Por Lorenzo Carrasco
En su primer viaje internacional en la semana final de enero, Felipe Calderón no pudo escapar de la maldición del fraude electoral que seguramente lo perseguirá a lo largo de lo que posiblemente será su corto mandado al frente de la presidencia de México. Paso a paso en su gira, que comenzó en Suiza y terminó en España, Calderón caminó sobre las pistas de cada uno de los elementos e intereses involucradas en las operaciones del fraude electoral.
Lo primero, fue ratificar su obediencia al sistema financiero internacional con sus declaraciones antes, durante y después de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos. "El problema es si América Latina avanza o retrocede, si apostamos por la democracia o vamos hacia atrás y permitimos que regresen las dictaduras vitalicias; si avanzamos en el mercado o regresamos a viejas políticas de expropiación y nacionalización que han causado un daño terrible y han provocado las peores crisis". Enseguida se postuló como garantía y seguro en contra las nacionalizaciones y el populismo en Iberoamérica, en una referencia gratuita al presidente venezolano Hugo Chávez. Sin entrar en el mérito de la personalidad del presidente o la realidad política venezolana, la retórica de Calderón alinea la diplomacia mexicana a los intereses neconservadores que garantizaron la nada democrática elección del 2 de julio pasado. Por eso resulta más que retórica, ridícula, su afirmación que “el 2 de julio México optó por el libre comercio”.
Esa torpeza diplomática le valió una respuesta del presidente brasileño, Luis Ignacio Lula da Silva, que se vio obligado a defender a su par venezolano en el ámbito de Davos, lo que constituye un golpe vergonzoso a la diplomacia histórica mexicana y su doctrina internacional de no intervención y respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Con esto Calderón da una señal clara para la continuación del remedo de diplomacia instaurada a partir de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. Lo que podríamos denominar como “la doctrina Salinas” se sustenta en el presupuesto de que el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) al norteamericanizar a México lo transformaría en una potencia económica desarrollada con la misión de mediar entre las naciones iberoamericanas y los Estados Unidos. Bajo estos principios, o más bien presupuestos propagandísticos, Calderón declaró en Europa que México se tranformará en la quinta economía mundial, hecho que según Goldman Sachs ocurrirá en 2040, y desde esas alturas los paladines del libre comercio en México levantarán sus espadas vencedoras contra el “eje del mal” de “quienes nacionalicen y expropien” y contra “las dictadura personales vitalicias” en el continente iberoamericano.
Más tarde la agencia alemana de noticias DPA, difundió erradamente declaraciones de Hugo Chávez contra Calderón originalmente dirigidas al presidente George W. Bush. A pesar de haber sido aclarado el incidente, el mandatario mexicano calificó de “valentón” al venezolano, en declaraciones emitidas durante su viaje a Michoacán teniendo a su lado a Carlos Gutiérrez, secretario de Comercio de Estados Unidos en un acto lleno de simbolismo sobre la doctrina diplomática de sumisión al libre comercio.
En su paso por Alemania, Inglaterra y España, además de ratificar su posición de sumisión económica al capital internacional, agradeció también el reconocimiento -- precipitado, por cierto, por ser anterior al decreto de la corte electoral mexicana- de esos gobiernos a su presunta victoria electoral. De una manera importante esto “legitimó” internacionalmente a Calderón, mientras millones de seguidores de Andrés Manuel López Obrador marchaban en su contra en la capital del país.
A pesar de que el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, fue uno de los jefes de gobierno en reconocer prematuramente a Calderón, el presidente del partido gobernante Acción Nacional (PAN), Manuel Espino, con una aguda sensibilidad paquidérmica hizo chuza sobre la comitiva de Calderón en España, al emitir una declaración, desde México, contra el presidente español y su política anti terrorista. Las declaraciones de Espino realizadas en la víspera del encuentro de Calderón con Rodríguez Zapatero, responden al alineamiento ideológico del PAN con el Partido Alianza Popular del ex-presidente José Maria Aznar, cuyo grupo coordinó la estrategia propagandística de guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, acusándolo falsamente de estar relacionado con el presidente Hugo Chávez y por eso constituir un peligro para México.
Las declaraciones del líder del partido del gobierno, Manuel Espino, contra Rodríguez Zapatero se produjeron en el contexto de una reunión de la hasta hace poco moribunda Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), que reunió en México, del 26 al 28 de enero, a 25 grupos del continente con el objetivo de construir alternativas a un espantapájaros que llaman "propuesta comunista" que invade Latinoamérica.
Resulta claro que esta iniciativa política está en ecuación con la estrategia neoconservadora de encajonar al continente dentro de una pequeña guerra fría, una falsa disyuntiva que bandea entre el sistema de libre comercio y los régimenes como el de Hugo Chávez en Venezuela o el de Evo Morales en Bolivia. Sin ningún sentido de la realidad política o diplomática de Iberoamérica, la nueva organización, convocada al vapor, se propone conquistar gobiernos en Centro y Sudamérica de la misma manera que lo hicieron en México.
Evidentemente la nueva diplomacia panista neoconservadora, no pone a nadie en peligro excepto a la credibilidad de México en un momento en que la crisis estratégica global, exigiría del país su histórica actitud altiva y soberana. Pero la diplomacia del fraude lo impide.
En su primer viaje internacional en la semana final de enero, Felipe Calderón no pudo escapar de la maldición del fraude electoral que seguramente lo perseguirá a lo largo de lo que posiblemente será su corto mandado al frente de la presidencia de México. Paso a paso en su gira, que comenzó en Suiza y terminó en España, Calderón caminó sobre las pistas de cada uno de los elementos e intereses involucradas en las operaciones del fraude electoral.
Lo primero, fue ratificar su obediencia al sistema financiero internacional con sus declaraciones antes, durante y después de la reunión del Foro Económico Mundial en Davos. "El problema es si América Latina avanza o retrocede, si apostamos por la democracia o vamos hacia atrás y permitimos que regresen las dictaduras vitalicias; si avanzamos en el mercado o regresamos a viejas políticas de expropiación y nacionalización que han causado un daño terrible y han provocado las peores crisis". Enseguida se postuló como garantía y seguro en contra las nacionalizaciones y el populismo en Iberoamérica, en una referencia gratuita al presidente venezolano Hugo Chávez. Sin entrar en el mérito de la personalidad del presidente o la realidad política venezolana, la retórica de Calderón alinea la diplomacia mexicana a los intereses neconservadores que garantizaron la nada democrática elección del 2 de julio pasado. Por eso resulta más que retórica, ridícula, su afirmación que “el 2 de julio México optó por el libre comercio”.
Esa torpeza diplomática le valió una respuesta del presidente brasileño, Luis Ignacio Lula da Silva, que se vio obligado a defender a su par venezolano en el ámbito de Davos, lo que constituye un golpe vergonzoso a la diplomacia histórica mexicana y su doctrina internacional de no intervención y respeto a la autodeterminación de los pueblos.
Con esto Calderón da una señal clara para la continuación del remedo de diplomacia instaurada a partir de la presidencia de Carlos Salinas de Gortari. Lo que podríamos denominar como “la doctrina Salinas” se sustenta en el presupuesto de que el Acuerdo de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) al norteamericanizar a México lo transformaría en una potencia económica desarrollada con la misión de mediar entre las naciones iberoamericanas y los Estados Unidos. Bajo estos principios, o más bien presupuestos propagandísticos, Calderón declaró en Europa que México se tranformará en la quinta economía mundial, hecho que según Goldman Sachs ocurrirá en 2040, y desde esas alturas los paladines del libre comercio en México levantarán sus espadas vencedoras contra el “eje del mal” de “quienes nacionalicen y expropien” y contra “las dictadura personales vitalicias” en el continente iberoamericano.
Más tarde la agencia alemana de noticias DPA, difundió erradamente declaraciones de Hugo Chávez contra Calderón originalmente dirigidas al presidente George W. Bush. A pesar de haber sido aclarado el incidente, el mandatario mexicano calificó de “valentón” al venezolano, en declaraciones emitidas durante su viaje a Michoacán teniendo a su lado a Carlos Gutiérrez, secretario de Comercio de Estados Unidos en un acto lleno de simbolismo sobre la doctrina diplomática de sumisión al libre comercio.
En su paso por Alemania, Inglaterra y España, además de ratificar su posición de sumisión económica al capital internacional, agradeció también el reconocimiento -- precipitado, por cierto, por ser anterior al decreto de la corte electoral mexicana- de esos gobiernos a su presunta victoria electoral. De una manera importante esto “legitimó” internacionalmente a Calderón, mientras millones de seguidores de Andrés Manuel López Obrador marchaban en su contra en la capital del país.
A pesar de que el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, fue uno de los jefes de gobierno en reconocer prematuramente a Calderón, el presidente del partido gobernante Acción Nacional (PAN), Manuel Espino, con una aguda sensibilidad paquidérmica hizo chuza sobre la comitiva de Calderón en España, al emitir una declaración, desde México, contra el presidente español y su política anti terrorista. Las declaraciones de Espino realizadas en la víspera del encuentro de Calderón con Rodríguez Zapatero, responden al alineamiento ideológico del PAN con el Partido Alianza Popular del ex-presidente José Maria Aznar, cuyo grupo coordinó la estrategia propagandística de guerra sucia contra Andrés Manuel López Obrador, acusándolo falsamente de estar relacionado con el presidente Hugo Chávez y por eso constituir un peligro para México.
Las declaraciones del líder del partido del gobierno, Manuel Espino, contra Rodríguez Zapatero se produjeron en el contexto de una reunión de la hasta hace poco moribunda Organización Demócrata Cristiana de América (ODCA), que reunió en México, del 26 al 28 de enero, a 25 grupos del continente con el objetivo de construir alternativas a un espantapájaros que llaman "propuesta comunista" que invade Latinoamérica.
Resulta claro que esta iniciativa política está en ecuación con la estrategia neoconservadora de encajonar al continente dentro de una pequeña guerra fría, una falsa disyuntiva que bandea entre el sistema de libre comercio y los régimenes como el de Hugo Chávez en Venezuela o el de Evo Morales en Bolivia. Sin ningún sentido de la realidad política o diplomática de Iberoamérica, la nueva organización, convocada al vapor, se propone conquistar gobiernos en Centro y Sudamérica de la misma manera que lo hicieron en México.
Evidentemente la nueva diplomacia panista neoconservadora, no pone a nadie en peligro excepto a la credibilidad de México en un momento en que la crisis estratégica global, exigiría del país su histórica actitud altiva y soberana. Pero la diplomacia del fraude lo impide.
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