FOTO ARTURO CAMPOS CEDILLO
Para Alejandra Hidalgo
por todo, que no es poco
Quieren ponerle un alto: prohibirlo desde ya. Quieren que no ande alborotando a la gente, que no ponga sus palabras en el pueblo y que el pueblo no lo mire, o si lo mira, que lo mire mal, con desdén y aborreciéndolo. Quieren que quede en el silencio. Ya se les insubordinó hace cuatro años, cuando él no aceptó los resultados fraudulentos de la elección presidencial y se puso en plantón, él y miles de personas más en el Zócalo y varias calles de la ciudad de México. Ahora quieren evitarse problemas: ponerle un alto desde ahora, que no ande de candidato presidencial, que se calle, que se hunda y se vaya al carajo. Eso quieren, eso desean y eso planean.
Andrés Manuel López Obrador ha sido, sin duda, el máximo opositor al régimen de Felipe Calderón: una piedra en el zapato para este gobierno (o desgobierno). Después del fraude electoral de 2006, se le intentó silenciar mediáticamente, se ocultaron sus palabras y se le denigró a él y a todos sus seguidores: él era el Mesías, y los que lo apoyaban o simpatizaban con él, los tercos y revoltosos, los indeseables. Lo hicieron invisible en las pantallas de televisión, a pesar de que andaba de plaza en plaza por todo el país, diciendo discurso, organizando gente y haciendo política. Cuando fue necesario, al unísono, muchos “analistas políticos” y presentadores de noticias se pusieron de acuerdo y en sintonía gritaron: “López Obrador debería ya retirarse de la política”, “ya anda perdido”, “bien desesperado”, “no quiere el progreso de México y por eso se opone a la privatización de Pemex”, y un largo etcétera. Pero aún así, con todo, López Obrador no dejó de ser el máximo opositor al régimen de Felipe Calderón; voz crítica: una de las únicas que se alzan.
Se acercan las elecciones presidenciales. En derredor de López Obrador se formó y consolidó un movimiento social que tiene sus complicaciones, pero que ahí anda, vivo y caminando. Sin duda, el apoyo que tiene el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal lo desearían muchos políticos que quieren volverse presidentes. La cuestión es que no se sabe hasta dónde alcance dicho apoyo. Y es que las circunstancias de hoy son muy distintas a las de 2006. En dicho año, López Obrador era la figura más importante y con más simpatías en todo el país. Fue entonces que entraron las campañas de desprestigio, el “López Obrador es un peligro para México” y el golpeteo, en la mayoría de los medios de comunicación, un día sí y el otro también. Sería una falacia decir que dichas campañas no han surtido efecto: lo tuvieron, y pusieron a AMLO como uno de los políticos más queridos, pero también más odiados.
Hoy hay un adversario que en 2006 no estaba: Enrique Peña Nieto junto con el viejo PRI, el más rancio y más corrupto. Peña Nieto es el candidato de las televisoras: todos los días, en noticieros y en programas sobre chismes de la farándula, aparece. Él no tiene a un movimiento social que lo apoye, pero en rededor suyo se ha conformado un grupo de políticos con experiencia para la corrupción que lo impulsa y que espera que llegue a la presidencia. López Obrador hoy no es el candidato que concita la mayor popularidad; ése es Peña Nieto, es una verdad y negar esto es hacer error. Pero, al igual que como ha subido, el actual gobernador del Estado de México puede bajar, puede caer: su popularidad es bastante volátil, pende de una pantalla de televisión.
López Obrador tiene hoy lo que ningún posible candidato tendrá en 2012: miles de personas que sinceramente lo apoyan, que lo han seguido, que no han dejado, a pesar de todo, de ponerlo como su líder: lo consideran una de las únicas personas que puede ayudar a cambiar este país. Hay organización, hay ganas y energías, pero todavía falta, todavía hay mucho por hacer: sí, la lógica de los movimientos sociales es distinta a la lógica de los partidos políticos y de la política “profesional”, pero, parece ser, podrían unirse, podrían ponerse en sintonía.
Los de la oligarquía, los poderes fácticos y los políticos fantoches, los que han vendido la riqueza de la nación y los que la quieren seguir vendiendo, es decir, los que se creen dueños del país, quieren que AMLO se ponga en silencio y que no participe ya en política: buscan prohibirlo. No han podido. Y seguro no podrán. Pero, vale la pena preguntarse, ¿alcanzará la organización que se dio en torno a López Obrador para ganar la presidencia en 2012 y evitar un fraude electoral? ¿Alcanzará? Ojalá: sería bueno, bastante bueno para este país.
Se acercan las elecciones presidenciales. En derredor de López Obrador se formó y consolidó un movimiento social que tiene sus complicaciones, pero que ahí anda, vivo y caminando. Sin duda, el apoyo que tiene el ex jefe de Gobierno del Distrito Federal lo desearían muchos políticos que quieren volverse presidentes. La cuestión es que no se sabe hasta dónde alcance dicho apoyo. Y es que las circunstancias de hoy son muy distintas a las de 2006. En dicho año, López Obrador era la figura más importante y con más simpatías en todo el país. Fue entonces que entraron las campañas de desprestigio, el “López Obrador es un peligro para México” y el golpeteo, en la mayoría de los medios de comunicación, un día sí y el otro también. Sería una falacia decir que dichas campañas no han surtido efecto: lo tuvieron, y pusieron a AMLO como uno de los políticos más queridos, pero también más odiados.
Hoy hay un adversario que en 2006 no estaba: Enrique Peña Nieto junto con el viejo PRI, el más rancio y más corrupto. Peña Nieto es el candidato de las televisoras: todos los días, en noticieros y en programas sobre chismes de la farándula, aparece. Él no tiene a un movimiento social que lo apoye, pero en rededor suyo se ha conformado un grupo de políticos con experiencia para la corrupción que lo impulsa y que espera que llegue a la presidencia. López Obrador hoy no es el candidato que concita la mayor popularidad; ése es Peña Nieto, es una verdad y negar esto es hacer error. Pero, al igual que como ha subido, el actual gobernador del Estado de México puede bajar, puede caer: su popularidad es bastante volátil, pende de una pantalla de televisión.
López Obrador tiene hoy lo que ningún posible candidato tendrá en 2012: miles de personas que sinceramente lo apoyan, que lo han seguido, que no han dejado, a pesar de todo, de ponerlo como su líder: lo consideran una de las únicas personas que puede ayudar a cambiar este país. Hay organización, hay ganas y energías, pero todavía falta, todavía hay mucho por hacer: sí, la lógica de los movimientos sociales es distinta a la lógica de los partidos políticos y de la política “profesional”, pero, parece ser, podrían unirse, podrían ponerse en sintonía.
Los de la oligarquía, los poderes fácticos y los políticos fantoches, los que han vendido la riqueza de la nación y los que la quieren seguir vendiendo, es decir, los que se creen dueños del país, quieren que AMLO se ponga en silencio y que no participe ya en política: buscan prohibirlo. No han podido. Y seguro no podrán. Pero, vale la pena preguntarse, ¿alcanzará la organización que se dio en torno a López Obrador para ganar la presidencia en 2012 y evitar un fraude electoral? ¿Alcanzará? Ojalá: sería bueno, bastante bueno para este país.
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