La guerra de conquista del imperio neoliberal
Jornada Jalisco
Territorio y población es el objetivo de la guerra de conquista operada por la clase política conformada por todos los partidos políticos y sus burócratas en los diferentes órdenes de gobierno. El escenario montado a los sectores de clases medias que aspiran a tomar el poder y a la pequeña burguesía déspota ilustrada, cuenta con expertos en la tramoya para mantener suficientemente controlado dicho escenario, que ahora se desplaza del campo de lo electoral al de las instituciones gubernamentales.
A 100 días de tomar posesión como presidente Felipe Calderón, el control del aparato del Estado es convertido en botín de los diferentes grupos de poder que, sin embargo, ello no es ningún problema en la orientación de las políticas públicas ni en la aplicación de las represión a quien se resiste a ellas, pues todos sin excepción siguen las directrices marcadas por los capitalistas.
La lógica del capital respecto del poder político quedó delimitada por la estrategia de distribución de las instituciones gubernamentales entre todos los partidos políticos y la operación de una forma de gobernabilidad que garantice la siguiente etapa del neoliberalismo: el despojo del territorio en el que se encuentren recursos naturales o de infraestructura para explotarlos, lo mismo que con las comunidades y pueblos en las zonas rurales que con barrios y comunidades establecidas en territorios de las ciudades donde se han constituido espacios de producción y de economía popular e informal.
A la estrategia del despojo la acompaña un extenso operativo que asemeja a una especie de guerra de conquista moderna de territorios, donde el sometimiento de la población que habita dichos territorios es sujeta a una política de seguridad pública que convierte a las instituciones policiacas en guardias blancas o compañías de paramilitares al servicio los intereses de los contemporáneos caciques en que se han convertido los grupos corporativos del gran capital nacional y trasnacional.
Así, territorio, población y seguridad son los ordenadores de la estrategia del poder político y económico que se puede observar en los programas de gobierno de todos los partidos políticos y sus burócratas que ocupan los puestos en las instituciones públicas.
Los desalojos de la población que ha logrado constituir territorios de economía de sobrevivencia en los barrios urbanos de las ciudades de Guadalajara, el Distrito Federal y Oaxaca, sólo por dar tres ejemplos donde gobiernan el pan, prd y pri, respectivamente, son muestra de que la voracidad y la lógica de acumulación de capital está llegando a un punto de quiebre que lleva a los capitalistas y su clase política a cometer actos de verdadero terrorismo contra la población de su propio país.
Lo mismo sucede con los territorios en las zonas rurales de los pueblos y comunidades indígenas y campesinos que han logrado conservar los recursos naturales en equilibrio ecológico que les permite sobrevivir de ellos sin destruirlos, y que ahora se convierten en objeto de la rapiña de los nuevos caciques trasnacionales que pretenden despojarlos de sus semillas, plantas, saberes tradicionales, aguas, bosques y minerales, encubriéndose en supuestas políticas de “desarrollo ecoturístico”, acompañadas previamente de la imposición de leyes espurias y planes municipales, que para su aplicación tienen que ser escudadas por las fuerzas militares y paramilitares disfrazadas de policías.
No encuentro justificación a los señalamientos de académicos, periodistas, organizaciones no gubernamentales, “defensores” de derechos humanos y demás pandilla de asesores y consortes que los acompañan, desde los medios de comunicación o desde las comisiones de consejeros, cuando advierten que desalojos como los de las carpinterías de los purépechas en los barrios del oriente de la ciudad de Guadalajara, realizados por el presidente municipal, Alfonso Petersen, los realizó engañado por grandes comerciantes que envidiaban la manera en que se logró establecer un mercado de economía popular e informal, en la que además contribuyeron al desarrollo de una industria mueblera en dicho territorio, en una ambiente de cooperación y convivencia con toda la población de los barrios de la zona.
Lo mismo que hacen con respecto de los desalojos y despojos que realiza Marcelo Ebrard en el Distrito Federal con el pretexto de desmantelar la industria del narcomenudeo, pero que arrasa con la población que ocupa el territorio con barrios enteros, que la única manera de sobrevivencia que tienen es la economía informal y popular. Es por demás insistir en el caso de Ulises Ruiz, gobernador de Oaxaca, que utilizó, con el beneplácito de toda la clase política mexicana, a las fuerzas de “seguridad” policiacas, paramilitares y del Ejército y la Marina, con el objetivo de destruir a los cientos de miles de personas organizadas en comunidades, barrios y pueblos, que han logrado articularse de manera comunitaria en procesos de autogestión económica, de autogobierno y de autodefensa, como última alternativa de sobrevivencia ante las políticas depredadoras del capitalismo neoliberal.
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