral.

1.- Recíproca. Genera la sinonimia o identidad de sentidos.
Vgr. Mi consorte es bueno. "Mi Esposo es bueno". "Mi cónyuge es bueno". Aquí, consorte, esposo y cónyuge son sinónimos

2.- Unilateral. Genera la hiponimia, donde un sentido está incluido en otro no biunívocamente.
Vgr. Escarlata implica Rojo, pero Rojo no implica necesariamente Escarlata.


Formas semánticas actanciales.
Por último, las relaciones entre formas semánticas actanciales son las diferentes formas como es posible contar una historia o exponer un orden de ideas, dentro de una Gramática del relato. De este tercer grupo de elementos echan mano los escritores en la utilización del lenguaje para crear Literatura.

Estas Formas Semánticas han sido sistematizadas por A. J. Greimas en su Modelo Actancial del Análisis del Relato, en el cual se identifican los actantes (categorías abstractas de actores constituidos en base a la función que realizan), dentro de una estructura elemental de articulación narrativa :


Todos los relatos posibles son reducidos a la anterior estructura elemental, y el despliegue de los actantes es el despliegue del acto de narrar.

Habiendo visto la naturaleza de los tres elementos básicos que juegan en las estructuras profundas de significación, podemos concluir que cuando una determinada selección y combinación de ejes semánticos, operaciones semánticas y formas actanciales subvierten las utilizaciones institucionales del lenguaje, nos encontramos con Literatura.

En la medida en que se acerque la obra literaria a una mayor subversión del lenguaje, se podrá hablar de una mayor ¨literaturalidad¨ del texto, y viceversa.

Esta perspectiva de localizar el fenómeno literario en el seno íntimo del lenguaje y sus formas de producción no pretende agotar la complejidad del fenómeno, ni excluir otros acercamientos: está claro que la Literatura tiene múltiples niveles de lectura, de la misma forma como el lenguaje articula múltiples contradicciones humanas. Sin embargo, localizar el Hecho Literario en la selección y combinación de elementos y estructuras profundas de significación reporta el beneficio de considerar a la Literatura como un fenómeno de producción de significados, como una "generatividad".

Así como Eliseo Verón considera a la Ideología como un ¨Sistema Ideológico¨, como un ¨Proceso¨ dinámico, me inclino a pensar a la Literatura como un ¨Sistema de Producción de Significaciones¨ específicamente literarias.

Lo ¨revolucionario¨de la Literatura debe ser localizado -siguiendo esta perspectiva- en la forma de producción de significaciones literarias, independientemente del ¨tema¨ de la obra o de la forma final que adopte el texto.

Ahora bien, ¿ qué tipo de comunicación genera esta ¨literaturalidad¨ posible del lenguaje? ¿ Qué canal o canales específicamente artísticos utiliza el poeta en sus intentos por expresarse, que valiéndose de un lenguaje institucionalizado lo revoluciona en Literatura?

Para intentar dar respuesta a estas preguntas, es necesario remitirse a los estudios sobre la percepción cenestésica del ser humano, tema que abordaremos a continuación.

La percepción cenestésica como canal poético.
A partir de las investigaciones de René Spitz (6) conocemos la existencia de la percepción cenestésica y su enorme importancia para la supervivencia del niño y, más tarde, del hombre adulto.

Desde el nacimiento del infante, éste pasa de un estado de recepción pasiva de estímulos al ejercicio de relaciones de ¨objeto¨ activas. Aquí ¨objeto¨ se entiende desde el punto de vista psicoanalítico : el objeto libidinal como ¨... aquello en relación a lo cual o a través de lo cual el instinto es capaz de lograr su finalidad¨ (7)

En los primeros seis meses de vida del niño, y aún tiempo después, el ¨sensorium¨ del infante se encuentra en estado de transición. Con el crecimiento del lactante se realiza un cambio gradual desde una recepción-percepción cenestésica, hasta una percepción diacrítica. Es una transición desde un estado en el que el infante percibe solo emocionalmente, a otro donde percibe de una manera discriminativa (percepción diacrítica).

La recepción y percepción cenestésica de estímulos tiene lugar en el nivel de la sensibilidad profunda, y se realiza en términos totalistas de todo o nada. Las respuestas a la percepción cenestésica son respuestas también totalistas, como lo son por ejemplo las viscerales. Esta percepción cenestésica y sus respuestas correspondientes son completamente diferentes de las que actúan en la percepción y la comunicación de los adultos. Veamos las características de las dos organizaciones sensoriales del hombre, los dos sistemas donde se asienta su percepción :

Sistema Cenestésico.
Su operación no está localizada en ningún órgano sensorial especializado. Es un sistema que no está separado sino que es extensivo al propio cuerpo del sujeto. Por esto las sensaciones son también extensivas y sobre todo viscerales. Sus efectores (donde son percibidos sus efectos) son las musculaturas blandas, y su organización nerviosa comprende, entre otros, los sistemas simpático y parasimpático. Si el infante ha de sobrevivir, su organización cenestésica debe funcionar desde el nacimiento.

El sistema cenestésico responde a las señales no-verbales, no dirigidas, y son expresiones de un modo análogo a las señales en la comunicación animal centrada egocéntricamente en éste ( donde, por otro lado, existe un ¨egocentrismo¨ sin ¨ego¨).

Para el niño, las señales cenestésicas originadas en el clima afectivo de su relación con la madre, son los medios normales, naturales, de comunicación, a cuyas señales responde con una reacción totalista. De igual manera, la madre percibe las respuestas totales del infante, ya que durante el embarazo y el período que sigue después del parto se activa filogenéticamente su capacidad para una comunicación cenestésica con su hijo. Así, una madre que cría percibe señales de las que otros no se percatan.

Sistema Diacrítico.
Su operación implica los órganos sensoriales, sus sensaciones son intensivas, sus efectores son la musculatura estriada y su organización nerviosa está subordinada al Sistema Nervioso Central. El sistema diacrítico es troquelado culturalmente a partir del cenestésico. Es la imposición de la forma como percibe selectivamente el grupo social, tarea de educación que realiza la madre. Así, el niño aprende a percibir discriminativamente al seleccionar una entidad significativa de entre el universo perceptivo externo-contínuo, estableciendo gestalt-signos (estructuras de percepción).

En esta secuencia de desarrollo tenemos que el niño, dentro de su primer año de vida, construye el sistema diacrítico a partir del sistema cenestésico. Sin embargo, la capacidad para el uso de la percepción cenestésica es reprimida en su mayor parte en torno al período de latencia, abriéndose una grieta entre la percepción diacrítica (estructurada culturalmente) y la percepción cenestésica (instintiva).

Pero a pesar de que la organización perceptiva cenestésica haya enmudecido bajo la represión de la conciencia del hombre, continúa funcionando en secreto, sigilosamente, y desempeña un papel trascendental y determinante en nuestros sentimientos, en nuestros pensamientos y en nuestras acciones, aún cuando tratemos de mantenerla oculta.

Al haber evolucionado la organización sensorial diacrítica a partir de la organización cenestésica, los canales de conexión entre las dos organizaciones no quedan obstruidos del todo, ni siquiera neurológicamente.

La organización cenestésica continúa funcionando durante toda la existencia, tan potente como la fuente misma de la vida, aún cuando nuestra civilización occidental haya adaptado un ¨silenciador¨ a sus manifestaciones al sobrevalorar la percepción diacrítica ¨racional¨.

En casos de peligro o bajo tensión, las fuerzas arcaicas arrollan este silenciador e irrumpen con violencia aterradora con sensaciones que ya no están bajo el control racional consciente. Es entonces cuando nos enfrentamos con ¨descargas explosivas¨ más o menos imprevistas de emociones primitivas, con enfermedades psicosomáticas malignas o con ciertas formas de irrupción psicótica. En otras palabras : es el espectáculo terrorífico de la emoción al desnudo en el adulto.

Ahora bien, ¿ en dónde podemos encontrar las señales de una comunicación cenestésica en el mundo adulto, por lo general fuertemente reprimidas ? René Spitz nos dice que estos signos y señales, de las cuales el adulto difícilmente se percata y que no puede verbalizar, pertenecen a las siguientes categorías :

• Al equilibrio

• A la tensión ( muscular y de otro género ).

• A la temperatura

• Al contacto cutáneo y corporal

• A la vibración

• Al ritmo

• Al tempo

• A la duración

• Al diapasón

• Al tono

• A la resonancia

• Al ¨rechinar¨ ... y a un buen numero de otras.

¿ Y por qué el adulto parece no percatarse de estas señales ? Porque estas categorías de percepción profunda no están presentes en el sistema de comunicación consciente de los adultos, los cuales, en su comunicación, han reemplazado el uso de las señales pertenecientes a estas categorías por símbolos percibidos diacríticamente.

Aquellos adultos que han conservado la capacidad de hacer uso de una o de varias de estas categorías atrofiadas de percepción y comunicación, pertenecen al tipo de personas que tienen ¨dotes¨ especiales : compositores o músicos, pintores, poetas, escritores, bailarines, acróbatas, trapecistas, y muchos más que la sociedad considera como personalidades hipersensibles y lábiles.

Y ciertamente estas personas especialmente dotadas difieren del ciudadano occidental medio, el cual ha acentuado en su cultura la percepción diacrítica al ser ésta más conveniente para desenvolvernos en un medio donde impera la competencia, la búsqueda y acumulación del dinero y el éxito obtenido a costa de los demás. En otras palabras, la sobrevaloración de la percepción diacrítica corresponde a nuestro acoplamiento al principio del rendimiento del que nos habla Marcuse.(8)

Los poetas y los literatos han conservado la capacidad de hacer uso de señales cenestésicas tales como : el ritmo, el tempo, la duración, el tono, la resonancia, la vibración ... señales que pertenecen tanto a la música como a la literatura pues ¿ acaso la poesía no es un ¨canto hablado¨, una música literaria, intuitiva o artesanalmente elaborada ?

Con el respaldo de esta argumentación podemos afirmar que el poeta, el literato, re-crea con símbolos lingüísticos diacríticos una comunicación cenestésica, recorriendo en sentido inverso la evolución y su concomitante troquelamiento cultural. En sus obras, el escritor produce e imita señales de categorías sensoriales que por lo general están ausentes en la comunicación ¨normal¨ no-literaria, y con esto estimula en el lector o en el oyente un goce artístico.

En esta ¨recreación cenestésica¨ identifico una subversión del lenguaje al liberarnos de la imposición cultural del uso de la percepción y la comunicación diacrítica. Al estimular los canales cenestésicos, el poeta intenta suprimir la represión de la civilización y de sus símbolos, por lo menos en el propio campo poético. Análogamente, en pintura el camino recorrido por pintores como Joao Miró o Picasso fue precisamente el de la abolición de la forma ¨adulta¨ para regresar al venero de la percepción ¨infantil¨ con la creación de un lenguaje ¨desculturizado¨ y contrapuesto al lenguaje oficial de la Academia.

En nuestra cultura, las sensaciones propias más profundas no llegan a nuestro conocimiento, y en el caso de que lleguen no se vuelven significativas. La introspección está descartada por ¨malsana¨ (léase: ¨improductiva¨) y se le mira con recelo, de tal forma que apenas y somos conscientes de lo que ocurre en nuestro interior. Acaso este mundo interior (tan basto y complejo como el mundo exterior) emerge a la conciencia en situaciones atípicas, como cuando nos sentimos enfermos o bajo enormes fuerzas de estress, y es entonces cuando sí reparamos en lo que sucede en nuestro interior.

Ignoramos y reprimimos estos mensajes cenestésicos, pero les tememos y revelamos ese temor de muchas formas. Encontramos que las premoniciones son desagradables y tratamos de negarlas, o cuando menos de racionalizarlas. Al ¨adivino¨, al ¨hipnotizador¨, al ¨medium¨ los reunimos en un solo costal y los vemos como perturbadores de nuestro universo racional. Condenamos la intuición y nos burlamos de ella en discursos ¨científicos¨ , con lo cual manifestamos nuestro desconcierto ante lo que no puede explicarse racionalmente.

Lejos de estar alerta y percibir cambios en nosotros o en los otros, no nos fijamos en ellos y mucho menos los sabemos interpretar. En cambio, cualquier animal sabe como una cosa corriente cuando alguien tiene miedo de él y en consecuencia actúa sin vacilación sobre este conocimiento. Pero la mayoría de nosotros somos incapaces de reaccionar ante un hecho tan elemental como este.

La percepción cenestésica puede explicar muchos ¨dones¨ en apariencia sobrenaturales, como el presunto don místico para el vaticinio que tienen los pueblos primitivos. En algunas sociedades iletradas, se utilizan libremente medios auxiliares para facilitar la regresión a los niveles cenestésicos, los cuales o bien tienden a inhibir el ¨yo¨ (orientado diacríticamente), o bien refuerzan el funcionamiento de la organización cenestésica. En el primer caso tenemos : el ayuno, la soledad, la oscuridad, la abstinencia sexual, es decir la privación de los estímulos. En el segundo caso tenemos las drogas, los ritmos, los sonidos, el alcohol, etc.

Conclusiones.
- La Literatura es una ¨revolución¨ del lenguaje en la medida en que su modo de producción de significaciones literarias opera en forma diferente o contra el modo de producción institucional del lenguaje, subvirtiéndolo en este proceso e impulsándolo al revitalizarlo, reordenarlo y renovarlo constantemente

- Este ¨modo de producción¨ de significaciones literarias implica tanto a la Institución Lingüística (históricamente determinada), como a usuarios singulares en el uso concreto de esta potencialidad, al seleccionar y combinar discriminativamente determinados ejes semánticos de base, determinadas operaciones lógico-semánticas y determinadas formas actanciales de la gramática del relato en la creación de sus textos. Así, la Literatura es una ¨Generatividad¨ de un ¨Sistema Literario¨.

- La Literatura es también ¨revolución¨ al utilizar el canal cenestésico de percepción profunda, liberándonos de la imposición cultural presente en la comunicación consciente-diacrítica, la cual es sobrevalorada y puesta al servicio del rendimiento social.

- La subversión del lenguaje en sus estructuras profundas de significación se localiza mayormente en la narrativa, y la subversión de la utilización del canal cenestésico se localiza en la poesía, aunque esto nunca se da en forma tajante ni exclusiva.

Bibliografía:

(1).- Igor Caruso, citado por Raúl Páramo Ortega, ¨Obras en castellano, de los años 1963 a 1982¨, pág. 168, Editorial Grupo de Estudios Sigmund Freud, 1995.
(2).- Norman Brown, citado por Raúl Páramo Ortega,¨Obras en castellano, de los años 1963 a 1982¨, pág. 183.
(3).- Verón, Eliseo, ¨Condiciones de Producción, Modelos Generativos y Manifestación Ideológica¨,incluido en ¨El Proceso Ideológico¨, Ed. Tiempo contemporáneo, Argentina, 1976.
(4).- Schaff, Adam, ¨El Marxismo y la Problemática de la Sociología del Conocimiento¨, incluido en ¨El Proceso Ideológico¨, O.C.
(5).- Giménez, Gilberto, ¨Ensayo de Análisis Ideológico y Socio-lingüís tico de un Documento de la Conferencia Episcopal Chilena¨, Revista Contacto, numero doble 1 y 2, 1975.
(6).- Spitz, René, ¨El Primer Año de Vida del Niño¨, Fondo de Cultura Económica, México, 1983.
(7).- Freud, Sigmund, ¨Instincts and their Vicissitudes¨,Standard Edition, 14, citado por René Spitz, ¨El Primer Año de Vida del Niño¨, Fondo de Cultura Económica, México, 1983.
(8).-Marcuse, Herbert, ¨Eros y Civilización¨, Editorial Joaquín Mortiz, México, 1970.

viernes, agosto 31, 2007

Otorgan premio a Carlos Montemayor

Por una visión racista negamos la herencia milenaria de los pueblos originarios, dice

ANA MONICA RODRIGUEZ

Carlos Montemayor
Carlos Montemayor Foto: Carlos Ramos Mamahua

Por una visión predominantemente racista negamos la herencia milenaria de los pueblos originarios, dijo el investigador Carlos Montemayor, quien recibirá, el 13 de septiembre, el Premio Fundación México Unido a la Excelencia de lo Nuestro, concedido por su larga trayectoria dedicada a fomentar los valores culturales.

“Si en México insistimos en que tenemos una historia de 500 años, estamos perdiendo el privilegio y el honor de poseer una memoria milenaria; este país podría ser tan milenario como China y la India si no renegáramos de las civilizaciones”, explicó Montemayor, quien recibirá en el Palacio de Bellas Artes el premio en su séptima versión, el cual consta de 250 mil pesos, una escultura realizada por Sebastián y un pergamino conmemorativo.

El traductor y colaborador de La Jornada se refirió al premio que obtuvo junto con el cineasta Alejandro González Iñárritu: “Los galardones en una sociedad como la nuestra son más positivos para atraer la atención sobre actividades culturales o sociales que significan un fortalecimiento del país, más que una atención a individualidades”.

En la medida –prosiguió– de que no sólo los políticos corruptos, empresarios fraudulentos y rapaces o las trasnacionales deshumanizadas propaguen valores únicos de desigualdad social, las expresiones artísticas, científicas, literarias e historiográficas nos proporcionan un lenguaje con mayor certidumbre y claridad.

Montemayor abundó: “En la breve historia de ese galardón, me siento ligado a la trayectoria humanística, histórica y literaria de Miguel León-Portilla”.

::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Peje en 2007::

lunes, agosto 20, 2007

Escenas Inquisitorias.


Escenas Inquisitorias.
-Fragmento-
Por: Javier Mendoza.
Regresó Fernando a su cuarto, después de avisarle al Cardenal Grocio-Vitoria que se sentía un poco enfermo y que pasaría la tarde en su cuarto para tomar fuerzas. Había decidido, para no despertar sospechas, dejar todas sus ropas y pertenencias en el cuarto, y huir con Agostina ataviado solo con lo puesto. Se recostó en la cama y apenas había comenzado a entrar a su cuerpo un laxo adormecimiento, cuando oyó una algarabía compuesta por chillidos agudísimos y muchas voces apresuradas.

Salió de su cuarto para ver qué pasaba y vio a tres monjes viejos, de barbas blancas, que inútilmente trataban de dar alcance a un lechón, el cual asustado corría para un lado y para otro intentando salvar su vida. Sin participar directamente en la cacería, Fernando acompañó al grupo en la persecución. El lechón entraba por puertas providencialmente aparecidas a sus ojos, salía por huecos insospechados, se escurría de entre las manos de los monjes; zigzagueaba enloquecido. La caza del pobre animal terminó cuando entró a la capilla personal del Cardenal Arbués Tourricelli, y los tres monjes cercaron al puerquito en un rincón a un lado del altar.

Los monjes se abalanzaron sobre el aterrorizado lechón y éste, de una forma sorprendente, se encaramó primero a un pequeño taburete que había a su lado y de ahí, con sus fuerzas últimas, brincó extraordinariamente y aterrizó sobre el altar, tirando al piso los misales, crucifijos, imágenes santas y demás implementos sagrados que estaban sobre el altar. Por el impulso de su enjundioso salto, el animalito terminó cayendo también al piso. Pero no salió indemne de esa proeza -increíble para un puerco- pues al tratar enseguida de volver a correr ya no pudo hacerlo, debido a que tenía rota una de sus patas. Esto lo aprovecharon los monjes, que se abalanzaron sobre él, cayendo encimados los tres y aplastándolo rotundamente.

Cuando se incorporaron, quedó a la vista el pequeño animal con su cuerpo apachurrado, de cara al piso. Uno de los monjes, el que era un poco menos viejo, recogió al lechón y se lo cargó al hombro, mientras otro de ellos comenzó a hablar con Fernando, ya pasadas las carreras por atrapar a la presa. Le platicó que se llamaba Xavier Lull, que los tres eran religiosos de un monasterio dominico en Andalucía, y que habían llegado a Roma para asistir al proceso inquisitorial que le seguían a Juan de Ávila, Apóstol de Andalucía, el gran predicador y confesor privado del Rey Alfonso Manrique.

A Juan de Ávila lo acusaba el procurador Adriano de Utrecht, germano encomendado al Santo Consejo de la Inquisición del Reino de Aragón, quien sostenía que de Ávila era un místico "alumbrado" que se inspiraba en la suprema eficacia y sabiduría de su luz interior, despreciando y obscureciendo por ende la autoridad eclesiástica, lo cual sin duda era una herejía. Debido a la protección que Juan de Ávila obtenía del Rey Manrique, Utrecht no había podido continuar el proceso en la propia jurisdicción del Reino de Aragón, contando ya el estancamiento de ese juicio con más de dos años. Por eso la Casa Inquisitorial Aragonesa había decidido llevar la causa al propio Papa Sixto IV, para que interviniera en el asunto.

Ellos tres -le continuó diciendo-, así como un grupo numeroso de monjes dominicos, agustinos, jesuitas y de otras ordenes religiosas, creían ciegamente en la inocencia del predicador. Y muchos habían hecho el viaje hasta Roma para orar por él y apoyarlo, incluso con testimonios en su juicio, si el caso lo requería. Él y sus compañeros habían llegado hacía siete días, y su viaje había sido muy fatigoso porque habían cargado desde tierras andaluzas con vituallas y bastimentos, entre los que se encontraban tres lechones. Dos ya habían sido despachados por los propios monjes, y el tercero lo querían cocinar al estilo de sus lares -con olivo, albahaca y a fuego de leña en un pote de cobre- y obsequiarlo en una cena al Cardenal Arbués Tourricelli, fiscal papal que seguía el proceso de Juan de Ávila. La vianda sería el regalo ideal para que el enjuiciador se ahitara de gusto y se le esclareciera la razón. Así, comenzaron sin contratiempo los preparativos, mas cuando estaban en la cocina del Cardenal el porcino debió haber advertido su suerte, porque no bien le habían desamarrado las patas traseras se había echado a correr como poseído...y vaya que nos han costado sudores, saltos y carreras darle alcance, como Vos su merced ha visto.

El monje que le había venido platicando a Fernando sus razones y peripecias se detuvo, lo acercó hacia sí jalándolo del brazo, y dejó que sus compañeros se alejaran un poco para en voz baja decirle :

- Si su merced quisiera, en buen agrado le podría yo guardar un trozo de piernita de lechón. ¡ Los dos que ya nos hemos comido han estado deliciosos !

- Le doy las gracias, Xavier Lull, por esa gracia que me ofrece, pero no puedo aceptarla. Estoy pronto por partir de Roma… lo que me había traído aquí ya ha sido cumplido.

- ¡ Qué más replicar ! - dijo el monje- ¡ Vos su merced habrá de perderse un platillo digno no solo del Cardenal Arbués Tourricelli, sino del mismo Papa !

Dicho esto, el monje se retiró apresurando el paso para alcanzar a sus compañeros, y Fernando se dirigió a su cuarto y no salió de él hasta que la tarde ya casi terminaba de morir, con su último estertor de sangre tiñendo bastamente el cielo.

Mientras esto sucedía, Agostina había despertado de su inconsciencia en la celda donde la tenían recluida, un pequeño cuartito de escasos tres metros por tres, húmedo y pleno de insectos y alimañas; muy oscuro y con el aire tan enrarecido que respirar era sentir que se tragaba por la nariz más una pasta que un aire. Agostina se trató de incorporar y le dolió agudamente el brazo, que estaba sujeto a un brazalete con una cadena que llegaba a la pared. Se enderezó como pudo y se quedó quieta y aturdida. Lo oscuro que le rodeaba le llevó hasta sus oídos multitud de ruidos y voces :

- ¡ Ajú ! ¡ Ají ! ¡ Agua para beber ! ¡ Ajú ! ¡ Ají !

- ¡ Hiera La Santa ! ¡ Hiera Terrena ! ¡ Hiera de Luna ! ¡ Hiera… !

- ¡ Ozú…Ozú ! ¡ Erhál ! ¡ Orzal ! Que tengo miedo un carajo de orinar, porque debéis saber que puede volverse a producir un diluvio con mis meados ! ¡ Yo mismo soy un cuadro de misterio con formas de ángel … una mierda ! ¡ Hagan oídos, hijos de San Juan : todo es perfecto al salir de las manos del Hacedor ! ¡ Todo ! ¡ Pero igual todo degenera entre las manos del hombre ! - y la voz salía de un gordo rapado, que sin ropa alguna se agitaba en la celda que le había tocado, y caminaba lo que podía permitirle la longitud de su cadena, sintiendo que se desnudaba también de la boca y que sus dedos eran corazones o alcachofas o garfios o cuernos de caracol buscando un sol que sus protuberancias babosas sentían pero que no veían.

- ¡ Perote ! ¡ Ballesta, ariete y arcabúz ! ¡ Cofúz ! ¡ …fúz ! ¡ …fúz !

- ¡ Aguádebeber ! ¡ Agua ! ¡ Aguádebeber !

- ¡ Ardóz ! ¡ Ardóz des tynieles ! ¡ Cáberes dah leyt : Ardóz ! ¡ Ardóozzzzzz !

- ¡ Callaos, barraganes ! ¡ Callaos !

- ¡ Soy ! ¡ Soooyy ! ¡ Yo soy el agua ! …¡ Soy el agua ! …¡ El agua que mira ! … ¡ Moza bajo los estanques, chorro de cascada fría ! …
¡ Pastora con rebaños de agua ! ¡ Tormentas en melodía !… ¡ Soooyy ! ¡ Soy amante con pezuñas ! ¡ Yo soy hierba y medicina ! … ¡ Leñadora de serpientes, sangre seca en las heridas !… ¡ Soooy ! ¡ Soy tejedora de nubes ! ¡ Soooy ! ¡ Soy el agua ! ¡ El agua ! ¡ El aguaaaaaa ! - y la voz salía de una mujer flaquísima, que daba vueltas sobre su eje poniéndose la mano en la cabeza como si eso mismo la impulsara en sus giros, y que por dentro, en su mente, se sentía obligada a tener pensamientos que le decían cosas que no era suyas; palabras que venían de arriba el cielo; filos que cortaban su cerebro y emitían mandatos que le empujaban a hacer movimientos todo el día y toda la noche.

- ¡ Vela sin lumbre ! ¡ Podrida piel …! ¡ En los ojos ! ¡ …los ojos ! ¡ …los ojos !

- ¡ Tarsea ! ¡ Punto de monte ! ¡ Tarsea Alponte : el Ángel viene ! ¡ Viene !

- ¡ Lorelí… Lorelá ! ¡ Agua ! ¡ Agua ! ¡ Agualaralá !

- ¡ Callaos, barraganas !

- ¡ Ayyay! ¡ Ayyay! ¡ La gente me tira fuego al corazón ! ¡ Ayyay ! ¡ Ayyay! ¡ La gente me tira frío al corazón ! ¡ Es el Fuego Catarino ! ¡ Es el Hielo Catarino ! ¡ Me mandan dolor a la espalda ! ¡ Me esculpen dolor en los pechos ! ¡ Me aprietan zapagallos el cuello ! ¡ Ayyay! ¡ Ayyay! ¡ Me viola el Falo Cabrío ! ¡ Arateo de Capadocia …Arateo de Capadocia ! ¡ Vení por mí en la tarde fría ! ¡ Me viola el Falo Cabrío ! - y la voz salía de una muchacha que se subía las enaguas, se bajaba hasta los tobillos los calzones y en reversa, pasito a paso, reculaba dándose ella misma nalgadas como si azuzara a un caballo.

- ¡ Soy sola ! ¡ Sodoma ! ¡ Sableporra, Estanco, Jinete y Gomorra !

- ¡ El Ángel viene ! ¡ Viene ! ¡ Vie-ne ! ¡ V-i-e-n-e-e-e-e-e !

- ¡ Falo cabrío ! ¡ Fornicio ! ¡ Fornicio ! ¡ Falo-Falo-Falitofalo !

- ¡ Doncella ! ¡ Gentilhombre ! ¡ Hetaira de golpe y saña ! ¡ Tienen que esperarme porque ya voy a Su vera ! ¡ Gentilhombre ! ¡ Paje de paja ! ¡ Trueno en el trueno ! ¡ Esperadme ! ¡ Estoy muy animado y dentonces es cuando vuelo ! ¡Gallina, miel y cabeza ! ¡ Gallina, miel y cabeza ! - y la voz salía de un viejo que de tanto estar tumbado en el suelo de piedra, parecía más piedra que hombre; sólo movía los labios y eso nada más movía, pero los gritos que aventaba (con su voz ronca como reclamo de sapotoro) opacaba todos los demás gritos cuando los echaba de su boca, junto a escupidas y jadeos.

- ¡ Arateo de Capadocia ! ¡ Ararateo ! ¡ …teo ! ¡ …teo !

- ¡Gallina, miel y cabeza ! ¡ …miel y cabeza ! ¡ …y cabezaaaa !

- ¡ Callaos, barraganes ! ¡ Callaos !

Pequeño relato con motivo de los tiempos medievales que trata de instaurar el Yunque panista en Jalisco y -de ser posible- el país entero.

martes, agosto 14, 2007

Buitres.

Buitres.
Por: Franz Kafka.

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Ya había desgarrado los zapatos y las medias y ahora me picoteaba los pies. Siempre tiraba un picotazo, volaba en círculos inquietos alrededor y luego proseguía la obra.
Pasó un señor, nos miró un rato y me preguntó por qué toleraba yo al buitre.

-Estoy indefenso -le dije- vino y empezó a picotearme, yo lo quise espantar y hasta pensé torcerle el pescuezo, pero estos animales son muy fuertes y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificar los pies: ahora están casi hechos pedazos.

-No se deje atormentar -dijo el señor-, un tiro y el buitre se acabó.

-¿Le parece? -pregunté- ¿quiere encargarse del asunto?

-Encantado -dijo el señor- ; no tengo más que ir a casa a buscar el fusil, ¿Puede usted esperar media hora más?

- No sé -le respondí, y por un instante me quedé rígido de dolor; después añadí -: por favor, pruebe de todos modos.

-Bueno- dijo el señor- , voy a apurarme.

El buitre había escuchado tranquilamente nuestro diálogo y había dejado errar la mirada entre el señor y yo. Ahora vi que había comprendido todo: voló un poco, retrocedió para lograr el ímpetu necesario y como un atleta que arroja la jabalina encajó el pico en mi boca, profundamente. Al caer de espaldas sentí como una liberación; sentí que en mi sangre, que colmaba todas las profundidades y que inundaba todas las riberas, el buitre irreparablemente se ahogaba.

miércoles, agosto 08, 2007

Suceptibilidades entomológicas.


Fecal censura cuento del Fondo de Cultura Económica.
El cuento "Ácido Bórico", escrito por Tryno Maldonado y publicado en el mes de Julio en el sumplemento "La Gaceta" del Fondo de Cultura Económica, fue sacado de circulación cuando todos los ejemplares de este suplemento desaparecieron como por "arte de magia" por órdenes del gobierno espurio de Calderón.
La censura que aplicó FECAL no es nueva en México. En su momento, diversos gobiernos del PRI han sacado de circulación varias veces a la revista PROCESO cuando en sus páginas incluían reportajes incómodos y denuncias esclarecedoras.
A continuación presentamos el cuento censurado para, en la medida de lo posible, impedir que FECAL se salga con la suya.


Ácido Bórico.
Por : Tryno Maldonado
01. Esa madrugada las cucarachas terminaron al fin por sacarme del departamento. Todo, absolutamente todo, incluyendo mi matrimonio y la ciudad, se fue a la mierda.

02. Por la tarde tomé unos mezcales y me fui a nadar a un balneario de las afueras de Oaxaca.

03. El departamento nos había sido recomendado por Martín Solares. El lugar era una casa antigua y céntrica, pero remozada y dividida en departamentos amplios, listos para recibir la basura per cápita diaria en la que gozaban gringos jubilados durante las temporadas altas, pero que, por el conflicto social que paralizó a la ciudad desde hace meses, se encontraba vacío y a menos de mitad de precio, es decir, a un precio de pronto no prohibitivo para un matrimonio mexicano joven y de clase media, como lo éramos Claudia y yo.

04. Esos días llevé un diario en una Moleskine. Un diario, diagramas y dibujos. Por eso lo tengo tan claro. La primera cucaracha que vi fue una del tipo que días más tarde catalogué en mi libreta como “obispo”, cucaracha-obispo , por la forma recta y recortada como una capa que adquirían sus alas en la parte inferior, además de lo prieto de su pigmento. Prieto como la mierda. O como los obispos, más exactamente. Eso es. Antes de aquel episodio no conservo recuerdo de mayor contacto que el incidental, anecdótico o distante con cualquier clase de blátido.


Cuando la vimos, Claudia, de temperamento claramente más urbano y civilizado que el mío, dio visos de querer aplastarla por acto reflejo, pero la sola idea de escuchar el estallido del esqueleto externo como el crepitar de una nuez bajo la suela me movió a detenerla en el acto. El insecto aprovechó esos instantes de duda para subir por su sandalia y trepar con una velocidad amenazante hasta su muslo interno antes de que yo se la sacudiera de encima con un periódico.


¿Tocarla yo? ¡Ja! Ni hablar... El animal fue a caer al suelo con un ligero chasquido, a perderse más tarde debajo de la estufa como un cochecito de fricción enloquecido. Claudia pocas veces me había mirado de esa manera.

05. Aunque nuestra estancia en Oaxaca tenía un propósito muy determinado y de antemano finito, Claudia y yo no dudamos en darle a la casera un depósito equivalente a la renta de un mes en signo de buena voluntad, creyendo con candor que podríamos volver extensibles unas vacaciones posteriores bajo el subterfugio de una comisión de su trabajo. Ninguno de los dos hubiera apostado un peso a lo contrario.

06. No me atreví a desempacar durante tres días.

07. Claudia debía viajar sin variedad todas las mañanas hasta un pueblo cercano para hacer el trabajo que nos había traído desde el norte hasta acá. El Forum de las Culturas le había consignado la documentación gráfica y escrita, día a día, del proyecto de cierto artista plástico zapoteco mimado por la Fundación Rockefeller en lo que seguramente sería una reivindicación por su conciencia de culpa blanca antes que por cualquier parámetro estético. Y es que a decir verdad las estatuas eran naíf y horrorosas, sobre todo horrorosas. La empresa consistía en crear dos mil quinientas un estatuas de barro de tamaño real, representando a sendo número de emigrantes mexicanos fallecidos en la frontera con Estados Unidos. Una locura y una pérdida de tiempo, si me lo preguntan. Pero el caso es que, salvo las primeras veces que la acompañé al pueblo fantasma sitiado por huestes de estatuas de barro, como regla general me quedaba en casa. A eso, en resumen, y nada más, habíamos ido hasta allá. O al menos ella. Yo, por mi parte, fingía escribir una nueva novela, tal como he hecho en los últimos años para quitarle unos pesos a mi agente e ir al día.

08. De la segunda y tercera cucarachas que pude ver en el departamento, una de ellas pertenecía a eso que me dio por clasificar como del tipo “díazordaz”, cucaracha-díazordaz , por las asombrosas similitudes que encontraba con el rostro de aquel ex presidente, no sólo en facciones, sino en las maneras de desplazarse y, en general, en su forma expansiva y campechana de ocupar el mundo. Su coraza era más pálida y traslúcida que la de una cucaracha-obispo , su talla visiblemente más corta. Y lo sé porque en esa ocasión las vi juntas. Había ido al supermercado a hacer nuestras primeras compras de víveres cuando me las topé, justo en la línea imaginaria del vano de la puerta de la recámara. De inicio creí que se trataría de alguna mutación oriunda de cucaracha como consecuencia lógica de la abundancia de gases lacrimógenos y gas pimienta en la ciudad. Pero no. Un cuerpo luengo y articulado se contorsionaba sobre sí mismo. Una pareja de cucarachas apareándose, pensé luego. Pero sólo hasta que me puse en cuclillas y tuve a la pareja de insectos a medio metro de mis narices, me pude percatar de lo que en realidad hacían. La cucaracha-obispo devoraba a la cucaracha-díazordaz por la cabeza. La obispo era casi el doble de talla que la primera que vimos, con la diferencia de que ésta mostraba una especie de collarín parduzco que de alguna forma debería distinguirla o realzarla en jerarquía selectiva frente a las otras. No lo sé. El caso es que la cucaracha-obispo detuvo su cruel enbestida contra la pobre díazordaz en el momento en que logró arrancarle al fin la cabecita. Ni siquiera se la comió. Luego se marchó a toda velocidad zigzagueando por la orilla de una pared para irse a perder en un orificio del registro de agua. Me puse de rodillas, tirando al suelo las bolsas del supermercado sólo para poder recoger entre el índice y el pulgar la cabeza cercenada de la cucaracha-díazordaz . Sus larguísimas antenas aún se movían frente a mis ojos, como látigos.

09. La primera vez que Claudia no volvió a casa por la noche ni siquiera me alarmé. Ni tenía motivo. Cerca de la hora de la cena me envió un mensaje de texto para avisar que pasaría la noche en el pueblo de las estatuas de barro, pues los taxis colectivos -el único medio para volver a la ciudad- habían dejado de circular hacía una hora. No dejó de parecerme sospechoso su mensaje, pues en aquel pueblo no llega señal telefónica. Cené corn-flakes, pan dulce con Coca-Cola y me fui a dormir. Al amanecer descubrí que las cucarachas habían tenido una orgía magnífica sobre mi tazón. La hambruna había terminado. Muchas, incluso, no pudieron abandonar el fondo por lo gordas que habían quedado.

10. Le conté a Claudia el incidente pero ella, dentro de su pragmatismo insobornable, adujo que era lo más normal que un departamento desocupado durante tanto tiempo tuviera insectos, que sólo era cosa de días para que cedieran a nuestra presencia. Además, ella sólo había visto la primera cucaracha-obispo , una sola, y dijo que tampoco era para tanto, que no fuera tan fresa. Juro que eso dijo.

11. En el mercado le conté mi problema a una vendedora de tlayudas. Me recomendó el ácido bórico y compré tres frascos en una ferretería. Para ese tiempo habían trascurrido dos semanas y no me había bañado siquiera por temor a que uno de esos insectos saliera por la coladera y subiera hasta mis testículos para devorarlos tal como vi hacer a la cucaracha gorda del collarín con la cabeza de una pobre cucaracha-díazordaz . Me veía obligado a comer fuera sin variedad, pues no pretendía correr el riesgo de almacenar sobrantes de comida, no iba a ponerles un banquete nunca más. Pero, sobre todo, lo que me decidió a recurrir al ácido bórico fue la aparición de una tercer clase de cucarachas, la más asquerosa, evolucionada y temible de todas. La cucaracha-calderón.

12. Antes de usar el ácido bórico por recomendación de la señora del mercado, le llamé por teléfono a Martín Solares a París para pedirle un consejo. No se me ocurrió mejor idea dado que fue él mismo quien me había recomendado el departamento, y en mi reducida visión del mundo era él y no otra persona, quien debería tener la respuesta que yo estaba esperando escuchar. “Raid Max”, fue lo último que dijo Martín desde el otro lado del Atlántico, con una voz pastosa antes de volver al sueño del que mi llamada lo había sacado.

13. La segunda vez que Claudia no volvió a casa por la noche fue, según ella, por algo un poco más serio. El movimiento popular había cerrado todas las vías de acceso por tierra. Hubo helicópteros sobrevolando el centro y un olor agridulce impregnó el ambiente como resabio de los gases y la pólvora. Encendí la tele y un tipo dijo que la policía federal estaba en camino. Tres aviones Boeing. Una veintena de helicópteros. Una treintena de tanquetas. Y ni un solo taxi para volver de aquel pueblo perdido, según Claudia. ¡Bah! ¿Quién va a creérselo? No las cucarachas, claro. Ellas se quedaron en la ciudad, al pie del cañón.

14. Es asombrosa la cantidad de sensaciones auditivas y visuales que puede causar un veneno para insectos en apariencia tan dócil como el Raid Max. En su tiempo jamás usé el cloruro de etilo, “heroína rápida”, que de pronto se puso tan de moda entre los adolescentes de clase media-baja con los que me inicié en muchas otras cosas durante la prepa, pero intuyo que los efectos no deben de ser muy diferentes. La primera semana rocié durante tres días, mañana y noche, cada rincón, cada orificio del departamento con el spray. El resultado fue inmejorable. Al volver a casa encontraba el suelo tapizado de decenas de cadáveres duros y crujientes. Sin embargo, bastaba que se emancipara la concentración de Raid Max para que una nueva camada de insectos plagara el baño, el clóset, la cocina y la recámara, sobre todo la recámara, donde estaba el registro del agua.

15. Cuando Claudia se dormía, me acostumbré a estar bien alerta, a encender las luces y a estar atento sin pestañear con la vista clavada en las paredes, en las esquinas, en el techo, en la alacena, en los resquicios más profundos y coladeras, con la botella de Raid Max en mano. Apenas apretar el disparador y las muy culeras caerían muertas, retorciéndose sobre sí mismas, con las seis patitas tiesas al aire. Muchas veces acerqué el oído hasta ellas para intentar escuchar el sonido que deben de hacer cuando agonizan. Nunca obtuve resultados.

16. A la tercera semana ya no dormía ni una hora. Alguien tenía que mantener la guardia. Y no era yo quien iba a dar su brazo a torcer ni mucho menos a otorgar tregua. Fue entonces cuando me recomendaron el ácido bórico. Me recomendaron hacer una preparación con manteca, azúcar, mucha azúcar, y cantidades generosas del ácido. El resultado fue una pasta ambarina y rica como el dulce de leche, pero letal para los insectos y su prole. A veces, durante las noches, cuando Claudia se quedaba dormida, la untaba sobre pan tostado y la acompañaba con Coca-Cola y Red Bull para mantenerme despierto ante cualquier eventualidad. Dejé de hacerlo cuando un buen día el dolor de estómago no me permitió levantarme.

17. La cucaracha-calderón era la peor de todas las que logré clasificar en ese periodo. Era la más golosa, sucia, torpe y lenta de todas. Nada que ver con la bravura y el arrojo de la obispo , ni mucho menos con la astucia y la rapidez de la díazordaz. La cucaracha-calderón era pertinaz, imbécil pero pertinaz y, sólo ahora lo creo, inmortal. Fue esa especie la que terminó por sacarme del departamento. Cuando me daba a la tarea de leer, por ejemplo, cosa que cada vez sucedía con menor frecuencia, tenía que mantener el rabillo del ojo alerta para evitar sentir de pronto ese cosquilleo tan familiar bajando por mi espina dorsal. Dejé de traer en definitiva comida a la casa y procuraba usar el baño lo menos posible, mantenerlo aséptico con Cloralex y Pinol, tal como el resto del departamento, que aseaba desde temprano, tres veces al día, pero que con todo y eso parecía no ser suficiente.

18. La tercera noche que Claudia no volvió a la casa la radio local fue intervenida y una voz agitada dijo que era momento de “una nueva revolución”. Juro que así lo dijo. Pasaron tres noches más y Claudia seguía sin aparecer. Pensé en llamar a Martín Solares, pero recordé que en París a esas horas la gente acostumbra dormir. En el pueblo donde Claudia trabajaba no había teléfono ni Internet, y su celular jamás recibía señal en ese sitio. El gas pimienta se filtró por los vanos y afuera hubo bullicio y trasiego y crepitar y detonaciones. Se cortó la energía eléctrica. Me encerré en el clóset abrazando una botella de Raid Max para mantener a raya a las cucarachas-calderón, que insistían en buscar refugio alrededor de mi calor corporal y de mis detritos. Alguien en esos días incluso entró al departamento y se llevó todo lo que consideró de valor. Intentó varias veces forzar el clóset, sin éxito.

19. A Claudia nunca volví a verla.

20. En mi Moleskine clasifiqué también los distintos tipos de muerte que pude distinguir. Los cadáveres pasados por Raid Max sin variantes terminaban con el esqueleto exterior tostado y crujiente. Las muy cabronas terminaban tiesas y desecadas como hojarasca. Pero en cambio, las muertes producidas por ácido bórico variaban sutilmente, dependiendo de la cantidad de veneno consumida así como de la talla, especie y edad del insecto. Por lo general las cucarachas terminaban inflamadas y bañadas por su propia humedad, como si hubieran fallecido por permanecer toda la noche en un tazón de corn-flakes. Incluso, en los casos más drásticos, llegué a ver muertes por estallamiento de órganos internos y profusas hemorragias. Una sustancia blancuzca y difícil de quitarse de encima escurría por sus vientres y cabecitas formando burbujas plastificadas.

21. Cuando hizo su efecto, el ácido bórico que esparcí por todo el departamento me regaló mis primeras horas de sueño en muchos días encerrado en el clóset, sin salir apenas para ir al baño o tomar agua del garrafón en el que de todas formas nadaban los insectos a sus anchas. Con todo esto, no tenía manera de saber que lo peor estaba por venir con la segunda llegada de la cucaracha-calderón, que fingía estar muerta para luego, aprovechando cualquier descuido, volver a la carga por entre los resquicios de la puerta del clóset.

22. Un buen día en la calle volvió a reinar el silencio. Supe que no debía pensármelo dos veces, que debía aprovechar la tregua o la escampada o cualquier cosa que ocurriera allá afuera, para huir a toda prisa de ese culo del diablo en donde Claudia había ido a meternos.

23. Ningún tipo de transporte público seguía funcionando. Sólo vehículos policiales y tanquetas. Nadie que viera mi facha haciendo dedo en la carretera quiso llevarme. Debí caminar varias decenas de kilómetros sin saber bien a bien hacia dónde me dirigía. Por la tarde me fui a tomar varios mezcales en el primer antro que pude ver en las afueras de la ciudad. Y más tarde a nadar en un balneario de San Agustín Etla, el lugar a donde sin saberlo me habían guiado mis pasos.


Cuando salí de la alberca, mientras me secaba con una toalla clorada y tiesa, un hombre me preguntó lo siguiente: “¿Viene de la ciudad? ¿Es cierto que llegó la Policía Federal y que hubo decenas de muertos? Ya no hay señal de radio...”. Al ver que no le respondía, unos minutos después insistió por otro cauce. “¿Y cómo está el agua?”. “Deliciosa”, dije.
G.
Ciudad de Oaxaca, 2007

lunes, julio 30, 2007

El Spleen de París.

El Spleen de París.
-Fragmentos-

Por : Charles Baudelaire.


II
La desesperación de la vieja.
La viejecilla arrugada sentíase llena de regocijo al ver a la linda criatura festejada por todos, a quien todos querían agradar; aquel lindo ser tan frágil como ella, viejecita, y como ella también sin dientes ni cabellos.
Y se le acercó para hacerle fiestas y gestos agradables.
Pero el niño, espantado, forcejeaba al acariciarlo la pobre mujer decrépita, llenando la casa con sus aullidos.
Entonces la viejecilla se retiró a su soledad eterna, y lloraba en un rincón, diciendo:
«¡Ay! Ya pasó para nosotras, hembras viejas, desventuradas, el tiempo de agradar aún a los inocentes; ¡y hasta causamos horror a los niños pequeños cuando solo vamos a darles cariño!»

VI
Cada cual, con su quimera.
Bajo un amplio cielo gris, en una vasta llanura polvorienta, sin sendas, ni césped, sin un cardo, sin una ortiga, tropecé con muchos hombres que caminaban encorvados.
Llevaba cada cual, a cuestas, una quimera enorme, tan pesada como un saco de harina o de carbón, o la mochila de un soldado de infantería romana.
Pero el monstruoso animal no era un peso inerte; envolvía y oprimía, por el contrario, al hombre, con sus músculos elásticos y poderosos; prendíase con sus dos vastas garras al pecho de su montura, y su cabeza fabulosa dominaba la frente del hombre, como uno de aquellos cascos horribles con que los guerreros antiguos pretendían aumentar el terror de sus enemigos.
Interrogué a uno de aquellos hombres preguntándole adónde iban de aquel modo. Me contestó que ni él ni los demás lo sabían; pero que, sin duda, iban a alguna parte, ya que les impulsaba una necesidad invencible de andar.
Observación curiosa: ninguno de aquellos viajeros parecía irritado contra el furioso animal, colgado de su cuello y pegado a su espalda; hubiérase dicho que lo consideraban como parte de sí mismos. Tantos rostros fatigados y serios, ninguna desesperación mostraban; bajo la capa esplenética del cielo, hundidos los pies en el polvo de un suelo tan desolado como el cielo mismo, caminaban con la faz resignada de los condenados a esperar siempre.
Y el cortejo pasó junto a mí, y se hundió en la atmósfera del horizonte, por el lugar donde la superficie redondeada del planeta se esquiva a la curiosidad del mirar humano.
Me obstiné unos instantes en querer penetrar el misterio; mas pronto la irresistible indiferencia se dejó caer sobre mí, y me quedé más profundamente agobiado que los otros con sus abrumadoras quimeras.

XVI
El reloj.
Los chinos ven la hora en los ojos de los gatos. Cierto día, un misionero que se paseaba por un arrabal de Nankin advirtió que se le había olvidado el reloj, y le preguntó a un chiquillo qué hora era.
El chicuelo del Celeste Imperio vaciló al pronto; luego, volviendo sobre sí, contestó: «Voy a decírselo.» Pocos instantes después presentóse de nuevo, trayendo un enorme gato, y mirándole, como suele decirse, a lo blanco de los ojos, afirmó, sin titubear: «Todavía no son las doce en punto.» Y así era en verdad.
Yo, si me inclino hacia la hermosa felina, la bien nombrada, que es a un tiempo mismo honor de su sexo, orgullo de mi corazón y perfume de mi espíritu, ya sea de noche, ya de día, en luz o en sombra opaca, en el fondo de sus ojos adorables veo siempre con claridad la hora, siempre la misma, una hora vasta, solemne, grande como el espacio, sin división de minutos ni segundos, una hora inmóvil que no está marcada en los relojes, y es, sin embargo, leve como un suspiro, rápida como una ojeada.
Si algún importuno viniera a molestarme mientras la mirada mía reposa en tan deliciosa esfera; si algún genio malo e intolerante, si algún Demonio del contratiempo viniese a decirme: «¿Qué miras con tal cuidado? ¿Qué buscas en los ojos de esa criatura? ¿Ves en ellos la hora, mortal pródigo y holgazán?» Yo, sin vacilar, contestaría: «Sí; veo en ellos la hora. ¡Es la Eternidad!»

XXXIII
Embriagaos.
Hay que estar siempre borracho. Todo consiste en eso: es la única cuestión. Para no sentir la carga horrible del Tiempo, que os rompe los hombros y os inclina hacia el suelo, tenéis que embriagaros sin tregua.
Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que queráis. Pero embriagaos.
Y si alguna vez, en las gradas de un palacio, sobre la hierba verde de un foso, en la tristona soledad de vuestro cuarto, os despertáis, diminuida ya o disipada la embriaguez, preguntad al viento, a la ola, a la estrella, al ave, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, a todo lo que canta, a todo lo que habla, preguntadle la hora que es; y el viento, la ola, la estrella, el ave, el reloj, os contestarán:
«¡Es hora de emborracharse! Para no ser esclavos y mártires del Tiempo, embriagaos, embriagaos sin cesar. De vino, de poesía o de virtud; de lo que queráis.»

Baudelaire.- Charles-Pierre Baudelaire, nace en París el 9 de abril de 1821. Tiene 6 años cuando su padre sexagenario, un sacerdote que había colgado los hábitos convertido en funcionario, muere. Su madre se vuelve a casar poco después con Aupick, un oficial que llegará a ser general comandante de la plaza fuerte de París. Él siempre sintió aversión por este padrastro.

Después de su bachillerato, rechaza entrar en la carrera diplomática con el apoyo de su padrastro. No quiere ser sino escritor. En gran perjuicio de su familia burguesa, frecuenta la juventud literaria del Barrio Latino. Un consejo de familia, bajo la presión del general Aupick, lo envía a las Indias, en 1841, a bordo de un navío mercante. Pero Charles Baudelaire no desea más que la gloria literaria y durante una escala en la Isla de la Reunión, deserta y vuelve a París a tomar posesión -puesto que ha alcanzado su mayoría de edad- de la herencia paterna. Se une a Jeanne Duval, una actriz mulata de la cual, a pesar de frecuentes desavenencias y numerosas aventuras, seguirá siendo toda su vida fiel amante y sostén.
Participa en el movimiento romántico, juega a ser dandy, y contrae deudas. Sus excentricidades son tales que su madre y el general Aupick obtienen en 1844 del Tribunal que sea sometido a un consejo judicial. Baudelaire, herido, no se repondrá de esta humillación. Privado de recursos, no cesará desde entonces de evitar los acreedores, mudándose, escondiéndose en casa de sus amantes, trabajando sin descanso sus poemas, intentando mientras tanto ganarse la vida publicando artículos.
Una primera obra marca sus comienzos como crítico de arte. Ese mismo año, una tentativa de suicidio le reconcilia provisionalmente con su madre.
En 1846, descubre la obra de Edgar Poe, ese maldito de Ultramar, allende el Atlántico, ese otro incomprendido que se le asemeja, y, durante diecisiete años, va a traducirla y revelarla.
Su salud comienza a deteriorarse. Se ahoga, sufre crisis gástricas, y una sífilis contraida diez años antes reaparece. Para combatir el dolor, fuma opio, toma éter. Físicamente, es una ruina. En la soledad orgullosa donde él se ha encerrado, dos luces: los escritos admirados de dos escritores todavía desconocidos, Stéphane Mallarmé y Paul Verlaine, sobre su obra que se resume en una única recopilación. Las Flores del Mal, a lo que hay que añadir los poemas en prosa del Spleen de París, ensayos, (Los Paraísos Artificiales, estudio sobre los efectos del opio y del hachís), sus artículos de crítica y su correspondencia.
En 1866, durante una estancia en Bélgica, un ataque lo paraliza y lo deja casi mudo. Agoniza durante un año; amigos, para ayudarle a sobrellevar el dolor, acuden junto a su lecho a interpretarle Wagner.
Se apaga a los 46 años, el 31 de agosto de 1867, en los brazos de su madre.

viernes, julio 27, 2007

Viaje a la semilla


Viaje a la semilla.
Por : Alejo Carpentier.
1
- Qué quieres, viejo?...
Varias veces cayó la pregunta de lo alto de los andamios. Pero el viejo no respondía. Andaba de un lugar a otro, fisgoneando, sacándose de la garganta un largo monólogo de frases incomprensibles. Ya habían descendido las tejas, cubriendo los canteros muertos con su mosaico de barro cocido. Arriba, los picos desprendían piedras de mampostería, haciéndolas rodar por canales de madera, con gran revuelo de cales y de yesos. Y por las almenas sucesivas que iban desdentando las murallas aparecían —despojados de su secreto— cielos rasos ovales o cuadrados, cornisas, guirnaldas, dentículos, astrágalos, y papeles encolados que colgaban de los testeros como viejas pieles de serpiente en muda. Presenciando la demolición, una Ceres con la nariz rota y el peplo desvaído, veteado de negro el tocado de mieses, se erguía en el traspatio, sobre su fuente de mascarones borrosos. Visitados por el sol en horas de sombra, los peces grises del estanque bostezaban en agua musgosa y tibia, mirando con el ojo redondo aquellos obreros, negros sobre claro de cielo, que iban rebajando la altura secular de la casa. El viejo se había sentado, con el cayado apuntalándole la barba, al pie de la estatua. Miraba el subir y bajar de cubos en que viajaban restos apreciables. Oíanse, en sordina, los rumores de la calle mientras, arriba, las poleas concertaban, sobre ritmos de hierro con piedra, sus gorjeos de aves desagradables y pechugonas.
Dieron las cinco. Las cornisas y entablamentos se desploblaron. Sólo quedaron escaleras de mano, preparando el salto del día siguiente. El aire se hizo más fresco, aligerado de sudores, blasfemias, chirridos de cuerdas, ejes que pedían alcuzas y palmadas en torsos pringosos. Para la casa mondada el crepúsculo llegaba más pronto. Se vestía de sombras en horas en que su ya caída balaustrada superior solía regalar a las fachadas algún relumbre de sol. La Ceres apretaba los labios. Por primera vez las habitaciones dormirían sin persianas, abiertas sobre un paisaje de escombros.
Contrariando sus apetencias, varios capiteles yacían entre las hierbas. Las hojas de acanto descubrían su condición vegetal. Una enredadera aventuró sus tentáculos hacia la voluta jónica, atraída por un aire de familia. Cuando cayó la noche, la casa estaba más cerca de la tierra. Un marco de puerta se erguía aún, en lo alto, con tablas de sombras suspendidas de sus bisagras desorientadas.

2
Entonces el negro viejo, que no se había movido, hizo gestos extraños, volteando su cayado sobre un cementerio de baldosas.
Los cuadrados de mármol, blancos y negros volaron a los pisos, vistiendo la tierra. Las piedras con saltos certeros, fueron a cerrar los boquetes de las murallas. Hojas de nogal claveteadas se encajaron en sus marcos, mientras los tornillos de las charnelas volvían a hundirse en sus hoyos, con rápida rotación.
En los canteros muertos, levantadas por el esfuerzo de las flores, las tejas juntaron sus fragmentos, alzando un sonoro torbellino de barro, para caer en lluvia sobre la armadura del techo. La casa creció, traída nuevamente a sus proporciones habituales, pudorosa y vestida. La Ceres fue menos gris. Hubo más peces en la fuente. Y el murmullo del agua llamó begonias olvidadas.
El viejo introdujo una llave en la cerradura de la puerta principal, y comenzó a abrir ventanas. Sus tacones sonaban a hueco. Cuando encendió los velones, un estremecimiento amarillo corrió por el óleo de los retratos de familia, y gentes vestidas de negro murmuraron en todas las galerías, al compás de cucharas movidas en jícaras de chocolate.
Don Marcial, el Marqués de Capellanías, yacía en su lecho de muerte, el pecho acorazado de medallas, escoltado por cuatro cirios con largas barbas de cera derretida

3
Los cirios crecieron lentamente, perdiendo sudores. Cuando recobraron su tamaño, los apagó la monja apartando una lumbre. Las mechas blanquearon, arrojando el pabilo. La casa se vació de visitantes y los carruajes partieron en la noche. Don Marcial pulsó un teclado invisible y abrió los ojos.
Confusas y revueltas, las vigas del techo se iban colocando en su lugar. Los pomos de medicina, las borlas de damasco, el escapulario de la cabecera, los daguerrotipos, las palmas de la reja, salieron de sus nieblas. Cuando el médico movió la cabeza con desconsuelo profesional, el enfermo se sintió mejor. Durmió algunas horas y despertó bajo la mirada negra y cejuda del Padre Anastasio. De franca, detallada, poblada de pecados, la confesión se hizo reticente, penosa, llena de escondrijos. ¿Y qué derecho tenía, en el fondo, aquel carmelita, a entrometerse en su vida? Don Marcial se encontró, de pronto, tirado en medio del aposento. Aligerado de un peso en las sienes, se levantó con sorprendente celeridad. La mujer desnuda que se desperezaba sobre el brocado del lecho buscó enaguas y corpiños, llevándose, poco después, sus rumores de seda estrujada y su perfume. Abajo, en el coche cerrado, cubriendo tachuelas del asiento, había un sobre con monedas de oro.
Don Marcial no se sentía bien. Al arreglarse la corbata frente a la luna de la consola se vio congestionado. Bajó al despacho donde lo esperaban hombres de justicia, abogados y escribientes, para disponer la venta pública de la casa. Todo había sido inútil. Sus pertenencias se irían a manos del mejor postor, al compás de martillo golpeando una tabla. Saludó y le dejaron solo. Pensaba en los misterios de la letra escrita, en esas hebras negras que se enlazan y desenlazan sobre anchas hojas afiligranadas de balanzas, enlazando y desenlazando compromisos, juramentos, alianzas, testimonios, declaraciones, apellidos, títulos, fechas, tierras, árboles y piedras; maraña de hilos, sacada del tintero, en que se enredaban las piernas del hombre, vedándole caminos desestimados por la Ley; cordón al cuello, que apretaban su sordina al percibir el sonido temible de las palabras en libertad. Su firma lo había traicionado, yendo a complicarse en nudo y enredos de legajos. Atado por ella, el hombre de carne se hacía hombre de papel. Era el amanecer. El reloj del comedor acababa de dar la seis de la tarde.

4
Transcurrieron meses de luto, ensombrecidos por un remordimiento cada vez mayor. Al principio, la idea de traer una mujer a aquel aposento se le hacía casi razonable. Pero, poco a poco, las apetencias de un cuerpo nuevo fueron desplazadas por escrúpulos crecientes, que llegaron al flagelo. Cierta noche, Don Marcial se ensangrentó las carnes con una correa, sintiendo luego un deseo mayor, pero de corta duración. Fue entonces cuando la Marquesa volvió, una tarde, de su paseo a las orillas del Almendares. Los caballos de la calesa no traían en las crines más humedad que la del propio sudor. Pero, durante todo el resto del día, dispararon coces a las tablas de la cuadra, irritados, al parecer, por la inmovilidad de nubes bajas.
Al crepúsculo, una tinaja llena de agua se rompió en el baño de la Marquesa. Luego, las lluvias de mayo rebosaron el estanque. Y aquella negra vieja, con tacha de cimarrona y palomas debajo de la cama, que andaba por el patio murmurando: "¡Desconfía de los ríos, niña; desconfía de lo verde que corre!" No había día en que el agua no revelara su presencia. Pero esa presencia acabó por no ser más que una jícara derramada sobre el vestido traído de París, al regreso del baile aniversario dado por el Capitán General de la Colonia.
Reaparecieron muchos parientes. Volvieron muchos amigos. Ya brillaban, muy claras, las arañas del gran salón. Las grietas de la fachada se iban cerrando. El piano regresó al clavicordio. Las palmas perdían anillos. Las enredaderas saltaban la primera cornisa. Blanquearon las ojeras de la Ceres y los capiteles parecieron recién tallados. Más fogoso Marcial solía pasarse tardes enteras abrazando a la Marquesa. Borrábanse patas de gallina, ceños y papadas, y las carnes tornaban a su dureza. Un día, un olor de pintura fresca llenó la casa.

5
Los rubores eran sinceros. Cada noche se abrían un poco más las hojas de los biombos, las faldas caían en rincones menos alumbrados y eran nuevas barreras de encajes. Al fin la Marquesa sopló las lámparas. Sólo él habló en la obscuridad. Partieron para el ingenio, en gran tren de calesas—relumbrante de grupas alazanas, bocados de plata y charoles al sol. Pero, a la sombra de las flores de Pascua que enrojecían el soportal interior de la vivienda, advirtieron que se conocían apenas. Marcial autorizó danzas y tambores de Nación, para distraerse un poco en aquellos días olientes a perfumes de Colonia, baños de benjuí, cabelleras esparcidas, y sábanas sacadas de armarios que, al abrirse, dejaban caer sobre las lozas un mazo de vetiver. El vaho del guarapo giraba en la brisa con el toque de oración. Volando bajo, las auras anunciaban lluvias reticentes, cuyas primeras gotas, anchas y sonoras, eran sorbidas por tejas tan secas que tenían diapasón de cobre. Después de un amanecer alargado por un abrazo deslucido, aliviados de desconciertos y cerrada la herida, ambos regresaron a la ciudad. La Marquesa trocó su vestido de viaje por un traje de novia, y, como era costumbre, los esposos fueron a la iglesia para recobrar su libertad. Se devolvieron presentes a parientes y amigos, y, con revuelo de bronces y alardes de jaeces, cada cual tomó la calle de su morada. Marcial siguió visitando a María de las Mercedes por algún tiempo, hasta el día en que los anillos fueron llevados al taller del orfebre para ser desgrabados. Comenzaba, para Marcial, una vida nueva. En la casa de s rejas, la Ceres fue sustituida por una Venus italiana, y los mascarones de la fuente adelantaron casi imperceptiblemente el relieve al ver todavía encendidas, pintada ya el alba, las luces de los velones.

6
Una noche, después de mucho beber y marearse con tufos de tabaco frío, dejados por sus amigos, Marcial tuvo la sensación extraña de que los relojes de la casa daban las cinco, luego las cuatro y media, luego las cuatro, luego las tres y media... Era como la percepción remota de otras posibilidades. Como cuando se piensa, en enervamiento de vigilia, que puede andarse sobre el cielo raso con el piso por cielo raso, entre muebles firmemente asentados entre las vigas del techo. Fue una impresión fugaz, que no dejó la menor huella en su espíritu, poco llevado, ahora, a la meditación.
Y hubo un gran sarao, en el salón de música, el día en que alcanzó la minoría de edad. Estaba alegre, al pensar que su firma había dejado de tener un valor legal, y que los registros y escribanías, con sus polillas, se borraban de su mundo. Llegaba al punto en que los tribunales dejan de ser temibles para quienes tienen una carne desestimada por los códigos. Luego de achisparse con vinos generosos, los jóvenes descolgaron de la pared una guitarra incrustada de nácar, un salterio y un serpentón. Alguien dio cuerda al reloj que tocaba la Tirolesa de las Vacas y la Balada de los Lagos de Escocia.
Otro embocó un cuerno de caza que dormía, enroscado en su cobre, sobre los fieltros encarnados de la vitrina, al lado de la flauta traversera traída de Aranjuez. Marcial, que estaba requebrando atrevidamente a la de Campoflorido, su sumó al guirigay, buscando en el teclado, sobre bajos falsos, la melodía del Trípili-Trápala. Y subieron todos al desván, de pronto, recordando que allá, bajo vigas que iban recobrando el repello, se guardaban los trajes y libreas de la Casa de Capellanías. En entrepaños escarchados de alcanfor descansaban los vestidos de corte, un espadín de Embajador, varias guerreras emplastronadas, el manto de un Príncipe de la Iglesia, y largas casacas, con botones de damasco y difuminos de humedad en los pliegues. Matizáronse las penumbras con cintas de amaranto, miriñaques amarillos, túnicas marchitas y flores de terciopelo. Un traje de chispero con redecilla de borlas, nacido en una mascarada de carnaval, levantó aplausos.
La de Campo florido redondeó los hombros empolvados bajo un rebozo de color de carne criolla, que sirviera a cierta abuela, en noche de grandes decisiones familiares, para avivar los amansados fuegos de un rico Síndico de Clarisas.
Disfrazados regresaron los jóvenes al salón de música. Tocado con un tricornio de regidor, Marcial pegó tres bastonazos en el piso, y se dio comienzo a la danza de la valse, que las madres hallaban terriblemente impropio de señoritas, con eso de dejarse enlazar por la cintura, recibiendo manos de hombre sobre las ballenas del corset que todas se habían hecho según el reciente patrón de "El Jardín de las Moodas". Las puertas se obscurecieron de fámulas, cuadrerizos, sirvientes, que venían de sus lejanas dependencias y de los entresuelos sofocantes para admirarse ante fiesta de tanto alboroto. Luego. se jugó a la gallina ciega y al escondite. Marcial, oculto con la de Campoflorido detrás de un biombo chino, le estampó un beso en la nuca, recibiendo en respuesta un pañuelo perfumado, cuyos encajes de Bruselas guardaban suaves tibiezas de escote. Y cuando las muchachas se alejaron en las luces del crepúsculo, hacia las atalayas y torreones que se pintaban en grisnegro sobre el mar, los mozos fueron a la Casa de Baile, donde tan sabrosamente se contoneaban las mulatas de grandes ajorcas, sin perder nunca—así fuera de movida una guaracha—sus zapatillas de alto tacón. Y como se estaba en carnavales, los del Cabildo Arará Tres Ojos levantaban un trueno de tambores tras de la pared medianera, en un patio sembrado de granados. Subidos en mesas y taburetes, Marcial y sus amigos alabaron el garbo de una negra de pasas entrecanas, que volvía a ser hermosa, casi deseable, cuando miraba por sobre el hombro, bailando con altivo mohín de reto.

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