En su reciente encuentro con los socios del Colegio de Ingenieros Civiles de Jalisco, al titular de la Secretaría de Desarrollo Urbano (Sedeur), Claudio Sáinz, le terminó yendo como al diablo con san Miguel. Luego de la autocelebratoria exposición del funcionario, los agremiados de dicho colegio, no obstante ser clientes naturales de la Sedeur, no le doraron la píldora a su invitado, diciendo lo que piensan del gobierno de Francisco Ramírez Acuña, en materia de obra pública, particularmente de la realizada en la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG): la inversión multimillonaria hecha fue para favorecer el transporte privado, en detrimento del transporte colectivo; infaltablemente no se cumplió con los cronogramas previstos, o sea que la marca de la casa fue el retraso constante en la conclusión de las obras, aparte de que la calidad de éstas, con harta frecuencia, dejó mucho que desear. Tanta franqueza acabó agobiando Sáinz, quien habrá pensado que sus anfitriones le hablaban de esa manera porque él ya se va, y que de no estar a 23 de días de entregar los bártulos, de seguro le cantarían otra tonada.
Pero por los motivos que haya sido, es muy significativa la opinión que el gremio de los ingenieros tiene de la gestión de Sáinz. Significativa, porque éste no puede acusar a sus impugnadores de no hablar con conocimiento de causa. Y eso que los ingenieros colegiados no hablaron de los graves daños que muchas de las obras en cuestión ocasionaron al medio ambiente, particularmente las carreteras malhechonas, cuya construcción afectó y alteró —en algunos casos, de manera irreversible— la flora y la fauna de varias regiones de Jalisco. Pues de haber mencionado que la Sedeur se colgó, por méritos propios, la Medalla de Oro de Depredación Ambiental, capaz que hasta pelo le hubiera salido a Sáinz.
Previamente, el titular de la Sedeur se había regodeado en el número y en la envergadura de las obras hechas, mencionando que aún se requería algo así como 20 mil millones de pesos, tanto para “optimizar” las vialidades de la ZMG (cerca de doce mil millones) como para completar o poner a tono varios tramos carreteros (ocho mil millones). Pero sorprendido por la inesperada réplica de sus anfitriones, a Sáinz se le vinieron al suelo sus “logros”. Tanto así que su afirmación, en el sentido de que se ha hecho mucho, aunque falta más por hacer, acabó metamorfoseándose en: como muchas de las cosas realizadas se hicieron a lo Borras, es muchísimo lo que falta por hacer.
Pero por los motivos que haya sido, es muy significativa la opinión que el gremio de los ingenieros tiene de la gestión de Sáinz. Significativa, porque éste no puede acusar a sus impugnadores de no hablar con conocimiento de causa. Y eso que los ingenieros colegiados no hablaron de los graves daños que muchas de las obras en cuestión ocasionaron al medio ambiente, particularmente las carreteras malhechonas, cuya construcción afectó y alteró —en algunos casos, de manera irreversible— la flora y la fauna de varias regiones de Jalisco. Pues de haber mencionado que la Sedeur se colgó, por méritos propios, la Medalla de Oro de Depredación Ambiental, capaz que hasta pelo le hubiera salido a Sáinz.
Previamente, el titular de la Sedeur se había regodeado en el número y en la envergadura de las obras hechas, mencionando que aún se requería algo así como 20 mil millones de pesos, tanto para “optimizar” las vialidades de la ZMG (cerca de doce mil millones) como para completar o poner a tono varios tramos carreteros (ocho mil millones). Pero sorprendido por la inesperada réplica de sus anfitriones, a Sáinz se le vinieron al suelo sus “logros”. Tanto así que su afirmación, en el sentido de que se ha hecho mucho, aunque falta más por hacer, acabó metamorfoseándose en: como muchas de las cosas realizadas se hicieron a lo Borras, es muchísimo lo que falta por hacer.
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