Un resumen
Publico
En los tiempos escolares, el repaso previo al examen: trimestral, semestral o de fin de año era lo más fecundo del aprendizaje. Si era en grupo y cooperativo, resultaba todavía más eficaz, porque el conocimiento debatido y compartido ponía orden y prioridad a los temas centrales y obligaba a racionalizar la memoria dispersa acumulada en el periodo. “Ponle las inteligencias”.
Resultará útil hacer algo parecido en el tan debatido tema de los hidrocarburos, polarizado por intereses grupales y deliberadamente opacado por importantes medios de comunicación electrónicos, como si no se tratara de un asunto decisivo para el futuro de la nación. Veamos.
La mezcla mexicana de petróleo tiene hoy un precio en el mercado internacional de más de 105 dólares por barril. Según cifras oficiales, Pemex tiene un costo de producción promedio por barril de 4.36 dólares. Eso significa que Pemex tiene una utilidad bruta, antes de impuestos, o sea lo que ahora se llama renta petrolera, de alrededor de cien dólares por cada barril que produce, a razón de tres millones de barriles diarios. Eso la hace una de las empresas más eficientes y competitivas a escala internacional, dado que el costo internacional promedio de producción por barril de crudo supera los ocho dólares, el doble de la mezcla mexicana. O sea: por el mismo costo Pemex produce dos barriles.
Ahora bien, Pemex es la empresa que más impuestos y derechos paga en el mundo entero. Hace poco el mundo se escandalizó cuando Evo Morales subió los impuestos y derechos a las empresas extranjeras de 18 a 50 por ciento. La Secretaría de Hacienda le cobra a Pemex más de 80 por ciento de sus ventas. En el año 2007, Hacienda le cobró incluso más que todas las ganancias del año: 676 mil millones de pesos sobre 509 mil millones de renta.
Los costos de producción citados incluyen, por supuesto, las cantidades entregadas al sindicato. El sindicato petrolero es, sin duda, uno de los más corruptos, pero el dinero que recibe no representa ni dos milésimas de la renta petrolera ni de los contratos adjudicados sin licitación a empresas extranjeras. El famoso Pemexgate, por mil millones de pesos, es un desfalco atroz, pero no es comparable en términos numéricos con un contrato adjudicado a Repsol por 165 mil millones de pesos. Estamos hablando de una proporción de 1 a 165. Toda corrupción es inaceptable, pero atribuir a la corrupción sindical —que es real— todas las desgracias de Pemex es desviar la atención deliberadamente.
La verdadera desgracia de Pemex se llama Secretaría de Hacienda, que le arrebata toda su renta y luego le escatima, o le niega, los recursos necesarios para prospección, refinación, o para reponer los ductos envejecidos.
La hazaña más perversa de Hacienda es la torcida invención de los Pidiregas: Proyectos de Inversión Diferida en el Registro del Gasto. Así, para que nadie entienda que se trata de deuda pública que le endilga a la empresa estatal, sabiendo que a todas luces es deuda pública; pero que no aparezca registrada por ahora. Eso después de haber saqueado a PEMEX.
La causa de todos los males de Pemex, diga lo que diga la doctora Georgina Kessel, está en el monto y la estructura fiscal. Reto a los defensores de la iniciativa a que presenten un cuadro comparativo de los 30 países de la OCDE, México incluido. Vean si es cierto que México no recauda ni la mitad sobre PIB de lo que recaudan los países prósperos. Lo más importante: vean lo que en esos países se recauda por impuesto sobre la renta empresarial (no la de los asalariados causantes cautivos) y comparen con lo que recauda en México por ese concepto. Entenderán, si no lo saben ya, por qué miente Felipe Calderón cuando dice que no se privatiza, y la iniciativa que ha enviado al Senado dice textualmente que el sector privado “podrá ser propietario” de ductos y refinerías. Y ahí encontrarán también por qué han estrangulado presupuestalmente durante 25 años al Instituto Mexicano del Petróleo.
Politización es etiquetar de “pontífices y teólogos” a quienes sostienen, por simple sentido común, que la casa familiar no se vende.
egaraiz@gmail.com
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martes, junio 03, 2008
martes, abril 01, 2008
Opinion - Esteban Garaiz
Otra vez esquiroles
Publico
El 13 de abril de 1975, en sencilla ceremonia en Reforma, Chiapas, el ingeniero Francisco Inguanzo, a nombre de Pemex, hizo el anuncio ante el presidente de la república de los enormes yacimientos petroleros descubiertos por la empresa estatal en sustratos terciarios. Con ellos, México no sólo lograba una holgada autonomía energética, sino que se convertía en un país potencialmente exportador. El mundo pareció no enterarse. Ese mismo año, en el mes de noviembre, el anuncio se hizo desde Nueva York con bombo y platillo por parte de los grandes intereses petroleros internacionales.
En diciembre del año siguiente cambió la Administración federal y Pemex quedó “sectorizado” en la Secretaría de Patrimonio Nacional. Los precios internacionales estaban altos. Conocidas son las pugnas entre el ingeniero Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, y el titular de su cabeza de sector, José Andrés de Oteiza. Se había establecido una prudente plataforma de exportación petrolera ligeramente superior al millón de barriles diarios, de cuyo tope Pemex no debía excederse. Pero el ingeniero Díaz Serrano, que tenía acceso directo al presidente José López Portillo, de manera indisciplinada comenzó a surtir, además —repito, además— crudo a las exhaustas reservas de petróleo de los Estados Unidos de América. A mediano plazo, los precios internacionales del crudo se derrumbaron frustrando el equilibrio establecido por la OPEP entre oferta y demanda internacionales. Quienes conocen la historia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, a la que México decidió no ingresar “para conservar la autonomía”, saben que México fue considerado, y Jorge Díaz Serrano en lo particular, como un gran esquirol de los países exportadores de petróleo por hacer el juego a las grandes transnacionales, que fijaban el precio internacional desde la demanda.
Hoy los precios internacionales están de nuevo altos, más altos que nunca, y debido, entre otros factores, a la creciente demanda de países emergentes como China e India y al uso creciente de los hidrocarburos como materia prima de tantos productos, no es previsible en el mediano plazo una baja esencial en el precio internacional.
Entre tanto, ahí están los depósitos enormes (que no son reservas probadas) en aguas profundas que son aguas territoriales de México, Cuba, Estados Unidos de América y posiblemente de Guatemala y Belice. A las grandes transnacionales les urge utilizar su equipo de segunda mano, que sale ahora del mar del Norte. Por supuesto, también a la gran economía que tiene que importar la mitad de los hidrocarburos que consume y que tantos problemas tiene en Oriente Medio.
A México no le urge extraer, por ahora, el petróleo suyo de aguas profundas (que todavía no puede catalogar como reservas probadas) si logra, como debe, corregir su terrible distorsión fiscal, lo que implica cobrar ISR a los grandes consorcios privados nacionales, como lo hacen en promedio los países integrantes de la OCDE. Lo que sí resulta urgente es elevar la capacidad de refinación, construyendo un par de refinerías con los recursos excedentes de la exportación y del mismo modo realizar prospecciones en tierra y en aguas someras, para recuperar el nivel de reservas probadas.
México tiene un tesoro en aguas profundas: es cierto. Verdad a medias, porque no tiene fecha de caducidad. No es previsible —se debe reiterar— una caída esencial de los precios internacionales. Aun cuando, remotamente, redujera su uso energético, seguirá inevitablemente, y de manera creciente, siendo materia prima de innumerables productos. Mientras tanto, el Instituto Mexicano del Petróleo debe recuperar la capacidad tecnológica que tuvo hace 25 años, cuando era puntero. No puede seguir recibiendo un presupuesto anual de la tercera parte de lo que Pemex gasta en anuncios de televisión.
No falta quien diga que hay una oposición general a la privatización de Pemex de manera animosa e irracional, sin ponerse siquiera a analizar y dialogar. Debatamos, pues. De cara a la nación. Por de pronto, Claudia Sheinbaum, frente a miles reunidos en el zócalo y calles aledañas el pasado 18 de marzo, palabras más o palabras menos, dijo: “Doctora Kessel, ponga usted lugar, día y hora”. No sería sensato contestar que lo que quiere es tribuna, si recibió el aplauso entusiasta de todos los asistentes. De cara a la nación.
egaraiz.blogspot.com
egaraiz@gmail.com
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El 13 de abril de 1975, en sencilla ceremonia en Reforma, Chiapas, el ingeniero Francisco Inguanzo, a nombre de Pemex, hizo el anuncio ante el presidente de la república de los enormes yacimientos petroleros descubiertos por la empresa estatal en sustratos terciarios. Con ellos, México no sólo lograba una holgada autonomía energética, sino que se convertía en un país potencialmente exportador. El mundo pareció no enterarse. Ese mismo año, en el mes de noviembre, el anuncio se hizo desde Nueva York con bombo y platillo por parte de los grandes intereses petroleros internacionales.
En diciembre del año siguiente cambió la Administración federal y Pemex quedó “sectorizado” en la Secretaría de Patrimonio Nacional. Los precios internacionales estaban altos. Conocidas son las pugnas entre el ingeniero Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, y el titular de su cabeza de sector, José Andrés de Oteiza. Se había establecido una prudente plataforma de exportación petrolera ligeramente superior al millón de barriles diarios, de cuyo tope Pemex no debía excederse. Pero el ingeniero Díaz Serrano, que tenía acceso directo al presidente José López Portillo, de manera indisciplinada comenzó a surtir, además —repito, además— crudo a las exhaustas reservas de petróleo de los Estados Unidos de América. A mediano plazo, los precios internacionales del crudo se derrumbaron frustrando el equilibrio establecido por la OPEP entre oferta y demanda internacionales. Quienes conocen la historia de la Organización de Países Exportadores de Petróleo, a la que México decidió no ingresar “para conservar la autonomía”, saben que México fue considerado, y Jorge Díaz Serrano en lo particular, como un gran esquirol de los países exportadores de petróleo por hacer el juego a las grandes transnacionales, que fijaban el precio internacional desde la demanda.
Hoy los precios internacionales están de nuevo altos, más altos que nunca, y debido, entre otros factores, a la creciente demanda de países emergentes como China e India y al uso creciente de los hidrocarburos como materia prima de tantos productos, no es previsible en el mediano plazo una baja esencial en el precio internacional.
Entre tanto, ahí están los depósitos enormes (que no son reservas probadas) en aguas profundas que son aguas territoriales de México, Cuba, Estados Unidos de América y posiblemente de Guatemala y Belice. A las grandes transnacionales les urge utilizar su equipo de segunda mano, que sale ahora del mar del Norte. Por supuesto, también a la gran economía que tiene que importar la mitad de los hidrocarburos que consume y que tantos problemas tiene en Oriente Medio.
A México no le urge extraer, por ahora, el petróleo suyo de aguas profundas (que todavía no puede catalogar como reservas probadas) si logra, como debe, corregir su terrible distorsión fiscal, lo que implica cobrar ISR a los grandes consorcios privados nacionales, como lo hacen en promedio los países integrantes de la OCDE. Lo que sí resulta urgente es elevar la capacidad de refinación, construyendo un par de refinerías con los recursos excedentes de la exportación y del mismo modo realizar prospecciones en tierra y en aguas someras, para recuperar el nivel de reservas probadas.
México tiene un tesoro en aguas profundas: es cierto. Verdad a medias, porque no tiene fecha de caducidad. No es previsible —se debe reiterar— una caída esencial de los precios internacionales. Aun cuando, remotamente, redujera su uso energético, seguirá inevitablemente, y de manera creciente, siendo materia prima de innumerables productos. Mientras tanto, el Instituto Mexicano del Petróleo debe recuperar la capacidad tecnológica que tuvo hace 25 años, cuando era puntero. No puede seguir recibiendo un presupuesto anual de la tercera parte de lo que Pemex gasta en anuncios de televisión.
No falta quien diga que hay una oposición general a la privatización de Pemex de manera animosa e irracional, sin ponerse siquiera a analizar y dialogar. Debatamos, pues. De cara a la nación. Por de pronto, Claudia Sheinbaum, frente a miles reunidos en el zócalo y calles aledañas el pasado 18 de marzo, palabras más o palabras menos, dijo: “Doctora Kessel, ponga usted lugar, día y hora”. No sería sensato contestar que lo que quiere es tribuna, si recibió el aplauso entusiasta de todos los asistentes. De cara a la nación.
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Defensa de PEMEX,
Esteban Garaiz,
Opinión,
Publico
martes, marzo 25, 2008
Opinión - Esteban Garaiz
La parábola del doctor Jalife
Publico
Por un descuido imperdonable, usted cerró su casa dejando las llaves dentro. Tiene necesidad de conseguir un cerrajero con la tecnología y la caja de herramientas necesarias para que usted pueda tomar posesión nuevamente de su casa. Puede contratar los servicios del cerrajero por el tiempo que invierta en abrir su casa y que usted recupere las llaves que son de usted. Pero usted opta por hacerlo socio de su casa y compartir con el cerrajero el beneficio de esta y así los dos saldrán ganando con ese tesoro de casa que es su patrimonio.
No, usted no lo haría. Pero tiene un administrador de la casa; él, por un descuido imperdonable, se quedó sin llaves y con la casa cerrada. Entonces, él toma la decisión de asociarse con el cerrajero y compartirá a nombre de usted, los beneficios de la casa que es patrimonio de usted. Y además no le informa a usted de estas talentosas operaciones.
Esta parábola es creación del doctor Alfredo Jalife-Rahme, pronunciada el 18 de marzo en el zócalo en voz de Jesusa Rodríguez.
Pemex no es la caja chica del gobierno federal. Es la caja grande. “Y ese es, justamente, el problema nodal —dijo Cuauhtémoc Cárdenas en Morelia el martes 18 de marzo—. La clave de las dificultades que hoy enfrenta Petróleos Mexicanos se encuentra en la sobrerregulación presupuestaria, que antepone un supuesto equilibrio de las finanzas públicas a las necesidades de una operación petrolera racional y de alta productividad para el país, y en la insuficiencia de inversión que impone un régimen fiscal confiscatorio”.
En otras palabras, las mías, el problema central de Pemex tiene un nombre: se llama Secretaría de Hacienda y Crédito Público. El problema central de Pemex se resuelve acabando con las terribles distorsiones del fisco federal, totalmente anómalas en un país de la OCDE. No es aceptable que 40 por ciento de los ingresos fiscales deriven de una sola empresa; no es aceptable que Pemex pague 74 por ciento de de sus ingresos por la venta de crudo y todavía más por otros conceptos; no es aceptable que Hacienda haya contado en los últimos años con excedentes no considerados en el presupuesto, dados los altos precios internacionales, y los haya dilapidado en gasto corriente, en vez de reinvertirlos en infraestructura, principalmente prospección de nuevas reservas probadas y en refinación para no tener que importar gasolinas a lo irresponsable por más de quince mil millones de dólares anuales, con lo que se ha generado un fuerte desequilibrio en la balanza comercial y, principalmente, una severa reducción en la autonomía energética de la nación.
“La dependencia fiscal y presupuestal del gobierno federal respecto de los ingresos petroleros —dijo también el ingeniero Cárdenas— constituye un lastre que impide al país contar con una industria moderna y capaz de autofinanciar su desenvolvimiento y, a través de este, contribuir a los programas estatales y al desarrollo nacional con un sentido más amplio”.
El deterioro deliberado de Pemex en los últimos 25 años ha contado con un instrumento fiscal eficaz y tramposo, que es claramente una perversión financiera: los “proyectos de impacto diferido en el gasto”, o sea los Pidiregas, por un monto superior, al día de hoy, a 50 mil millones de dólares, que son claramente obligaciones, o sea pasivos, con los que Pemex es una empresa técnicamente quebrada.
A mi entender, nadie ha formulado una definición intelectualmente satisfactoria del vocablo “populismo”, tan usado por los neoliberales cuando quieren detractar. Pero algunos economistas lo han simplificado numéricamente como el hecho de que un gobierno gaste más de lo que ingresa. En ese caso, los famosos Pidiregas son una forma perversa de populismo y en consecuencia Hacienda es hipócritamente populista: han obligado a Pemex a gastar más de los recursos que le asignan y por tanto a descapitalizarse. Los tales Pidiregas se multiplican como conejera y estrangulan las finanzas maniatadas de la empresa nacional. En tanto Hacienda se gasta irresponsablemente las altas utilidades de Pemex.
Es claro que los contratos de riesgo, además de prohibidos en la Constitución, no pueden ser la solución. Urge un serio debate nacional sobre los problemas reales de Pemex. Verdades a medias, reiteradas machaconamente, no contribuyen a un diagnóstico serio que nos lleve a la solución.
egaraiz.blogspot.com
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Por un descuido imperdonable, usted cerró su casa dejando las llaves dentro. Tiene necesidad de conseguir un cerrajero con la tecnología y la caja de herramientas necesarias para que usted pueda tomar posesión nuevamente de su casa. Puede contratar los servicios del cerrajero por el tiempo que invierta en abrir su casa y que usted recupere las llaves que son de usted. Pero usted opta por hacerlo socio de su casa y compartir con el cerrajero el beneficio de esta y así los dos saldrán ganando con ese tesoro de casa que es su patrimonio.
No, usted no lo haría. Pero tiene un administrador de la casa; él, por un descuido imperdonable, se quedó sin llaves y con la casa cerrada. Entonces, él toma la decisión de asociarse con el cerrajero y compartirá a nombre de usted, los beneficios de la casa que es patrimonio de usted. Y además no le informa a usted de estas talentosas operaciones.
Esta parábola es creación del doctor Alfredo Jalife-Rahme, pronunciada el 18 de marzo en el zócalo en voz de Jesusa Rodríguez.
Pemex no es la caja chica del gobierno federal. Es la caja grande. “Y ese es, justamente, el problema nodal —dijo Cuauhtémoc Cárdenas en Morelia el martes 18 de marzo—. La clave de las dificultades que hoy enfrenta Petróleos Mexicanos se encuentra en la sobrerregulación presupuestaria, que antepone un supuesto equilibrio de las finanzas públicas a las necesidades de una operación petrolera racional y de alta productividad para el país, y en la insuficiencia de inversión que impone un régimen fiscal confiscatorio”.
En otras palabras, las mías, el problema central de Pemex tiene un nombre: se llama Secretaría de Hacienda y Crédito Público. El problema central de Pemex se resuelve acabando con las terribles distorsiones del fisco federal, totalmente anómalas en un país de la OCDE. No es aceptable que 40 por ciento de los ingresos fiscales deriven de una sola empresa; no es aceptable que Pemex pague 74 por ciento de de sus ingresos por la venta de crudo y todavía más por otros conceptos; no es aceptable que Hacienda haya contado en los últimos años con excedentes no considerados en el presupuesto, dados los altos precios internacionales, y los haya dilapidado en gasto corriente, en vez de reinvertirlos en infraestructura, principalmente prospección de nuevas reservas probadas y en refinación para no tener que importar gasolinas a lo irresponsable por más de quince mil millones de dólares anuales, con lo que se ha generado un fuerte desequilibrio en la balanza comercial y, principalmente, una severa reducción en la autonomía energética de la nación.
“La dependencia fiscal y presupuestal del gobierno federal respecto de los ingresos petroleros —dijo también el ingeniero Cárdenas— constituye un lastre que impide al país contar con una industria moderna y capaz de autofinanciar su desenvolvimiento y, a través de este, contribuir a los programas estatales y al desarrollo nacional con un sentido más amplio”.
El deterioro deliberado de Pemex en los últimos 25 años ha contado con un instrumento fiscal eficaz y tramposo, que es claramente una perversión financiera: los “proyectos de impacto diferido en el gasto”, o sea los Pidiregas, por un monto superior, al día de hoy, a 50 mil millones de dólares, que son claramente obligaciones, o sea pasivos, con los que Pemex es una empresa técnicamente quebrada.
A mi entender, nadie ha formulado una definición intelectualmente satisfactoria del vocablo “populismo”, tan usado por los neoliberales cuando quieren detractar. Pero algunos economistas lo han simplificado numéricamente como el hecho de que un gobierno gaste más de lo que ingresa. En ese caso, los famosos Pidiregas son una forma perversa de populismo y en consecuencia Hacienda es hipócritamente populista: han obligado a Pemex a gastar más de los recursos que le asignan y por tanto a descapitalizarse. Los tales Pidiregas se multiplican como conejera y estrangulan las finanzas maniatadas de la empresa nacional. En tanto Hacienda se gasta irresponsablemente las altas utilidades de Pemex.
Es claro que los contratos de riesgo, además de prohibidos en la Constitución, no pueden ser la solución. Urge un serio debate nacional sobre los problemas reales de Pemex. Verdades a medias, reiteradas machaconamente, no contribuyen a un diagnóstico serio que nos lleve a la solución.
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Defensa de PEMEX,
Esteban Garaiz,
Opinión,
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martes, febrero 19, 2008
Opinión - Esteban Garaiz
¿En qué quedamos, por fin?
Publico
El Senado de los Estados Unidos de América niega la autorización para vender Unocal a Petrochina, la empresa petrolera estatal china que busca hidrocarburos garantizados en todo el mundo. La razón es evidente: es un recurso estratégico para la nación norteamericana. Aquí seguimos deshojando la margarita, aunque ya todo el mundo sabe que en Los Pinos es una decisión tomada. En todo el mundo se estatizan los recursos de hidrocarburos. Aquí queremos “modernizar” la empresa propiedad de la nación, que ha fundamentado nuestro desarrollo y que hemos esquilmado por más de 25 años.
Sí pero no. No pero sí. Vamos a la reforma energética, y hay que hacerla con la participación de la inversión privada. Nos hace falta tecnología, pero estrangulamos al Instituto Mexicano del Petróleo.
Germán Martínez Cázares, brazo político de Felipe Calderón, declara que el proyecto de reforma energética se “presentará a fines de marzo”. Nada de rounds de sombra. Calderón dice en los Estados Unidos de América que tiene una propuesta para satisfacer los intereses de los dos países: quiere “acelerar” la reforma energética con inversión privada, ya saben de dónde. Lo mismo más o menos, naturalmente, dice la Secretaria de Energía.
Por su lado, el titular de la Secretaría de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, en directa respuesta a Leonel Godoy, el nuevo gobernador de Michoacán, declara que el Ejecutivo federal no presentará la iniciativa de reforma energética hasta que se tenga “un diagnóstico compartido por diversos actores políticos”, o sea cuando se vea “que todos estamos hablando de la misma dimensión del problema”.
Diagnóstico compartido. Diversos actores políticos. Todos. La misma dimensión del problema.
Supongo, queriendo interpretar al inquilino del Palacio de Cobián, que “diversos actores” va más allá de quienes piensan como el Ejecutivo, o tienen los mismos intereses. Confío en el talento político de Mouriño para que “diversos actores políticos” incluya a quienes marcharemos el próximo 24 de febrero en manifestación de defensa de la Constitución, con Peje o sin Peje.
Tiene razón Juan José Rodríguez Prats cuando afirma que no hay que ver la Constitución como algo inmutable, y que es sólo un instrumento jurídico de la nación mexicana. Pero hay un principio político esencial, fundamental, primigenio, previo a cualquier constitución: que los recursos naturales del territorio son propiedad social de la nación. Con mayor razón los que resultan esenciales para la sobrevivencia nacional, los estratégicos, como se dice. Entre ellos, hoy por hoy, de manera significada los hidrocarburos, que seguirán siendo por muchos decenios fuente prioritaria de energía y materia prima insustituible en la producción industrial, incluida la salud.
De manera sofística, Mouriño habla de tres alternativas: dejar las cosas como están; desviar los recursos (hoy sustraídos a Pemex) y ya no utilizarlos en salud y educación, y finalmente “modernizar” con inversión privada. Mouriño sabe que hay una cuarta opción: que los grandes consorcios paguen impuestos como en los países de la OCDE y a Pemex se le reinvierta lo necesario para prospección y refinación.
Los propios directivos de la paraestatal informan que tienen identificados más de 200 campos, no sólo en aguas profundas, sino también en las aguas someras, que están clasificados como “oportunidades exploratorias”, mientras siguen diciendo verdades a medias como que sólo tenemos reservas probadas, repito: probadas, por siete años. O sea, saben que en México hay petróleo y gas a la vista por más de 60 años, pero engañan con la verdad.
Siguen hablando de no vender “ni un tornillo” de Pemex cuando saben que precisamente tienen que vender muchos tornillos viejos a la chatarra y renovar urgentemente los equipos. Lo que no puede estar a la venta es la industria petrolera y muchos menos comprometer los recursos del subsuelo.
Entre los “diversos actores” que resulta indispensable consultar, están en primera instancia los espléndidos cuadros técnicos del país. Sólo por citar dos nombres: los doctores Fluvio Ruiz Alarcón y Francisco Garaicoechea y muchos otros egresados de nuestras instituciones públicas de educación superior.
http://egaraiz.blogspot.com
egaraiz@gmail.com
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El Senado de los Estados Unidos de América niega la autorización para vender Unocal a Petrochina, la empresa petrolera estatal china que busca hidrocarburos garantizados en todo el mundo. La razón es evidente: es un recurso estratégico para la nación norteamericana. Aquí seguimos deshojando la margarita, aunque ya todo el mundo sabe que en Los Pinos es una decisión tomada. En todo el mundo se estatizan los recursos de hidrocarburos. Aquí queremos “modernizar” la empresa propiedad de la nación, que ha fundamentado nuestro desarrollo y que hemos esquilmado por más de 25 años.
Sí pero no. No pero sí. Vamos a la reforma energética, y hay que hacerla con la participación de la inversión privada. Nos hace falta tecnología, pero estrangulamos al Instituto Mexicano del Petróleo.
Germán Martínez Cázares, brazo político de Felipe Calderón, declara que el proyecto de reforma energética se “presentará a fines de marzo”. Nada de rounds de sombra. Calderón dice en los Estados Unidos de América que tiene una propuesta para satisfacer los intereses de los dos países: quiere “acelerar” la reforma energética con inversión privada, ya saben de dónde. Lo mismo más o menos, naturalmente, dice la Secretaria de Energía.
Por su lado, el titular de la Secretaría de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, en directa respuesta a Leonel Godoy, el nuevo gobernador de Michoacán, declara que el Ejecutivo federal no presentará la iniciativa de reforma energética hasta que se tenga “un diagnóstico compartido por diversos actores políticos”, o sea cuando se vea “que todos estamos hablando de la misma dimensión del problema”.
Diagnóstico compartido. Diversos actores políticos. Todos. La misma dimensión del problema.
Supongo, queriendo interpretar al inquilino del Palacio de Cobián, que “diversos actores” va más allá de quienes piensan como el Ejecutivo, o tienen los mismos intereses. Confío en el talento político de Mouriño para que “diversos actores políticos” incluya a quienes marcharemos el próximo 24 de febrero en manifestación de defensa de la Constitución, con Peje o sin Peje.
Tiene razón Juan José Rodríguez Prats cuando afirma que no hay que ver la Constitución como algo inmutable, y que es sólo un instrumento jurídico de la nación mexicana. Pero hay un principio político esencial, fundamental, primigenio, previo a cualquier constitución: que los recursos naturales del territorio son propiedad social de la nación. Con mayor razón los que resultan esenciales para la sobrevivencia nacional, los estratégicos, como se dice. Entre ellos, hoy por hoy, de manera significada los hidrocarburos, que seguirán siendo por muchos decenios fuente prioritaria de energía y materia prima insustituible en la producción industrial, incluida la salud.
De manera sofística, Mouriño habla de tres alternativas: dejar las cosas como están; desviar los recursos (hoy sustraídos a Pemex) y ya no utilizarlos en salud y educación, y finalmente “modernizar” con inversión privada. Mouriño sabe que hay una cuarta opción: que los grandes consorcios paguen impuestos como en los países de la OCDE y a Pemex se le reinvierta lo necesario para prospección y refinación.
Los propios directivos de la paraestatal informan que tienen identificados más de 200 campos, no sólo en aguas profundas, sino también en las aguas someras, que están clasificados como “oportunidades exploratorias”, mientras siguen diciendo verdades a medias como que sólo tenemos reservas probadas, repito: probadas, por siete años. O sea, saben que en México hay petróleo y gas a la vista por más de 60 años, pero engañan con la verdad.
Siguen hablando de no vender “ni un tornillo” de Pemex cuando saben que precisamente tienen que vender muchos tornillos viejos a la chatarra y renovar urgentemente los equipos. Lo que no puede estar a la venta es la industria petrolera y muchos menos comprometer los recursos del subsuelo.
Entre los “diversos actores” que resulta indispensable consultar, están en primera instancia los espléndidos cuadros técnicos del país. Sólo por citar dos nombres: los doctores Fluvio Ruiz Alarcón y Francisco Garaicoechea y muchos otros egresados de nuestras instituciones públicas de educación superior.
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