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domingo, septiembre 06, 2009

"Calentura catarrales" e influenza. 
Una perspectiva de epidemias en Guadalajara.

Foto: César Huerta/Extensión Medios

LILIA OLIVER*

Para el Doctor Jorge Torres

La Jornada Jalisco

Lo que parece ser un común denominador en los trabajos más importantes que intentan definir el concepto de enfermedad tanto endémica como epidémica, es que éstas debe entenderse como fenómenos complejos y que más allá del sustrato biológico de un padecimiento, las enfermedades son “construcciones histórico-sociales” que –como dice Diego Armus- existen después que se ha llegado a una serie de acuerdos que revelan que se la ha percibido como tal, denominado de un cierto modo y respondido con acciones más o menos específicas. En otras palabras, la enfermedad además de su dimensión biológica, tiene connotaciones sociales, culturales, políticas y económicas. Los estudios comparativos sobre las epidemias son muy ilustrativos de las continuidades y las rupturas en el manejo que se han dado en momentos de epidemias históricamente en los diferentes continentes y culturas.

Como sabemos, desde la antigüedad más remota, posiblemente desde los primeros asentamientos agrícolas en la prehistoria y hasta la segunda década del siglo pasado, la presencia periódica de mortíferas enfermedades epidémicas ha formado parte de la cotidianeidad de los seres humanos. Lo que significa decir que, las sociedades del pasado estaban moldeadas por el miedo, el sufrimiento, y las periódicas embestidas de la muerte masiva. Quiero ejemplificar lo anterior con el caso de la ciudad de Guadalajara, que entre los años de 1814 y 1851 fue asolada –como muchos otros asentamientos- por 6 mortíferas epidemias, a saber: 1814 una epidemia de tifo, 1825 una epidemia de sarampión, 1830 de viruela, en 1833 de cólera morbos, 1848 de viruela, y en 1850, una epidemia más de cólera morbos. A lo largo de esos 36 años, en promedio cada seis años se presento una epidemia, aun cuando en realidad podían presentarse cada tres años.

En el pasado como en el presente las epidemias actúan como mecanismos que obligan a las sociedades a buscar paliativos a los horrores y los sufrimientos que estas enfermedades causan. En términos individuales, sociales, políticos y culturales, las epidemias suelen poner al descubierto lo mejor y lo peor de la condición humana, como por ejemplo, el miedo y el repudio a los lugares o personas infectados, pero también ponen al descubierto los compromisos y las solidaridades.

A propósito de la actual pandemia de influenza AH1N1 quiero traer a colación algunos datos sobre la historia de las epidemias que en el siglo XVIII diezmaron a la población de Guadalajara y las carencias puestas en evidencia por dichas epidemias, particularmente por una epidemia de -como dicen los documento de la época- “calenturas catarrales” del año de 1786. En general las epidemias que asolaron la población de Guadalajara durante el siglo XVIII, pusieron al desnudo que una de las mayores carencias de la ciudad era la falta de espacios en los dos pequeños hospitales – El hospital Real de San Miguel de Belén y el Hospital de San Juan de Dios- que tenía la entonces capital de la Nueva Galicia para recluir al gran número de enfermos que solían presentarse durante las epidemias, al margen de que en ese tiempo la médica tuviese muy poco que ofrecer en la explicación y curación de las enfermedades.

La construcción de un edificio para el Hospital Real de San Miguel de Belén –actual Hospital Civil fray Antonio Alcalde- llevada a cabo entre 1787 y 1794 esta directamente relacionada con las mortíferas epidemias que diezmaron la población de Guadalajara a lo largo del siglo XVIII. En uno de los planos diseñados para construirle un nuevo edificio a este hospital y aprobado por el rey Carlos 111 en 1760, se especifica claramente en la leyenda del mismo, al referirse a las enfermerías para hombres y mujeres que “Compónese ambas del número de 28 salas con separación de personas y accidentes. Caben de 500 a 600 camas y en epidemias muchas”. Si el diseño del plano para el hospital llevó a su autor a concebirlo teniendo en mente la necesidad que tenía la ciudad de amplias salas para enfermos especialmente durante las epidemias, también la construcción del mismo -un monumental edificio- esta relacionada con ese hecho, y no puede explicarse sin tener en cuenta los estragos causados por las enfermedades epidémicas. Justamente el inicio de dicha construcción esta precedida por tres años de epidemias especialmente cruentas en Guadalajara.

De acuerdo con el historiador Donald Cooper en la primavera de 1784, la neumonía en forma de epidemias habían brotado en las ciudades de México, Pachuca, Puebla y en otras ciudades de la zona centro y meridional de la Nueva España. Guadalajara no escapó a la enfermedad y para el 20 de de abril de ese año, las “fiebres con afecto a el costado se habían extendido en la ciudad”. Al siguiente año, es decir en 1785 una epidemia más asoló a la población de Guadalajara, el año se inició con un incremento de la mortalidad, en el mes de abril el número de defunciones registradas alcanzó su punto más elevado, poco antes el 16 de marzo en un documento del Cabildo de la ciudad se describía la enfermedad de la siguiente manera “las malignas fiebres y dolores de costado…que quitan la vida dentro del termino de cinco o seis días sin distinción de edades ni sexo…”, por si fuera poco, unas granizadas que se presentaron durante el mes de agosto de dicho año, ocasionaron la pérdida de las cosechas causando una crisis de subsistencia. El siguiente año en Guadalajara 1786, se incubo una epidemias más llamada en los documentos de la época como “calenturas catarrales y dolores de costado.”

En un escrito de la Gaceta de México, las enfermedades que durante 1786 se presentaron en Guadalajara, fueron descritas de la siguiente manera: “el mal presentaba síntomas de constipación o catarro con poca fiebre por la mañana y fiebre altas por las noches, fuerte dolor de cabeza, sudor copioso y sangrado por la nariz;…se encojen los pulmones y el paciente fallece entre el undécimo y vigésimo primer día. En otros casos los síntomas ordinarios se complicaron con dolores en varias partes del cuerpo, principalmente en el pecho”. En ese año, 1786, la mortalidad por lo que sin duda eran enfermedades de las vías respiratoria, ¿influenza tal vez?, se incrementó en el mes de abril como había pasado en el año anterior de 1785, sin embargo en 1786 la epidemia de “calenturas catarrales” cobró fuerza nuevamente, como se puede apreciar en la grafica a partir del mes de julio la mortalidad fue ascendiendo durante agosto y septiembre, para alcanzar su punto mas alto en el mes de octubre. El historiador S.F. Cook dice que probablemente no hubiese habido una clara epidemia, que no se trataba propiamente de una sola enfermedad, si no que se juntaron una seria de enfermedades gastrointestinales y respiratorias que seguramente incluían tifoidea, disentería, pulmonía e influenza.

Una de las consecuencias de las mortíferas epidemias del siglo XVIII y especialmente de la epidemia de las “calenturas catarrales” de 1786 en Guadalajara, fue que al siguiente año, en 1787, se abrían los cimientos del nuevo Hospital, y parecería que la magnificencia con que fue construido –capacidad para mil camas- estuvo directamente relacionada con la catástrofe vivida, con el número de enfermos que a un mismo tiempo estuvieron hospitalizados, además de los que a la hora de la muerte tuvieron por lecho el suelo de las plazas y calles de la ciudad.

Sin duda existe una ruptura entre las epidemias de épocas pasadas y las actuales epidemias. Entre la epidemia de “calenturas catarrales” y la actual pandemia de influenza AH1N1, la ciencia médica en general, y especialidades como la virología, la epidemiología, etc., ha avanzado significativamente y la humanidad al parecer esta menos desprotegida con relación a las epidemias históricas, cuando estas podían acabar en un solo año o en unos meses con el 7 o hasta el 20 por ciento de las población de una ciudad como sucedió en Guadalajara, durante las epidemias de cólera de 1833 y de calenturas catarrales de 1786 respectivamente. Actualmente contamos con vacunas, antibióticos, antivirales, cercos sanitario, medidas higiénicas etc. Sin embargo, como parte de la injusticia social, el acceso a esos recursos no es el mismo para todos los países y habitantes del planeta.

Para finalizar y sin el animo de alarmar a nadie, me parece interesante observar, de acuerdo con la información histórica existente sobre la epidemia de 1786 en Guadalajara, en la cual, como mencioné, posiblemente la influenza, además de otras enfermedades, estuvo presente; que la mayor incidencia de la epidemia se presentó en el mes de abril de aquel año y a partir del mes julio la enfermedad se incrementó nuevamente para alcanzar su punto mas álgido en octubre de 1786. En este momento estamos presenciando un incremento en los casos de influenza AH1N1 y los expertos temen que en el invierno del presente año, los casos de influenza AH1N1 se incrementen y se junten con la brotes de influenza estacional

*Maestra Investigadora de la UdeG


::Democracia Ya, Patria Para Todos. Apoyando al Lic. Andrés Manuel López Obrador en 2009::

domingo, mayo 10, 2009

Sociedad desconfiada en tiempos de virus y elecciones

Foto: César Huerta/Extensión Medios

JORGE GÓMEZ NAREDO

La Jornada Jalisco

¿Miedo?, ¿desconfianza?, ¿incredulidad?, ¿alarma?... ¿Qué pensar? ¿Vuelta a la “anormalidad” –es decir, receso de la “normalidad”–?, ¿más clases suspendidas?, ¿más eventos culturales cancelados?, ¿un novísimo brote de influenza A/H1N1 en Jalisco? Todo produce suspicacias. ¿Por qué unos creen y otros no?, ¿por qué unos se avituallan y se encierran en sus casas para evitar un posible contagio y, otros desesperan y las medidas de alarma no les afectan, no las respetan: son indiferentes?, ¿qué hay detrás de estas actitudes divergentes?

El virus de la influenza se da en un país, digamos lo menos, kafkiano: gobiernos ilegítimos, ilegales y cínicos; empresarios voraces y corruptos; instituciones decadentes, sistemas de salud y de educación desmantelados; una clase política hipócrita, acostumbrada a mentir, a engañar, a decir sí cuando es no, a mencionar un no cuando en realidad es un sí. Vivimos en un país donde la simulación es la ley, un país regido por dos televisoras que acomodan la realidad a su antojo o al antojo de sus anunciantes (muchos de ellos ínclitos miembros de la elite política). Por eso, demasiadas personas se preguntan, ¿el virus es real?, ¿es un invento de las autoridades?, ¿una cuestión política relacionada con las próximas elecciones?, ¿o quizá es un complot mundial para reactivar el capitalismo de capa caída? ¿O puede ser que sea este virus el inicio del Apocalipsis, del fin de la humanidad?, ¿todos vamos a morir?, ¿todos estamos infectados y no nos han dicho? El creer y tener fe en las autoridades no es lo acostumbrado en buena parte de quienes habitan estas tierras. Y no es así porque dichas autoridades ha mentido, han escondidos cifras, han maquillado problemas, han hecho todo lo posible para que la confianza, simple y llanamente, quede enterrada, secuestrada, liquidada.

El caso de Jalisco es emblemático: cuando el gobernador mencionó que a la entidad el virus A/H1N1 no había llegado, muchos se preguntaron: ¿qué esconde?, ¿por qué aquí no hay casos “confirmados” y en muchos otros estados sí?, ¿nos está mintiendo?, ¿qué oculta? Hoy, que se ha hecho el anuncio esperado desde hace varias semanas (en Jalisco sí hay casos de influenza y además hay muertes), se duda. Se duda de la veracidad de las palabras de Emilio González Márquez: algunos piensan que los casos son más y que los decesos superan con mucho a los tres aceptados. Otros, en cambio, piensan que todo es un manejo político y el virus una entelequia. ¿Por qué se duda?, ¿por qué no se tiene confianza en las autoridades?, ¿qué nos ha llevado a este constante estado de incredulidad?

El brote de un virus hasta ahora desconocido se da en un país donde las autoridades son conceptuadas de mentirosas, de ocultar siempre los datos, de borrar las cifras, de maquillar las realidades. La clase política se caracteriza por eso. Y esto no es un descubrimiento ni es encontrar el hilo negro. Basta mirar un poco las actuales campañas políticas. Jorge Salinas promete áreas verdes, transporte digno y tolerancia; Jorge Aristóteles Sandoval firma convenios de transparencia y ofrece una Guadalajara mejor; Carlos Orozco Santillán se obliga a dar más justicia; Guillermo Martínez Mora garantiza pavimentos; Héctor Vielma hace lo mismo, o algo parecido. Muchas promesas, demasiadas promesas. Y buena parte de los jaliscienses saben que todo es mentira: palabras vacías, engaños para ganar votos.

Pierre Rosanvallon, historiador y politólogo francés, ha dicho que hay en el mundo una “sociedad de la desconfianza”. Para potenciar su argumento menciona que la democracia precisa de dos variables importantes: la legitimidad y la confianza. De la primera menciona: “la legitimidad [es] una cualidad jurídica, estrictamente procedimental; es producida de modo perfecto y absoluto por la elección”. La confianza, en cambio, “es mucho más compleja”. En estas tierras hay una legitimidad sospechosa (el caso de las elecciones presidenciales de 2006 es clarísimo) y una total ausencia de confianza. Por eso, los discursos de autoridades, políticos, líderes de partidos e incluso de opinión, son siempre tachados de mentiras, o mentiras a medias. La desconfianza es mucha.

Cuando Emilio González Márquez, el viernes pasado, declaró que a Jalisco ya había llegado el virus A/H1N1, muchos ciudadanos desconfiaron. Y es entendible: la desconfianza es lo de todos los días. ¿Por qué habríamos de creerle a unas autoridades que siempre han mentido, que han engañado constantemente, que han ocultado?, ¿por qué? Además, claro está, la información que se ha dado sobre la epidemia ha sido caótica, tanto a nivel federal como estatal: primero había más de 130 muertos por el virus A/H1N1, después esa cifra se redujo a siete: hoy se admiten alrededor de 40. ¿Quién va a confiar en unas autoridades que se han caracterizado por su venalidad, por el ocultamiento de información y por pintar una situación halagüeña cuando lo que se tiene enfrente es un desfiladero?

Mientras muchos jaliscienses no creen o creen a medias todo lo relativo al virus A/H1N1 (unos niegan su existencia y otros, en cambio, piensan que hay muchos casos del virus en Jalisco y que éstos han sido ocultados por las autoridades), los candidatos a puestos de elección popular continúan sus campañas políticas. Prometen justicia, tolerancia, democracia, participación ciudadana, empleo digno, libertad, abundancia, responsabilidad, bienestar, salud, educación y un largo etcétera. En cada acto de campaña, quizá esté por ahí el virus A/H1N1. Dicho virus mata si quien lo contrae no se atiende de manera rápida. Pero matan más esas palabras huecas llenas de hipocresía y pletóricas, sí, pletóricas de cinismo.



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domingo, mayo 03, 2009

Pánico y virus: algunos culpables

Foto:César Huerta/Extensión Medios

JORGE GÓMEZ NAREDO

La Jornada Jalisco

Voy en mi bicicleta por una avenida con poco tráfico. El semáforo indica un alto. Freno. A mi lado, una camioneta grande, lujosa y casi nueva, se coloca a mi lado. Adentro de ese armatoste de tecnología automotriz estadunidense, dos chicas, rubias ambas, de ojos claros y con pulseras multicolores, portan tapabocas blancos. Los cristales de la camioneta están herméticamente cerrados. Seguro ahí, adentro, hay aire acondicionado y música. Nada más ponerse la luz verde en el semáforo, el auto arranca y acelera rápidamente. Yo no traigo tapabocas. Llego a un café, estaciono antes mi bicicleta y la amarro con una cadena a un árbol. Entro al establecimiento: de 15 personas, 12 llevan tapabocas. Pido un americano: la señorita que me atiende lleva tapabocas. Me siento en una mesa y ojeo un libro: el muchacho musculoso enfrente, con su tapabocas, me mira como diciéndome “irresponsable”. Termino el café y salgo. Tomo mi bicicleta y pedaleo por esta ciudad que parece vacía, que parece desierta. Me detengo en un local donde se alquilan DVD. Nuevamente estaciono mi bicicleta y ahora la amarro a un poste de luz. Entro al videoclub. Hay siete personas: todas con tapabocas. Observo qué películas podré alquilar. De repente, tengo la necesidad de estornudar. Pasa por mi mente una retahíla de anuncios televisivos y radiofónicos que indican cómo uno debe estornudar en esta época de virus de influenza. Pongo mi antebrazo en mi nariz y estornudo fuerte. Se hace un silencio sepulcral. Todos me miran. Me ven como enfermo, o quizá como leproso, o puede ser que como un poseedor de un arma de destrucción masiva. Una pareja sale del local inmediatamente después de mi estornudo. Yo sigo observando las películas y, al final, alquilo una. Me subo nuevamente a mi bicicleta y en las calles que recorro, la mayoría de personas que observo llevan tapabocas. Yo no. ¿Debo comprarme uno y usarlo todo el día?, ¿es el miedo fundado o ha sido provocado por unas autoridades incompetentes e ineficaces?

¿Cuándo pasamos de la preocupación al pánico?, ¿cuándo de la intranquilidad al paroxismo? El gobierno (ilegítimo, no hay que olvidarlo) de Felipe Calderón no ha sabido cómo detener la propagación del virus, y, en cambio, sí ha utilizado el miedo entre la población, lo ha provocado y lo ha azuzado. ¿Por qué aquí, en México, el virus A/H1N1 (antes denominado influenza porcina) ha matado a 16 (solamente los “confirmados”) personas y en otras partes del mundo no (en Estados Unidos mató a un niño, pero un niño mexicano que vivía en la frontera)?, ¿por qué en España, en Inglaterra, en Alemania o en Estados Unidos, los pacientes contagiados con dicho virus salen rápidamente del hospital sin ninguna afectación y aquí, muchos de quienes se contagian fenecen? ¿No es acaso el sistema de salud mexicano, que ha sido desmantelado durante 20 años, el que provoca estas muertes?, ¿no es acaso culpa del poco presupuesto público que se le da a la investigación, a la salud y a la educación?, ¿por qué México no acató la recomendación en 1999 de la Organización Mundial de la Salud y estableció laboratorios para detectar nuevos virus y hacer vacunas?

Felipe Calderón utilizó el pánico para crear más pánico. Se han observado hechos verdaderamente inauditos: un presidente en cadena nacional pidiendo a la gente que no salga de sus casas; diciendo, además, que aquí, en el país, no hay laboratorios para saber de qué muere la gente, y que por eso los análisis se hacen en otras partes del mundo. ¿Por qué los mexicanos somos capaces de admitir a un tipo tan inepto y tan cínico en la Presidencia?

Las medidas tomadas para combatir al virus de la influenza humana han provocado pánico. Pero, ¿es acaso dicho virus tan mortal?, ¿o lo mortal es el sistema de salud mexicano que se ha ido deteriorando conforme el neoliberalismo se ha instaurado en México?, ¿por qué ya, en el extranjero, se dice que el virus A/H1N1 no causará muertes y que sus efectos serán “leves”? ¿Por qué muchos científicos aún no se explican por qué en México la gente se muere por el virus y en otras partes del orbe no? La explicación puede comenzar así: el sistema de salud en México es deficiente y ha sido desmantelado, estrangulado, casi asesinado. Y de ello hay culpables. Además, claro está, el virus entró en un país que tiene uno de los gobiernos más ineptos, cínicos, hipócritas y mentirosos del mundo.

Miles de personas caminan con sus tapabocas por las calles: se sienten seguras (aunque el tapabocas no sirva de nada, según lo declaró el director general de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades de la Secretaría de Salud, el doctor Miguel Angel Lezana). Pero el problema principal del país no es el virus A/H1N1, sino la venalidad, la ineptitud y la ineficacia de las autoridades mexicanas. Ellas son las culpables. Y tienen nombres: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón. Ellos son los asesinos del sistema de salud en México. Mientras no exista una conciencia de esto entre la población, seguirán los saqueos, los virus incontrolables, las deficiencias, los “desastres naturales” y un largo etcétera. Y un tapabocas no es suficiente para esta plaga... una plaga tan venenosa, tan nociva, tan letal.

jorge_naredo@yahoo.com



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jueves, abril 30, 2009

Nadie lleva mascarillas en la secretaría mexicana de Salud


El Gobierno admite que los cubrebocas se repartieron para tranquilizar a la gente

El País.com

PABLO ORDAZ - México - 30/04/2009

La cita promete. El hombre que, en teoría, más sabe en México del virus de la gripe porcina está dispuesto a contarlo todo. Se llama Miguel Ángel Lezana y es el director general del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades. Su despacho está en el paseo de la Reforma. El taxista, con la mascarilla azul cubriéndole la nariz y la boca, se abre paso entre un tráfico que, aunque más liviano porque no hay colegios y los restaurantes están cerrados, sigue requiriendo muchas dosis de pericia y paciencia. El pasajero también lleva mascarilla. Y los agentes de tráfico, y los demás conductores, y la mayoría de los transeúntes. También las llevan los soldados de un retén del Ejército dedicado, precisamente, a repartir mascarillas. La sorpresa llega cuando el periodista entra en la secretaría de Salud...

"No tenemos ni idea de lo que pasa", dice un responsable de Epidemiología

Nadie lleva mascarillas. Ni la recepcionista, ni nadie del servicio de limpieza, ni las secretarias, ni el jefe de Prensa ni, por supuesto, el doctor Lezana. Así que la primera pregunta no puede ser otra. ¿Por qué no llevan ustedes mascarillas? "Porque la porosidad que tienen permiten fácilmente el paso de las partículas, y porque además es muy poco viable que el virus pueda transmitirse por el aire sin estar en contacto con ninguna superficie". Y entonces -la siguiente pregunta también es obvia-, ¿por qué han repartido millones de mascarillas? "Bueno, es más una demanda de la población. La gente se siente más segura llevándolas, más tranquila, y no les hace ningún daño". La declaración del funcionario no deja de ser sorprendente, sobre todo porque, durante los primeros días del brote, la población asistió angustiada a la escasez de mascarillas, y los políticos en tropel -en vez de hacer el discurso de Lezana- se lanzaron a prometer mascarillas como si en ellas estuviera la salvación.

Lezana explica entonces que el virus sólo es capaz de vivir en el aire cuestión de segundos, pero que donde sí se hace fuerte es sobre los objetos. "Si yo tengo el virus y estornudo sobre la grabadora, el virus puede permanecer ahí 24 e incluso 48 horas. Si usted luego la toca y se lleva las manos a la boca, a la nariz o a los ojos, se puede contagiar. Por eso lo importante es lavarse mucho las manos, limpiar mucho los objetos que otras personas han tocado".

Miguel Ángel Lezana explica la historia del brote. O, mejor dicho, de los tres brotes de los que tuvieron noticia. Dice que uno de ellos se localizó en el Estado de Veracruz, en una localidad llamada La Gloria. Se inició el día 9 de marzo y concluyó el día 10 de abril. Un 30% de la población resultó afectada, pero -en contra de lo que sostienen algunos moradores del lugar- no se produjeron defunciones. La noticia de otro brote llegó el día 12 de abril. Una mujer de 39 años de edad, encuestadora de profesión, fue ingresada en un hospital y falleció al día siguiente. La paciente llevaba varios días de médico en médico. De forma simultánea, al Gobierno empezaban a llegar noticias alarmantes del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias. Estaban ingresando un alto número de adultos jóvenes, previamente sanos, con una neumonía que evolucionaba rápidamente. Al menos cuatro habían fallecido a las pocas horas... Por si fuera poco, el día 21 tuvieron noticias de que dos niños en California -un crío en San Diego y una niña en el condado de Imperial Camping- habían desarrollado un cuadro de gripe.

El día 23, el Gobierno dio la alerta sobre un brote de influenza. ¿Es posible que no existieran vínculos entre los brotes? ¿Que se desarrollaran de forma independiente y simultánea? "Es imposible" ¿Tiene que haber vínculos humanos? "Exactamente. Los virus requieren de la maquinaria genética para poder reproducirse. Tuvo que haber contacto". Dado que La Gloria, en Veracruz, es el único lugar donde hay una explotación de cerdos, ¿es posible que todo esto empezara allí? "La granja está a 80 kilómetros. No está en el pueblo". ¿Por qué están muriendo los jóvenes? No tenemos idea de lo que está pasando. Tenemos una hipótesis: están resistiendo mejor niños y ancianos porque fueron vacunados contra la gripe". ¿Cuántos casos hay confirmados? "Plenamente, siete". Pero el Gobierno ha venido repitiendo que había 20 confirmados y 170 sospechosos... "Tenemos un problema de comunicación".



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miércoles, abril 29, 2009

Que siempre son siete muertos ¿Les creémos?

uego de un ajuste, dice que son 159 los fallecimientos por influenza
Se enreda Córdova: sólo 7 muertos por virus porcino

El total de casos asciende a 2 mil 498; mil 311 siguen hospitalizados

Foto
José Ángel Córdova y Javier Lozano, anocheFoto Carlos Cisneros

Ángeles Cruz Martínez

La Jornada

La epidemia de influenza, no necesariamente porcina, ha ocasionado la muerte de 159 personas, de un total de 2 mil 498 casos, de los que mil 311 pacientes están hospitalizados con cuadros de neumonía e insuficiencia respiratoria graves, informó anoche el secretario de Salud, José Angel Córdova Villalobos.

En medio del caos generado por la falta de claridad, el funcionario trató de explicar –sin éxito– lo que llamó ajuste y actualización sobre las cifras del virus que afecta al país. Contra lo que había estado informando desde el pasado viernes, de que en 20 de los casos se había confirmado la presencia de influenza de origen porcino, ayer señaló que sólo son siete y nunca explicó qué pasó con el resto.

Sin embargo, horas antes, en una conferencia convocada con puntualidad para los corresponsales extranjeros, con calma y precisión Miguel Angel Lezana, director del Centro Nacional de Vigilancia Epidemiológica y Control de Enfermedades (Cenavece), explicó que los Centros para el Control de Enfermedades (CDC) de Atlanta, Estados Unidos, corroboraron la presencia del virus de origen porcino en sólo siete de las 26 muestras mexicanas analizadas, y que en el resto se realizará el análisis nuevamente, como recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El funcionario también comentó que por este motivo las cifras se seguirán moviendo. En cambio, durante la conferencia para los medios nacionales, que fue postergada en dos ocasiones a lo largo de la tarde y que finalmente se inició pasadas las 21 horas, Córdova no pudo explicar las cifras e incluso dijo que los decesos de las víctimas de la influenza porcina ocurrieron en el Distrito Federal: seis en la delegación Tlalpan y uno en Magdalena Contreras, sin aclarar que en la primera está la zona de hospitales donde se encuentran los institutos nacionales de salud y particularmente el de Enfermedades Respiratorias, donde se han concentrado los casos graves de la epidemia, así como un elevado número de muertes.

En su exposición inicial, el titular de la Ssa dijo que luego de la depuración y precisión de la información y expedientes clínicos, hasta ayer se reportaron 159 muertes derivadas de casos sospechosos de neumonía atípica e insuficiencia respiratoria graves por influenza.

Mencionó un total de 2 mil 498 personas enfermas, de las que mil 311 están hospitalizadas, y tuvo que reconocer que a cinco días de haberse declarado la emergencia sanitaria, la información de los servicios de salud de los estados es deficiente, a tal grado que ayer sólo pudo dar cifras puntuales sobre el comportamiento de la epidemia en el IMSS y el ISSSTE. En ambas instituciones se concentra, hasta ahora, el mayor número de los enfermos detectados: 861 en primero y 102 en el segundo. Respecto de las muertes, 52 se han registrado en el Seguro Social y 12 en el ISSSTE.

De esa misma información se desprende que del 20 al 22 de abril, y del 24 al 26, ocurrieron los aumentos más significativos en la demanda de servicios médicos en ambas instituciones.

La confusión generada por Córdova Villalobos en su exposición se hizo evidente en la sesión de preguntas y respuestas, donde se le llegó a preguntar si, a partir de lo que había dicho, el número de muertos era de 311. En otro momento, donde se le solicitó puntualizar algunos datos, de plano argumentó que no llevaba las cifras consigo.

La falta de claridad en la información y las restricciones que desde el viernes se ha pretendido imponer a la prensa, permitiendo sólo cinco preguntas, contribuyó para que anoche la conferencia se saliera de control con preguntas que se hicieron fuera de micrófono y en contra de la voluntad del director de comunicación social de la Ssa. Una de las dudas que quedó sin respuesta es sobre el hecho de que desde el viernes, el número de muertos había subido de manera consistente, mientras que la cifra de ayer (159) representaba apenas siete decesos más de los reportados el día anterior. Córdova se limitó a decir que los datos proporcionados respondían al ajuste y cotejo de expedientes.

Al responder una pregunta, detalló que hasta ahora se han examinado 2 mil 762 muestras de exudado faríngeo de enfermos, de las que 2 mil 369 salieron negativas al virus A de influenza. De las que salieron positivas (253) se están analizando para determinar si existe el componente de la infección de origen porcino.

Más adelante, también reconoció las deficiencias que enfrenta el sistema nacional de salud, debido a que sólo 10 estados tienen la capacidad de determinar en sus laboratorios si se trata de un virus A de influenza. El resto tiene que solicitar los estudios al Instituto Nacional de Diagnóstico y Referencia Epidemiológica (Indre).



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Lo que México no responde (Influenza Porcina)

Foto: César Huerta/Extensión Medios

REPORTAJE: Alerta sanitaria

¿Por qué sigue muriendo gente?.-Los fallecimientos y los contagios decrecen en la capital.-El Gobierno dice ahora que sólo atribuye siete muertos a la gripe porcina

PABLO ORDAZ - México - 29/04/2009

Las muertes decaen y las dudas crecen. Lo primero calma, pero lo segundo, inquieta. El jefe del Gobierno de la ciudad de México, Marcelo Ebrard, dijo ayer que en las últimas horas el número de fallecimientos y de contagios en el Distrito Federal —principal foco del virus de la gripe— está cayendo de forma lenta, pero sostenida. Sin embargo, hay una pregunta que ninguna autoridad ha respondido aún con solvencia: ¿por qué sigue muriendo gente en México?

Hasta el momento sólo se sabe que los fallecidos tenían entre 20 y 50 años

Según los expertos, el virus no es mortal si el enfermo acude al hospital nada más sentir los síntomas —fiebre alta, dolor de cabeza, congestión nasal, cansancio general—. Los médicos disponen entonces de un plazo de 24 a 48 horas para diagnosticar la enfermedad y para tratar al paciente con un fármaco antiviral llamado Tamiflu. El Gobierno de México asegura que tiene las dosis suficientes para atender todos los casos. Si esto es así, y si la población sabe desde el pasado jueves por la noche de la existencia del virus, ¿por qué entonces en México sigue muriendo gente y en el resto de los países donde se han detectado casos aún no se ha confirmado ningún fallecimiento?

La pregunta se la hizo un periodista al secretario de Salud, José Ángel Córdova, durante su última comparecencia pública. Y su única respuesta fue: "Porque aquí siguen llegando tarde". Lo único que se sabe es que los fallecidos tenían entre 20 y 50 años, que no hay niños ni ancianos entre las víctimas mortales —aunque sí entre los contagiados— y que eso parece indicar que las poblaciones vacunadas contra el virus de la gripe común están resistiendo el embate de la influenza porcina. Pero se supone. Porque —por ahora— tampoco eso se ha explicado con claridad.

Y esa opacidad aumenta los rumores en un país —no hay que olvidarlo— cuya clase política no puede presumir precisamente de transparencia. Conscientes de ello, los responsables de Salud pidieron ayer que el máximo experto gubernamental en la materia, Miguel Ángel Lezana, director general de vigilancia epidemiológica y control de enfermedades, explicara a un grupo de corresponsales extranjeros la realidad de la situación. Y su versión de la realidad es que, en contra de lo que se había dicho hasta ahora —incluso por el presidente Felipe Calderón—, de los 152 casos de muertes sospechosas de haber sido causadas por el virus de la influenza sólo existe la confirmación plena de siete, ni siquiera de 20, como también se había asegurado oficialmente. ¿Y el resto? "El resto sólo huelen a influenza", reconoció Lezana. ¿Podría pasar que, de las 159 muertes anunciadas, finalmente sólo fuesen atribuibles a la influenza 10 ó 20? "Podría ser posible". Entonces, le preguntaron los periodistas, toda esta alarma mundial... "Era la única manera de actuar, si no lo hubiésemos hecho así, en vez de 30 muertes podríamos haber tenido 3.000..."

A la espera de más respuestas, lo único cierto es que la ciudad de México sigue luchando a brazo partido contra la amenaza invisible. Mientras las autoridades federales aparecen de vez en cuando y casi por sorpresa, el jefe de Gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard, tiene una presencia constante ante la población. Cuando, el lunes por la noche, se percató de que sus conciudadanos se habían volcado sobre los supermercados para hacer acopio de los alimentos fundamentales como si de una guerra se tratase, salió en las emisoras de radio para llamar a la tranquilidad y garantizar el abastecimiento. En situaciones así, y en ausencia del medicamento mágico que los libere de la pesadilla, los ciudadanos agradecen de sus políticos verdad y cercanía. En dosis suficientes.


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«La epidemia es grave, pero no es para tanto» Asturianos que viven en México, entre ellos Paco Ignacio Taibo, y viajeros que vuelven al Principado rel

Asturianos que viven en México, entre ellos Paco Ignacio Taibo, y viajeros que vuelven al Principado relativizan la importancia de la enfermedad

29.04.09 -
Paco Ignacio Taibo./ P. UCHA
Hay más tranquilidad en México D. F. que en España. «La epidemia es grave, pero no es para tanto», dice el escritor Paco Ignacio Taibo, quien explica que en una ciudad de veinte millones de habitantes son 2.000 los afectados. Eso sí, él, como todos, sale a calle «con tapabocas», pero no tiene ningún miedo: «Ha habido una situación de pánico, porque se informó de manera caótica y está suspendida buena parte de la vida, no hay actividades, públicas, escuela...», señala el escritor gijonés.

La vida está suspendida. Sí. Tanto que el Centro Asturiano de México ha cerrado sus puertas estos días para evitar que la epidemia se extienda. «Hay más que nada un susto general, el centro está cerrado por la contigencia, pero aquí estamos todos bien sanitos, por lo que sabemos nadie está enfermo», decían desde la casa regional de la capital mexicana.

Lejos de D.F. la situación se parece más a la que se vive en Asturias: «En Monterrey tan sólo hay una chica fallecida, pero era porque había estado en la capital», cuenta Lina Restrepo, mujer de un emigrante avilesino que reside en México desde hace 4 años. «Nosotros lo que hacemos es lavar la ropa cada vez que venimos de la calle y estar continuamente lavándonos las manos». Cuenta que su marido, Roberto Maseda, pensó en volver con la familia a España, pero ella le convenció de que «los aeropuertos son más peligrosos».

Al menos son más liosos, o eso es lo que piensa ahora Alberto Lombardía, director comercial de la empresa asturiana Espiral MS. El pasado domingo regresó de la capital de México tras realizar una presentación para clientes locales. «Para subir al avión en D.F. rellenamos unos papeles que nos preguntaban si teníamos síntomas. Al llegar a Barajas el avión fue retenido y subió a bordo gente de Sanidad, nos hicieron más preguntas y nos pidieron datos de contacto por si acaso. Pero nadie nos puso un termómetro», relata.

Lo peor para él, que no teme a coger la enfermedad: -«es una gripe y en España hay medicamentos para curarla»- es el miedo que ha generado entre quienes le rodean: «Aun no le he dado un beso a mi hijo de 4 años. Mi mujer, que tampoco se acerca a mi, es la que está más preocupada. Ella y las de mis amigos. No les dejan acercarse» y ríe.


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martes, abril 28, 2009

Influenza: nos jodieron la primavera

Fiebre del pánico en Guadalajara Foto: César Huerta/Extensión Medios


Marco Rascón
La Jornada

Ahora, un estornudo es una agonía; un beso, un terror. Poco duró aquí el gusto del récord Guinness de gente besándose. Es probable que el pasado 14 de fébrero en el Zócalo sea considerado por las autoridades como el responsable de este brote de influenza. La derecha universal, asentada en todos los gobiernos y partidos, estará feliz en lo que seguramente desde los púlpitos de la manipulación ideológica, política y religiosa será considerado castigo divino. Toda la fiebre amorosa de la primavera ha sido reprimida y convertida en un gran ambulatorio hospitalario de peste y tapabocas.

En pocas palabras, la ley antibesos de Guanajuato se metió al Distrito Federal por la Secretaría de Salud y presagia grandes conflictos tras los ejercicios de manipulación, aislamiento, miedo y desconfianza hacia el vecino. Las declaraciones de las autoridades de salud son cartas patrióticas ante el terror viral.

Sabiendo cómo actúan los gobiernos en estos tiempos y la debilidad de la ciudadanía, las comunidades y los intelectuales frente a los grandes fenómenos de comunicación y manipulación informática, es necesario traer comparativos que nos podrían ayudar a no quedarnos con la información oficial a secas y a buscar otros referentes, pues hoy el solo hecho de estornudar, según lo visto en las noticias, es razón suficiente para entrar en estado de pánico.

Recordemos lo sucedido en Nueva York durante la era del alcalde derechista Rudolph Giuliani, antes del 11 de septiembre: se dijo en forma igualmente alarmista que había llegado un mosco asesino de África, por lo que Giuliani mandó fumigar la ciudad con gran espectacularidad, haciendo uso de helicópteros y anunciando que todos se iban a morir si comían pollos.

Aquí son los cerdos mutantes y la influenza se pasa del Poder Ejecutivo al Legislativo y al Judicial; en México esta vieja epidemia se llama influyentismo y no hay vacuna que nos cure de ella.

Los neoyorquinos aún recuerdan lo tiempos de histeria previos a la caída de las Torres Gemelas, e igual, todos portaban tapabocas, desconfiando de todo, sospechando contagio y dejando a las autoridades no sólo la última, sino la única palabra.

El programa cero tolerancia de Giuliani que se aplica en el Distrito Federal es todo un programa y lleva incluida la histeria colectiva, el odio, la desconfianza. Este tipo de fenómenos epidemiológicos del siglo XIX que acontecen en el XXI por lo general llevan en la panza un conflicto político grave, una manipulación, y es la manera en que hoy se gobierna sin credibilidad. De un día para otro, el mal desaparecerá.

En estas horas y próximos días el rumor sobre miles de muertos, sin cuerpos ni funerales, se extiende con la misma técnica que se usó en la versión de que El Chapo está en todas partes, come pacíficamente en restaurantes y quita celulares a los comensales. Esto tiene un tufo y cierto vínculo con los rumores y los chistes que venían de Chile en 1975, antes del golpe militar contra Allende; son el rumor de la rata gigante y del Chupacabras, un paso más en la militarización y sólo por una razón: no hay información precisa y confiable. Por alguna razón, la influenza nos acerca al discurso de Bush contra el terrorismo y hace del virus un protagonista más de la descomposición política que vivimos.

Entre la confrontación entre el gobierno federal, el del Distrio Federal y el del estado de México –confrontados hace unos días por el tema del agua–, y entre PAN, PRD y PRI en la lógica de la contienda electoral, el brote de influenza ha sido convertido en una escalada para ver quién tiene el discurso y la posición más catastrofista, y así, en unas cuantas horas del viernes pasaron de la minimización y trivialización del tema al extremo del alarmismo.

El protocolo de salud, basado en los datos precisos sobre el carácter exponencial de la epidemia, que debería determinar las medidas a seguir, no existe, y las que se manejan son confusas. Asimismo, la frontera entre fallecimientos previstos y por la influenza se oculta deliberadamente. ¿Cómo deslindar en este momento los síntomas de una gripa normal de los de la influenza? ¿Quién ante una gripa no ha sentido dolor de cabeza, de garganta, cansancio y dolor de huesos? Si el virus es nuevo, ¿por qué ya tienen la medicina y dicen que no nos preocupemos?

La influenza y el terror que causa se parecen mucho a los síntomas de nuestras enfermedades conocidas, estacionarias, pero ahora tiene el carácter del sida o del cáncer mortal y, por tanto, un estornudo es una agonía.

Noam Klein, en su libro La doctrina del shock, sostiene que la teoría del shock en los individuos (como cuando los pacientes con problemas mentales eran tratados con electrochoques) funciona de la misma manera con sociedades enteras. El shock puede ser un desastre natural, un ataque terrorista, una guerra (o una epidemia), lo que nos convierte a todos en niños desorientados en búsqueda de líderes que nos protejan. Se convierte en terrorista el que no crea en ellos. Contra el mal, una recomendación: mejor morir que dejar de besar.



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Puso la OMS en evidencia al gobierno panista



Foto: César Huerta/Extensión Medios

Por Víctor Hernández
28 de Abril, 2009 - 00:00
SDP

Ayer la Organización Mundial de la Salud (OMS) soltó una auténtica bomba que dejó muy en evidencia al gobierno panista de Felipe Calderón.

No fue la alerta de nivel 4 sobre la influenza porcina. Esa alerta lo que significa es que la influenza porcina es muy contagiosa, pero no letal.

No; la verdadera bomba fueron las declaraciones del experto en seguridad sanitaria de la OMS, Keiji Fukuda, quien aseguró que el virus de la influenza porcina es "suave" y que las personas que murieron en México presuntamente por influenza porcina tenían "otras patologías", es decir, otras enfermedades.

Fukuda hizo estas declaraciones para explicar por qué no le parecía recomendable que se emitieran restricciones de viajes o de comercio. De acuerdo con Fukuda, la medida no será de mucha utilidad ya que "el virus ya está muy extendido geograficamente."

De hecho, la OMS de plano dijo que en vez de enfocarse en tratar de contener el virus, los paises deberían enfocarse en tratar a la influenza con antivirales.

Es decir, la OMS virtualmente estaba diciendo que el virus de la influenza porcina no sólo no es grave, sino que las personas que supuestamente murieron por este virus en realidad tenían otros padecimientos que, se infiere, se agravaron con la influenza.

O en otras palabras, la alarma por la influenza en México está a muy poca distancia de resultar ser una tomada de pelo.

Ahora bien; para que la OMS pudiera determinar que los muertos por influenza porcina en México tenían otras enfermedades, forzosamente tuvieron que haber visto la información de los cuadros médicos de esas personas que estaban en poder de las autoridades de salud.

¿Por qué la secretaría de salud a cargo de José Ángel Córdova Villalobos nunca reveló al público mexicano esta información? ¿Por qué se quedó callado? Si de verdad es un médico competente, Córdova Villalobos debió haber sabido lo que la OMS dio a conocer desde antes de que llegaran a esa conclusión. Pero no lo hizo ¿Por qué?

Tal vez porque si hubiera dicho que la influenza porcina no era causa de alarma, hubiera quedado en evidencia que el gobierno federal panista no provee de los suficientes servicios médicos a una población mayoritariamente pobre y vulnerable a enfermedades no-letales como la influenza. Y que no los provee porque PAN y el PRI no han querido que los haya.

Tal vez porque si más gente se hubiera enfermado hubiera sido también muy notorio que el Seguro Popular no cubre a millones de mexicanos ya que no tienen dinero para pagar la cuota que el gobierno panista les exige para que se los puedan dar.

Tal vez porque hubiera sido más notorio que ante un cuadro de enfermedades causadas por la desnutrición o la falta de atención médica, lo que le urge a México no son cubrebocas, sino un gobierno que de verdad saque a la gente de la pobreza y le de cobertura médica gratuita tal y como se hace en paises como Inglaterra.

Tal vez porque sin una alarma por la influenza, Felipe Calderón no hubiera podido emitir un decreto para permitir los allanamientos a casas habitación disque para combatir la influenza sin que nadie le reclamara.

Tal vez porque sin esa misma alarma, el gobernador panista de Jalisco, Emilio González Márquez no hubiera podido ordenar cerrar los antros de Puerto Vallarta sin cerrar las escuelas.

Tal vez porque sin esa alarma no hubiera sido amedrentar a la población a tal grado que los hizo esconderse en sus casas y obedecer lo que les dijeran sin chistar.

Tal vez porque hubiera quedado claro que en un estado fallido la gente se muere por enfermedades que en otros paises no matan a nadie.

Ahora tanto el gobierno panista como los medios pretenden lavarse la cara por la crisis de pánico que causaron sin motivo real dando las cifras de recuperación de los pacientes que debieron haber dado desde hace tres días.

Sí; tanto Córdova Villalobos como los medios ahora se están enfocado ahora en decir que ya está bajando el número de enfermos de influenza. Lástima que no dijeron eso ayer en la mañana cuando se les ocurrió alarmar a todo el país suspendiendo clases en toda la república.

José Ángel Córdova Villalobos debe renunciar a la Secretaría de Salud por inepto. Y Calderón debe reunciar a ser el titular del ejecutivo por haberse colgado del pretexto la influenza para violar la constitución mediante un decreto que autoriza los allanamientos de morada sin un motivo real.

Dudo que vayan a renunciar por esto--a pesar de que causaron una de las crisis de miedo más fuertes en tiempos recientes a nivel nacional e internacional--por lo cual solamente hay un camino para evitar que gente como ellos vuelvan a estar en el poder: no votando nunca más por los partidos que los llevaron al poder: el PAN y el PRI.

PD: el mensaje para celular de hoy:
La gente de lo que se muere es de pobreza, no de influenza. No votaré por el PAN ni por el PRI. Reenvía.

PD2: Pierde DF 728 millones de pesos a diario por el miedo que causó el gobierno por la influenza. Malo que fuera por un plantón en Reforma. Entonces sí se quejarían los panistas.

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domingo, abril 26, 2009

Diferencias entre un catarro común y la Influenza porcina


Es frecuente que se confunda al -catarro común- con la influenza, por lo que la instancia rectora en salud, a diseñado una comparación de signos y síntomas que muestran la diferencia que existe entre ambas enfermedades las cuales le menciono a continuación: A) para Catarro Común y para Influenza:

1. Fiebre: A) poco frecuente en adolecentes y adultos y en niños puede llegar hasta 39ªC / generalmente mayor a 39ªC y elevarse hasta 40ªC (con duración de 3-4 días).
2. Cefalea: A) rara / se presenta en forma brusca y es muy intensa +++.
3. Mialgias: A) leves a moderadas / generalmente son muy intensas.
4. Cansancio y Debilidad: A) leves a moderados / a menudo son intensos y pueden durar 2-3 semanas.
5. Postración: A) nunca / es de inicio brusco y muy intensa.
6. Congestión nasal: A) es frecuente / algunas veces aparece.
7. Estornudos: A) frecuentes / algunas veces aparece.
8. Odinofagia: A) a menudo / algunas veces
9. Tos: A) tos leve a moderada / se presenta casi siempre y puede ser muy intensa
10. Complicaciones: A) congestión nasal, dolor de oído, etc. / neumonía (que puede presentar un riesgo para la persona).

DRA. ISABEL NIEVES VENEGAS
Directora de Operación de los Servicios de Atención Hospitalaria
Dirección General de Coordinación de los Hospitales Federales de Referencia
Comisión Coordinadora de los Institutos Nacionales de Salud y Hospitales de Alta Especialidad
Secretaría de Salud

Tomado del foro de la Secretaria de Salud
http://foros.calderon.presidencia.gob.mx/read.php?2,5,692#msg-692

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Influenza El día que la ciudad se escondió

Foto tomade de Shesicka


Millones de habitantes del DF se quedan en sus casas; avenidas desiertas, parques y paseos, solos. La gente de la calle, en su rutina

Juan Arvizu Arrioja
El Universal
Ciudad de México Sábado 25 de abril de 2009

El jinete del contagio cabalgó en la ciudad de México por avenidas semivacías, aceras desiertas de peatones, pasó frente a lugares de reunión cerrados o poco concurridos. Este fue el sábado en el que la metrópoli se escondió del virus de nueva generación que ha venido al mundo.

Millones de habitantes evitaron salir de sus casas, como lo recomendaron las autoridades sanitarias. Muchos otros fueron al trabajo, a atender asuntos, o pasear y comer como en un día de descanso. Pero este segundo día de alerta sanitaria fue muy diferente.

Por primera vez que se recuerde, la Ciudad de México quebró su rutina de paseo y diversión de manera radical. Hubo una minoría que no tuvo donde ir: los habitantes de la calle, los vagabundos, niños sin familia, ancianos que se han quedado sin nada. Perdidos habituales en la multitud, hoy los menesterosos estuvieron visibles en las esquinas poco concurridas.

Aquella crónica musical de Chava Flores, de "Sábado, Distrito Federal", que cuenta: "desde las diez ya no hay donde parar el coche", por obra del virus de la influenza se esfumó. Había espacio suficiente para salir a rodar lento; aprender a manejar; estacionar el automóvil en el lugar soñado.

Masarik, por ejemplo, la avenida más "nice" del país, donde rugen los motores de autos ultraarchideportivos, era una plaza a disposición de quien fuera. Los acomodadores de coches charlaban entre ellos, agitaban los brazos en vano para atraer automovilistas de paso.

Meseros, floristas, vendedores de golosinas veían pasar el tiempo.

Los taxistas de la zona de Polanco con sus vehículos en formación se afligían. Un día perdido por completo. Ni hablar. La historia cotidiana al revés de lo que cantaba don Chava Flores: "Ni un ruletero que lo quiera a uno llevar".

Había lugar para estacionar hasta un tráiler. Y para caminar en las aceras. Rumbo a la sinagoga de Masarik y Sócrates familias judías cumplían su descanso en una ciudad que permanecía en sus casas.

En las calles cercanas a Masarik, como Julio Verne, Virgilio, Anatole France, la zona de restaurantes daba muestra de su éxito, con llenos de excepción. Cláxones, "viene-viene", "pase usted, jefe", daban el tono de un sábado por la tarde en Polanco.

A pesar de la incertidumbre que ha traído el virus A/H1N1, transcurrieron horas de quietud urbana, como nunca. El circuito interior estaba solitario, como el Paseo de la Reforma con el Ángel de la Independencia, el símbolo de los festejos, las victorias de los habitantes de la urbe, convertido en postal sin gente, abandonado.

Y la avenida Juárez, el paso obligado de marchas y lugar de nudos viales, redujo su palpitar. No parecía la célebre vía de acceso al Zócalo, al corazón del país, a la zona comercial popular de mayor afluencia: "Un hormiguero no tiene tanto animal".

Y las aceras muy anchas del Paseo de la Reforma sin un alma a la vista. Es el efecto de la influenza, en el segundo día de alerta. El hormiguero está vacío.


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sábado, abril 25, 2009

La influenza y el miedo: ¿a quién le conviene?

Foto tomada de Eneas


Por Renegado Legítimo
SDP
25 de Abril, 2009 - 16:25

Viernes 24 de abril, 3 de la tarde. Bajo a comer al restaurante del hotel donde me encuentro en un curso toda esta semana. El televisor, sintonizado en CNN en español, transmite en vivo la rueda de prensa de las autoridades sanitarias federal, del DF y del Estado de México. José Angel Córdova Villalobos, secretario de Salud del gobierno espurio, da a conocer las últimas noticias sobre el brote de influenza que afecta a la zona centro del país. Los comensales permanecen atentos, el ambiente se percibe pesado. Comento con una compañera: ¿qué opinas? Su respuesta es elocuente: "sin duda, la epidemia es real. Lo que me sigue haciendo ruido es el pésimo manejo que le han dado a todo esto. ¿Quieren tranquilizar a la población, o al contrario? No sé quién crea que gana algo con todo esto". Yo sí sé, pero me quedo callado.

7 de la tarde.- Abordo el metro para pasar al centro, tengo que comprar todavía algunas cosas antes de salir de viaje a Veracruz. Me enfrasco en la lectura de La Jornada; el editorial da cuenta del atropellado manejo de información que han hecho las "autoridades" federales y se pregunta lo mismo: ¿por qué? Levanto la vista, y veo un cuadro escalofriante: frente a mí, un niño de no más de 7 años me mira fijamente, su carita cubierta por un tapabocas azul. Tomándolo de la mano, su madre, también cubierta con tapabocas, se distrae leyendo un TV Notas. El joven sentado a un lado mio, también usa el trapito azul cubriendo la mitad de su cara. El de más allá, lo mismo; el del extremo del vagón, también. Súbitamente caigo en la cuenta: de 30 o 40 personas que vamos a bordo, cuando mucho somos 5 o 6 quienes no usamos el tapabocas. Me siento como en una escena de la película Epidemia. Lejos de sentir temor a contagiarme de algo, me pongo a pensar en el pánico colectivo que las supuestas autoridades de salud han dicho querer evitar, y que en realidad han fomentado de manera tan efectiva.

7:30 de la tarde.- Mientras cruzo la Alameda Central rumbo a la esquina de Bellas Artes, voy pensando en el libro que deseo comprar en Gandhi, y de manos a boca me encuentro con dos soldados que se acercan a mi. Lo primero que pienso es: "ya llegaron los retenes también al DF" e instintivamente me hago para atrás. Uno de los soldados, medio desconcertado, extiende su mano: me ofrece un tapabocas. Sorprendido, pero con amabilidad, lo rechazo. Así que por esto es que medio mundo trae puesto el trapo azul en la cara. Quien ideó esto sin duda es inteligente: aprovechando el pánico colectivo, sacan al Ejército a reivindicar su imagen, lastimada por los innumerables abusos en los inconstitucionales retenes y operativos en que lo han metido con el pretexto de la lucha contra el narco. De pasadita, mandan el mensaje a la ciudadanía: las autoridades civiles no pueden con el problema, pero aquí está la milicia salvadora. ¿A quién le conviene todo esto?

Central de Autobuses, 11 de la noche.- La misma escena que he venido observando en la ciudad, decenas de personas con la cara cubierta por el omnipresente trapito azul, esperando salir a sus destinos de viaje. Abordo el camión que ha de transportarme al puerto; mi compañero de asiento usa el trapo. Me ve, con cierta desconfianza. Por puro ánimo de joder, toso de manera artificial y escandalosa. No menos de tres pasajeros voltean a verme suspicazmente. Mi compañero de asiento de plano se voltea hacia la ventanilla e intenta dormir. Los minutos pasan. Va a ser un largo viaje, sin duda.

¿A quién le conviene todo esto?

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No es una epidemia

Desfiladero

No es una epidemia

No es una epidemia

No es una epidemia

Jaime Avilés
Foto
En el Zócalo capitalino, un vendedor ambulante ofrece cubrebocas Foto Roberto García Ortiz

En su conferencia de prensa de ayer a las dos de la tarde, el secretario de Salud, José Angel Córdova Villalobos, afirmó que el virus de influenza porcina que ha ocasionado al menos 20 muertes en el valle de México se transmite de humano a humano, y no sabemos de ningún caso en que las personas infectadas hayan estado en contacto con cerdos. Por lo cual recomendó que sigamos comiendo productos derivados de esos animales. Pero al mismo tiempo que así hablaba el funcionario calderónico, la agencia alemana de prensa, Dpa, distribuía información del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CCPE) de Estados Unidos, que entre otras cosas reveló lo siguiente:

En ese país, desde diciembre de 2005 hasta febrero de 2009 se han confirmado 12 casos de humanos infectados con el virus de influenza porcina; todos, excepto uno, en personas que habían tenido contacto con cerdos. No hay evidencia de transmisión de humano a humano. El CCPE añadió: Cuando una cepa de influenza comienza a infectar a las personas y cuando adquiere la capacidad de transmitirse de una persona a otra puede desatar una pandemia. ¿A quién le creemos?

El virus en cuestión, clasificado como A-H1N1, en las últimas semanas infectó a siete estadunidenses, de los cuales todos ya se curaron. El CCPE sospecha que podría ser el mismo que causó 16 muertes en México y quizá 45 más. Según Córdova Villalobos, los decesos registrados en el valle de México son 60, pero en sólo 20 casos se ha identificado a plenitud el nuevo virus de la influenza porcina. Como salta a la vista, 20 o 60 o incluso 200 víctimas de un virus, en una población de 24 millones de habitantes, no constituyen una epidemia, sino apenas un brote de enfermedad.

Desde la sede de la Organización de Naciones Unidas, en Nueva York, una lectora asidua de esta columna envió una copia del informe restringido sólo para uso de funcionarios de la ONU en México a propósito de la influenza estacional. El documento, que circula desde ayer en la tarde, dice así:

Tomando en cuenta la situación de influenza en el país, la cual está siendo atendida por la Secretaría de Salud en coordinación con la Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la Salud, se recomiendan las siguientes medidas: mantenerse alejado de las personas que tengan enfermedad respiratoria. Lavarse las manos frecuentemente con agua y jabón. No saludar de beso ni de mano. No compartir alimentos, vasos y cubiertos. Ventilar y permitir la entrada de sol en las casas, oficinas y en todos los lugares cerrados. Mantener limpias las cubiertas de cocina y baño, manijas y barandales, así como juguetes, teléfonos y objetos de uso común.

Agrega: En caso de presentar un cuadro de fiebre alta de manera repentina, tos, dolor de cabeza, muscular o de articulaciones, se deberá acudir de inmediato a su médico o a su unidad de salud. Luego vienen estas palabras en letras muy negras: En caso de corroborarse la enfermedad, para no contagiar a otros, se recomienda, y en letras normales de nuevo enlista: Visitar al médico para que establezca diagnóstico y tratamiento. Quedarse en casa y mantenerse en reposo hasta que no haya síntomas. Cubrirse nariz y boca al toser o estornudar. Utilizar cubrebocas. Tirar el pañuelo desechable en una bolsa de plástico. Estornudar sobre el ángulo interno del codo (sic). Una vez transcurridas 24 horas sin ningún síntoma se puede regresar a las labores habituales.

Por último, el informe observa que la vacuna que se aplicó en diciembre de 2008 es la misma que se está aplicando en el presente año y no es necesario revacunarse en este momento. Nota: recomendamos estar atentos a las instrucciones y recomendaciones de la Secretaría de Salud.

Tremendismo inaceptable

La sobriedad de esa carta dista del tremendismo que Córdova Villalobos, el gobierno (o lo que sea) de Felipe Calderón, y los medios electrónicos a su servicio fomentan desde el jueves por la noche. Para la ONU no hay ninguna epidemia. Sus funcionarios en México no tienen prohibido ir al cine o al teatro o a estadios o a bares y restaurantes. Deben, eso sí, alejarse de personas enfermas de las vías respiratorias, y aislarse de inmediato si ellos mismos padecen alguna afección de este tipo. Ver al médico, aceptar un tratamiento y quedarse en reposo hasta que se alivien. Punto.

Eso sí, de acuerdo con nuestra lectora neoyoquina, están en alerta desde ayer. Su contrato los obliga a contestar el teléfono a cualquier hora de la noche, y a presentarse a su centro de trabajo o donde les indiquen. En el hipotético caso de que mañana hubiese, por decir una cifra, 150 mil personas infectadas que de repente podrían requerir atención médica en clínicas y hospitales, tienen que estar disponibles. Nadie sabe cuál es la difusión actual de la enfermedad. Ese es el gran enigma que pende sobre México, y que el mundo contempla atento. Pero, por fortuna, en muy pocos días quedará despejado.

Todos los virus de la influenza son aeróbicos, es decir, sobreviven en contacto con el aire hasta por 72 horas. Pueden resistir sobre una superficie como la del teléfono, el barandal, las manijas, el interior del coche, etc., y se debilitan o mueren con la luz solar. Pero como penetran en el organismo humano por la boca y por la nariz, no hay que olvidar las recomendaciones de no saludar de mano o de besito, lavarse las manos varias veces al día, no acercarse a los que estornudan o ya de plano tirarse al suelo en posición pecho a tierra si alguien con quien hablamos de repente lo hace (ay, sí).

Debemos estar atentos y ser cuidadosos, pero también tomar en cuenta que los funcionarios de la ONU poseen los seguros de gastos médicos y de vida más caros del mundo, y que sus jefes no los pondrían en riesgo aconsejándoles medidas precautorias inferiores a los mínimos de seguridad, porque si éstas resultaran insuficientes las pérdidas económicas serían desastrosas. Así que, en serio, no permitamos que nadie nos manipule mediante el tremendismo, del que ha hecho uso, de manera irresponsable y sospechosa, el secretario de Salud.

Si el jueves a las cuatro de la tarde –como reveló ayer en su conferencia de prensa–, Córdova Villalobos ya sabía que el virus de la influenza porcina era de una cepa nueva y capaz de ocasionar una epidemia, ¿por qué esperó hasta las 11 de la noche para anunciar la suspensión de clases en todos los planteles del valle de México?

Al cierre de esta edición, desde Washington, un experto de la Organización Mundial de la Salud, entrevistado por Carmen Aristegui aseguró que no existe ningún antiviral que sea eficaz para combatir a la cepa A-H1N1 recién descubierta. Esto desmiente la falacia que Córdova Villalobos dijo en la tarde, en su conferencia de prensa, cuando afirmó que se cuenta con antivirales suficientes y adecuados para hacer frente a la enfermedad: hay un millón de dosis y van mil casos de contagio. Sí, pero ninguna de esas dosis sirve para nada.

Postdata: profesores y estudiantes del Politécnico preparan medidas para exigir la renuncia de Fernando Sariñana a la dirección de Canal 11. La semana próxima, cuando se normalicen las cosas, empezarán a actuar.


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